David Lichine (1910-1972): El legado del coreógrafo y bailarín ruso que revolucionó la danza clásica

David Lichine, nacido en Rostov-on-Don el 25 de octubre de 1910, fue un bailarín, coreógrafo y profesor de danza cuyo impacto en el mundo de la danza clásica perdura aún hoy. A pesar de haber nacido en Rusia, Lichine forjó su carrera principalmente en Europa y América, destacándose por su excepcional talento y su capacidad para combinar la técnica del ballet clásico con innovadoras coreografías que influyeron en generaciones posteriores de bailarines y coreógrafos. Conocido por su estilo dinámico y sus contribuciones tanto en el escenario como en la enseñanza de la danza, su vida y carrera son un testimonio de su dedicación al arte.

Orígenes y contexto histórico

David Lichine nació como David Liechtenstein en Rostov-on-Don, una ciudad en el sur de Rusia. Desde temprana edad, mostró un interés por las artes, y su familia, que abandonó Rusia cuando él aún era un niño, se trasladó a París, donde comenzó sus estudios de danza. Fue allí donde se formó bajo la tutela de la famosa bailarina y maestra Lubov Egorova, una de las figuras clave en su desarrollo artístico. Egorova, quien había sido una destacada bailarina del Ballet Imperial de Rusia, le brindó una sólida base técnica en ballet, lo que le permitió a Lichine consolidarse como un talento prometedor.

En un momento histórico marcado por el éxodo de muchos artistas rusos tras la Revolución Rusa de 1917, París se convirtió en un centro neurálgico de la danza clásica. A través de Egorova, Lichine tuvo acceso a una red de influencias que le permitirían convertirse en un miembro destacado de varias compañías de ballet. Fue en este ambiente en el que su talento comenzó a florecer, un contexto en el que también convergieron otras figuras legendarias, como Bronislava Nijinska, Ida Rubinstein y Anna Pavlova, quienes desempeñarían un papel crucial en su carrera.

Logros y contribuciones

La carrera de Lichine se desarrolló principalmente en el ámbito de los Ballets Russes y otras importantes compañías internacionales. En 1928, Bronislava Nijinska, conocida por su creatividad y por su asociación con los Ballets Russes, lo reclutó para la compañía de la famosa Ida Rubinstein. A partir de ahí, su carrera despegó rápidamente. En 1930, Lichine se unió al elenco del Ballet de Anna Pavlova, una de las más grandes figuras del ballet clásico. La conexión con Pavlova le permitió a Lichine aprender y perfeccionar aspectos técnicos y artísticos fundamentales que marcarían su estilo.

Entre 1932 y 1940, fue bailarín principal de los Ballets Russes de Monte Carlo, una de las compañías más importantes de la época, que más tarde se transformó en los Ballets Russes del Coronel de Basil y el Original Ballet Russe del Coronel de Basil. Con esta última agrupación, Lichine participó en el estreno de algunas de las coreografías más importantes de su carrera. Entre ellas destacan Cotillon (1932) y Le Bourgeois Gentilhomme (1932) de George Balanchine, Jeux d’Enfants (1932) y Les Présages (1933) de Leónide Massine, y Les Cent Baisers (1935) de Nijinska.

Lichine también comenzó a mostrar su talento como coreógrafo. En 1933, realizó su primera coreografía, Nocturne (Mendelsshon), una obra que consolidó su reputación como creador. En los años siguientes, continuó desarrollando su estilo único, con obras como Les Imaginaires (1934), Le Pavillon (Borodin y Dorati, 1936), y Le Lion Amoureux (Rathaus, 1937), entre otras. Su enfoque creativo lo llevó a innovar en el mundo del ballet, con coreografías que desafiaban las convenciones de la época.

A lo largo de su carrera, Lichine también creó algunas de las coreografías más memorables de la danza clásica. Algunas de sus obras más destacadas incluyen Francesca da Rimini (Tchaikovsky, 1937), Les Dieux Mendiants (Haendel y Beecham, 1937), y Protée (Debussy, 1938). Estas coreografías fueron interpretadas por las mejores compañías de ballet del mundo, consolidando aún más su legado en el ámbito internacional.

Momentos clave de su carrera

A lo largo de su carrera, Lichine participó en diversos momentos clave que marcaron la historia del ballet. Su trabajo como coreógrafo y bailarín en el Ballet Theatre a partir de 1941 fue particularmente relevante. Durante este tiempo, Lichine tuvo la oportunidad de finalizar la coreografía de Mikhail Fokine para la obra Helen of Troy (Offenbach, 1942), un proyecto que consolidó su estatus como uno de los principales coreógrafos de su generación. También en esta etapa, Lichine creó Fair at Sorochinsk (Mussorgsky, 1943), otra obra importante que consolidó su enfoque creativo y su capacidad para interpretar la música clásica con movimientos innovadores.

En la década de 1940, Lichine comenzó a trabajar como coreógrafo invitado para diversas compañías internacionales. Su repertorio se amplió con obras como Cain and Abel (Wagner, 1946) para el Original Ballet Russe, y La Création (sin música, 1948) y La Rencontre (Sauguet, 1948) para Les Ballets des Champs-Elysées. Durante los años 50, continuó su labor creativa con coreografías como Le Moulin Enchanté (Schubert, 1949) y Corrida (Scarlatti, 1949), y en 1951 estrenó Symphonic Impressions (Bizet). Sus últimas obras, como Cascanueces (Tchaikovsky, 1957) y Vision of Chopin (Chopin, 1959), son consideradas hitos de su carrera.

Relevancia actual

David Lichine dejó un legado imborrable en el mundo de la danza. No solo fue un innovador en el escenario, sino también un excelente profesor de danza. Durante los últimos años de su vida, dedicó gran parte de su tiempo a la enseñanza, transmitiendo su conocimiento y experiencia a nuevas generaciones de bailarines. Su influencia sigue vigente en la forma en que los coreógrafos y bailarines abordan el ballet clásico, especialmente en lo que respecta a la interpretación y la expresividad del cuerpo.

Además de su legado artístico, Lichine fue un hombre que vivió rodeado de grandes personalidades del ballet, y su vida personal estuvo marcada por su matrimonio con la bailarina Tatiana Riabouchinska, una de las grandes figuras de la danza clásica. Juntos compartieron una pasión por el ballet que se reflejó tanto en su vida profesional como en su vida personal.

Hoy en día, las obras de Lichine siguen siendo representadas en las mejores compañías de ballet del mundo, y su estilo se considera un referente dentro del repertorio clásico. Su legado perdura, y su influencia sigue siendo fundamental en la evolución del ballet moderno. Su nombre permanece asociado a algunos de los momentos más brillantes de la historia de la danza, como lo demuestra su participación en las obras de grandes figuras como Lubov Egorova, Bronislava Nijinska, Ida Rubinstein, Anna Pavlova, George Balanchine, y Leónide Massine.

David Lichine no solo es recordado por su talento artístico, sino también por su capacidad para transformar la danza y dejar una huella profunda en la historia de las artes escénicas.