Sartorius, Luis José (1820-1871).


Político y periodista español, primer conde de San Luis, nacido en Sevilla, en el año 1820, y muerto en Madrid, el 22 de febrero del año 1871.

Nació en el seno de una familia oriunda de Polonia, trasladándose a Madrid cuando era aún un adolescente, donde logró hacerse con las simpatías de Bravo Murillo, quien le introdujo de lleno en el mundo periodístico. Gracias a sus cualidades como escritor, de pluma ágil y nerviosa, y a sus dotes como redactor, Sartorius no tardó mucho en darse a conocer en los círculos políticos y sociales de la capital. Después de colaborar en varios rotativos, en el año 1842 fundó el periódico El Heraldo, desde el que se dedicó a combatir con denuedo la política del Gobierno progresista de Baldomero Espartero, llegando a convertirse en el órgano de prensa más válido del Partido Moderado.

Su salto a la política activa lo realizó el 2 de febrero del año 1843, tras salir elegido diputado al Congreso, labor en la que pronto destacó al igual que hiciera en el mundo periodístico. Adscrito a la causa e ideario político de Narváez y fiel seguidor de éste último, Sartorius fue nombrado, con apenas treinta años, ministro de la Gobernación de Narváez, iniciando su tarea el 4 de octubre del año 1847 y permaneciendo en el mismo cargo hasta el final del período gubernativo, el 20 de octubre del año 1849, fecha en la que volvió a ocupar la misma cartera en otro Gabinete de Narváez, hasta que, finalmente, fue sustituido, el 14 de enero del año 1851, tras la caída en pleno de todo el Gabinete de Narváez, sustituido por otro de Bravo Murillo.

En sus casi cuatro años como titular de la cartera de Gobernación, Sartorius llevó a cabo una labor bastante encomiable en ciertas áreas: fundó la Escuela de Ingenieros de Montes, desde la que impulsó una política de repoblación forestal, aumentando de forma considerable la masa forestal del país; mejoró y organizó el cuerpo de la policía; proyectó una ley de funcionarios de la Gobernación para que los destinos se consiguieran por méritos y no por favores; realizó esfuerzos enormes por mejorar la calidad de la enseñanza primaria; acometió varias reformas urbanísticas de gran calado en Madrid, como fueron las del ensanche de la Puerta del Sol, la construcción del Teatro Real y la traída del agua corriente; refundió en un sólo cargo, que denominó Gobernador civil, los de Jefe político e Intendente; introdujo reformas ventajosas para el funcionamiento correcto de Correos; celebró un tratado de extradición con Francia; y, por último, obtuvo del Congreso la aprobación de una reforma arancelaria en profundidad. Sartorius también se preocupó de la vida cultural y literaria del país, proporcionando un reglamento sobre la propiedad literaria que protegía y beneficiaba a los escritores, lo que le valió el apelativo de mecenas de las letras españolas y un extenso volumen loador que le dedicaron todos los poetas importantes de la época, y que se publicó con el título de Corona.

Sin embargo, y a pesar de todas esas reformas afortunadas, Sartorius cayó en desgracia al hacerse públicas sus habituales prácticas para amañar las elecciones, llegando hasta el extremo de que la mayoría ministerial conseguida en el año 1849 fuese conocida como «el Congreso de la familia». En dichas elecciones, Sartorius fue acusado de proteger abiertamente a los ministeriales y de combatir desde el propio Gobierno a los candidatos de la oposición, imputaciones que resultaron ser de todo punto ciertas. Violentamente atacado en el Congreso, el Gobierno en pleno se vio obligado a dimitir, el 14 de enero del año 1851.

En el año 1853, Sartorius recibió el encargo de formar un nuevo gobierno, haciéndolo efectivo el 19 de septiembre, en el que, además de ser presidente, volvió a ocupar la cartera de Gobernación. Desde un primer momento, Sartorius se granjeó numerosas enemistades, debido a una soberbia y vanidad que le llevaron a comprarse un título y acumular una rápida fortuna que levantó las sospechas de toda la clase política, lo que le obligó a confinarse en el conocido clan de los polacos, que conformaban su clientela personal. El 19 de noviembre se abrieron las Cortes, y en ellas Sartorius presentó una gran cantidad de proyectos de ley, especialmente sobre tribunales y comunicaciones, y que acabó abrumando a todas las sesiones y comisiones formadas para debatirlos. Sartorius fue vivamente censurado al sacar a subasta pública, mediante Decreto Ley, la concesión de la construcción del ferrocarril Madrid-Irún, proyecto que el Senado consideraba totalmente inmoral por pecar de favorecer a una serie de personas próximas a Sartorius, entre las que se incluía a la propia reina madre María Cristina y al financiero José de Salamanca. Ante el cariz que fue tomando la situación, todos los partidos políticos de corte liberal se unieron en el compromiso único de derribar al Gobierno ultramoderado de Sartorius, uniéndoseles después cierto grupo de conservadores, también contrarios al despotismo de Sartorius, en el que se incluía al propio Narváez, su antiguo protector.

El 8 de diciembre del año 1853, Sartorius presentó al Parlamento un paquete de medidas para su discusión y posterior aprobación, referentes en su gran mayoría a aspectos jurídicos y de comunicaciones, pero en ambas Cámaras fue recibido con total hostilidad. En la primera votación, llevada a cabo en el Senado, Sartorius sufrió un rotundo fracaso, obteniendo 69 votos a favor por 105 en contra. En vista de lo cual, Sartorius procedió, al día siguiente, a suspender las Cortes, tras lo cual promulgó los presupuesto del Estado por medio de un Decreto Ley y comenzó a perseguir con verdadera saña a todos los grupos y personas contrarios a su política: destituyó a los empleados que habían votado contra el Gobierno; atacó con fiereza a los principales jefes militares, los generales Concha, O’Donnell, Serrano, Zabala, Armero, Infante, Nogueras y Manzano, a los que trasladó a cuarteles lo más alejados posible del centro de Madrid.

Conocedor a la perfección del poder de la prensa, Sartorius llevó su política represora hasta los propios periódicos, a los que proporcionó una serie de normas prohibiendo tajantemente la publicación de noticias sobre la cuestión de los ferrocarriles, la votación del Congreso, los personajes políticos que votaron en contra, así como sobre las numerosas destituciones y dimisiones de funcionarios, la contrata de la casa Clavé, Girona y Cía (futura contratista para la construcción del puerto de Barcelona), y, en definitiva, sobre todas aquellas cuestiones que tuviesen relación alguna con la Administración. La censura sobre la prensa, una de las más rigurosas conocidas en la historia del periodismo español, alcanzó a los propios periodistas, los cuales, los más molestos, fueron despedidos por Decreto o bien encarcelados, creándose un clima y una situación muy violenta en todo el país que culminó en una primera intentona golpista, en febrero del año 1854, en Zaragoza, reprimida por el general Felipe Rivero. Sartorius declaró el Estado de sitio para todo el país, medida que empeoró aún más si cabe la situación.

Por fin, la oposición logró una cierta cohesión interna bajo el liderato del general O’Donnell, que contó con la colaboración de los generales Dulce, Ros de Olano y Mesina, entre otros, además de un gran apoyo por parte de amplios sectores políticos civiles y de la gran mayoría de la población del país, la cual culminaría con el pronunciamiento conocido como la Vicalvarada, el 30 de junio del año 1854, poniendo fin al Gobierno de Sartorius y obligando a la reina a llamar a Baldomero Espartero y proponerle un Gobierno de coalición con O’Donnell.

Sartorius, después del pronunciamiento del año 1854, desempeñó el cargo de embajador en Roma y presidente de las últimas Cortes del reinado de Isabel II, período en el que escribió su única obra, La cuestión preliminar. Falleció en el año 1871, alejado de toda actividad política.

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