Francisco Lersundi Hormaechea (1817–1874): Un Militar Determinante en la Historia de España

Francisco Lersundi Hormaechea (1817–1874): Un Militar Determinante en la Historia de España

Introducción: Contexto Histórico y Orígenes de Francisco Lersundi Hormaechea

Francisco Lersundi Hormaechea nació el 28 de noviembre de 1817 en Valencia, en una España convulsa marcada por las secuelas de la Guerra de la Independencia y la agitación política que caracterizó el siglo XIX. Su familia, con una sólida tradición militar, influyó de manera decisiva en su orientación hacia la carrera castrense. El contexto histórico en el que creció estuvo profundamente marcado por las luchas dinásticas y las disputas entre liberales y absolutistas, un caldo de cultivo que, sin duda, moldeó su carrera y ambiciones.

El siglo XIX fue una época de grandes transformaciones para España, con la Guerra de la Independencia (1808-1814) todavía en la memoria colectiva y un país que atravesaba la inestabilidad política y militar. El joven Lersundi, hijo de un general que se distinguió en dicha guerra, comenzó a formarse en un seminario religioso en Vergara, aunque pronto abandonó este camino para seguir los pasos de su padre en el ejército. La vocación militar de Francisco Lersundi se consolidó con el estallido de la Primera Guerra Carlista (1833-1839), un conflicto que dividió a España entre los seguidores de Isabel II, la regente, y los del infante Carlos María Isidro, hermano del rey Fernando VII, quienes defendían una visión más conservadora del país.

Formación y Primeros Años en la Carrera Militar

A pesar de sus primeros estudios en el seminario, el llamado de la carrera militar fue más fuerte para Lersundi, quien decidió alistarse en el ejército tras el inicio de la Guerra Carlista. En este conflicto, en el que España se dividió entre liberales y carlistas, Lersundi comenzó su andadura en el ámbito militar con una serie de victorias que marcarían su carrera.

A pesar de ser joven, Lersundi tuvo una destacada actuación en el teatro de operaciones del norte de España, donde los carlistas estaban muy activos. Su primer cargo fue el de subteniente en el ejército, y fue destinado a un batallón ligero de cazadores de la Diputación Foral de Guipúzcoa. La importancia de esta unidad residía en su capacidad de maniobra y rapidez, lo que le permitió participar en una serie de combates decisivos. Lersundi jugó un papel crucial en las batallas de Oriamendi y Andoain, dos puntos estratégicos clave durante la guerra.

Uno de los episodios más significativos de su participación fue su herida en la toma de Gorvera, un hecho que subrayó su valentía y determinación en el campo de batalla. Este tipo de hechos, combinados con su capacidad de liderazgo, hicieron que rápidamente se ganara el respeto de sus superiores y compañeros. Al final de la contienda, Lersundi fue ascendido al rango de teniente coronel, un reconocimiento a su destacada actuación en la guerra y un paso importante en su carrera militar.

La Guerra Carlista: Primeros Logros y Ascensos

La Primera Guerra Carlista fue una de las contiendas más sangrientas y significativas de la historia moderna de España. Durante este conflicto, Lersundi consolidó su reputación como un militar hábil y valiente. Sus logros en la guerra fueron notables, especialmente en las acciones contra los fuertes carlistas de Oriamendi y Andoain, que representaban puntos estratégicos para el avance de las tropas realistas.

El ascenso de Lersundi no fue solo producto de la victoria en batallas, sino también de su capacidad para gestionar situaciones difíciles y su habilidad para coordinar a sus tropas en momentos de gran tensión. El general de la época reconoció sus méritos y le otorgó el grado de teniente coronel al final de la guerra, una distinción que no solo reflejaba su destreza táctica sino también su integridad y valentía en un contexto bélico tan complejo.

Lersundi siguió ascendiendo en el ejército con el paso de los años, y se destacó en una serie de operaciones militares en el País Vasco y otras partes del norte de España. Su experiencia y éxito en el campo de batalla le otorgaron un estatus creciente, y fue considerado una figura clave en la estructuración de las fuerzas militares españolas de la época.

Relevancia Militar en las Guerras Civiles Posteriores

La capacidad de Lersundi para enfrentarse a desafíos militares y políticos continuó durante la década de 1840, cuando se dio a la tarea de frenar sublevaciones y rebeliones que amenazaban la estabilidad del joven gobierno de Isabel II. En 1844, bajo las órdenes del general José Gutiérrez de la Concha, Lersundi participó en el bloqueo de Zaragoza, una de las ciudades que se habían rebelado contra el poder central. Este asedio fue parte de una serie de operaciones destinadas a sofocar las sublevaciones que surgieron por todo el país durante este período de agitación política.

El éxito de Lersundi en Zaragoza fue otro de los hitos que consolidó su carrera, permitiéndole alcanzar el grado de coronel. A partir de ahí, sus victorias fueron cada vez más frecuentes, y su nombre comenzó a resonar en los círculos militares y políticos de España. Su habilidad para manejar situaciones conflictivas fue reconocida por otros oficiales de alto rango, y su ascenso dentro del ejército fue un testimonio de su destreza y liderazgo.

Los Primeros Pasos en la Política y la Administración

La creciente influencia de Lersundi en el ámbito militar lo llevó, casi de forma natural, a ocupar puestos de relevancia en la administración política. En 1851, tras una serie de victorias en diversos frentes, fue nombrado gobernador militar de Madrid, un puesto crucial en una España que aún sufría de inestabilidad política.

El ascenso de Lersundi en la política continuó con su nombramiento como Ministro de la Guerra en el gabinete de Juan Bravo Murillo en 1852. A lo largo de su breve tiempo en este cargo, Lersundi intentó establecer un sistema más eficiente para el ejército, aunque su periodo fue interrumpido por la inestabilidad política y su sustitución por Joaquín Ezpeleta en 1853.

El Gobierno de Francisco Lersundi

En 1853, tras su salida del Ministerio de la Guerra, Francisco Lersundi se enfrentó a la dificultad de mantener su posición política en un contexto de agitación constante. Cuando el gabinete presidido por el Conde de Alcoy fracasó, Lersundi recibió el encargo de formar un nuevo gobierno, lo que lo colocó al frente de un país profundamente dividido. El 14 de abril de 1853, el nuevo gabinete se constituyó, y Lersundi decidió tomar de nuevo la cartera de la Guerra, además de asumir de forma interina el ministerio de Estado, a la espera del regreso de Ángel Calderón de la Barca, quien se encontraba como embajador en Estados Unidos.

Su gobierno, sin embargo, no tuvo un impacto significativo en la opinión pública. Lersundi adoptó una postura conciliadora, intentando pacificar a los diversos sectores políticos enfrentados en ese momento. Intentó ganar el favor de las distintas facciones, pero su gestión fue más reactiva que proactiva. Aunque tenía la intención de lograr una cierta paz interna entre los distintos grupos que dominaban la política española, las decisiones de su gobierno fueron muy discretas y no lograron calar profundamente en el pueblo. En particular, su intento de alinearse con los Polacos (una facción moderada) mediante el nombramiento de Esteban Collantes como ministro de Fomento no dio frutos y, en lugar de fortalecer su posición, provocó su caída el 19 de septiembre de 1853, siendo reemplazado por José Luis Sartorius, el conde de San Luis.

Crisis y Caída de su Gobierno

La falta de popularidad de Lersundi fue uno de los factores determinantes en la caída de su gobierno. Si bien su estilo conciliador y su capacidad de mantener la calma en medio de la tormenta política fueron apreciados por algunos, en general su mandato fue percibido como débil y poco resolutivo. La política de conciliación fue vista por muchos como una falta de firmeza, y la decisión de acercarse a los Polacos resultó en una pérdida de apoyo tanto en las filas moderadas como en las más conservadoras.

El reemplazo de Lersundi por Sartorius en 1853 no fue un simple cambio de ministros, sino un reflejo de la inestabilidad política de España en esa época. A pesar de su destitución, su carrera no llegó a su fin definitivo en el ámbito político, ya que regresó a la primera línea del poder en varias ocasiones posteriores, en especial cuando la situación en Cuba lo reclamaba.

Nombramientos Posteriores y el Envío a Cuba

Uno de los momentos clave en la carrera de Lersundi fue su nombramiento como Capitán General de Cuba en 1866. Este cargo, que le fue otorgado por el gobierno presidido por Leopoldo O’Donnell, respondió a la creciente necesidad de España de consolidar su autoridad en la isla caribeña, donde los movimientos separatistas comenzaban a ganar fuerza.

El enfoque de Lersundi en Cuba fue principalmente represivo, siguiendo una política de persecución hacia los elementos separatistas y los grupos insurgentes. A pesar de su estrategia, que incluía la intensificación de las persecuciones, su gobierno no logró pacificar la isla. De hecho, sus decisiones no hicieron más que avivar el resentimiento entre gran parte de la población y de los terratenientes locales. La persecución de los separatistas y la política de restricciones sociales y económicas provocaron una serie de tensiones que terminaron por aislar a Lersundi de muchos de los sectores más influyentes de la sociedad cubana.

Lersundi también mostró su incapacidad para manejar algunas situaciones cotidianas de la isla, como los conflictos con la Iglesia, representados por la disputa con el obispo de La Habana sobre el toque de las campanas en su llegada a los pueblos. Estos incidentes reflejaron la falta de sintonía de Lersundi con la realidad de la sociedad cubana, lo que contribuyó a que fuera destituido en 1867, después de solo un año en el cargo. A pesar de este revés, regresó al puesto en 1867 debido a la influencia del político Ramón María Narváez, quien volvió a colocarle como Capitán General de Cuba.

La Revolución de 1868 y la Guerra de los Diez Años

El nombramiento de Lersundi a su regreso a Cuba no trajo consigo la estabilidad que la isla necesitaba. En el contexto de la Revolución de 1868 en España, que derrocó a la reina Isabel II y marcó el comienzo de la llamada «Gloriosa», la situación en Cuba se volvió aún más compleja. A pesar de las tensiones y el creciente descontento en la isla, Lersundi se mostró convencido de que el levantamiento de los independentistas cubanos no era más que un movimiento pasajero, sin posibilidades reales de éxito. Esta visión errónea le impidió prepararse adecuadamente para el conflicto.

El 10 de octubre de 1868, los insurgentes cubanos, liderados por Carlos Manuel Céspedes, comenzaron lo que se conoció como el Grito de Yara, el inicio de la Guerra de los Diez Años. Esta revuelta fue un golpe directo a la autoridad de Lersundi, que no contaba con los recursos necesarios para hacer frente a la rebelión. La respuesta inicial de Lersundi fue improvisada, y tuvo que recurrir a la movilización de batallones de voluntarios cubanos para hacer frente a los insurgentes, con el conde de Valmaseda a la cabeza de las tropas.

Sin embargo, la incapacidad de Lersundi para comprender la magnitud de la insurrección fue evidente, y el conflicto se extendió más allá de lo que él había anticipado. En 1869, presionado por la derrota y las crecientes tensiones, Lersundi presentó su dimisión, siendo reemplazado por el general Dulce, quien adoptó una postura diferente al intentar negociar con los sublevados.

Regreso a España y Últimos Años de Actividad Política

A su regreso a España tras su dimisión en Cuba, Lersundi se retiró momentáneamente de la política. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que regresara a la escena política y militar. En 1872, participó en acciones militares en Vitoria para intentar desbaratar los planes carlistas y apoyar la restauración borbónica, con la intención de devolver el trono a Alfonso XII.

A pesar de su regreso, la situación política de España ya era diferente, y el protagonismo de Lersundi se desvaneció rápidamente. A medida que la restauración de la monarquía fue consolidándose, el veterano general se retiró definitivamente de la vida política. Francisco Lersundi murió en Bayona (Francia) el 17 de noviembre de 1874, poco antes de ser testigo de la restauración de los Borbones bajo Alfonso XII, el cual había sido uno de los principales objetivos de sus últimos esfuerzos políticos.

Reflexión sobre su Legado y Contribución a la Historia

A lo largo de su vida, Francisco Lersundi fue una figura compleja, tanto en el ámbito militar como en el político. Su legado está marcado por su destacada participación en la Guerra Carlista, su ascenso dentro del ejército y su posterior involucramiento en las cuestiones políticas de su tiempo. A pesar de no haber sido un líder popular ni haber logrado grandes reformas, su carrera refleja las luchas internas que caracterizaron el siglo XIX español.

Lersundi jugó un papel fundamental en la consolidación del sistema militar en España y fue testigo de algunos de los momentos más importantes de la historia moderna del país. Sin embargo, su incapacidad para adaptarse a las realidades políticas de su tiempo y su visión demasiado conservadora lo relegaron a un segundo plano cuando las circunstancias cambiaron. En este sentido, Lersundi es una figura cuya historia refleja los retos y las frustraciones de una España en constante transformación.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Francisco Lersundi Hormaechea (1817–1874): Un Militar Determinante en la Historia de España". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/lersundi-hormaechea-francisco [consulta: 29 de septiembre de 2025].