Alicia Alonso (1918–2019): La Legendaria Ballerina Cubana que Encandiló al Mundo con su Arte Inquebrantable

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Primeros años y descubrimiento del ballet

Infancia en La Habana y primeros pasos escénicos

Nacida el 21 de diciembre de 1918 en La Habana, Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, más conocida como Alicia Alonso, mostró desde muy temprana edad una profunda sensibilidad artística. Su infancia transcurrió en un entorno donde la música y el arte comenzaban a tener un lugar destacado, especialmente entre la clase media culta de la capital cubana. A la edad de ocho años, dio sus primeros pasos en el ballet, revelando un talento natural que rápidamente fue canalizado mediante estudios formales.

Ingresó a una sociedad privada creada en La Habana para la enseñanza de ballet y teatro, donde su disciplina y expresividad llamaron la atención. Su debut escénico tuvo lugar en diciembre de 1931 en el antiguo Teatro Auditorium de La Habana con el «Grand Vals» de La bella durmiente, un momento que marcaría el inicio de una carrera artística sin parangón.

Formación artística inicial en Cuba

A pesar de las limitadas condiciones para el estudio profesional del ballet en Cuba durante la década de 1930, Alicia no tardó en ingresar a la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical, institución que jugó un papel clave en la formación de los primeros bailarines cubanos con vocación profesional. Allí comenzó a perfilar un estilo basado en el clasicismo riguroso, pero también caracterizado por una intensidad emocional inusual para su edad.

En este periodo, Alonso empezó a proyectarse más allá del entorno local, consciente de que debía perfeccionar su técnica en centros internacionales si quería alcanzar la excelencia que anhelaba.

Traslado a Estados Unidos y estudios avanzados

Con el propósito de perfeccionar su arte, Alicia se trasladó a Estados Unidos, donde se sumergió en una etapa formativa decisiva. Estudió con destacadas figuras del ballet internacional como Alexandra Fedorova, Anatole Vilzak y Vera Volkova, además de integrarse en la prestigiosa School of American Ballet de Nueva York. Estas experiencias enriquecieron su visión artística, introduciéndola en las nuevas corrientes de la danza clásica y moderna que se desarrollaban en América y Europa.

Durante estos años, absorbió los principios fundamentales del ballet académico ruso, fusionándolos con una expresividad latina que más tarde definiría el estilo cubano de ballet. Su técnica, exigente y precisa, se complementaba con una sensibilidad escénica que conmovía tanto a sus maestros como al público.

Obstáculos físicos y resiliencia artística

El accidente ocular y sus múltiples cirugías

A los 17 años, Alicia enfrentó una tragedia que habría frenado irremediablemente la carrera de casi cualquier artista escénico: el desprendimiento de ambas retinas, que la dejó completamente ciega durante dos años. La dolencia visual la obligó a retirarse del escenario, a someterse a múltiples cirugías oculares, y a permanecer largos periodos con los ojos vendados.

El proceso quirúrgico fue doloroso, y su recuperación estuvo llena de incertidumbre. Sin embargo, Alonso mantuvo una disciplina inflexible, memorizando coreografías mediante referencias espaciales y auditivas, una capacidad que luego sería crucial para su supervivencia artística.

Recuperación parcial de la vista y retorno al escenario

Después de tratamientos en diferentes ciudades, fue finalmente en Barcelona donde logró recuperar parcialmente la visión. Aunque nunca volvió a ver con claridad, especialmente en uno de sus ojos, desarrolló una habilidad extraordinaria para bailar guiándose por la ubicación de luces, sonidos, y la memorización precisa del espacio escénico.

Este retorno fue celebrado no solo por el público cubano e internacional, sino también por figuras clave de la danza que veían en Alicia Alonso un símbolo de resistencia artística. Convertida en una leyenda viviente antes de llegar a la madurez, su determinación frente a la adversidad cimentó su estatus de ícono.

Consolidación profesional en Norteamérica

Primeros años en Broadway y el American Ballet Caravan

En 1938, Alicia comenzó a bailar en musicales de Broadway, como Great Lady y Stars in Your Eyes, lo que la acercó al gran público y a la diversidad escénica de Nueva York. Poco después se unió al American Ballet Caravan, dirigido por Lincoln Kirstein y George Balanchine, una de las iniciativas más influyentes del ballet estadounidense de aquel entonces.

Este primer contacto con coreógrafos de talla mundial consolidó su formación técnica y le abrió las puertas de una carrera internacional. Su presencia escénica era cautivadora y su estilo, ya definido, la convertía en una figura prometedora dentro del ballet clásico.

Unión con Fernando Alonso y entrada al Ballet Theatre of New York

En 1940, Alicia contrajo matrimonio con el también bailarín cubano Fernando Alonso, con quien compartía no solo la pasión por la danza, sino también una visión educativa y creativa para el futuro del ballet en Cuba. Ese mismo año, ambos ingresaron al Ballet Theatre of New York —hoy conocido como el American Ballet Theatre— donde Alicia comenzaría su etapa más brillante.

La pareja se convirtió en un referente artístico dentro de la compañía. Mientras Fernando consolidaba su labor como pedagogo y partenaire, Alicia brillaba con una intensidad magnética en el escenario, en obras del repertorio romántico y clásico.

Triunfo absoluto con “Giselle” y otras obras clásicas

El año 1943 marcó un punto de inflexión cuando, debido a la enfermedad de la bailarina Alicia Markova, Alonso tuvo la oportunidad de interpretar el rol principal en Giselle en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Su interpretación fue tan profundamente emotiva y técnicamente impecable que la crítica la proclamó como la mejor Giselle de todos los tiempos.

A partir de entonces, Alonso se convirtió en una figura indiscutible del ballet mundial. Estrenó papeles como Ate en Undertow (1945), protagonizó Shadow of the Wind (1948) de Antony Tudor, y deslumbró con Theme and Variations (1947), coreografiada por George Balanchine especialmente para ella, junto al bailarín Igor Youskevitch.

Reconocimiento internacional y nuevas creaciones

Colaboraciones con grandes coreógrafos

Durante las décadas de 1940 y 1950, Alicia Alonso trabajó con una constelación de figuras históricas del ballet: Mikhail Fokine, Leonide Massine, Bronislava Nijinska, Jerome Robbins y Agnes de Mille, entre otros. Estas colaboraciones no solo contribuyeron a enriquecer su repertorio, sino que también la situaron en el epicentro del ballet clásico y moderno a nivel internacional.

La combinación de precisión técnica y expresión dramática que Alonso cultivaba cautivaba a cada coreógrafo con quien trabajaba, quienes le confiaban roles de gran complejidad emocional.

Roles diseñados especialmente para ella

Muchos de los papeles que interpretó fueron diseñados exclusivamente para su talento. Su capacidad para dotar de profundidad psicológica a personajes clásicos la distinguía de sus contemporáneas. Incluso en coreografías modernas, como las creadas por Balanchine y Tudor, Alonso demostraba una adaptabilidad que rompía barreras estilísticas.

La primera parte de su trayectoria deja claro que Alicia Alonso no fue simplemente una gran bailarina: fue una revolucionaria del arte escénico, cuya visión transformó la danza en una forma de resistencia, belleza y trascendencia cultural.

Fundación de su propia compañía y el Ballet Nacional de Cuba

Nacimiento del Ballet Alicia Alonso y su evolución

El 28 de octubre de 1948, Alicia Alonso dio un paso trascendental en su carrera al fundar su propia compañía: el Ballet Alicia Alonso, junto con Fernando Alonso y Alberto Alonso. Esta creación no sólo representaba un acto de independencia artística, sino también un compromiso con el desarrollo del ballet en Cuba, un país que, hasta entonces, no contaba con una compañía estable de danza clásica.

En 1950, se estableció oficialmente la Academia de Ballet Alicia Alonso, como escuela adscrita a la compañía, cuyo objetivo era la formación sistemática de bailarines. Alonso lideró el proyecto con una visión clara de excelencia técnica, expresión artística y disciplina formativa, influida por sus experiencias en los escenarios internacionales.

Institucionalización de la escuela de ballet cubana

El impacto educativo de Alicia Alonso fue inmenso. La academia no sólo brindó oportunidades a jóvenes talentos de todo el país, sino que institucionalizó un método cubano de ballet, mezcla de la tradición rusa, francesa y norteamericana, con una identidad nacional que exaltaba la expresividad caribeña.

Tras su consolidación como figura central del ballet en la isla, Alonso volvió al American Ballet Theatre en 1950 como prima ballerina, realizando extensas giras por Estados Unidos y Europa junto a Igor Youskevitch, consolidando así su figura como embajadora cultural de Cuba.

Transformaciones bajo el gobierno revolucionario de Fidel Castro

La Revolución cubana de 1959, liderada por Fidel Castro, trajo consigo una reorganización de las instituciones culturales. La compañía de Alonso fue nacionalizada y pasó a llamarse Ballet Nacional de Cuba, con Alicia como su directora general y prima ballerina assoluta. Lejos de resistirse al nuevo orden, Alonso lo aprovechó para expandir su misión educativa.

Ese mismo año, la academia se transformó en la Escuela Nacional de Ballet de Cubanacán, formando parte del sistema estatal de educación artística. Desde esta plataforma, Alicia Alonso impulsó una revolución estética en el ballet cubano, formando a figuras como Carlos Acosta, Viengsay Valdés y José Manuel Carreño, entre muchos otros.

Alicia Alonso en el escenario internacional

Presentaciones en la URSS y otras compañías de renombre

En 1957, Alicia Alonso alcanzó un nuevo hito histórico al convertirse en la primera bailarina occidental invitada a bailar en la Unión Soviética, actuando con el prestigioso Ballet Bolshoi de Moscú. Más adelante, haría lo propio con el Kirov de Leningrado, dos de las más célebres compañías del mundo.

Estas presentaciones no solo elevaron su estatus como estrella internacional, sino que también estrecharon vínculos entre Cuba y el bloque socialista en el ámbito cultural. Entre 1955 y 1957, también fue bailarina invitada del Ballet Russe de Monte Carlo, estrenando papeles como Colombina en Harlequinade (1956) de Boris Romanov y Julieta en Romeo y Julieta (1958) de Alberto Alonso.

Coreografías originales y reposiciones del repertorio clásico

Aunque internacionalmente era conocida como intérprete, Alonso también fue una coreógrafa prolífica. Entre sus obras más notables se encuentran La Condesita (1942), Ensayos Sinfónicos (1950), Lydia (1951), El Pillete (1952), Narciso y Eco (1955), La Carta (1965), El Circo (1967), Génesis (1978), Misión Korad (1980), Dido Abandonada (1988), Sinfonía Gottschalk (1990) y Tula (1998), esta última para celebrar el 50º aniversario de su compañía.

Además de crear nuevas obras, Alonso repuso fielmente coreografías originales del repertorio clásico, tanto para el Ballet Nacional de Cuba como para compañías internacionales, contribuyendo así a la preservación del patrimonio coreográfico mundial.

Papel como jurado y promotora del ballet mundial

Su prestigio como autoridad artística la llevó a ser miembro del jurado en los Concursos Internacionales de Ballet de Varna, Moscú y Tokio, consolidando su papel como referente global del ballet. A través de estos eventos, influyó en generaciones de bailarines de múltiples nacionalidades y ayudó a difundir la escuela cubana en todo el mundo.

Reconocimientos y legado educativo

Premios y condecoraciones en todo el mundo

A lo largo de su vida, Alicia Alonso recibió numerosos premios y condecoraciones que atestiguan su trascendencia internacional. Algunos de los más destacados incluyen:

  • Llaves de la Ciudad de San Juan de Puerto Rico (1948)

  • Medalla de la Coronación de Elizabeth II (1953)

  • Dance Magazine Award (1958)

  • Gran Premio de la Ciudad de París (1966 y 1970)

  • Medalla de Oro del Gran Teatro del Liceo de Barcelona (1971)

  • Orden del Águila Azteca de México (1981)

  • Medalla de Oro de la UNESCO (1980)

  • Doctorados Honoris Causa en múltiples universidades: La Habana (1983), Instituto Superior de Arte de Cuba (1987), Universidad Politécnica de Valencia (1998), entre otras.

  • Premio Hispanoamericano de las Artes Escénicas (1998)

Estas distinciones reflejan el respeto unánime que cosechó en los cinco continentes, no solo como intérprete, sino también como educadora y promotora cultural.

Instituciones fundadas en su honor

La huella educativa de Alicia Alonso fue inmortalizada en varias cátedras universitarias que llevan su nombre: en 1993, la Universidad Complutense de Madrid creó la Cátedra de Ballet Alicia Alonso, y en 1996, la Universidad de Alicante instituyó una cátedra homónima.

Asimismo, desde 1996 se celebra anualmente en La Habana el Concurso Internacional de Ballet Alicia Alonso, dirigido por su hija Laura Alonso, otra figura clave en la transmisión del legado familiar y nacional.

Magisterios, cátedras y concursos que perpetúan su influencia

Alonso ofreció numerosas lecciones magistrales a lo largo de su vida. En noviembre de 1988, impartió clases en el Teatro Albéniz de Madrid, invitada por el Ministerio de Cultura español, y constantemente promovía intercambios entre bailarines de distintas escuelas y culturas.

Estas acciones ayudaron a cimentar su legado como formadora de formadores, una función que consideraba tan vital como la interpretación escénica.

Últimos años y vigencia histórica

Homenajes nacionales y celebraciones internacionales

En enero de 2004, recibió la Orden Frank País, uno de los más altos reconocimientos del Estado cubano, y en diciembre de 2005, con motivo de su 85º cumpleaños, fue homenajeada por artistas de renombre como Chucho Valdés, Pablo Milanés, Omara Portuondo y Miriam Ramos. Estos actos reflejaron el amor y admiración del pueblo cubano por una figura que encarnaba lo mejor de su cultura.

Incluso en su vejez, Alonso se mantuvo activa como directora del Ballet Nacional de Cuba y continuó asistiendo a ensayos y funciones, orientando personalmente a los jóvenes bailarines.

Matrimonios, familia y vida personal

Tras divorciarse de Fernando Alonso, con quien tuvo a su hija Laura, Alicia se casó en 1975 con el crítico de danza Pedro Simón Martínez, su compañero y colaborador en la gestión del Ballet Nacional. Juntos consolidaron una obra cultural que trasciende el tiempo, y que involucra a generaciones enteras de cubanos y amantes del ballet.

Su entorno familiar, siempre vinculado a la danza, fue parte integral del proyecto artístico nacional, y su hija Laura Alonso ha sido clave en preservar y expandir el legado coreográfico de su madre.

Su influencia perdurable en el ballet cubano y universal

Alicia Alonso falleció en La Habana el 17 de octubre de 2019, a los 98 años. Su vida fue una oda a la persistencia, al arte y al alma humana. Más allá de los escenarios que pisó, dejó una escuela viva, un estilo, y una filosofía de la danza que continúa inspirando a nuevas generaciones de bailarines.

Elevó el nombre de Cuba a la cúspide del ballet mundial y demostró que la voluntad puede transformar la fragilidad humana en fuerza sublime. En cada «Giselle», en cada pirueta ensayada en una escuela de barrio cubano o en un teatro europeo, Alicia Alonso sigue danzando, eterna, serena, absoluta.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Alicia Alonso (1918–2019): La Legendaria Ballerina Cubana que Encandiló al Mundo con su Arte Inquebrantable". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/alonso-alicia [consulta: 28 de septiembre de 2025].