Balanchine, George (1904-1983). El coreógrafo visionario que transformó el ballet clásico

George Balanchine (1904-1983) es considerado una de las figuras más influyentes en la historia del ballet. Su legado como bailarín, coreógrafo y director artístico estadounidense de origen ruso es innegable, y su contribución a la danza contemporánea ha marcado una huella indeleble en el arte del movimiento. Nacido en San Petersburgo el 22 de enero de 1904 con el nombre original de Georgy Melitonovich Balanchivadze, Balanchine se convertiría en una de las figuras más icónicas de la danza mundial, llevando la danza clásica a nuevas alturas de innovación.
Orígenes y contexto histórico
Balanchine nació en una familia vinculada a la música, siendo hijo de un compositor, lo que contribuyó a su temprano interés por las artes. Comenzó sus estudios de danza en la Escuela del Teatro Imperial en 1913, iniciando su formación a una edad temprana. Su carrera despegó rápidamente y, a los quince años, hizo su debut como bailarín en el papel del Príncipe en «Cascanueces». Su habilidad como bailarín fue evidente desde joven, pero su verdadera vocación estaba en la coreografía.
En 1921, Balanchine se graduó de la escuela y se unió al Gosudarstvenny Akademichesky Teatr Oper, mientras continuaba sus estudios de piano en el Conservatorio de Petrogrado hasta 1924. Aunque su formación académica fue integral, fue su pasión por la danza y la coreografía lo que realmente lo impulsó hacia el éxito. Durante este periodo, experimentó con nuevas formas de movimiento y estilo, creando sus primeras obras coreográficas como «La Nuit» (Rubinstein, 1920) para la Escuela del Teatro Marinsky, un ballet que fue bien recibido por su frescura y originalidad.
Sin embargo, su trabajo poco convencional no fue siempre del agrado de las autoridades académicas. Esto no impidió que Balanchine buscara nuevos horizontes, y en 1924, emprendió una gira con un pequeño grupo de bailarines soviéticos, entre los que se encontraban Alexandra Danilova, Tamara Geva y Nicholas Efimoff.
Logros y contribuciones
Al llegar a París, Balanchine audicionó para Diaghilev, el legendario director de los Ballets Russes, y fue rápidamente contratado como coreógrafo principal de la compañía en 1925. Fue en este periodo donde Balanchine comenzó a forjar su nombre en el mundo del ballet internacional. Para los Ballets Russes, coreografió once ballets, destacando entre ellos «Barabau» (Rieti, 1925), «L’Enfant et les Sortilèges» (Ravel, 1925), «Le Chant du Rossignol» (Stravinsky, 1925), y «Apollon Musagète» (Stravinsky, 1928).
El trabajo de Balanchine en los Ballets Russes fue fundamental en la consolidación de su estilo, caracterizado por una combinación única de virtuosismo técnico y abstracción emocional. Sin embargo, tras la muerte de Diaghilev en 1929, Balanchine continuó su carrera en otras compañías, incluyendo el Real Ballet Danés, la Opéra de París y los Ballets Russes de Monte Carlo. En 1933, Balanchine fundó Les Ballets 1933, que solo duró una temporada, pero le permitió crear algunas de sus coreografías más emblemáticas como «Mozartiana» (Mozart) y «Les Sept Péchés Capitaux» (Weill).
La verdadera consagración de Balanchine en Estados Unidos llegó en 1933, cuando Lincoln Kirstein, un mecenas de las artes, lo invitó a Nueva York para fundar la School of American Ballet. A partir de ahí, comenzó a formar un grupo de bailarines excepcionales que, con el tiempo, se convertirían en el núcleo del American Ballet. Entre sus primeras coreografías destacadas de esta etapa se encuentran «Serenade» (Tchaikovsky, 1934), «Alma Mater» (Swift y Gould, 1935), y «Chaconne» (Gluck, 1936). Esta etapa fue crucial para el desarrollo de un nuevo estilo de ballet que fusionaba la técnica clásica con un enfoque más contemporáneo y experimental.
Momentos clave
Uno de los hitos más importantes en la carrera de Balanchine fue la fundación del New York City Ballet en 1948, tras la evolución de la Ballet Society, creada en 1946. Como director artístico de la nueva compañía, Balanchine coreografió algunas de las obras más significativas de su carrera, incluyendo «Firebird» (Stravinsky, 1949), «Bourré Fantasque» (Chabrier, 1949), y «Agon» (Stravinsky, 1957). A lo largo de los años, Balanchine crearía más de 150 coreografías para la compañía, y su influencia se expandiría por todo el mundo.
Además de su trabajo con el New York City Ballet, Balanchine también se dedicó a coreografiar para otras compañías y medios. En 1936 y 1938, trabajó en varios musicales de Broadway, como «On Your Toes» y «The Boys from Syracuse». También incursionó en el cine y la televisión, con proyectos como «The Goldwyn Follies» (1938) y «A Midsummer Night’s Dream» (1966).
En términos de obras clave, algunas de las más relevantes que crearía para el New York City Ballet incluyen «Symphony in C» (Bizet, 1947), «The Four Temperaments» (Hindemith, 1946), «Jewels» (Fauré, Stravinsky y Tchaikovsky, 1967), y «Who Cares?» (Gershwin, 1970). Estas coreografías no solo redefinirían el ballet, sino que influenciarían profundamente a generaciones de bailarines y coreógrafos posteriores.
Relevancia actual
El legado de Balanchine sigue siendo crucial para el desarrollo del ballet moderno. Su capacidad para fundir la técnica clásica con nuevas formas de expresión lo convierte en un pionero de la danza. Su influencia se extiende a la danza contemporánea, y sus coreografías siguen siendo un pilar en el repertorio de las principales compañías de ballet en todo el mundo.
A través de su trabajo, Balanchine también promovió la importancia de la técnica del ballet estadounidense, sentando las bases para la expansión del ballet en Estados Unidos y posicionando a Nueva York como el centro mundial de la danza. La School of American Ballet sigue siendo una de las instituciones más prestigiosas para la formación de nuevos talentos en la danza.
El impacto de Balanchine también puede verse en el New York City Ballet, que sigue siendo una de las compañías más destacadas y respetadas a nivel internacional. Además, su enfoque sobre la música y la danza como elementos inseparables continúa siendo un principio fundamental en la formación de nuevos coreógrafos.
Su trabajo ha dejado una marca indeleble no solo en el mundo del ballet clásico, sino también en la percepción global del ballet como una forma de arte dinámica y evolucionada, adaptándose constantemente a los cambios sociales y culturales.
Algunas de sus coreografías más importantes
A continuación se presenta un listado con algunas de las coreografías más emblemáticas de George Balanchine:
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«Barabau» (Rieti, 1925)
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«L’Enfant et les Sortilèges» (Ravel, 1925)
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«The Four Temperaments» (Hindemith, 1946)
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«Serenade» (Tchaikovsky, 1934)
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«Symphony in C» (Bizet, 1947)
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«Jewels» (Fauré, Stravinsky y Tchaikovsky, 1967)
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«Firebird» (Stravinsky, 1949)
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«Agon» (Stravinsky, 1957)
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«Ivesiana» (Ives, 1954)
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«Who Cares?» (Gershwin, 1970)
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«Ballet Imperial» (Tchaikovsky, 1941)
George Balanchine fue un verdadero visionario en el mundo de la danza. Su dedicación a la perfección técnica y su capacidad para transformar el ballet lo han colocado en el panteón de los grandes innovadores de la historia del arte.
MCN Biografías, 2025. "Balanchine, George (1904-1983). El coreógrafo visionario que transformó el ballet clásico". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/balanchine-george [consulta: 17 de octubre de 2025].