Ordoño IV. Rey de León y Asturias (925-962)
Octavo rey de León desde marzo del año 958 hasta marzo del año 959, apodado el Malo. Nacido probablemente en Navarra en el año 925 y muerto en Córdoba en el año 962. Tras su efímero reinado, se vio obligado a refugiarse en la corte de al-Hakam II.
Único hijo del rey de León Alfonso IV el Monje y de la esposa de éste, la princesa navarra Oneca Sánchez, aunque desconocemos la fecha exacta de su nacimiento, en opinión de algunos investigadores es posible afirmar que Ordoño nació en los primeros días del año 925 en Navarra, puesto que Alfonso Ordoñez y Oneca abandonaron la corte de León tras la llegada al poder de Fruela II y tras permanecer algún tiempo en Galicia, solicitaron la protección del monarca navarro, el cual no tuvo inconveniente en colaborar con el futuro Alfonso IV en la guerra civil que enfrentó a los hijos de Ordoño II con los del citado Fruela II. Así atendiendo a esta hipótesis parece posible afirmar que el primer año de la vida de Ordoño transcurrió en Navarra, alejado de los peligros que implicaba la guerra. Tras la llegada de Alfonso IV al poder, en febrero del año 926, Ordoño se instaló junto a su familia en León, aunque no es posible determinar cual fue su papel en la Corte de su padre, puesto que su firma no ha quedado registrada en los escasos documentos que se emitieron desde la Cancillería Real.
Debido a su corta edad desconocemos cual fue la reacción de Ordoño ante los sucesos acaecidos tras la muerte de su madre, en el año 931, ya que si bien parece lógico que la perdida de ésta debió ser un duro golpe para él, no hay datos que nos permitan conocer los sentimientos que albergó hacia su padre, el cual tras abdicar e ingresar en un convento, decidió recuperar su autoridad enfrentándose al nuevo monarca, Ramiro II. Pero no hay duda que el cambio que experimentó la vida de Ordoño debió ser muy grande, ya que el joven se vio obligado a permanecer alejado de las actividades que se desarrollaron en la corte de su tío, sobre todo tras producirse la muerte de su padre sin haber llegado a reconciliarse con el monarca. De este modo la figura de Ordoño se pierde para los historiadores durante largos años, ya que aunque parece que residió de forma habitual en la Corte, bajo la protección de su tía paterna Jimena Ordoñez, no ocupó un puesto relevante ni en el reinado de Ramiro II, ni en el de su sucesor, Ordoño III.
El momento de Ordoño iba llegar tras la proclamación de Sancho I, puesto que éste no contaba ni con el apoyo de los nobles de León, ni con el apoyo del conde de Castilla, Fernán González, el cual muy pronto decidió explotar la precaria situación del nuevo monarca en su propio beneficio. De este modo el conde castellano decidió conceder la mano de su hija Urraca, la viuda de Ordoño III, al hijo del rey Monje en el año 957, ya que éste era el único capaz de cuestionar la legitimidad del gobierno de Sancho I y debido a su inexperiencia en el manejo de los asuntos de gobierno, parecía fácil de manejar. Pero llegados a este punto es preciso señalar que si bien Fernán González prestó todo su apoyo a Ordoño, su candidatura no debió calar muy hondo entre los castellanos, puesto que muy pronto se hizo evidente para muchos las escasas cualidades morales y físicas de éste, que ha sido descrito en ocasiones como un hombre mezquino y egoísta, de ahí que recibiera el apodo de Ordoño el Malo.
El silencio que guardan las fuentes escritas sobre los acontecimientos que se sucedieron tras celebrarse el matrimonio de Urraca y Ordoño, nos impide conocer cuales fueron los movimientos de éste hasta el mes de marzo del año 958, aunque parece claro que se benefició del tremendo descontento que se apoderó de los nobles del reino, tras constatar que la extrema obesidad de Sancho I le impedía hacerse cargo de la defensa de sus posesiones, sobre todo tras la victoriosa expedición musulmana del verano del año 957. Finalmente la llegada de las tropas de Ordoño a tierras gallegas obligó a Sancho I a huir a Navarra, por lo que el camino de quedó libre de obstáculos y éste pudo ocupar el trono, según nos indican algunos cronistas, tras celebrarse una asamblea en la que participaron además de Fernán González, los principales magnates del reino. Aunque en opinión de la mayor parte de los investigadores Ordoño IV fue aceptado por los nobles leoneses más que por sus cualidades por el tremendo descontento que provocaba la figura de Sancho I. Por lo que respecta a los magnates gallegos, hay que señalar que los numerosos contactos del conde castellano en este territorio fueron cruciales a la hora de entender la reacción favorable de éstos hacia el nuevo monarca.
A pesar de sus victorias y de contar con el apoyo de castellanos y gallegos, parece que Ordoño IV no se sintió seguro desde su llegada al poder, como lo demuestra el hecho de que siempre tuviera próximo a su ejército. Pero a pesar de estas precauciones, muy pronto iba cambiar su situación, ya que durante su breve mandato dio sobradas pruebas de su incapacidad para el manejo de los asuntos de Estado y sobre todo, su evidente falta de tacto ofendió a los nobles del reino, que poco a poco fueron abandonando su causa. La soledad de Ordoño IV se puso de manifiesto en marzo del año 959, tras recibir la noticia de la llegada de Sancho I a Sahagún al frente de un importante contingente de tropas musulmanas, puesto que no contaba con efectivos suficientes para oponerse a las tropas de su adversario. Además en esta ocasión tampoco podía pedir ayuda a su protector, ya que Fernán González estaba siendo atacado por un poderoso ejército que había sido reclutado en Navarra. Así estas circunstancias obligaron a Ordoño a huir a Asturias junto a su esposa y sus dos hijos, aunque ignoramos que motivó su decisión de refugiarse en estas tierras.
Poco después, instalado Sancho I nuevamente en el trono, Ordoño se vio obligado a abandonar Asturias, ya que su causa no despertó ningún interés entre los habitantes de la zona. De este modo parece que como último recurso decidió refugiarse junto a su familia en Burgos, donde esperaba contar con el apoyo de los castellanos, los cuales desmoralizados también le dieron la espalda y le obligaron a abandonar el territorio, tras lo cual partió con una reducida escolta a tierras cordobesas, donde fue recibido por los colaboradores de al-Hakam II. Desesperado Ordoño IV decidió solicitar la colaboración del califa para recuperar su autoridad, pero a pesar de que obtuvo una respuesta favorable del sucesor de Abd al-Rahman III, parece que el cordobés nunca estuvo interesado realmente en prestarle su ayuda, ya que por el contrario utilizó las aspiraciones de éste para presionar a Sancho I, el cual se mostraba reacio a la hora de entregar las plazas fronterizas que había prometido al anterior califa a cambio de su ayuda. De este modo profundamente humillado y herido en su amor propio Ordoño se vio obligado a renunciar a sus planes, una vez que quedó sellada la paz entre Sancho I y al-Hakam II.
Los últimos meses de la vida de Ordoño IV permanecen en la más absoluta oscuridad, ya los cronistas no le prestaron ninguna atención. Así ignoramos si éste estuvo acompañado en su exilio por alguno de sus hijos, aunque es posible que uno de ellos llamado García permaneciera a su lado; al igual que ignoramos la fecha exacta de su muerte, aunque lo más probable es que falleciera, por causas naturales, alrededor del año 962.
Bibliografía
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