Marcelino Menéndez Pelayo (1856–1912): El Polígrafo que Definió la Cultura Española

Marcelino Menéndez Pelayo (1856–1912): El Polígrafo que Definió la Cultura Española

Orígenes y Formación Intelectual

Marcelino Menéndez Pelayo nació el 3 de noviembre de 1856 en Santander, en una familia que ya contaba con un fuerte vínculo con la cultura y la educación. Su padre, Marcelino Menéndez Pintado, era un hombre de gran formación intelectual, profesor de matemáticas y posteriormente alcalde de Santander. Su madre, María Jesús Pelayo, provenía de una familia cántabra también muy vinculada al mundo literario y cultural. Desde pequeño, Marcelino se destacó por su excepcional capacidad para el aprendizaje, una habilidad que se manifestaba de manera temprana en sus estudios.

En su infancia, Menéndez Pelayo mostró una gran aptitud para las lenguas clásicas. Aprendió latín y griego de manera autodidacta, así como inglés, y posteriormente incorporó otros idiomas como francés, italiano y alemán. Su amor por los libros y su sed de conocimiento le llevaron a formarse en diversos ámbitos, pero también lo conectaron con el pensamiento intelectual de su tiempo, el cual exploró y en muchos casos desafió con su propio enfoque conservador.

El joven Menéndez Pelayo comenzó su educación formal en Santander, donde destacó por su brillantez. En el bachillerato, obtuvo premios en casi todas las asignaturas, excepto en geometría, donde optó por no presentarse al examen, un hecho curioso considerando que su padre era uno de los jueces encargados de evaluarlo. Sin embargo, su verdadero impulso hacia la erudición comenzó cuando se trasladó a Barcelona en 1871 para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona. Este movimiento no fue casual: Menéndez Pelayo eligió esta universidad debido a la presencia del profesor José Ramón de Luanco, amigo de su padre, y porque la institución se apartaba del racionalismo predominante en otras universidades españolas de la época.

Su estancia en Barcelona fue fundamental en la formación intelectual de Menéndez Pelayo. Francesc Xavier Llorens i Barba, un filósofo catalán, fue uno de sus primeros mentores. Aunque Llorens falleció poco tiempo después de conocerlo, su influencia fue decisiva para Menéndez Pelayo, quien adoptó algunos de sus principios filosóficos. También recibió la orientación de Manuel Milà i Fontanals, un destacado historiador y esteta que le inculcó la importancia de entender la cultura española en su contexto europeo, un enfoque que marcaría gran parte de su futura obra.

Al regresar a Madrid en 1873 para seguir con sus estudios en la Universidad Central, el joven Menéndez Pelayo continuó su investigación y su búsqueda de fuentes bibliográficas. Su pasión por la historia literaria española y la filosofía le llevó a profundizar en el estudio de obras clásicas y contemporáneas, lo que le permitió comenzar a delinear su visión del pensamiento español.

Una de las experiencias más destacadas de este período fue su contacto con la Escuela Psicologista Escocesa, influenciada por el filósofo Thomas Reid, cuyo enfoque sobre el conocimiento y la percepción del ser humano le impactó profundamente. La conexión con los ideales de Reid y su postura crítica frente al racionalismo francés marcaron su estilo filosófico y literario.

A pesar de su notable formación académica, Menéndez Pelayo no se adaptó completamente al sistema educativo formal. En 1874, se trasladó a Valladolid para completar sus estudios, donde aprobó su examen final de Metafísica, ya que no podía soportar la enseñanza del krausismo, corriente filosófica que predominaba en las universidades españolas y que él consideraba insatisfactoria. En Valladolid, también conoció a Gumersindo Laverde, quien sería otra de sus grandes influencias y quien le introdujo en el pensamiento filosófico y científico español.

En 1875, Menéndez Pelayo obtuvo su licenciatura en Filosofía y Letras y comenzó a consolidar sus primeras publicaciones. Fue en este momento cuando comenzó a trabajar en su famosa Historia de los heterodoxos españoles, una de sus obras más ambiciosas y que lo consolidó como un crítico literario destacado. Su visión era profundamente conservadora, lo que se reflejaba en su interpretación de la historia de la filosofía y de la literatura españolas, buscando subrayar aquellos elementos que consideraba auténticamente españoles frente a las influencias extranjeras, especialmente las alemanas y francesas.

Además de sus estudios, Menéndez Pelayo aprovechó una subvención del Ayuntamiento de Santander para viajar por Europa. En 1876, visitó Lisboa, donde completó su obra Horacio en España, una de sus primeras investigaciones literarias. El año siguiente, en 1877, se trasladó a Italia, donde continuó con su investigación en varias bibliotecas importantes de Roma, Nápoles y Florencia. Durante su estancia en París, conoció al poeta Jacinto Verdaguer, al que elogió de manera entusiasta, y continuó su viaje por Bélgica y los Países Bajos. Este viaje por Europa fue clave para enriquecer su formación y expandir sus horizontes intelectuales, consolidando su reputación como un erudito y un investigador incansable.

Ascenso Académico y Político

A los 21 años, Marcelino Menéndez Pelayo ya era un nombre destacado en los círculos intelectuales de España, y su ascenso académico no se hizo esperar. En 1878, aprovechando la muerte de José Amador de los Ríos, catedrático de Literatura en la Universidad Central, Menéndez Pelayo presentó su candidatura a la cátedra de Literatura. A pesar de su juventud, logró superar las oposiciones y obtener el cargo, lo que marcó el inicio de su carrera como catedrático universitario. En octubre de 1878, comenzó a enseñar en la Universidad Central de Madrid, una de las más prestigiosas del país, donde se destacó por su erudición y su estilo único de enseñanza.

Poco después, en 1880, Menéndez Pelayo fue elegido miembro de la Real Academia Española, y con solo 24 años ocupó el puesto vacante tras la muerte de Eugenio de Hartzenbusch, un reconocimiento a su talento y su aporte al campo literario. Ese mismo año, publicó el primer tomo de su monumental Historia de los heterodoxos españoles, un trabajo que abordaba la historia intelectual y filosófica de España a través del análisis de figuras que, desde su punto de vista, habían desviado el rumbo de la tradición española. Esta obra fue tanto un ejercicio de investigación como una declaración de principios ideológicos, pues Menéndez Pelayo defendía un enfoque conservador y católico de la historia intelectual de España.

La Historia de los heterodoxos españoles no solo consolidó su reputación como historiador y crítico literario, sino que también lo convirtió en un defensor del catolicismo y de los valores tradicionales frente a las corrientes liberales y progresistas que comenzaban a ganar terreno en la sociedad española. La obra también tuvo un impacto considerable en la política cultural de la época, siendo utilizada como un referente por los movimientos conservadores durante la Restauración española.

En 1881, Menéndez Pelayo pronunció una serie de conferencias sobre Calderón de la Barca y su teatro, que posteriormente fueron publicadas. Estas conferencias marcaron un hito en la crítica literaria española, ya que ofrecían una visión profunda y renovadora del teatro barroco. En 1882, ingresó en la Real Academia de la Historia, sustituyendo a José Moreno Nieto, consolidando aún más su posición dentro de la elite cultural española.

Además de su carrera académica, Menéndez Pelayo empezó a adentrarse en el mundo de la política. En 1884, fue elegido diputado por Mallorca, aunque su actividad política fue más bien limitada, ya que sus esfuerzos se concentraron en la cultura y la academia. Durante este tiempo, comenzó a vincularse con figuras clave de la política española, como el presidente del Gobierno Antonio Cánovas del Castillo, quien era un firme defensor del régimen de la Restauración y cuya influencia fue importante en la carrera de Menéndez Pelayo.

Aunque su paso por la política no fue particularmente destacado, Menéndez Pelayo continuó siendo una figura clave en la vida intelectual española. En 1889, fue elegido miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, una de las instituciones más prestigiosas de España, y en 1892, pasó a ser miembro de la Academia de San Fernando. Estos nombramientos no solo reflejaron el reconocimiento de su labor, sino que también le permitieron estar más cerca de los círculos de poder político y cultural de la época.

En estos años, Menéndez Pelayo también se dedicó a otras tareas de gran envergadura. En 1884, comenzó a trabajar en una Antología de líricos castellanos, una obra que recogerá las mejores producciones poéticas de la literatura española, y que se publicó entre 1890 y 1908. Asimismo, se encargó de la edición completa de las obras de Lope de Vega, un trabajo monumental que sería publicado entre 1892 y 1902.

Durante este período, Menéndez Pelayo mantuvo una relación cercana con otros intelectuales de la época, como los hermanos Juan y Luis Menéndez Pidal, y Ramón Menéndez Pidal, un destacado filólogo y poeta que, más tarde, estudiaría la obra de Menéndez Pelayo y su impacto en la historia literaria de España. La influencia mutua entre estos intelectuales fue significativa en la consolidación del pensamiento conservador y regeneracionista de la época.

En 1898, Menéndez Pelayo abandonó su cátedra en la Universidad Central para asumir la dirección de la Biblioteca Nacional de España, un cargo que ocuparía hasta su muerte. Su nombramiento fue un reconocimiento a su capacidad organizativa y a su profundo amor por los libros. Como director de la Biblioteca Nacional, Menéndez Pelayo se dedicó a mejorar y ampliar el acervo bibliográfico de la institución, al tiempo que comenzó a trabajar en la Revista de Archivos, una publicación dedicada a la investigación histórica y literaria.

Su actividad en la Biblioteca Nacional coincidió con un periodo de gran agitación política y social en España. En 1899, Menéndez Pelayo fue elegido representante de la Academia Española en el Senado, un cargo que le permitió seguir influyendo en los debates culturales y políticos del país. Aunque su papel en la política no fue tan destacado como su labor académica, su figura seguía siendo central en el ámbito intelectual español.

Consolidación y Madurez Profesional

A medida que Marcelino Menéndez Pelayo consolidaba su posición en la élite cultural española, su obra continuó evolucionando, profundizando y diversificándose en varios campos del conocimiento. Su capacidad de síntesis y su erudición se pusieron de manifiesto en su labor literaria, filosófica y histórica, que lo llevó a ser una de las figuras más influyentes en la España de finales del siglo XIX y principios del XX. A pesar de su éxito académico y su creciente influencia política, Menéndez Pelayo seguía fiel a su proyecto intelectual, buscando un equilibrio entre su devoción al catolicismo, su amor por la cultura española y su postura conservadora.

Uno de los grandes logros de este período fue la Historia de las ideas estéticas en España, una de sus obras más ambiciosas y complejas, que comenzó a publicar en 1882 y concluyó en 1886. En esta obra monumental, Menéndez Pelayo trató de ofrecer una visión integral de la evolución de las ideas estéticas en España, desde los primeros momentos hasta el siglo XVIII, relacionando la cultura española con la tradición europea. Esta obra tuvo un profundo impacto en la crítica literaria y la historia de las ideas en España, y su enfoque metodológico, que combinaba el análisis histórico con el estudio literario, se convirtió en un modelo para futuras investigaciones en estos campos.

En el campo de la filosofía, Menéndez Pelayo se mantuvo firme en su postura crítica frente a las corrientes filosóficas que dominaban la academia española de la época, como el krausismo y el neotomismo. En su obra Ensayos de crítica filosófica, publicada en 1892, reafirmó su independencia intelectual, declarando que se consideraba un discípulo de Luis Vives, el filósofo renacentista español, cuyas ideas defendían la libertad de pensamiento frente a las doctrinas dogmáticas. Este enfoque le permitió mantener una postura filosófica propia, alejada de las tendencias más establecidas en su tiempo.

A pesar de su enfoque conservador y a menudo polémico, Menéndez Pelayo también mostró un gran respeto por la libertad intelectual y la pluralidad de ideas. Su obra no solo estaba dirigida a la academia, sino también al público general, con el objetivo de difundir el conocimiento de la historia y la cultura españolas de manera accesible y pedagógica. En este sentido, la Antología de poetas hispanoamericanos, que publicó entre 1893 y 1895, fue una de sus contribuciones más importantes. Esta obra recopilaba la poesía de los más destacados poetas de Hispanoamérica, y jugó un papel fundamental en el establecimiento de un vínculo más estrecho entre la literatura española y latinoamericana.

Durante este período, Menéndez Pelayo también se dedicó a completar su Historia de la poesía castellana en la Edad Media, una obra que le permitió analizar y comprender más a fondo las raíces de la literatura española, desde los romances y las jarchas hasta la poesía del Siglo de Oro. En este trabajo, se evidenció su profundo conocimiento de las lenguas y literaturas medievales, que también influyó en su visión de la cultura española como una tradición única y singular.

Sin embargo, la figura de Menéndez Pelayo no solo se limitaba a su trabajo académico. A lo largo de estos años, también ocupó varios cargos importantes en la administración cultural de España. En 1890, se convirtió en decano de la Facultad de Letras de la Universidad Central, un cargo que le permitió consolidar su influencia en el ámbito académico. Un año después, en 1891, comenzó a trabajar en la edición de las obras completas de Lope de Vega, un proyecto monumental que le llevó más de una década y que culminó en 1902 con la publicación de la última parte. Esta edición se consideró una de las más eruditas y completas sobre el dramaturgo, y consolidó la figura de Lope de Vega como uno de los pilares de la literatura española.

A medida que su figura se consolidaba, también aumentaban las responsabilidades y los honores que recibía. En 1899, tras la muerte de Manuel Tamayo y Baus, asumió la dirección de la Biblioteca Nacional de España, un cargo que le permitió no solo organizar y ampliar el patrimonio bibliográfico del país, sino también impulsar una serie de proyectos de investigación y difusión cultural. Fue en este contexto que Menéndez Pelayo impulsó la creación de la Revista de Archivos, una publicación dedicada a la investigación histórica y literaria que se convirtió en una referencia en el ámbito académico español.

Su participación en la vida política también continuó, aunque en menor medida. En 1892, Menéndez Pelayo fue elegido diputado por Zaragoza. En 1893 y hasta 1895, fue senador por la Universidad de Oviedo, y más tarde, en 1899, representó a la Academia Española en el Senado. Si bien sus intervenciones políticas fueron limitadas, su presencia en el Senado reflejaba su creciente papel en la política cultural del país. A lo largo de estos años, se mostró como un firme defensor del sistema de la Restauración, y su trabajo académico y político estuvo estrechamente vinculado con los intereses conservadores de la época.

En 1901, Menéndez Pelayo fue elegido miembro de la Academia de San Fernando y continuó con su incansable labor de compilación bibliográfica. En 1902, publicó su Bibliografía hispanolatina clásica, una obra que se convirtió en una referencia esencial para el estudio de la literatura y la cultura clásicas en el ámbito hispano. Esta obra formaba parte de su ambicioso proyecto de recopilar y preservar el legado cultural de España y Latinoamérica, y constituía un componente esencial de su visión de la cultura española como una de las tradiciones más importantes de la civilización occidental.

En 1905, Menéndez Pelayo fue propuesto para el Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento que, aunque no culminó en la obtención del galardón, reflejaba el reconocimiento internacional a su labor intelectual. Sin embargo, a pesar de su gran éxito y prestigio, la salud de Menéndez Pelayo comenzó a deteriorarse. En 1911, fue elegido director de la Academia de la Historia, pero su salud ya se encontraba gravemente afectada, y murió el 19 de mayo de 1912, a la edad de 55 años, víctima de una cirrosis.

Últimos Años y Legado

Los últimos años de Marcelino Menéndez Pelayo estuvieron marcados por una intensa actividad intelectual, a pesar de su delicada salud. Aunque su vida fue relativamente corta, su legado cultural perdura en la historia de España, tanto por su vastísima producción escrita como por las instituciones que fundó y que llevan su nombre. Menéndez Pelayo se mantuvo activo hasta el final, volcando su esfuerzo en proyectos monumentales y en la conservación de su rica biblioteca, que se ha convertido en uno de los legados más valiosos para la cultura española.

Uno de los mayores logros de Menéndez Pelayo en sus últimos años fue la donación de su vasta biblioteca de más de 40.000 volúmenes a la ciudad de Santander. La Biblioteca Menéndez Pelayo, que hoy se encuentra en el mismo edificio que su antigua casa, constituye una de las colecciones más importantes de la historia literaria y filosófica española. Esta biblioteca alberga no solo obras fundamentales para el estudio de la literatura española e hispanoamericana, sino también una amplia recopilación de libros raros y documentos históricos que reflejan la enorme curiosidad intelectual de su propietario.

La creación de la biblioteca, que fue posible gracias a su devoción por los libros, tuvo un significado simbólico. Menéndez Pelayo dejó claro que su mayor satisfacción personal radicaba en haber sido un hombre dedicado al estudio y a la conservación del conocimiento. En sus últimos años, expresó que consideraba su biblioteca como su “única obra de la que se sentía medianamente satisfecho”, una afirmación que revelaba la humildad con la que veía su propio trabajo. La Biblioteca Menéndez Pelayo no solo preserva su legado literario, sino también su amor por la cultura en su forma más pura, como un testimonio del esfuerzo intelectual de toda su vida.

Menéndez Pelayo también dejó una huella profunda en la Universidad Internacional de Santander, que después de la Guerra Civil, tras la reapertura de sus cursos, adoptó su nombre en su honor. La figura de Menéndez Pelayo se convirtió en un símbolo de la educación y la cultura española, y su legado perduró a través de la institución que lleva su nombre, como una forma de perpetuar su amor por el saber y su compromiso con la educación superior.

Aunque Menéndez Pelayo fue un defensor de los valores conservadores, católicos y regeneracionistas, su obra es compleja y está lejos de ser unívoca. Su trabajo no solo abogó por un retorno a las tradiciones, sino que también destacó la importancia de entender y estudiar la historia de la literatura y la filosofía españolas dentro de su contexto europeo y universal. Su visión del mundo clásico y su tratamiento de la literatura española como una tradición rica en influencias no se limitaban a un enfoque estrechamente nacionalista, sino que se basaban en una visión de la cultura como un diálogo constante entre lo local y lo universal.

Menéndez Pelayo también fue un ferviente patriota. A lo largo de su vida, defendió la necesidad de una España regenerada, que respetara sus tradiciones culturales y al mismo tiempo fuera capaz de adaptarse a los cambios que la modernidad imponía. Su pensamiento fue clave para el desarrollo de un pensamiento conservador en la España del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, su obra no estuvo exenta de controversia, especialmente en lo que respecta a su actitud hacia la influencia de las ideas extranjeras, como las derivadas de la ilustración y de la filosofía alemana. A pesar de su rechazo a algunas de estas corrientes, Menéndez Pelayo fue también un hombre de gran amplitud intelectual, que no se limitó a seguir una única corriente filosófica o literaria.

El premio Nobel de Literatura fue una de las grandes distinciones que el mundo académico le otorgó en vida, aunque nunca llegó a ser galardonado con el premio. Esta nominación, sin embargo, subraya el reconocimiento internacional de su obra, especialmente en el ámbito de la crítica literaria y filosófica. A pesar de su temprana muerte, Menéndez Pelayo dejó una marca indeleble en la historia intelectual de España, y su influencia perduró no solo en las generaciones contemporáneas, sino también en las futuras.

En cuanto a la recepción contemporánea de su obra, Menéndez Pelayo fue reconocido y admirado por muchos de sus contemporáneos. Figuras como Ramón Menéndez Pidal, Juan Valera y Antonio Cánovas del Castillo fueron sus amigos y compañeros de lucha intelectual, y su obra fue estudiada con gran admiración tanto dentro de España como fuera de sus fronteras. Sin embargo, también fue objeto de críticas por parte de intelectuales más liberales, que lo acusaban de anclarse en un pasado idealizado y de no aceptar los avances sociales y científicos de su época. A pesar de las críticas, su obra sigue siendo una referencia esencial para el estudio de la literatura española, la filosofía y la historia de las ideas.

El impacto de Menéndez Pelayo en el pensamiento conservador y católico sigue siendo reconocido, pero también lo es su contribución al pensamiento crítico y a la historia cultural de España. A lo largo de las décadas, su figura ha sido reinterpretada por estudiosos que han matizado algunos de sus prejuicios ideológicos, reconociendo, sin embargo, el valor de su trabajo para la comprensión de la tradición intelectual española.

En resumen, el legado de Marcelino Menéndez Pelayo se mantiene vivo a través de sus escritos, bibliografía y las instituciones que llevan su nombre. Su trabajo no solo contribuyó al estudio de la literatura española e hispanoamericana, sino que también dejó una marca en la cultura y la educación de su tiempo. Su Biblioteca Menéndez Pelayo sigue siendo un testimonio de su pasión por la erudición y el conocimiento, y su figura sigue siendo un referente en el estudio de la historia intelectual de España.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Marcelino Menéndez Pelayo (1856–1912): El Polígrafo que Definió la Cultura Española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/menendez-pelayo-marcelino [consulta: 16 de octubre de 2025].