Alfonso XII. Rey de España (1857-1885)


Monumento al rey Alfonso XII. Parque del Retiro. Madrid.

Rey de España, nacido el 28 de noviembre de 1857, en el Palacio Real de Madrid, y muerto, antes de cumplir los veintiocho años, víctima de la tuberculosis, el 25 de noviembre de 1885. Accedió al trono español el 29 de diciembre de 1874, gracias al golpe de Estado que dio el general Martínez Campos.

Segundo hijo de la reina Isabel II, y primer varón, a los once años tuvo que exiliarse junto con toda la familia real por las convulsiones políticas del Sexenio Revolucionario que provocó el destronamiento de su madre. Alfonso, desde pequeño, dio muestras de ser un príncipe enfermizo y propenso a los resfriados, a lo que se unía su carácter dócil, sencillo y leal para con sus protectores. No obstante, demostró una gran entereza de espíritu, franqueza y jovialidad que le hizo ser muy querido por todo el pueblo. Alfonso XII, como monarca, quizás ha sido el rey más popular y amado por sus súbditos, y en especial por el pueblo de Madrid. Sin duda alguna, hubo en la vida de Alfonso circunstancias que alentaron la faceta popular de este rey, muchas de ellas luego engrandecidas por el sentido romántico que se le dio: el casamiento por amor con su prima María de las Mercedes, la muerte prematura de ésta que postró al rey en un estado de melancolía perpetuo, los diversos amores ilícitos que tuvo el rey, entre los que destaca el que mantuvo con la cantante Elena Sanz, y para finalizar, el hecho de que el rey muriese de la más romántica y popular de las enfermedades: la tuberculosis. Todo este cúmulo de anécdotas, más las que se inventó después el pueblo madrileño, dieron pie para perpetuar la imagen del rey cercano al pueblo, en sus males y en sus alegrías.

El exilio del príncipe Alfonso duró seis años. En un principio, la familia real fijó su residencia en París, donde continuó la sólida formación del príncipe. La corte española en el exilio estaba obligada a vivir con cierta modestia y privaciones, aspecto éste que luego recordaría Alfonso ya de rey, y que le sirvió para adquirir experiencia personal. En el año 1869 siguió la formación de Alfonso en Roma, bajo la protección de su padrino, el papa Pío IX. En ese mismo año, Alfonso fue enviado a Austria para estudiar en uno de los colegios más aristocráticos de Europa, el Theresianum, en la ciudad de Viena. Permaneció en ese colegio tres años, donde el futuro rey recibió experiencias y sorpresas que absorbió con auténtico deleite, resultando ese período crucial en su formación. Fue en Viena donde empezó a desarrollarse intelectualmente y a acercarse progresivamente al mundo de la política, del que había estado ausente hasta el momento.

En España el fracaso de la monarquía demoliberal de Amadeo de Saboya (impuesto por el general Prim), la tercera guerra carlista, la revuelta cantonal y la insurrección cubana, hicieron que ciertos sectores de peso provenientes de las antiguas filas de los moderados y unionistas de la época isabelina, liderados por Cánovas del Castillo, comenzaron a trabajar de firme en una cada vez más factible restauración monárquica en la figura del príncipe Alfonso. Dicha restauración no era posible en la persona de Isabel II, puesto que su regreso hubiera contado con múltiples oposiciones. Cánovas del Castillo pudo convencer a Isabel II para que abdicara en favor de su hijo Alfonso. Así, el 25 de junio de 1870, Isabel se resignó “por razones de Estado” y abdicó sus derechos al trono en su joven hijo, al que se le designó como príncipe de Asturias. Cánovas del Castillo consiguió con esta medida dos propósitos: restaurar la dinastía borbónica en la figura del príncipe Alfonso, más preparado y desvinculado de los modos monárquicos antiguos; y por otra parte, preparar el terreno para instaurar el sistema político del bipartidismo. Cánovas del Castillo se hizo cargo de la educación del príncipe, así como de su posterior proyección política, esperando el momento adecuado para regresar a España.

La Primera República

El reinado de Alfonso XII.

Cánovas del Castillo mandó al príncipe a seguir sus estudios a Inglaterra, a la academia militar de Sandhurt. La intención de tal medida era dotar a Alfonso de una adecuada preparación militar, a la vez que aprendiera el sistema monárquico constitucionalista inglés, del cual Cánovas era un ferviente admirador. Con motivo del decimoséptimo cumpleaños del príncipe (con capacidad legal para reinar), Cánovas del Castillo preparó y alentó la lectura pública del famoso Manifiesto de Sandhurst por parte del príncipe. Aquel documento era toda una declaración de intenciones expositivas del eventual programa que llevaría a cabo el futuro rey en caso de que los españoles le llamaran para ocupar el trono, como el mismo Alfonso declaraba en el texto. En este documento, el príncipe hacía mención a su legitimidad, pero sin aludir para nada a una posible continuidad del régimen isabelino, sino a un régimen nuevo, abierto hacia todas las tendencias. La conclusión es que Alfonso prometía una monarquía restaurada. El manifiesto cayó sobre un terreno ya bastante propicio para la causa alfonsina. El 3 de enero de 1874, el general Pavía dio un golpe de Estado, irrumpiendo en las Cortes montado a caballo, cuando éstas estaban votando para la elección de un nuevo presidente republicano, toda vez que Emilio Castelarhabía sido obligado a dimitir por los disturbios que asolaban al país. Esta acción militar no fue un intento de derribar a la República, sino más bien para intentar poner orden en el caos político. Se formó un gobierno provisional comandado por el incombustible general Francisco Serrano y basado en una constante indefinición y ambigüedad lo que hizo que el final de la Primera República española se acelerase. Este hecho se produjo el 29 de diciembre de 1874 con el último pronunciamiento militar exitoso de viejo corte isabelino, a cargo del general Martínez Campos, quien se había sublevado en Sagunto, proclamando por su cuenta a Alfonso XII como rey de España. El 30 de diciembre se constituyó un gobierno provisional bajo la dirección de Cánovas del Castillo. Realmente, el golpe militar de Martínez Campos disgustó profundamente a Cánovas del Castillo, que estaba preparando el triunfo de la restauración por medio exclusivamente legales y políticos. Martínez Campos, en su proclama golpista dirigida a Cánovas del Castillo, le desveló que no tenía intención alguna de lucrarse ni de acceder al poder, como realmente así fue. Por lo tanto, el triunfo político correspondió totalmente a Cánovas del Castillo, apareciendo ante los ojos de todo el mundo como el padre de la Restauración. Martínez Campos pasó inmediatamente a un segundo plano.

El 9 de enero de 1875 entraba Alfonso XII en Barcelona, ya como rey de todos los españoles. Seguidamente, el 14 de ese mismo mes hacía lo propio en Madrid, bajo el delirio de todo el pueblo que lo aclamaba con auténtico fervor y pasión. El recibimiento del pueblo fue inenarrable, sin precedente alguno desde la llegada de Fernando VII, su abuelo, en 1814. En seguida fue identificado como Alfonso XII el Pacificador, ya que fue presentado como el símbolo de la concordia y de la reconstrucción. Alfonso XII aglutinó en torno a su persona las simpatías de todos los espectros políticos del país, a excepción de los últimos reductos carlistas. Cánovas del Castillo, en su puesto de jefe del nuevo gobierno, comenzó a diseñar el nuevo sistema político de la Restauración. Alfonso XII supo responder a la confianza que en él se depositaba. Su reinado fue el más tranquilo del siglo XIX español, se logró la paz y la prosperidad. Alfonso XII dejó obrar a los políticos, reinando siempre constitucionalmente y con un exquisito tacto, puesto que nunca dejó entrever simpatías o antipatías hacia los distintos bandos políticos. Fue un rey absolutamente neutral, tal como él mismo se había propuesto y presentado en el famoso manifiesto inglés. Aunque su papel político fue pasivo, desde el año 1883 empezó a intervenir activamente en los asuntos de Estado, siempre en un papel de árbitro. Su muerte prematura impidió constatar el alcance y los resultados de dicha orientación.

Como militar se adjudicó un gran éxito al comandar personalmente las tropas reales en la tercera guerra contra los carlistas. Gracias a su presencia, las tropas reales, desorientadas y sin saber qué régimen defendían, pudieron reagruparse en torno a un ideal y preparar a fondo una gran campaña ofensiva. La campaña terminó victoriosamente en el año 1876, con el problema del carlismo resuelto definitivamente. También se logró zanjar la peligrosa insurrección cubana con la Paz de Zanjón en el año 1878.

Alfonso XII se embarcó en la realización de una política populista con el objeto de revalorizar la institución monárquica. Para ello viajó por todo el país, recabando adhesiones y simpatías del pueblo, inaugurando líneas de ferrocarriles, asistiendo a fundaciones de hospitales y acudiendo a zonas catastróficas y pobres del país. También se realizó una gran gira por Austria, Alemania y Francia. Precisamente, a su paso por Alemania, hizo un comentario favorable al Reich alemán, insinuando la posibilidad de una alianza con Alemania. Esta noticia fue tomada por Francia, enemiga de Alemania, como una afrenta y amenaza, lo que provocó una crisis entre Francia y España que a punto estuvo de resolverse por las armas. Alfonso XII arregló el asunto no dándole la mayor importancia, por lo que poco a poco el clima de sosiego fue restablecido entre ambas delegaciones diplomáticas.

El gobierno de Canovas del Castillo.

Alfonso XII se casó dos veces. El 23 de enero de 1878 con su prima, doña María de las Mercedes de Orleans, hija de los duques de Montpellier. La boda fue muy popular y sonada en todo el reino. Cinco meses después moría la reina, a la edad de diecisiete años: la última reina cantada y alabada por los romances del pueblo.

Canción popular ¿Dónde vas Alfonso XII?.

[El pueblo español cantó la muerte de María de las Mercedes y la tristeza de Alfonso XII constatando así el gran afecto que sentían por sus reyes].

En octubre de 1878, Alfonso XII sufrió un atentado del que salió indemne. El 29 de noviembre, presionado por el gobierno, Alfonso XII contrajo nuevamente matrimonio con la archiduquesa María Cristina de Habsburgo-Lorena, con la que tuvo dos hijas, las infantas María de las Mercedes y María Teresa. En 1883 su salud comenzó a dar síntomas preocupantes; su eterno catarro mal curado derivó en una tuberculosis profunda que le hizo postrarse en cama. Todo el año de 1885 fue un lento declinar de la salud del rey que preocupó a los políticos del momento, puesto que el rey no había cumplido aún los veintisiete años y carecía de descendencia masculina. Su estado se agravó de tal modo en el otoño de ese año que acabó muriendo el 25 de noviembre. La reina María Cristina quedaba encinta, por lo que se demoró, hasta el nacimiento del hijo o hija póstumo, toda decisión en cuanto al problema sucesorio, abriéndose así el período de regencia fijado en el Pacto del Pardo. Por fin, nació el fruto de la unión, era un niño y reinaría con el nombre de Alfonso XIII.

El sistema canovista: La Restauración

Una de las características fundamentales del período denominado de la Restauración fue la reformulación del Estado liberal, encauzando la actividad política dentro de la disciplina de los partidos políticos, y en el marco de las libertades ciudadanas, aunque esto último no llegó a pasar de un plano nominal. Cánovas del Castillo fue el ideólogo de este entramado político, que consagraba la idea de una soberanía compartida entre las Cortes y el monarca, donde ambos poderes sancionaban la Constitución y el corpus legal por el que se debía regir la nación. Para ello, Cánovas del Castillo promulgó la Constitución de 1878, la cual respondía perfectamente a su ideario político: encontrar un verdadero ámbito de encuentro y diálogo de las fuerzas políticas imperantes, aglutinadas en dos únicos partidos que se alternarían con perfecta sintonía en el poder. El objetivo era lograr una especie de co-soberanía entre el rey y las Cortes, con una primacía de esta última sobre el primero.

La práctica política se realizaba mediante la petición del rey de formar gobierno, el cual debía ser sancionado por las Cortes a propuesta del rey. El nuevo primer ministro, elegido a su vez por propuesta del rey y previa aceptación del parlamento, tenía la capacidad para disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones en las que, con toda probabilidad, obtendría la mayoría absoluta, gracias a toda una red de intereses políticos y socioeconómicos existentes en todo el país (caciquismo). El mecanismo de cambio gubernamental quedaba depositado, no en la voluntad de los electores, sino en el principio de la alternancia obligada de partidos dinásticos en el poder; cosa ésta que se quedó bien fijada en el llamado Pacto del Pardo de 1885. Este acuerdo, sustancialmente, se fijó sobre la base de la rotación en el poder de ambos partidos, el liberal y el conservador, basado en la solidaridad esencial entre ambos. Esta circunstancia implicó que ambos partidos hicieran causa común frente a cualquier pretensión de “asalto al Estado”, o contra un posible tercer partido que pudiera poner en peligro el sistema bipartidista. Estas dos formaciones políticas eran y estaban formadas por: el Partido Liberal Conservador, liderado por Cánovas del Castillo, que aglutinaba a toda la derecha moderada de antes de la Revolución de 1868; y el Partido Liberal Fusionista, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, que aunó en torno suyo a todos los grupos procedentes del Sexenio revolucionario que aceptaron la nueva legalidad. Realmente, ambas formaciones fueron muy similares en cuanto a ideario político y bases sociales, aunque el partido de Sagasta amplió un poco más su espectro social, integrando no sólo a aristócratas y notables, sino también a sectores de los grandes propietarios agrarios, comerciantes de grandes núcleos urbanos e industriales. Donde realmente coincidieron ambos partidos fue en su ideario económico, puesto que ambos defendieron a ultranza la política proteccionista y la propiedad privada en los medios de producción. Se asistió al nacimiento de la burguesía propietaria, tanto financiera como industrial y a la restauración de las grandes propiedades agrarias, grupos éstos que poco a poco se irían conformando en un núcleo homogéneo de poder, junto con el sector militar, con intereses de ideologías claramente definidas ya a principios del siglo XX.

La Restauración, en definitiva, permitió la aparición de una elite encargada de ejercer y ejercitar el poder y que surgió precisamente de ese bloque homogéneo y oligárquico. El modelo instaurado y desarrollado desde 1875 por Cánovas del Castillo funcionó a la perfección durante todo el reinado de Alfonso XII y durante los primeros años de la regencia. El sistema empezó a mostrar sus fallos, en el año 1898, y llegó a mostrarse totalmente anacrónico y obsoleto en el año 1909, debido al terremoto político que significó la Semana Trágica de Barcelona. El tropiezo colonial africano del año 1921 dio la señal para el comienza de una ofensiva general contra el trono y el ejército, respectivamente representados por el rey Alfonso XIII y el general Primo de Rivera. En el año 1923, la dictadura impuesta por Primo de Rivera puso fin definitivo al sistema canovista.

A pesar de lo efímero del reinado de Alfonso XII, éste presenta rasgos de gran trascendencia, con elementos renovadores. Fue de hecho el primer monarca constitucional pleno, a semejanza de los existentes en varios países europeos. Bajo su reinado, España accedió a la modernidad con un impulso renovador en todos sus ámbitos, auspiciados por la Corona. Se trataba de realizar un definitivo viraje que sustrajese definitivamente al país del estancamiento generalizado en el que se encontraba sumido desde hacía siglos. Con Alfonso XII se lograron esos fines.

Bibliografía

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  • VARELA ORTEGA, J: Los amigos políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900). Madrid, 1976.

  • VV.AA: Alfonso XII y su época. Madrid, 1985).