Alfonso de Palencia (1424–1492): Humanista, Cronista y Testigo de la Transición hacia la España Moderna
Alfonso de Palencia nació en una fecha crucial para la historia de Castilla, el 21 de julio de 1424, en un pequeño pero significativo pueblo de la provincia de Soria: Burgo de Osma. Sin embargo, a lo largo de los siglos, las fuentes históricas han generado cierta controversia acerca de su lugar exacto de nacimiento, ya que algunas biografías indican que Palencia pudo haber nacido en la ciudad que lleva su apellido. A pesar de esta duda, lo que es innegable es que su lugar de origen estuvo marcado por un ambiente de profunda religiosidad y una creciente estructura eclesiástica que sería crucial en su formación.
Alfonso fue hijo de Luis González de Palencia, quien desempeñó el papel de secretario de García Álvarez de Toledo, un influyente noble castellano que ostentaba el título de conde de Alba de Tormes. Este vínculo con el círculo cortesano y eclesiástico dejó una impronta muy importante en su desarrollo intelectual, ya que Alfonso fue parte de una familia que, sin duda, aspiraba a formar parte de una nueva clase de letrados cuya formación se iba consolidando en las instituciones de la corte regia. Estos primeros años marcarían su futuro, pues la educación en un entorno noble y clerical le permitió acceder a una formación académica que sería esencial para su carrera como humanista.
Durante su juventud, Palencia entró en contacto con figuras de gran renombre que influirían en su formación literaria y humana. Un ejemplo destacado de esta influencia fue el obispo Alonso de Cartagena, una de las personalidades más prominentes del Humanismo castellano del siglo XV. En la corte de Juan II de Castilla, el joven Palencia se formó no solo en las bases del conocimiento medieval, sino también en las enseñanzas del Humanismo renacentista que comenzaba a cobrar fuerza en Europa. Fue precisamente en este ambiente donde Palencia tuvo la oportunidad de conectar con otros eruditos y literatos de su tiempo, como Rodrigo Sánchez de Arévalo, Hernando del Pulgar y Diego Rodríguez de Almela, figuras que compartirían con él las inquietudes culturales que dominarían el siglo XV.
El aprendizaje de Palencia no se limitó a los muros de la corte castellana. A los 17 años, alrededor de 1441, se vio inmerso en un momento clave de la historia política de Castilla: el enfrentamiento entre el condestable Álvaro de Luna, principal valido del rey Juan II, y los infantes de Aragón. Este conflicto de poder, que dividió a la nobleza castellana, fue un factor importante en la vida de Palencia, pues le permitió no solo acercarse a los círculos de poder, sino también participar en un episodio decisivo para la política de la época. Durante este tiempo, fue elegido para formar parte del séquito de Alonso de Cartagena cuando el obispo fue enviado por el rey a mediar en el conflicto en Maqueda, donde el condestable estaba cercado por las tropas de los infantes. Acompañado de otros eclesiásticos y letrados, Palencia vivió de cerca las tensiones políticas y eclesiásticas que dominaban el reino.
Este episodio de su juventud también es significativo porque marca el primer encuentro de Palencia con la figura del nuncio apostólico Juan de Padua. El encuentro con este influyente personaje resultó determinante en su vida, ya que, un año después, gracias a las buenas relaciones de Alonso de Cartagena con los humanistas italianos, el joven Palencia fue enviado a Italia para completar su formación. La decisión de enviarlo a Roma fue crucial, pues, aunque ya había recibido una educación sólida en Castilla, la estancia en Italia le ofreció la oportunidad de sumergirse en el centro del Renacimiento europeo y en los círculos intelectuales más prestigiosos de la época.
La formación en Italia: Influencia del Humanismo clásico
En su llegada a Roma, la ciudad que en ese momento era el corazón del renacimiento intelectual y artístico, Palencia tuvo la oportunidad de conocer a los más destacados humanistas de la época. Esta experiencia resultó ser fundamental para el desarrollo de su pensamiento y obra. Se estableció en la ciudad papal y comenzó a trabajar como racionero de la diócesis de Burgos, un cargo que le permitió estar en contacto con los asuntos eclesiásticos y diplomáticos que se manejaban en la curia romana. Sin embargo, su verdadera pasión era la literatura y el estudio de las humanidades.
El encuentro con figuras de la talla de Bessarión, el destacado cardenal griego, y el erudito Jorge de Trebisonda (conocido también como Giorgos Trapezuncio) marcó un punto de inflexión en su formación. Fue bajo la tutela de Jorge de Trebisonda que Palencia perfeccionó sus conocimientos de latín, retórica y gramática, disciplinas esenciales en la formación de cualquier humanista de la época. El ambiente cultural de Roma, lleno de referencias al pasado clásico y a las ideas filosóficas griegas y latinas, dejó una huella indeleble en Palencia. En este contexto, entabló relaciones con otros intelectuales destacados, como Paulo Giovio, Vespasiano da Bisticci y Lorenzo Valla, con quienes compartió ideas y debates que enriquecerían su futuro trabajo.
El impacto del Humanismo italiano en la obra de Palencia es evidente. La formación que recibió en Roma lo conectó con las ideas de renovación literaria y cultural que estaban transformando Europa. A través del estudio de los clásicos y la enseñanza de autores como Cicerón, Virgilio y Tácito, Palencia desarrolló una visión crítica de la historia y de los textos, algo que sería clave en su futura labor como cronista de la corte castellana. De hecho, su enfoque en la historia y su habilidad para combinar las fuentes clásicas con los eventos contemporáneos lo convertirían en una figura central de la historiografía medieval en España.
El regreso a Castilla: Una nueva etapa de influencia política y literaria
Tras varios años en Italia, Palencia regresó a Castilla en 1454, justo al final del reinado de Juan II. Al regresar, su vida se encaminaría hacia un destino en el que combinaría la literatura con la política. Fue en este periodo donde consolidó su relación con las élites políticas castellanas. Inicialmente, se unió al servicio de Alfonso de Velasco, un noble andaluz que lo introdujo en el círculo de los grandes magnates de la región. Sin embargo, en 1456, Palencia abandonó este puesto y se alistó bajo las órdenes de Alonso de Fonseca, obispo de Sevilla y un influyente consejero del joven Enrique IV.
Fue durante este tiempo que Palencia comenzó a desempeñar uno de los roles más importantes de su vida: el de cronista oficial de la corte de Enrique IV. Su nombramiento como secretario de cartas latinas en 1456 marcó el inicio de una etapa en la que desempeñaría una labor crucial en la documentación y crónica de los eventos políticos y sociales del reinado de Enrique IV. En este contexto, Palencia no solo se dedicó a registrar los eventos, sino que también participó activamente en las disputas políticas que marcarían la segunda mitad del siglo XV.
Trabajo como cronista de la corte de Enrique IV
(Nombramiento y primer contacto con la política castellana)
A partir de 1456, el destino de Alfonso de Palencia se vio marcado por su nombramiento como cronista oficial de la corte de Enrique IV. Este nombramiento fue uno de los momentos clave de su vida, ya que, en su nuevo rol, se convirtió en uno de los principales encargados de registrar los eventos del reinado de Enrique IV, quien pasaría a la historia como «Enrique el Impotente». No obstante, este fue solo el inicio de su influencia en la corte, que lo situaría en el centro de una serie de intrigas políticas que definirían su futuro.
El contexto histórico del reinado de Enrique IV no podía ser más complejo. La corte castellana estaba marcada por profundas divisiones internas, que incluían luchas por el poder entre distintas facciones de la nobleza, como los partidarios de Juan Pacheco, el marqués de Villena, y los seguidores de la casa real. Esta división política no solo afectaba al reino de manera interna, sino que también provocaba fricciones y disputas dentro de la misma corte. El nombramiento de Palencia como cronista oficial fue, en parte, producto de la influencia de Alonso de Fonseca, el obispo de Sevilla, quien había logrado estrechar lazos con Enrique IV y desempeñaba un papel clave en la corte.
El papel de Palencia en la corte no se limitó a la crónica de los eventos, sino que también incluyó una serie de decisiones políticas que marcarían su implicación en las intrigas de la época. Si bien la función de cronista estaba destinada a registrar los hechos de manera objetiva, Palencia no fue un cronista neutral. A través de su obra, especialmente en su Crónica de Enrique IV, dejó clara su postura política y su visión crítica del monarca y sus decisiones. Este enfoque de Palencia no se limitó solo a los hechos políticos, sino que también se extendió a sus juicios sobre la moralidad y las costumbres de la corte, que él veía como decadentes y corruptas.
Uno de los primeros eventos significativos que Palencia presenció y documentó fue el conflicto entre el monarca y el marqués de Villena. Esta lucha por el poder, que marcó el reinado de Enrique IV, fue una de las primeras grandes crisis que Palencia abordó en su Décadas. A lo largo de los años, el cronista expresó su desprecio hacia el marqués de Villena, a quien acusaba de ser uno de los principales responsables de los males que aquejaban al reino. La crítica feroz que Palencia dedicó a esta figura de la nobleza refleja, en parte, su alineación con aquellos que se oponían al dominio de los nobles más poderosos sobre el trono.
Además de la facción de Villena, Palencia fue testigo del ascenso y caída de otras figuras relevantes dentro de la corte. Uno de los personajes clave en este contexto fue Juan Pacheco, otro de los grandes enemigos de Palencia. El marqués de Villena y Pacheco compartían intereses y objetivos políticos, pero el primero tenía un control absoluto sobre la vida de Enrique IV, mientras que el segundo era el gran manipulador detrás de las intrigas que amenazaban con desestabilizar el reino. Palencia nunca dudó en señalar lo que consideraba una alianza peligrosa entre estos nobles, a quienes veía como los principales culpables de la inestabilidad política de Castilla.
El cronista también fue testigo de otro de los episodios más significativos del reinado de Enrique IV: la crisis sucesoria que se desató en la corte en torno a la figura de la infanta Juana la Beltraneja. La disputa sobre la legitimidad de su derecho al trono generó tensiones no solo entre los nobles, sino también entre los diferentes reinos europeos que intervenían en los asuntos castellanos. En su Crónica, Palencia apoyó con firmeza a Alfonso XII, el hermano de Enrique IV, como el legítimo heredero del trono. Este apoyo se basaba en la creencia de que el monarca actual había fallado en cumplir con sus responsabilidades, y que Castilla necesitaba un líder más fuerte, capaz de restaurar el orden.
Una de las situaciones más complejas que Palencia vivió fue el enfrentamiento entre los partidarios de Enrique IV y los de Alfonso XII, que culminó en la denominada Farsa de Ávila en 1465. Este evento fue un intento de destituir a Enrique IV y proclamar a su hermano como rey. Palencia, que siempre había mostrado su apoyo a Alfonso XII, fue clave en el apoyo de Sevilla a la causa de Alfonso, y estuvo presente en la junta de regidores que expresó su lealtad al nuevo rey proclamado. Sin embargo, la situación no fue sencilla. El conflicto interno entre los nobles y la tensión con la monarquía continuaron marcando los años posteriores, mientras que la posición de Palencia seguía siendo crítica tanto con Enrique IV como con los nobles que buscaban sacar provecho de la situación.
Al mismo tiempo que Palencia vivía de cerca las tensiones en la corte, se dedicó con empeño a su obra literaria y cronística, que se convirtió en uno de los trabajos más importantes de la historiografía de la época. En sus Décadas, una obra monumental que abarcaba la historia de los reyes de Castilla, Palencia no solo narraba los hechos, sino que también ofrecía una profunda reflexión sobre el gobierno, la justicia y la moral de los monarcas. Sus escritos fueron una especie de testamento de sus ideales políticos y su visión de la historia, en la que el rey debía ser un líder justo y capaz de guiar a su pueblo, a diferencia de lo que él veía en Enrique IV.
El cronista no fue ajeno a las dificultades de la corte, y a lo largo de su vida enfrentó constantes críticas y amenazas de la nobleza. Sin embargo, su posición como cronista oficial le permitió mantenerse en una posición de relativa seguridad, aunque sus opiniones no siempre fueron bien recibidas. Su apoyo a los intereses de Alfonso XII y sus críticas a la corte de Enrique IV lo convirtieron en una figura polémica, especialmente cuando, en los años posteriores, comenzó a alinearse más claramente con la causa de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.
En definitiva, los primeros años de Palencia como cronista de la corte de Enrique IV marcaron no solo su carrera literaria, sino también su involucramiento en las complejas intrigas políticas de la época. A través de sus Décadas y otros escritos, dejó un testimonio valioso de los eventos y las luchas que definieron el reinado de un monarca que, a pesar de sus esfuerzos, no logró evitar las fracturas que amenazaron con dividir el reino. Palencia, al igual que otros humanistas de su tiempo, utilizó la pluma como una herramienta para reflexionar sobre el poder, la justicia y la moralidad de los gobernantes, dejando un legado de crítica y análisis político que perduraría a lo largo de los siglos.
El apoyo a la causa de los Reyes Católicos
(La implicación en la guerra civil castellana y la influencia en el matrimonio de Isabel y Fernando)
A medida que avanzaba el reinado de Enrique IV, las tensiones internas en Castilla se intensificaron, especialmente con la crisis sucesoria generada por la figura de Juana la Beltraneja. La disputa sobre la legitimidad del reinado de Enrique IV y el rechazo a su hija como futura heredera del trono marcaron una profunda división entre los nobles castellanos. A lo largo de este período convulso, Alfonso de Palencia, cronista de la corte, se fue alineando de manera firme con la causa de los Trastámara que se oponía al reinado de Enrique IV.
En 1464, Palencia comenzó a mostrar su apoyo a Alfonso XII, el hermano del rey, en un momento crucial de la historia de Castilla. La situación política era sumamente tensa, y la proclamación de Alfonso como rey en la llamada Farsa de Ávila de 1465, en la que varios nobles se alzaron en su favor, marcó un punto de inflexión en la lucha por la corona. En este contexto, Palencia jugó un papel importante al apoyar la causa alfonsina, lo que lo colocó en el bando de aquellos que consideraban que la estabilidad de Castilla solo podía ser asegurada por un nuevo monarca que fuera capaz de restaurar el orden y la legitimidad en el reino.
Sin embargo, la muerte prematura de Alfonso XII en 1468, de manera sospechosa según algunos cronistas, truncó las esperanzas de quienes luchaban por su ascenso al trono. La noticia de su fallecimiento fue un golpe devastador para aquellos que veían en él la solución a los problemas del reino. Aunque las causas de su muerte se atribuyeron a la peste, Palencia, en sus Décadas, insinuó que fue envenenado, lo que añadía una capa de intriga y sospecha a los acontecimientos que rodearon la muerte del príncipe.
A pesar de este revés, el destino de Castilla seguía siendo incierto. En 1468, tras la muerte de Alfonso XII, la situación se volvió más compleja, ya que el rey Enrique IV perdió la fuerza política necesaria para gobernar eficazmente. Esto llevó a una serie de negociaciones y acuerdos entre los diferentes actores políticos. En este contexto, el cronista Alfonso de Palencia, aún firme en su oposición al reinado de Enrique IV, redobló sus esfuerzos en apoyo a la causa de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, quienes, tras la muerte de Alfonso, representaban una alternativa viable y legítima al caos del reinado de Enrique IV.
El matrimonio entre Isabel y Fernando, que finalmente se concretó en 1469, fue un hito clave no solo para la historia de España, sino también para la vida de Palencia. Este matrimonio representaba la unión de dos coronas, la de Castilla y la de Aragón, y el comienzo de la unificación de la península ibérica. Palencia, que ya desde 1464 había mostrado su apoyo a la causa alfonsina, se involucró activamente en las negociaciones previas al matrimonio, desempeñando un papel clave como intermediario y diplomático. Fue uno de los principales impulsores de este enlace, especialmente en el ámbito de la nobleza andaluza, que no veía con buenos ojos la ascensión de los Enríquez al poder.
La labor diplomática de Palencia en las negociaciones fue ardua y peligrosa. Durante sus viajes a Aragón, donde se entrevistó con Juan II de Aragón, padre de Fernando, Palencia actuó como mensajero y facilitador de los acuerdos. Su misión consistía en garantizar que las condiciones del matrimonio entre Isabel y Fernando se cumplieran y que los intereses de la corona de Castilla fueran respetados. Uno de los momentos clave de estas negociaciones fue la obtención del collar de perlas y piedras preciosas, que serviría como parte de la dote que Fernando debía entregar para asegurar el matrimonio. Este collar simbolizaba el acuerdo entre los reinos de Aragón y Castilla, y Palencia, en su papel de intermediario, se convirtió en una figura crucial en la culminación de este enlace.
Además de su implicación en las negociaciones matrimoniales, Palencia desempeñó un papel esencial en la construcción de la imagen política de Isabel y Fernando. La unión de los dos príncipes no solo consolidó una alianza entre dos reinos, sino que también representaba una oportunidad para cambiar el rumbo de Castilla. Isabel había sido reconocida como reina legítima, pero su ascenso al trono dependía en gran medida del apoyo de la nobleza y de la aceptación de los sectores más poderosos del reino. Palencia, por tanto, trabajó incansablemente para asegurar que Isabel tuviera la legitimidad necesaria para reinar. Fue en este contexto que su influencia en la corte castellana se consolidó, pues su apoyo no solo era diplomático, sino también ideológico, ya que consideraba que Isabel representaba la esperanza de una nueva era para el reino.
Su influencia sobre Fernando también fue considerable. A pesar de que el cronista no compartía el entusiasmo por Isabel, siempre se mostró favorable a la causa de un reino unido bajo un gobierno fuerte. Fernando, el príncipe de Aragón, encarnaba, para Palencia, el tipo de monarca que debía gobernar Castilla. Palencia compartía con él la visión de un gobierno centralizado y eficaz, y confiaba en que la unión de Isabel y Fernando sería clave para alcanzar la estabilidad política que tanto necesitaba el reino.
El apoyo de Palencia a la causa de los Reyes Católicos se consolidó aún más cuando se encargó de mediar en las tensiones entre la nobleza castellana, especialmente en Andalucía. A través de sus intervenciones, logró que el duque de Medinasidonia y otros nobles andaluces se alinearan con la causa de Fernando e Isabel, asegurando un apoyo crucial en el sur del reino. Este tipo de mediación diplomática fue esencial para la consolidación del poder de los Reyes Católicos, pues permitió que la nobleza, tradicionalmente poderosa en ciertas regiones, aceptara su autoridad.
La implicación de Palencia en la causa de los Reyes Católicos no se limitó a las negociaciones políticas, sino que también se extendió al ámbito militar. En sus escritos, deja claro que no solo apoyaba la unión dinástica, sino que también estaba dispuesto a ayudar en la lucha por la consolidación del poder real. A medida que se acercaba el momento de la coronación de Isabel como reina de Castilla, Palencia se convirtió en un firme defensor de la causa de los Reyes Católicos, y su influencia en la corte de Isabel y Fernando aumentó considerablemente. Sin embargo, aunque su apoyo a la causa fue fundamental para el éxito de los Reyes Católicos, su relación con Isabel no estuvo exenta de tensiones. A pesar de las veces que Palencia trabajó incansablemente para el éxito de los monarcas, su relación con Isabel no fue siempre armoniosa, pues su visión de un gobierno fuerte y centralizado chocaba a veces con las actitudes más políticas y calculadoras de la reina.
La culminación de sus esfuerzos tuvo lugar en 1474, cuando Isabel fue finalmente coronada reina de Castilla. A pesar de las dificultades que rodearon la coronación y la resistencia de algunos sectores de la nobleza, Palencia se mostró como un firme partidario de la autoridad de los Reyes Católicos. A partir de ese momento, su rol dentro de la corte se consolidó, y su influencia en los asuntos políticos de la monarquía fue reconocida.
Desacuerdos con la corte de los Reyes Católicos
(Ruptura con los monarcas y su caída en desgracia)
A medida que el reinado de Isabel y Fernando se consolidaba, los intereses políticos de Alfonso de Palencia fueron evolucionando, lo que a la larga lo llevó a una serie de desencuentros con la corte de los Reyes Católicos. Aunque Palencia había sido un firme defensor de su causa desde el principio, con el tiempo sus ideales y su visión sobre el gobierno de la monarquía empezaron a chocar con los enfoques de la reina Isabel y su esposo Fernando.
Al principio, Palencia se mostró como un hombre de confianza para los Reyes Católicos, participando en varias de las negociaciones diplomáticas que rodeaban el ascenso de Isabel al trono y el establecimiento de la nueva monarquía unificada. Sin embargo, a medida que pasaron los años, Palencia comenzó a sentirse cada vez más incómodo con el rumbo que tomaban las decisiones políticas dentro de la corte castellana. Lo que antes había considerado una esperanza para el reino se estaba transformando en un entorno lleno de intrigas, ambiciones y cálculos políticos que, a su juicio, estaban poniendo en peligro la estabilidad y la justicia que tanto había anhelado.
Una de las principales razones por las que Palencia se distanció de la corte fue el creciente protagonismo de Isabel, quien, a pesar de su astucia política y habilidad para manejar las tensiones de la corte, comenzó a ejercer un poder autoritario que no era del todo del agrado de Palencia. Si bien Fernando había contado con el apoyo de Palencia en muchos aspectos, la monarquía de Isabel se fue mostrando más distante de los ideales del cronista. Palencia, con su profunda admiración por un gobierno centralizado y unificado bajo un monarca fuerte, empezó a ver con creciente escepticismo la creciente influencia de la reina en todos los aspectos del gobierno.
En 1475, Palencia comenzó a experimentar una ruptura más clara con los monarcas. Esta ruptura se produjo en parte por su apoyo incondicional a Fernando y su desconfianza hacia Isabel. Durante este tiempo, Isabel había iniciado una serie de reformas dentro de la corte y las instituciones castellanas, lo que, aunque bien intencionado, fue percibido por Palencia como una maniobra para consolidar aún más su poder personal. A pesar de que Fernando había sido el príncipe que inicialmente captó la admiración de Palencia, la actitud política de Isabel empezó a erosionar la relación entre el cronista y la corte real.
Un factor clave en esta distancia fue la participación activa de Palencia en las luchas de poder internas dentro de la corte. A medida que los conflictos entre las distintas facciones nobles de Castilla aumentaban, Palencia intentó mediar entre las facciones enfrentadas, pero sus esfuerzos no siempre fueron bien recibidos. Además, sus intentos de intervenir en asuntos como la gestión de la nobleza andaluza y los problemas derivados de la distribución del poder entre los distintos linajes fueron vistos como injerencias que no siempre coincidian con las políticas reales.
En 1476, uno de los puntos de quiebre más importantes en la relación entre Palencia y la corte de Isabel fue el descontento del cronista con la forma en que la reina gestionaba la sucesión y las influencias en la corte. Palencia se dio cuenta de que, a pesar de su lealtad a la causa de Isabel, la reina no estaba dispuesta a permitir que sus consejeros más cercanos influyeran de manera significativa en la política interna del reino. En ese mismo año, Palencia fue testigo de la creciente hostilidad de algunos sectores de la corte que comenzaban a cuestionar su influencia, y él mismo se sintió apartado de las decisiones clave que se tomaban en la monarquía.
El hecho de que Palencia hubiera trabajado incansablemente por la consolidación del matrimonio entre Isabel y Fernando y por la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, pero ahora se viera marginado y excluido de las decisiones importantes de la corte, lo sumió en una sensación de frustración. Su dedicación a la causa real no fue correspondida de la manera que él esperaba. El cronista comenzó a percibir que su trabajo en favor de los Reyes Católicos no había sido lo suficientemente reconocido, y en lugar de gozar de la posición de privilegio que una vez tuvo, se encontraba relegado a un segundo plano en el gobierno de Castilla.
Además de los desacuerdos políticos y de poder, también hubo cuestiones personales que contribuyeron a esta ruptura. La creciente influencia de la reina Isabel sobre los asuntos internos de la corte y su manera de tomar decisiones de forma autoritaria fueron factores que fueron erosionando la confianza de Palencia en la monarquía. Aunque, al principio, Palencia había considerado a Isabel una figura capaz de restaurar el orden en Castilla, comenzó a sospechar que la reina estaba más interesada en consolidar su propio poder que en lograr una verdadera reforma del reino.
A lo largo de estos años, la falta de reconocimiento a sus esfuerzos y la marginalización de Palencia dentro de la corte le hicieron sentir que su influencia política había sido reemplazada por otras figuras de la corte, más cercanas a Isabel. En este punto de su vida, el cronista dejó de ser un miembro influyente de la corte y se convirtió en una figura más distanciada, observando desde fuera los conflictos internos que cada vez se volvían más complejos y difíciles de manejar.
La tensión alcanzó su punto culminante en 1478, cuando Palencia, quien había dedicado gran parte de su vida al servicio de los Reyes Católicos, fue testigo de cómo Isabel lo apartaba del centro de poder en favor de otros consejeros que, según él, carecían de su experiencia y visión política. Fue en este contexto que Palencia comenzó a cuestionar el futuro del reino y su papel dentro de él. La corte de Isabel ya no era el lugar donde se sentía cómodo, y, aunque seguía recibiendo un sueldo por sus servicios, su relación con la monarquía se había deteriorado profundamente.
Su alejamiento de la corte fue un proceso gradual, y en muchos sentidos, Palencia se vio forzado a aceptar su nuevo papel como cronista relegado. A pesar de sus diferencias con Isabel y sus dificultades dentro de la corte, Palencia continuó trabajando en su obra literaria y en la redacción de sus Décadas, donde, de manera sutil, expresó su desacuerdo con la dirección política que estaba tomando Castilla. Sus escritos reflejan un hombre desilusionado con el rumbo de los Reyes Católicos y una crítica implícita a la creciente centralización del poder bajo Isabel.
Últimos años y legado intelectual
(Fallecimiento, legado y su última obra)
Los últimos años de Alfonso de Palencia estuvieron marcados por la nostalgia de un tiempo de mayor influencia, pero también por la constancia en su trabajo literario. Tras su distanciamiento de la corte de los Reyes Católicos, Palencia se retiró gradualmente de la vida política activa, aunque nunca abandonó su pasión por la historiografía y el Humanismo. A pesar de su alejamiento de la corte, siguió siendo una figura de referencia en los círculos intelectuales de su tiempo, particularmente en Sevilla, donde residió hasta su fallecimiento en 1492.
La última etapa de su vida fue un periodo de reflexión, marcada por la madurez de sus ideas y la elaboración de su obra literaria más importante, La Cuarta Década. Palencia dedicó sus últimos años a completar esta obra monumental, que cubría los eventos históricos y políticos más relevantes de su tiempo, incluyendo la vida de los monarcas que había servido. Su trabajo no solo era un reflejo de su talento literario, sino también un testimonio de las tensiones políticas que había experimentado a lo largo de su vida. A través de sus Décadas, Palencia ofreció un análisis crítico de la política castellana, reflexionando sobre la moralidad de los monarcas y las intrincadas relaciones entre la monarquía y la nobleza.
Sin embargo, sus últimos años también estuvieron marcados por la decadencia física y mental. Palencia sufrió varios achaques de salud, que fueron deteriorando su capacidad para trabajar con la misma intensidad que en su juventud. En 1488, se trasladó a Málaga, donde testificó a favor de Rodrigo de Ulloa, y, en 1489, ya con la salud gravemente afectada, regresó a Sevilla. Durante su estancia en Sevilla, Palencia vivió en la collación de San Lorente y continuó trabajando en su obra hasta los últimos momentos de su vida.
Una de las principales características de este último periodo fue el sentimiento de melancolía que embargó al cronista. En sus escritos, especialmente en las dedicatorias de sus últimas obras, Palencia expresó el deseo de continuar sirviendo a la monarquía, aunque en una escala mucho más modesta. En una de sus dedicatorias, Palencia menciona su «extrema vejez» y lamenta no poder seguir trabajando al nivel que lo hizo en su juventud. Sin embargo, la sinceridad de su dedicación al reino y a sus monarcas se hacía patente, ya que, a pesar de los conflictos que había vivido con la corte, su lealtad nunca flaqueó por completo.
La muerte de Alfonso de Palencia se produjo a finales de marzo de 1492, solo unos meses después de la caída de Granada, un evento que marcó el fin de la Reconquista y la culminación de un largo proceso de unificación de España. Es posible que Palencia, consciente de su delicado estado de salud, viera la caída de Granada como un hito que cerraba un ciclo en la historia de su país, un ciclo con el que él mismo estuvo profundamente vinculado, tanto en su rol como cronista como en su implicación en los eventos históricos y políticos de su tiempo.
La vida de Palencia estuvo siempre teñida de la tensión entre su amor por la historia y la política, su deseo de justicia y su desencanto con la realidad que le tocó vivir. Sus escritos no solo son una crónica del reinado de Enrique IV y la ascensión de Isabel y Fernando, sino también una reflexión profunda sobre las dinámicas de poder y la moralidad en la política. En este sentido, su obra representó un valioso testimonio de las aspiraciones de una generación que intentó modernizar y reformar las instituciones políticas de Castilla, pero que se vio frustrada por la falta de unidad entre la corte y la nobleza.
El legado de Alfonso de Palencia es doble. Por un lado, su contribución a la historiografía medieval es fundamental. Sus Décadas son un referente esencial para comprender los eventos de la segunda mitad del siglo XV en España. Su obra ofrece una perspectiva única sobre los acontecimientos de la época, al tiempo que revela sus propios prejuicios y opiniones sobre los personajes que formaron parte de la corte de Enrique IV, la intrincada política de la nobleza castellana y los conflictos que definieron la transición del reino de Castilla hacia el reinado de Isabel y Fernando. Aunque sus escritos estuvieron marcados por su parcialidad y su crítica hacia ciertos personajes, su trabajo proporciona un relato detallado y bien documentado de la historia de su tiempo.
Por otro lado, el legado intelectual de Palencia está relacionado con su vinculación al Humanismo. A lo largo de su vida, Palencia mostró un profundo amor por los estudios clásicos y una admiración por las ideas renacentistas que, a pesar de no ser completamente aceptadas en su país, marcaron su forma de ver el mundo. Su formación en Italia, bajo la tutela de Bessarión y Jorge de Trebisonda, le permitió adoptar una visión más moderna y humanista de la historia y la literatura, lo que lo convierte en una de las figuras más importantes del Renacimiento en España. Palencia, al igual que otros humanistas, consideraba que el conocimiento debía servir no solo para enriquecer la mente, sino también para transformar la sociedad. En este sentido, su obra no solo tiene valor histórico, sino también cultural y filosófico, como parte del desarrollo del pensamiento crítico en el contexto de la Europa medieval.
A pesar de los desencuentros con la corte de los Reyes Católicos, el legado de Palencia perdura como uno de los grandes cronistas de su tiempo. Su capacidad para combinar la narración de los eventos históricos con la reflexión crítica sobre la moral y la política le otorgó un lugar destacado en la historiografía española. Su obra fue una de las primeras en utilizar una perspectiva humanista para analizar la política y la historia, un enfoque que sería seguido por generaciones posteriores de historiadores.
En cuanto a su vida personal, poco se sabe sobre sus relaciones familiares más cercanas, pero se sabe que en sus últimos años vivió solo en Sevilla. Su hermano, también llamado Diego, fue mencionado en algunos documentos, pero la identidad de su familia sigue siendo un misterio. En su testamento, Palencia legó sus bienes a Diego Buitrago, una figura que algunos historiadores han identificado como un posible pariente cercano, aunque no se ha podido confirmar con certeza su relación. La falta de información precisa sobre su familia refuerza la imagen de un hombre profundamente comprometido con su obra intelectual, pero algo distante de las preocupaciones familiares.
En resumen, Alfonso de Palencia fue un hombre de su tiempo, profundamente influenciado por el ambiente humanista del Renacimiento, pero también marcado por los conflictos políticos que definieron su vida. A través de su obra, dejó un testimonio de las luchas internas de Castilla y de las tensiones entre la nobleza, la monarquía y la Iglesia. A pesar de sus desacuerdos con los Reyes Católicos, su legado como cronista y humanista perdura, y su influencia sigue siendo relevante para los estudios históricos de la España medieval y el Renacimiento.
MCN Biografías, 2025. "Alfonso de Palencia (1424–1492): Humanista, Cronista y Testigo de la Transición hacia la España Moderna". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/alfonso-de-palencia [consulta: 26 de septiembre de 2025].