Bravo Murillo, Juan (1803-1873).
Economista liberal y estadista, nacido en Fregenal de la Sierra (Badajoz) el 9 de junio de 1803 y fallecido en Madrid el 10 de febrero de 1873. Realizó estudios de teología y derecho y, en 1825, obtuvo la Cátedra de Filosofía en la Universidad de Sevilla. Su figura, sin embargo, empezó a despuntar a través del ejercicio de la abogacía en el famoso bufete madrileño para el que trabajaba. Su traslado a Madrid en 1836 le permitió entrar rápidamente en contacto con los más destacados representantes del partido moderado, por el cual fue elegido diputado en Cortes por Sevilla y Ávila en 1837 y 1840, respectivamente.
Su presunta implicación en las conspiraciones que perseguían el derrocamiento de Espartero, le obligó a exiliarse en Francia, de donde regresó después de que el duque de la Victoria fuera desalojado del poder. Cuando se inició la Década Moderada, Bravo Murillo empezó a tomar fuerza dentro del espectro político. Partidario de la reforma constitucional de 1845, tomó parte de forma directa en los debates que sobre esta causa se llevaron a cabo en las Cortes. Nombrado consejero del reino y Presidente de la Comisión de Codificación, en 1847 ocupó la cartera de Gracia y Justicia en el gabinete que encabezaba el duque de Sotomayor. En ese mismo año, con el retorno de Narváez a la Presidencia del Consejo de Ministros, se le encomendó el Ministerio de Comercio, Industria e Instrucción Pública. El tercer ministerio que dirigiría sería el de Hacienda, en 1849, lo que le constituyó en el padre político de la Ley de Administración y Contabilidad promulgada en 1850, más conocida como Ley Bravo Murillo.
Cuando en 1851 cayó Narváez, el propio Bravo Murillo fue nombrado, el 14 de enero, nuevo Primer Ministro. Con el poder en sus manos, llevó a cabo un programa político singular que tenía como base las reformas administrativas y en el se despreciaba la política parlamentaria. A pesar de sus tendencias autoritarias, lo cierto es que Bravo Murillo era un político honrado y un eficaz administrador, muy en la tradición de los afrancesados españoles y del despotismo ilustrado. Con su reforma constitucional, pretendía acabar con todos los obstáculos que el sistema, en aparencia constitucional, ponía a la administración y a la actuación del poder ejecutivo. Rechazaba ferozmente la tradicional participación de los generales en la vida política española, por lo que trató de sustituirlos por una autocracia civil. El gabinete de tecnócratas que le rodeó era conocido satíricamente como el “Honrado Concejo de la Mesta”.Bravo Murillo, como muchos otros estadistas españoles, creía que poner a España a la altura de Europa no pasaba por el constitucionalismo liberal ni por la iniciativa privada. El modelo en el que se fijó para llevar a cabo su política fue el que imperaba en ese momento en Francia. Uno de sus primeros actos fue el arreglo de la Deuda Pública, el 1 de agosto de 1851. El programa de obras públicas que llevó a cabo era, con mucho, el más ambicioso propuesto por un gobierno desde el siglo XVIII. Bajo su mandato comenzaron las obras del Canal de Isabel II que iba a proporcionar a Madrid un sistema moderno de abastecimiento de aguas. También se inició el proyecto del Canal de Castilla, abriendo y clasificando los caminos vecinales de Madrid, cuya reforma debía abrir los mercados del Norte al trigo castellano. Asimismo, potenció las redes ferroviarias para tratar de mejorar el tránsito por la Península.
En el ámbito diplomático, el gobierno Bravo Murillo concluyó un Concordato con el Vaticano, el 17 de octubre de 1851, que declaraba la unidad religiosa de España bajo la religión católica y regulaba la participación de la Iglesia en el terreno de la enseñanza. La Iglesia romana, por su parte, aceptaba en contrapartida los procesos desamortizadores.
Sería a finales de 1852, el día 2 de diciembre, cuando Bravo Murillo dio a conocer cuales eran sus planes de reforma política. Estos pretendían modificar el modelo constitucional imperante desde 1845, lo que suponía un enfrentamiento directo con el parlamentarismo, ya que trataba de eliminar el carácter público de las sesiones de las Cortes. Además, daba al ejecutivo la potestad de legislar por decreto en casos urgentes y suprimía la libertad de imprenta que la Constitución de 1845 había reconocido. Bravo Murillo cometió el error de no darse cuenta que el constitucionalismo corrupto, consolidado en los últimos diez años, no era más que el juguete de la oligarquía que dominaba el país. El arma de dicha oligarquía era el Senado, ocupado por los generales que habían hecho carrera política.
Las constantes protestas de militares y políticos hicieron que la corte se apresurase a destituir a Bravo Murillo el 13 diciembre de 1852. Desde ese momento, su alejamiento del mundo político fue cada vez más evidente, aunque consiguió ser nombrado presidente del Congreso en el año 1858, con el gobierno de Istúriz. En 1864 apareció su libro Opúsculos, en el que se resumía su ideario en temas políticos y hacendísticos.
Bibliografía
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COMELLAS, José Luis. Los moderados en el poder, 1844-1854. (Madrid, 1970).
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ARTOLA, Miguel. Partidos y programas políticos, 1808-1936. (Madrid, 1974).