Stan Getz (1927–1991): «The Sound» del Jazz y el Maestro del Tenor

Stan Getz (1927–1991): «The Sound» del Jazz y el Maestro del Tenor

Los primeros años y los inicios musicales

Stan Getz nació el 2 de febrero de 1927 en Filadelfia, Pensilvania, en una familia de origen judío. Sin embargo, poco después de su nacimiento, su familia se trasladó a Nueva York, lo que resultó ser un factor decisivo en su futuro musical. Como muchos músicos de jazz de la época, Getz comenzó su educación musical en una edad temprana, aunque inicialmente fue atraído por otros instrumentos, como el contrabajo y el fagot. No obstante, a la edad de 13 años, se sintió irremediablemente atraído por el saxofón, lo que marcaría el principio de su carrera como uno de los saxofonistas más influyentes de la historia del jazz.

Los primeros años de Getz estuvieron marcados por una formación académica en escuelas especializadas de música de Nueva York, un centro neurálgico para el desarrollo del jazz en los años 30 y 40. Durante su adolescencia, Getz ya era un prodigio del saxofón, y su habilidad fue rápidamente reconocida por músicos de renombre. Fue en 1943, cuando solo tenía 16 años, que Getz debutó profesionalmente en la orquesta de Dick «Stinky» Rogers, una banda local. Aunque al principio su presencia era la de un joven talentoso, pronto Getz se ganó el respeto de sus compañeros por su virtuosismo y su dominio del instrumento. Este debut no solo marcó su ingreso al mundo del jazz, sino que también le permitió hacerse de una buena reputación dentro de la escena musical.

La relación con Rogers fue crucial en los primeros pasos de Getz, pero fue el famoso trombonista y director de orquesta Jack Teagarden quien lo reclutó para formar parte de su banda. En aquel entonces, Getz aún era menor de edad, lo que complicaba su contratación para tocar en clubes nocturnos y otros espacios donde las leyes de Nueva York restringían a los menores. Teagarden, al darse cuenta del talento de Getz, se ofreció como su tutor legal para poder integrarlo a su banda. De este modo, Getz comenzó a girar profesionalmente, lo que representó una de las primeras grandes experiencias de su carrera.

Las grandes orquestas: Stan Kenton y Woody Herman

Durante su formación en Nueva York y su breve paso por la orquesta de Teagarden, Getz tuvo la oportunidad de tocar con varios otros grandes nombres del jazz. En 1944, su carrera dio un gran salto cuando se unió a la banda de Stan Kenton, uno de los directores más innovadores del momento. Kenton, conocido por su orquesta moderna y por empujar los límites del jazz, representó un cambio significativo en la carrera de Getz. La orquesta de Kenton era una de las más prestigiosas de la época, y en ella Getz encontró un ambiente propicio para desplegar su técnica depurada y su estilo único en el saxofón tenor.

Aunque Getz estuvo en la orquesta de Kenton solo durante un breve período de tiempo, esta experiencia fue clave para su desarrollo como músico y su posterior popularización. Durante este tiempo, Getz grabó algunas de las piezas más importantes de su carrera temprana, como «Russian Lullaby», «Opus a Dollar Three Eighty» y «I’ll Remember April». Estas grabaciones, realizadas entre abril y diciembre de 1944, mostraron a Getz como un saxofonista técnico, pero también emotivo, lo que sería una característica distintiva de su estilo durante toda su carrera. Junto con otros músicos destacados como Bob Gioga, Bob Lively, y Dave Matthews, Getz formó parte de una sección de saxofones que dejó una huella profunda en la historia del jazz.

Tras su paso por la orquesta de Kenton, Getz trabajó con varios otros grandes nombres, como Jimmy Dorsey y, más notablemente, con Benny Goodman entre 1945 y 1946. Goodman, uno de los grandes íconos del swing, le ofreció a Getz la oportunidad de tocar en una orquesta de primer nivel, lo que le permitió continuar perfeccionando su estilo mientras ganaba notoriedad en los círculos del jazz.

A pesar de su éxito en las grandes orquestas, Getz no permaneció mucho tiempo en las bandas de swing. En 1947, se unió a la orquesta de Woody Herman, otro de los gigantes del jazz, y fue allí donde alcanzó una gran proyección junto a otros músicos jóvenes como Zoot Sims, Serge Chaloff y Herbie Steward. Esta fue la época en la que se formó el famoso cuarteto «The Four Brothers», que incluyó a algunos de los saxofonistas más importantes de la historia del jazz. La grabación de «Early Autumn» (1957), con la orquesta de Herman, se considera uno de los momentos clave en la carrera de Getz, y es uno de los mejores ejemplos de su estilo único en el saxofón tenor.

La explosión del cool jazz en California

A finales de los años 40, Getz se trasladó a California, que en ese momento se había convertido en el epicentro de una nueva ola del jazz: el cool jazz. Este estilo, que se caracterizaba por una interpretación más suave y melódica en comparación con el bebop, encontraba en Getz uno de sus exponentes más claros. En California, Getz se rodeó de algunos de los músicos más importantes de la escena, como Gerry Mulligan, Chet Baker y el trompetista Miles Davis, quienes también estaban contribuyendo al auge del cool jazz.

Getz se convirtió en una figura central de este movimiento, y su estilo personal pronto lo destacó entre otros saxofonistas. La suavidad y la elegancia de su sonido lo convirtieron en un referente dentro del cool, y su habilidad para improvisar con una técnica depurada le permitió llevar el saxofón a nuevas alturas. En 1949, Getz formó su propio cuarteto, el cual fue clave para consolidar su estilo. Esta formación, compuesta inicialmente por músicos como Al Haig, Stan Levey y Gene Ramey, y que con el tiempo se completó con figuras como Roy Haynes y Horace Silver, se convirtió en una de las más influyentes de la época.

La colaboración de Getz con Gerry Mulligan en el álbum Getz Meets Mulligan in Hi-Fi (1957) es un testimonio de su dominio del estilo cool. En este álbum, Getz y Mulligan fusionaron sus sonidos y crearon un ambiente único que reflejaba la esencia del jazz de la costa oeste. En paralelo, Getz continuó su colaboración con Chet Baker, con quien grabó el famoso disco Chet Baker-Stan Getz Haig 53, una grabación histórica que capturó la esencia de la escena jazzística en Los Ángeles durante los años 50. La influencia de Getz en la música de la costa oeste fue fundamental para la expansión del cool jazz en toda América.

Durante los años 50, Getz continuó consolidando su nombre como uno de los saxofonistas más destacados del jazz. En este período, grabó discos fundamentales como Stan Getz Quartets (1955), West Coast Jazz (1955) y The Steamer (1956), donde su estilo se profundizaba y evolucionaba. Getz se mantenía como una figura de vanguardia dentro del cool jazz, pero su capacidad para adaptarse a diferentes géneros y estilos lo hizo aún más popular.

El Cool Jazz y su influencia en California

Tras su paso por las grandes orquestas y su incursión en la experimentación con el cool jazz, la década de 1950 representó una etapa crucial en la vida de Stan Getz. El saxofonista, que había sido uno de los pioneros en integrar la estética del cool en su música, estaba en el centro de un movimiento que transformaría la escena jazzística estadounidense. California, con su emergente escena de jazz, fue el terreno fértil donde Getz dejó una huella profunda que definiría su estilo durante los años posteriores.

El cool jazz nació como una respuesta al bebop, el cual se caracterizaba por su virtuosismo frenético y su complejidad rítmica. El cool, en cambio, ofrecía un sonido más suave y menos acelerado, con una mayor atención al equilibrio y la relajación en la improvisación. Este estilo, que comenzó a gestarse en California en la década de 1940, pronto encontró en Stan Getz uno de sus máximos exponentes. Con un sonido cálido, melódico y muy expresivo, Getz se consolidó como uno de los saxofonistas más destacados del cool jazz, y su música comenzó a influir en otros músicos jóvenes tanto en Estados Unidos como en Europa.

Una de las características que definió a Getz como saxofonista dentro del cool jazz fue su capacidad para mezclar la sofisticación técnica con una accesibilidad emocional que conectaba con el público. Su estilo de tocar el saxofón tenor era único: suave, preciso y, al mismo tiempo, lleno de sentimientos. En este contexto, California fue el escenario ideal para que el saxofonista desarrollara todo su potencial artístico. Getz se instaló en la ciudad de Los Ángeles en 1947, en un momento de gran efervescencia para el jazz. Mientras Nueva York seguía siendo un centro de innovación en el bebop, la costa oeste se estaba posicionando como un referente para el cool jazz, y Getz era parte fundamental de ese fenómeno.

Fue en Los Ángeles donde se dio la oportunidad de formar su propio trío, que sería un parteaguas en su carrera. Este trío, compuesto inicialmente por Getz, el contrabajista Gene Ramey y el baterista Stan Levey, empezó a tocar en lugares importantes de la ciudad como el Swing Club, un centro neurálgico para el jazz de la época. La estética suave y relajada del cool jazz encontró en la interpretación de Getz una de sus máximas expresiones. Además, su habilidad para improvisar y sus líneas melódicas cautivadoras le ganaron la admiración de sus compañeros de escena y de una audiencia que se sentía atraída por su estilo inconfundible.

Este trío sería clave en la carrera de Getz, y en él comenzaron a forjarse algunas de las grabaciones más destacadas de su carrera temprana. En este mismo período, Getz comenzó a trabajar con otros músicos destacados como Gerry Mulligan, el trompetista Chet Baker y el pianista Horace Silver. La colaboración con Mulligan fue particularmente importante, pues ambos músicos se unieron para crear uno de los discos más significativos de la historia del jazz: Getz Meets Mulligan in Hi-Fi (1957). Este álbum reflejó la conexión única que existía entre ambos músicos, quienes combinaron sus estilos de manera magistral, fusionando las melodías suaves y delicadas de Getz con la inventiva armónica de Mulligan.

Pero la colaboración más famosa de Getz en estos años fue con Chet Baker. En 1952, Getz y Baker, ambos gigantes del jazz de la costa oeste, realizaron una serie de presentaciones en el famoso club The Haig de Los Ángeles. Este encuentro sería registrado en el disco Chet Baker-Stan Getz Haig 53, una grabación en vivo que capturó la esencia de la interpretación de ambos músicos. El disco se caracteriza por su lirismo y la claridad de las melodías, además de la interacción dinámica entre el trompetista y el saxofonista. Temas como “Yesterdays”, “All the Things You Are” y “What’s New” se convirtieron en clásicos dentro del repertorio del jazz cool, y la colaboración entre estos dos músicos sería un referente para toda una generación.

El cuarteto de Getz, que estuvo acompañado por músicos de renombre como el pianista Al Haig, el contrabajista Gene Ramey y el baterista Stan Levey, también dejó una profunda huella en la historia del jazz. En 1949, Getz consolidó su cuarteto, que rápidamente se destacó por su enfoque sutil y sofisticado del jazz. En estos años, Getz grabó algunos de los álbumes más representativos del cool jazz, como Stan Getz Quartets (1955), que incluía temas como “Long Island Sound”, “Indian Summer” y la emblemática “What’s New”. Estos trabajos consolidaron el sello de Getz como un saxofonista con una capacidad única para mezclar la técnica con la emoción, creando un sonido único que no tardó en captar la atención de los aficionados al jazz.

Por supuesto, la presencia de Getz no se limitó solo a la costa oeste. A lo largo de los años 50, el saxofonista también participó en varias grabaciones importantes fuera de California. Su colaboración con Lionel Hampton en la grabación Stan Getz and Lionel Hampton (1954) fue otra de sus aportaciones clave a la música del jazz, en la que Getz se unió a otros músicos de renombre como el vibrafonista Hampton y el baterista Max Roach. Además, su participación en grabaciones con figuras como Oscar Peterson, Max Roach y Art Blakey permitió que su música llegara a una audiencia más amplia, y sus colaboraciones con estos grandes nombres del jazz se convirtieron en piezas fundamentales dentro del legado de Getz.

Sin embargo, a pesar de su éxito y su constante evolución como músico, la década de los 50 estuvo marcada por algunos momentos difíciles en la vida de Getz, principalmente relacionados con su consumo de drogas. En 1954, fue arrestado por cargos relacionados con las drogas, y aunque no pasó demasiado tiempo en prisión, este evento tuvo un impacto significativo en su vida personal y profesional. A pesar de las dificultades que atravesaba, Getz continuó siendo una figura central en el jazz y mantuvo su enfoque en la música, buscando siempre nuevas formas de expresión.

A lo largo de estos años, Getz se mantuvo fiel a su estilo y continuó explorando nuevas sonoridades dentro del cool jazz, sin perder nunca la elegancia y la emoción que lo caracterizaban como saxofonista. Al mismo tiempo, se fue acercando a otros movimientos musicales, como el jazz modal y el jazz experimental, lo que enriqueció aún más su capacidad de improvisación y su inventiva como músico.

Además de su trabajo con los grandes nombres del jazz, Getz continuó desarrollando su carrera como líder de su propia banda, tocando en clubes y grabando en solitario. En este período, Getz sacó al mercado algunos de los discos más representativos de su carrera, como The Sound of Stan Getz (1956), donde el saxofonista mostró su maestría tanto en el ámbito de la improvisación como en su capacidad para expresar emociones a través del instrumento. Este disco, al igual que muchos de los trabajos de Getz en los años 50, reafirmó su lugar como uno de los saxofonistas más importantes de su generación.

En definitiva, los años 50 fueron un período de consolidación para Getz, quien, aunque aún joven, ya se había ganado un lugar destacado en el panorama del jazz mundial. Su estilo suave y melódico, unido a su capacidad para improvisar de manera sofisticada y profunda, lo convirtieron en un referente dentro del movimiento cool jazz. Pero, además, su relación con músicos de renombre como Gerry Mulligan, Chet Baker y Oscar Peterson lo consolidó como uno de los artistas más influyentes en la historia del jazz.

El impacto de la bossa nova y la fama internacional

A lo largo de la década de 1960, Stan Getz experimentó un giro importante en su carrera, un cambio que lo llevaría a una fama internacional sin precedentes. Aunque su música ya había logrado cierto reconocimiento en los círculos de jazz más selectos, fue su involucramiento con la bossa nova, el fenómeno musical brasileño, lo que catapultó a Getz a una nueva altura de popularidad y le permitió alcanzar audiencias mucho más amplias. Este periodo es clave para entender tanto el legado de Getz como su capacidad para adaptarse a nuevas corrientes musicales sin perder su identidad artística.

El encuentro de Getz con la bossa nova comenzó en 1961, cuando el saxofonista tuvo la oportunidad de grabar con el guitarrista Charlie Byrd en un álbum titulado Jazz Samba. Este trabajo marcó el punto de inflexión en su carrera, ya que fue la primera vez que Getz se sumergió en los ritmos y las sonoridades características de la bossa nova. En ese momento, la bossa nova ya se había convertido en un fenómeno en Brasil, impulsado por figuras como Antonio Carlos Jobim y João Gilberto, quienes habían fusionado elementos del samba con el jazz y la música clásica para crear un sonido único, suave y melódico. La suavidad de la bossa nova encajaba perfectamente con el estilo lírico y melódico de Getz, quien, al sumergirse en este género, encontró una nueva forma de expresión.

En Jazz Samba, Getz y Byrd no solo recrearon la esencia de la bossa nova, sino que también la reinterpretaron, adaptándola al contexto del jazz estadounidense. El éxito de este álbum fue inmediato y abrió las puertas a una serie de grabaciones en el mismo estilo. Sin embargo, la verdadera explosión de la bossa nova en la carrera de Getz ocurrió cuando se unió a João Gilberto, Antonio Carlos Jobim y la cantante Astrud Gilberto para grabar el mítico Getz / Gilberto en 1964. Este disco no solo marcó un hito en la carrera de Getz, sino que también tuvo un impacto global en la música popular y el jazz. La colaboración con Jobim, uno de los compositores más influyentes de Brasil, y Gilberto, quien ya había alcanzado notoriedad por su estilo innovador de tocar la guitarra y cantar, resultó en una de las grabaciones más célebres de la historia del jazz.

El tema más destacado de Getz / Gilberto fue «The Girl from Ipanema», una de las canciones más conocidas y exitosas de todos los tiempos. Esta pieza, con la voz delicada y melódica de Astrud Gilberto, el toque suave y preciso de Jobim al piano y la interpretación elegante de Getz al saxofón, se convirtió en un fenómeno mundial. La canción no solo logró un gran éxito comercial, sino que también consolidó la bossa nova como un género respetado dentro del jazz. El estilo de Getz en esta grabación fue particularmente llamativo por su capacidad para capturar la suavidad y la sensualidad del ritmo brasileño sin perder su sello personal. La dulzura de su sonido, combinado con la riqueza melódica de la bossa nova, resultó en una fusión perfecta que encantó tanto a los aficionados al jazz como a aquellos que se acercaban por primera vez al género.

El éxito de Getz / Gilberto fue rotundo. El álbum ganó varios premios Grammy, incluido el codiciado Grammy a Mejor Álbum del Año. Además, «The Girl from Ipanema» se convirtió en un éxito mundial, alcanzando los primeros lugares de las listas de éxitos en diversos países y convirtiéndose en una de las canciones más interpretadas en la historia de la música popular. A través de esta colaboración, Getz no solo solidificó su lugar en el jazz, sino que también se convirtió en una figura clave en la música internacional, llegando a audiencias más allá de los círculos tradicionales del jazz. Sin embargo, este éxito también trajo consigo un cierto riesgo para su carrera: el saxofonista se vio inevitablemente asociado con la bossa nova y, en muchos casos, etiquetado como el saxofonista del género, lo que lo encasilló en una estética que, en algunos casos, limitaba su capacidad para explorar otras formas de jazz.

La bossa nova tuvo un impacto duradero en la música de Getz, pero también lo llevó a una situación paradójica: mientras la bossa nova le brindaba enorme popularidad, muchos puristas del jazz consideraban que su inmersión en el género brasileño diluía su verdadero potencial como improvisador de jazz. Sin embargo, Getz demostró ser un músico flexible y abierto a la evolución, y su habilidad para adaptarse y explorar nuevos estilos nunca fue un impedimento para su crecimiento artístico. En los años siguientes, continuó trabajando con varios artistas brasileños, realizando grabaciones que le permitieron profundizar aún más en el sonido de la bossa nova, pero también exploró otros géneros, incluyendo el jazz de vanguardia y el jazz más moderno.

En 1966, Getz continuó su carrera de forma sobresaliente, grabando con el pianista Bill Evans el álbum Stan Getz & Bill Evans, un trabajo que, aunque no alcanzó el nivel de aclamación de Getz / Gilberto, fue notable por su combinación del estilo melódico y lírico de Getz con la sofisticación armónica de Evans. A lo largo de la década de 1960, Getz continuó siendo un referente dentro del jazz, destacando en el ámbito internacional, pero también mostrando su interés por nuevas direcciones dentro de la música.

A mediados de los años 60, Getz comenzó a colaborar con jóvenes talentos del jazz, incluidos músicos de la talla de Chick Corea, Gary Burton y Steve Swallow. Estas colaboraciones marcaron el inicio de su incursión en el jazz moderno y, en muchos casos, el jazz fusión. Su trabajo con Chick Corea en 1967 se destacó especialmente, ya que Getz comenzó a integrar sonidos más experimentales y el uso de nuevas estructuras armónicas en su interpretación. Corea, quien en ese entonces estaba comenzando a dar forma a su famoso grupo Return to Forever, le dio a Getz la oportunidad de experimentar con el jazz fusión, un estilo que unía el jazz con elementos del rock y la música latina.

En el álbum Captain Marvel (1974), Getz fue parte del proyecto de Corea, lo que le permitió explorar nuevas sonoridades que combinaban el jazz con el jazz-rock. La participación de Getz en este disco resultó ser muy positiva, pues lo introdujo a una generación más joven de oyentes que buscaban nuevas formas de jazz. Esta etapa fue significativa para el saxofonista, ya que lo puso en contacto con la vibrante escena del jazz contemporáneo y permitió que su música evolucionara de una manera fresca y renovadora, manteniendo siempre la esencia de su estilo.

Además de su trabajo con Corea, Getz continuó sus colaboraciones con otras figuras destacadas del jazz y el jazz-rock, incluyendo grabaciones con el bajista Stanley Clarke, el baterista Tony Williams y el guitarrista John McLaughlin, lo que evidenció su constante adaptabilidad y su deseo de mantenerse a la vanguardia. Aunque su carrera había estado marcada por ciertos períodos de dificultades personales, como su lucha contra las adicciones a las drogas, Getz continuó siendo una figura influyente y activa dentro de la música jazz durante toda la década de los 70.

El cambio de enfoque de Getz hacia el jazz moderno y el jazz fusión le permitió mantenerse relevante en la escena musical, y aunque su nombre seguía asociado con la bossa nova, sus exploraciones más allá de este género le dieron una mayor versatilidad artística. Si bien la bossa nova seguía siendo una parte fundamental de su legado, su capacidad para adaptarse a los tiempos y colaborar con músicos más jóvenes le permitió seguir siendo una de las figuras más respetadas y apreciadas dentro del jazz mundial.

La lucha contra las adicciones y su regreso a la escena jazzística

A pesar de sus grandes logros y su prominente estatus en el mundo del jazz, la vida personal de Stan Getz estuvo marcada por una serie de dificultades, especialmente por su lucha contra las adicciones. En la década de 1950, el saxofonista comenzó a enfrentar serios problemas con las drogas, un desafío que afectaría tanto su salud como su carrera. Esta parte de su vida estuvo teñida por los altibajos, pero también por un notable proceso de superación, lo que le permitió regresar al escenario musical a principios de los 60 con un renovado enfoque y una mayor madurez artística.

En 1954, Getz sufrió una crisis personal profunda que culminó en su arresto por cargos relacionados con las drogas. Fue acusado de robo y consumo de sustancias ilegales en Seattle, un incidente que fue solo la punta del iceberg de sus problemas con las adicciones. A pesar de no pasar mucho tiempo en prisión, el golpe a su reputación fue significativo, y su salud se vio seriamente afectada por la adicción a las sustancias. Estos problemas personales repercutieron en su capacidad para grabar y realizar giras, lo que interrumpió brevemente su carrera en el jazz, la cual ya estaba en ascenso.

Durante este período, Getz pasó por momentos de aislamiento, enfrentando el sufrimiento físico y psicológico que conlleva la dependencia de las drogas. Sin embargo, fue en este contexto de lucha personal donde el saxofonista demostró una resiliencia impresionante. Su paso por la cárcel y su posterior proceso de recuperación no solo le ofrecieron una oportunidad para revaluar su vida, sino que también le brindaron una nueva perspectiva sobre la música y su propio enfoque creativo.

La recuperación de Getz no fue rápida ni sencilla. Durante 1955 y 1956, el saxofonista pasó por un proceso de rehabilitación y, a pesar de sus dificultades, logró retomar su carrera con una nueva determinación. En 1956, comenzó a grabar nuevamente, esta vez para el sello Verve, lo que marcaría un regreso exitoso a los estudios. A lo largo de esos años, Getz grabó algunos de sus trabajos más relevantes, a pesar de que su salud seguía siendo una preocupación. Discos como The Steamer (1956) y West Coast Jazz (1955) representaron su retorno al mundo del jazz, con una estética más madura y menos centrada en la bossa nova.

Uno de los discos más importantes de esta etapa fue West Coast Jazz, en el que Getz exploró el sonido de la costa oeste en su máxima expresión. En este trabajo, Getz se alejó un poco de las influencias brasileñas de la bossa nova, pero mantuvo su estilo melódico, elegante y sin vibrato. La improvisación se volvió más fluida, y Getz mostró una mayor capacidad para explorar diferentes matices dentro de su sonido. En el mismo período, Getz también continuó tocando con músicos de renombre como Gerry Mulligan, Oscar Peterson, Max Roach y Sonny Rollins, con quienes compartió escenario y grabó discos que se convirtieron en clásicos del jazz.

A pesar de estos esfuerzos por retomar el control de su vida y su música, el consumo de drogas seguía siendo un obstáculo importante. La lucha interna de Getz, la adicción y las presiones externas relacionadas con su fama le impidieron disfrutar completamente de su éxito y estabilidad. En 1958, después de haber estado nuevamente involucrado en problemas con la ley, Getz tomó una decisión trascendental: abandonó Estados Unidos y se trasladó a Europa. Este cambio fue una respuesta a sus problemas personales, pero también a la necesidad de encontrar un espacio en el que pudiera concentrarse en su música lejos de los excesos y las tentaciones de la vida en Nueva York y Los Ángeles.

El regreso a Europa y la nueva etapa musical

Al mudarse a Europa, especialmente a Estocolmo, Getz encontró un ambiente más tranquilo y propicio para su rehabilitación y su desarrollo musical. En Europa, Getz fue recibido como una figura de gran renombre en la escena del jazz, y a partir de ese momento, comenzó a ser reconocido no solo por su contribución al cool jazz y la bossa nova, sino también por su capacidad para adaptarse y experimentar con nuevas corrientes musicales. Durante los años que pasó en Estocolmo, el saxofonista grabó varios discos en vivo y de estudio, muchos de los cuales mostraron una nueva fase de su carrera. La colaboración con músicos europeos y norteamericanos fue esencial para su regreso, y discos como Stan Getz in Stockholm (1961) reflejan su capacidad para continuar innovando y explorando el jazz en su máxima expresión.

Durante su estancia en Europa, Getz también formó parte de una serie de proyectos que lo vinculaban con la nueva generación de músicos de jazz. En 1961, grabó Stan Getz at the Opera House, un disco en el que se reunieron algunos de los músicos más importantes de la época, como Oscar Peterson, Herb Ellis y Ray Brown. Este trabajo, grabado en vivo, fue muy bien recibido por la crítica y consolidó a Getz como uno de los saxofonistas más admirados de su tiempo. Las grabaciones de esa época muestran a un Getz más centrado, con una técnica aún más depurada, pero con una mayor capacidad para explorar nuevos territorios dentro del jazz.

En cuanto a su vida personal, Getz también experimentó un renacer. En la segunda mitad de la década de 1960, el saxofonista continuó luchando contra sus demonios internos, pero su enfoque en la música y su capacidad para trabajar con nuevas generaciones de músicos le dieron una razón para seguir adelante. Fue también en este período cuando Getz empezó a colaborar con algunos de los nombres más brillantes del jazz moderno, como Chick Corea, con quien grabó en 1967. Esta colaboración con Corea representó una fase de transición importante, ya que le permitió a Getz explorar los sonidos del jazz fusión y experimentar con elementos de jazz-rock.

La influencia del jazz fusión y la participación en «Return to Forever»

A finales de la década de 1960 y principios de los 70, Getz se sintió atraído por el jazz fusión, un estilo que combinaba elementos de jazz con rock, funk y música electrónica. Esta época fue testigo de la evolución de Getz, quien, aunque ya estaba consolidado como uno de los grandes saxofonistas del jazz, siguió buscando nuevas formas de expresión musical. Fue invitado a colaborar con el pianista Chick Corea, quien había formado el grupo Return to Forever. En 1972, Getz participó en el álbum Captain Marvel, un disco que se convirtió en un clásico del jazz fusion y que marcó un momento de gran innovación dentro de su carrera. A través de su participación en este proyecto, Getz amplió su horizonte musical y abrió nuevas puertas en su repertorio, mientras se mantenía fiel a su identidad como saxofonista.

La colaboración con Corea no solo expandió su creatividad, sino que también lo acercó a una nueva audiencia, particularmente a los jóvenes que buscaban una fusión entre el jazz y la música más popular. Aunque Getz siempre se mantuvo fiel a sus raíces, su incursión en el jazz fusión le permitió experimentar con nuevas sonoridades y técnicas de improvisación, lo que enriqueció aún más su legado como uno de los músicos más importantes de su época.

La transición hacia los años 80 y su regreso a los Estados Unidos

En la década de los 80, Getz ya se encontraba en la recta final de su carrera. A pesar de que su salud había empeorado, con la aparición de varios problemas relacionados con el cáncer, el saxofonista continuó trabajando en proyectos innovadores. Regresó a los Estados Unidos y, aunque sus giras fueron más limitadas, su legado seguía siendo incuestionable. Durante este período, Getz participó en grabaciones con jóvenes músicos y realizó conciertos en los que su talento y su elegancia se mantenían intactos. Sin embargo, su vida personal continuó siendo difícil, y su salud se vio gravemente afectada por la enfermedad que lo acosaba.

Su último álbum, Apasionado (1990), mostró una faceta renovada de Getz, quien seguía buscando nuevos caminos en su música, mientras lidiaba con su salud deteriorada. El disco, que presentaba una mezcla de jazz brasileño y otros estilos musicales, fue una de sus últimas muestras de su capacidad para innovar, fusionando ritmos y sonidos que iban más allá de los géneros convencionales. El saxofonista se mostró nuevamente abierto a nuevas ideas, con una propuesta que incluía una banda compuesta por músicos de renombre.

La última etapa de su carrera y el legado

La última parte de la vida y carrera de Stan Getz estuvo marcada por el desafío personal y la resiliencia. A pesar de su deteriorada salud, que fue afectada por el cáncer, y su lucha constante contra las adicciones que marcaron su vida, el saxofonista nunca dejó de ser una figura influyente en el mundo del jazz. Durante la década de 1980 y principios de 1990, Getz continuó tocando, grabando y dejando su impronta en una generación más joven de músicos, quienes lo veneraban como un maestro. Este periodo de su vida refleja tanto la fortaleza que mostró frente a sus dificultades personales, como su capacidad para seguir evolucionando artísticamente hasta sus últimos días.

En los años 80, la popularidad de Getz, aunque en algunos aspectos en declive debido a su salud y sus limitadas giras, seguía siendo considerable dentro de los círculos de jazz. A lo largo de esta década, Getz continuó siendo una figura esencial en la música, y a pesar de los desafíos que enfrentaba, seguía cautivando al público con su inconfundible sonido, que, aunque ya más maduro, seguía manteniendo su característico lirismo y técnica refinada. A pesar de la presión de las demandas musicales y personales, Getz no se permitió abandonar su arte, y esto fue una característica que lo mantuvo vigente en la escena del jazz, incluso cuando su salud empezó a declinar.

Uno de los discos más representativos de esta época fue Line for Lyons (1984), grabado con su amigo y trompetista Chet Baker. Este álbum es uno de los más destacados de su carrera tardía y es recordado por su profundidad emotiva y el diálogo musical entre Getz y Baker. Ambos músicos, que compartían una historia de vida marcada por las dificultades personales, crearon una obra que se convirtió en un referente dentro del jazz de los 80. En este disco, las composiciones fluyen con naturalidad, mientras que la interacción entre los dos músicos es impecable, con Getz mostrando su capacidad para construir melodías complejas y sutiles sin perder la suavidad que caracterizó su sonido durante toda su carrera. «Just Friends», «My Funny Valentine» y «Stella By Starlight» son algunas de las piezas que destacan en este trabajo, mostrando a un Getz que, aunque ya en sus últimos años, seguía siendo capaz de ofrecer una interpretación emotiva y refinada.

Además de sus colaboraciones con Baker, los años 80 fueron testigos de otros importantes proyectos. Getz continuó su exploración de la música brasileña, un vínculo que había comenzado en los años 60 con la bossa nova y que perduró a lo largo de su carrera. En 1986, Getz grabó el álbum Voyage, una obra que reflejaba su continuo interés por fusionar la música jazz con las influencias de Brasil. En este disco, se combina la sofisticación del jazz con los ritmos latinos, y Getz, con su estilo inconfundible, continúa explorando nuevos territorios musicales mientras mantiene la elegancia que siempre lo definió. En Voyage, se percibe la capacidad de Getz para adaptarse a nuevas sonoridades, una de sus características más admirables, que lo mantuvo relevante incluso en sus últimos años de vida.

En sus últimos trabajos, la figura de Getz estaba profundamente asociada con su legado de jazz y su influencia en generaciones más jóvenes. A pesar de las dificultades de salud, no abandonó su pasión por la música, y en 1990, aún enfrentando su lucha contra el cáncer, logró grabar un álbum titulado Apasionado. En este disco, Getz continuó con su estilo melódico característico, pero ahora con un enfoque más moderno, incorporando algunos elementos de la música popular y el jazz brasileño, fusionando temas de su repertorio con composiciones más frescas y contemporáneas. El título del álbum, Apasionado, refleja perfectamente la emoción y la dedicación que Getz todavía ponía en su música a pesar de su estado de salud.

En este trabajo se pueden escuchar temas como «Amorous Cat», una pieza llena de ritmo y sensibilidad, o «Española», que refleja una influencia de la música española. A través de este álbum, Getz se reafirma como un músico que sigue evolucionando, incluso cuando parecía que la vida le estaba arrebatando la oportunidad de continuar en los escenarios. Es un testamento de su dedicación incansable al arte y su capacidad para adaptarse a las circunstancias, incluso cuando se encontraba en una etapa tan crítica de su vida.

Al mismo tiempo, Getz también publicó Soul Eyes en 1989, otro de sus trabajos que se convirtió en un clásico de su discografía tardía. Este álbum refleja un regreso a sus raíces de jazz, con una clara conexión con la balada y el lirismo que lo habían caracterizado a lo largo de su carrera. Temas como «Soul Eyes» y «Warm Valley» muestran a un Getz más introspectivo, mientras que la colaboración con músicos como Kenny Barrow, Ray Drummond y Ben Riley le permitió seguir explorando el jazz en su forma más pura. Aunque este disco fue grabado en un contexto de dificultades personales y un estado de salud deteriorado, el resultado es un trabajo profundamente emotivo y reflexivo que pone de manifiesto la longevidad artística de Getz.

El 6 de junio de 1991, Stan Getz falleció a la edad de 64 años debido al cáncer. Su muerte marcó el final de una era en el jazz, pero su legado perdura a través de su vasta discografía, que abarca desde el cool jazz hasta la bossa nova y el jazz moderno. A lo largo de su vida, Getz dejó una huella indeleble en la música del siglo XX, siendo reconocido tanto por su virtuosismo como por su capacidad para transformar la interpretación del saxofón tenor. Su estilo, marcado por la elegancia y la fluidez melódica, lo convirtió en uno de los más grandes saxofonistas de la historia del jazz, y su contribución al desarrollo del jazz moderno y su fusión con la música brasileña sigue siendo una de sus mayores conquistas.

El legado de Stan Getz

El impacto de Getz en la música fue profundo. Su estilo se convirtió en un referente para futuras generaciones de saxofonistas, especialmente aquellos que buscaban crear una voz única dentro del jazz. Su enfoque en el lirismo y la melodía, su técnica depurada y su capacidad para improvisar con un estilo inconfundible lo situaron en la cúspide del jazz de la segunda mitad del siglo XX. Artistas como Gerry Mulligan, Chet Baker, Sonny Rollins y John Coltrane influyeron en su estilo, y él, a su vez, dejó una marca en todos ellos, especialmente en los músicos que emergieron en las décadas de 1960 y 1970.

Su obra como saxofonista sigue siendo un referente en la música moderna, y su capacidad para adaptarse a los cambios del jazz, explorando desde el cool jazz hasta el jazz fusión, hizo de él una figura excepcionalmente versátil. A pesar de las dificultades personales, Stan Getz nunca dejó de buscar la belleza en su música, y sus grabaciones continúan siendo una fuente de inspiración tanto para músicos como para aficionados del jazz de todo el mundo.

Biográficamente, Stan Getz no solo es recordado por su talento, sino también por su lucha constante contra la adversidad. A lo largo de su vida, atravesó momentos difíciles, pero su pasión por la música y su capacidad para expresarse a través del saxofón le permitieron superar obstáculos y dejar un legado que sigue vigente hoy en día.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Stan Getz (1927–1991): «The Sound» del Jazz y el Maestro del Tenor". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/getz-stan [consulta: 19 de octubre de 2025].