Francisco Rivera Agüero (1951–2001): El «Curro Rivera», una leyenda del toreo mexicano

Orígenes familiares y el legado taurino

Francisco Rivera Agüero, conocido artísticamente como Curro Rivera, nació el 17 de diciembre de 1951 en Ciudad de México, en el seno de una familia profundamente ligada a la tauromaquia. Su ascendencia no solo le proporcionó la cercanía con el mundo de los toros, sino también un legado que lo marcaría desde su nacimiento. Era hijo de Fermín Rivera Malabehar, reconocido matador de toros de San Luis de Potosí, y su tío materno, Martín Agüero Ereño, otro destacado torero, originario de Vizcaya, quien se convirtió en una figura destacada dentro del universo taurino. Con estos ilustres antecesores, la carrera de Francisco parecía escrita en los astados desde su llegada al mundo.

En este ambiente de tradición y arte taurino, Curro Rivera fue testigo desde temprana edad de la exigencia y belleza que implicaba ser un matador de toros. Los valores y las enseñanzas que recibió en su familia fueron fundamentales para el desarrollo de su carrera. Siendo aún un niño, observaba con admiración a su padre y a su tío, quienes no solo destacaban por su destreza en el ruedo, sino también por su enfoque artístico y técnico en el toreo, lo cual se vería reflejado más tarde en su propio estilo único.

Primeros años de vida y formación temprana

Desde su infancia, Francisco mostró una inclinación natural hacia los toros, un amor heredado de su familia. A los seis años, ya sentía el llamado de las arenas y, por ende, creció inmerso en el ambiente taurino que rodeaba a su familia. Con el apoyo de su entorno, comenzó a formarse como novillero en su juventud. Sin embargo, la fama y la técnica que tanto admiraba de sus padres y tíos no llegaron de inmediato. La dedicación y el sacrificio fueron, y seguirían siendo, los ingredientes principales de su carrera.

El joven Francisco comenzó a perfeccionar su arte en la plaza de toros, donde sus primeros pasos fueron de aprendizaje, observando los movimientos y estrategias de los más experimentados. Lo que inicialmente parecía ser una carrera influenciada por el linaje familiar, rápidamente comenzó a tomar una dirección propia, marcada por su habilidad natural y su destreza en los ruedos. Desde sus primeras lecciones, Curro Rivera fue conocido por la sensibilidad y elegancia que reflejaba en su toreo, cualidades que pocos novilleros poseían a su edad.

El inicio de su carrera como novillero

En 1967, con tan solo 15 años, Curro Rivera debutó en el toreo profesional como novillero en la plaza de toros de San Luis de Potosí el 6 de agosto. En esa ocasión, compartió cartel con los jóvenes Mario Sevilla y Andrés Blanco, en una corrida que sería la primera de muchas que marcarían su destino. A pesar de su corta edad, ya demostraba una destreza inusitada, un porte refinado y una ejecución técnica sorprendente para un novillero de su edad. Fue un comienzo auspicioso, que pronto le abriría las puertas de la fama.

Con una capacidad innata para conectar con la afición y un estilo de toreo que sorprendió a los expertos, su carrera se fue consolidando con rapidez. La afición mexicana, siempre exigente, pronto empezó a reconocer el talento del joven torero, y sus actuaciones en varias plazas comenzaron a destacar. El camino que emprendió Francisco Agüero no sería fácil, pero gracias a su perseverancia, logró ganarse el respeto de los aficionados y de los matadores consagrados.

En 1968, con apenas 17 años, Curro Rivera dio un paso clave en su carrera al recibir la alternativa como matador de toros en Torreón, Coahuila, el 14 de septiembre. Su padrino de alternativa fue el célebre torero José Huerta Rivera (Joselito Huerta), y su testigo fue Jaime Rangel Jiménez. La res que le correspondió en este importante momento fue un toro llamado Presidente, de la ganadería de Tequisquiapan. Así, Curro Rivera se convirtió en uno de los matadores más jóvenes en recibir la alternativa en esa época, un paso crucial en su consolidación dentro del toreo profesional.

Este evento marcó el inicio de una trayectoria que pronto lo colocó entre los primeros nombres del toreo mexicano. Al poco tiempo de haber tomado la alternativa, Curro Rivera ya estaba pidiendo plaza entre los matadores más importantes, demostrando que su carrera se encaminaría hacia el éxito, no solo en México, sino también en España, donde se celebraría su siguiente gran desafío.

Ascenso en el mundo del toreo: su doctorado y primeros triunfos

El salto de Curro Rivera a la fama fue tan vertiginoso como su ascenso en la carrera taurina. En 1969, con apenas 17 años, ya había conquistado el reconocimiento de la afición mexicana, y su nombre comenzaba a sonar con fuerza entre los más destacados matadores de su generación. Sin embargo, la verdadera consagración de Curro Rivera en el toreo llegó con su confirmación en la plaza más importante del mundo taurino: Las Ventas de Madrid.

El 16 de febrero de 1969, Curro Rivera viajó a la Ciudad de México para confirmar su alternativa ante el público más exigente de su país. En esta ocasión, su padrino fue el experimentado matador español Gabriel de la Casa Pazos, y su testigo, el destacado Manuel Espinosa Menéndez (Armillita), un nombre fundamental en el toreo mexicano. La corrida estuvo marcada por la presencia de un ganado de la ganadería de Javier Garfias, lo que generó grandes expectativas, dado que la plaza capitalina se consideraba el escenario ideal para la confirmación de cualquier matador.

La actuación de Curro Rivera fue todo un éxito, mostrando una madurez y una técnica poco comunes en un torero tan joven. Su faena fue recibida con ovaciones por parte del público, y su nombre quedó inscrito en la historia del toreo mexicano, consolidándose como uno de los toreros más prometedores de su generación. De hecho, tras esa primera confirmación, la carrera de Curro Rivera despegó a pasos agigantados, y pronto se hizo un lugar entre los primeros puestos del escalafón taurino.

A lo largo de la temporada de 1969, Curro Rivera toreó un total de 42 corridas, un número impresionante para un torero tan joven. Fue esa misma temporada la que consolidó su estatus de figura emergente del toreo, y le permitió adquirir experiencia frente a diferentes tipos de ganado y diferentes públicos.

Sin embargo, no todo fue triunfo en esos primeros años de su carrera. En 1970, Curro Rivera sufrió su primera cornada grave el 21 de junio, cuando un toro le lesionó seriamente una de sus rodillas. Este accidente no solo puso en peligro su carrera, sino que también marcó el comienzo de una serie de complicaciones físicas que, en algunos momentos, lo obligaron a retirarse temporalmente de los ruedos. A pesar de ello, su recuperación fue rápida, y su regreso fue tan impactante como el resto de su carrera. Lo que le permitió seguir adelante fue su determinación y su capacidad de sobreponerse a la adversidad, cualidades que marcaron su carrera en todos los aspectos.

El salto a España y su impacto en el toreo español

En 1971, con la seguridad de que había alcanzado el nivel de un gran torero, Curro Rivera emprendió uno de los viajes más importantes de su carrera: su desembarco en España, donde se consolidaría como una de las grandes figuras internacionales del toreo. En España, la competencia era feroz, y pocos toreros mexicanos lograban sobresalir en el exigente circuito taurino europeo. Sin embargo, Curro Rivera no solo logró adaptarse rápidamente a los rigores del toreo español, sino que también supo conquistar al público con su estilo único.

El gran momento en su paso por España llegó el 18 de mayo de 1971, en la madrileña plaza de Las Ventas, cuando Curro Rivera confirmó su alternativa frente a un público de gran exigencia. Su padrino en esa ocasión fue el matador Antonio Mejías Jiménez (Antonio Bienvenida), y el testigo fue el torero Andrés Mazariegos Vázquez (Andrés Vázquez). El toro que le correspondió fue Beluco, un morlaco negro zaino de 528 kilos, criado por la ganadería de Samuel Hermanos.

La faena de Curro Rivera fue sobresaliente, y la afición de Madrid premió su labor con un trofeo, un paso crucial en su consolidación como matador de renombre en España. A raíz de esta actuación, el torero mexicano fue rápidamente incluido en los carteles de las principales plazas españolas, donde se le brindaron numerosas oportunidades para demostrar su arte.

Ese mismo año, Curro Rivera vivió otro de los momentos más importantes de su carrera en España, cuando toreó en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, una de las plazas más prestigiosas del mundo taurino. La tarde del 22 de mayo de 1971 quedaría grabada en la memoria de la afición española y mexicana, pues Curro Rivera protagonizó una de las faenas más memorables de su carrera en el ruedo sevillano, lo que le valió salir a hombros por la Puerta del Príncipe, el reconocimiento máximo de la plaza sevillana. Este éxito, en compañía de figuras como Victoriano Cuevas Roger (Victoriano Valencia) y Francisco Romero López (Curro Romero), consolidó su reputación en España y en el ámbito internacional.

En definitiva, 1971 fue un año de gloria para Curro Rivera, un periodo en el que su nombre brilló en algunas de las plazas más emblemáticas del mundo taurino. Su habilidad para enfrentarse a los toros españoles y su capacidad para emocionar a las multitudes lo convirtieron en un referente para las futuras generaciones de toreros mexicanos y un verdadero símbolo del toreo internacional.

Un torero exitoso: su constante presencia en las grandes ferias

La llegada de Curro Rivera a España no solo fue un éxito a nivel profesional, sino también un parteaguas en su carrera. En 1972, consolidado como una de las principales figuras del toreo mexicano, Curro Rivera regresó a Madrid para participar en una de las ferias más importantes de la temporada: la Feria de San Isidro. Este ciclo de corridas es considerado uno de los más exigentes para cualquier torero, y Curro Rivera estuvo a la altura del reto. El 17 de mayo de ese año, Curro Rivera toreó junto a Paco Camino y José Luis Feria Fernández en una tarde memorable que dejó huella en la afición venteña.

Lo que más destacó de esa corrida fue la calidad de su faena y su capacidad para conectar con el público madrileño, que en esa época era conocido por su criterio exigente. Curro Rivera cortó una oreja, pero fue cinco días después, el 22 de mayo, cuando su nombre alcanzó el clímax de su carrera en España. En esa fecha, durante la Feria de San Isidro, Curro Rivera vivió una de las tardes más gloriosas de su vida como torero, que sería recordada por la posteridad.

Aquella tarde, la corrida estuvo compuesta por seis reses bravas de la ganadería de Atanasio Fernández, y Curro Rivera compartió cartel con dos gigantes del toreo: Andrés Vázquez y Sebastián Palomo Martínez (Palomo Linares). La faena de Curro Rivera fue imponente, cortando dos orejas de su primer toro, y luego, enfrentándose al sexto, brindó una actuación sublime que también fue premiada con dos orejas. Con esto, Curro Rivera se convirtió en el primer torero mexicano en cortar cuatro trofeos en una sola corrida en Las Ventas, un logro que quedaría grabado en la historia del toreo.

Esta jornada se sumó a otras victorias memorables de Curro Rivera en tierras españolas, consolidando su nombre como una de las figuras más importantes del toreo internacional. Su capacidad para enfrentarse a los toros con destreza y, al mismo tiempo, cautivar a los públicos con su arte, lo convirtió en una referencia en España y México, lo que lo mantuvo en el cartel de grandes corridas durante años.

La decadencia de su carrera y su retorno a México

A pesar de sus triunfos, la carrera de Curro Rivera no estuvo exenta de altibajos. En 1973, su presencia en España comenzó a declinar. Solo toreó en cuatro ocasiones, y su estilo, en principio tan arrollador, fue percibido como menos impactante por una afición cada vez más exigente. Durante esa temporada, Curro Rivera no logró encontrar el mismo nivel de éxito que había experimentado en los años anteriores. Su regreso a España en 1977 tampoco fue tan fructífero como esperaba, con pocos contratos y algunas actuaciones que resultaron en nuevas lesiones, incluida una grave cornada en Gijón, que afectó gravemente su muslo derecho.

El torero mexicano, sin embargo, no se dejó vencer por las adversidades. Su fuerte carácter y amor por la tauromaquia lo impulsaron a regresar a su patria, donde seguía siendo una de las figuras más admiradas. En México, su palmarés siguió sumando éxitos. Fue en ese contexto que alcanzó uno de los logros más significativos de su carrera: en 1982, celebró su milésima corrida de toros, una cifra extraordinaria en el mundo del toreo. En la Feria de San Marcos de Aguascalientes, toreó en solitario catorce toros, consiguiendo una impresionante cantidad de orejas y rabos como premio a su entrega y maestría. Este evento se convirtió en una de las máximas celebraciones taurinas en la historia de México.

A lo largo de los años 80 y 90, Curro Rivera continuó siendo un referente dentro del toreo mexicano, aunque ya en una etapa de madurez y con un número de actuaciones más reducido. A pesar de que la edad y las lesiones habían comenzado a pasar factura, nunca perdió la esencia de su estilo y la conexión con su público. En la temporada de 1985, toreó 55 corridas, y en 1986, llegó a las 68, lo que demostraba su permanencia en los primeros lugares del escalafón.

La retirada y la trágica muerte

En 1992, tras una larga y exitosa carrera, Curro Rivera decidió retirarse del toreo. Sin embargo, como es común en muchos toreros, la retirada no fue definitiva, y en agosto de 2000, el torero mexicano decidió reaparecer en los ruedos. Esta vuelta, marcada por el cariño de la afición mexicana y su inquebrantable deseo de continuar en el arte taurino, sería breve. El 23 de enero de 2001, mientras toreaba una vaquilla en su finca La Alianza, en Ojuelos, Jalisco, sufrió un infarto que acabó con su vida a los 49 años. Su muerte fue un golpe devastador para el mundo del toreo, especialmente para México, donde era considerado una de las grandes figuras de la tauromaquia.

Aunque su carrera había llegado a su fin de manera prematura, el legado de Curro Rivera perdura en la memoria colectiva de los aficionados al toreo. A lo largo de su carrera, dejó una huella imborrable no solo en el ámbito taurino mexicano, sino también en las plazas más prestigiosas del mundo, como Madrid, Sevilla y Aguascalientes. Su estilo, su valentía y su conexión con el público son los pilares sobre los cuales se erige su legado, convirtiéndolo en una de las figuras más importantes de la tauromaquia mundial.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Francisco Rivera Agüero (1951–2001): El «Curro Rivera», una leyenda del toreo mexicano". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/rivera-aguero-francisco [consulta: 18 de octubre de 2025].