Francisco Hernández (1517–1587): Pionero de la Historia Natural que Descubrió los Secretos del Nuevo Mundo

Francisco Hernández (1517–1587): Pionero de la Historia Natural que Descubrió los Secretos del Nuevo Mundo

Contexto histórico y social de la época

A principios del siglo XVI, Europa atravesaba un periodo de cambios profundos en todos los ámbitos del conocimiento, la política y la cultura. En España, la influencia del Renacimiento y el auge del humanismo, impulsado por figuras como Erasmo de Rotterdam, se unían a la expansión imperial, marcada por la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492. El fervor por explorar y documentar lo desconocido se extendió por todo el continente, dando paso a una era de descubrimientos y avances científicos.

En este contexto, la medicina, la botánica y la zoología se vieron profundamente influenciadas por las nuevas corrientes intelectuales. El interés por comprender el cuerpo humano y su funcionamiento fue promovido por pensadores como Andrés Vesalio, quien había publicado en 1543 su obra fundamental De humani corporis fabrica, revolucionando la anatomía. Estos avances en el conocimiento de la anatomía humana influyeron en la medicina y abrieron nuevas puertas para los estudios científicos en el ámbito de la biología.

De este ambiente se nutrió Francisco Hernández, quien en medio de la dinamicidad científica y política de su tiempo, se erigiría como uno de los más grandes naturalistas y médicos de la época, destacando especialmente por su trabajo pionero en el estudio de la flora y fauna del Nuevo Mundo.

Orígenes familiares y contexto social

Francisco Hernández nació en 1517 en Puebla de Montalbán, un pequeño pueblo de la provincia de Toledo, en la Castilla del siglo XVI. Su familia, aunque no pertenecía a la nobleza, era parte de una clase media que gozó de cierto reconocimiento local. Su lugar de origen y las circunstancias de su niñez moldearon sus primeros años y su acceso a la educación. En un entorno marcado por las estructuras rígidas de la sociedad estamental de la época, la posibilidad de ascender en la jerarquía social a través del conocimiento era aún limitada, pero los caminos de la educación universitaria ofrecían una oportunidad para algunos jóvenes con ambición.

El joven Francisco, desde su infancia, mostró una notable inclinación hacia el aprendizaje. En un contexto donde las universidades se constituían como centros clave de saber, la Universidad de Alcalá, en la que más tarde Hernández cursaría sus estudios, se encontraba en plena expansión y consolidación, siendo un centro prominente del Renacimiento español.

Formación académica y primeros estudios

Desde muy temprana edad, Hernández se mostró interesado por la medicina, que, en ese tiempo, no solo comprendía la práctica médica en su sentido más tradicional, sino que también implicaba un profundo conocimiento de la naturaleza, la filosofía y las ciencias experimentales. La Universidad de Alcalá fue el lugar donde recibió su formación, siendo uno de los principales centros de enseñanza de la época, y allí se impregnó de las ideas del humanismo renacentista que permeaban la Europa de ese entonces. Fue en este marco donde, bajo la influencia de pensadores como Vesalio, empezó a tomar conciencia de la importancia de la observación directa, la disección y el análisis sistemático en el estudio de los seres vivos.

Además de sus estudios médicos, Hernández cultivó su amor por la naturaleza, un interés que se convertiría en el núcleo de su futuro trabajo científico. A lo largo de sus primeros años de práctica profesional, trabajó como médico en distintas ciudades, incluyendo Toledo y Sevilla, donde desarrolló su habilidad no solo como médico, sino también como observador de la naturaleza y sus fenómenos.

Primeros intereses y desarrollo de su carrera profesional

Tras completar sus estudios en Alcalá, Hernández comenzó a ejercer la medicina en Toledo, donde su talento y dedicación lo hicieron destacar entre sus colegas. Sin embargo, fue en su etapa en Sevilla cuando su verdadera pasión por la naturaleza comenzó a tomar forma. Durante sus años sevillanos, Hernández no solo practicaba la medicina, sino que también se dedicó a explorar diversas zonas de Andalucía en busca de plantas y animales para estudiar su potencial terapéutico. Esto no era común entre los médicos de la época, quienes en su mayoría se centraban exclusivamente en la medicina tradicional.

Fue precisamente en esta etapa cuando comenzó a trabajar junto a otros científicos y médicos de renombre, como Juan Fragoso, con quienes llevó a cabo numerosas expediciones científicas. A lo largo de estos viajes, Hernández demostró ser un verdadero pionero al recopilar no solo plantas medicinales, sino también nuevos animales y minerales, algunos de los cuales disecó con un interés casi obsesivo por entender sus propiedades. Su enfoque en la botánica y la zoología fue revolucionario, ya que aplicaba un método empírico y experimental, alejándose de las teorías que prevalecían en su tiempo y que muchas veces carecían de base práctica.

Primeras decisiones y asociaciones clave

Hernández fue un firme seguidor del pensamiento humanista y, como tal, entendió que la ciencia debía avanzar más allá de las especulaciones y las tradiciones antiguas. Su apertura hacia las ideas de Vesalio, quien había revolucionado la anatomía mediante la disección de cadáveres humanos, reflejaba su deseo de llevar a cabo un enfoque más sistemático y riguroso en sus propios estudios científicos. A lo largo de su carrera, Hernández también mantuvo estrechas relaciones con otros grandes pensadores de su tiempo, como Juanelo Turriano, Juan de Herrera y Benito Arias Montano, quienes influyeron profundamente en su desarrollo intelectual.

Una de las decisiones más significativas de Hernández en esta etapa fue su nombramiento como médico de los hospitales del Monasterio de Guadalupe. Este monasterio, además de ser un centro religioso, contaba con uno de los mejores centros de formación para cirujanos y médicos en toda España. Allí, Hernández tuvo la oportunidad de ampliar sus conocimientos y, lo que es más importante, de poner en práctica sus ideas sobre la medicina y la historia natural, practicando disecciones de cadáveres humanos y llevando a cabo observaciones sobre la fauna y flora local.

Durante su tiempo en Guadalupe, Hernández también comenzó a desarrollar su reputación como naturalista. Este fue el primer paso hacia una carrera que lo llevaría, finalmente, a realizar una de las expediciones científicas más ambiciosas de su tiempo: el estudio de la flora y fauna del Nuevo Mundo, bajo el auspicio del rey Felipe II. Pero antes de emprender esta expedición, Hernández ya había establecido firmemente su posición en la medicina y la ciencia española, siendo conocido por su dedicación al estudio empírico y su habilidad para aplicar los métodos científicos más avanzados de la época.

La Expedición a América: Objetivos y Preparación

A finales de la década de 1560, la carrera de Francisco Hernández dio un giro trascendental cuando se trasladó a la Corte de Felipe II. En ese entonces, el rey de España, consciente de los avances científicos de Hernández, le encargó una misión sin precedentes: estudiar la historia natural de las Indias, con especial atención a la flora, fauna y minerales del Nuevo Mundo. A esta expedición, que sería de gran importancia para la ciencia de la época, se le asignó el nombre oficial de “Expedición de Historia Natural”.

El objetivo era mucho más que una simple recopilación de plantas y animales; se trataba de una exploración científica que debía arrojar resultados concretos sobre las propiedades medicinales de las especies que se encontraran en las nuevas tierras. Felipe II, en un afán por consolidar el poder de su imperio, también entendió que los conocimientos sobre los recursos naturales podrían tener implicaciones cruciales para la salud y la economía de sus colonias.

En enero de 1570, Hernández fue nombrado “protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firme del mar Océano”, y se le ordenó embarcarse hacia las Américas para recolectar datos y muestras de las especies naturales. El rey destacó que la zona con mayor abundancia de plantas medicinales era la Nueva España, actual México, por lo que la expedición se centraría principalmente en esta región, aunque no estaba limitada a ella.

La preparación para la expedición fue meticulosa y detallada. Hernández, acompañado por su hijo Juan, quien sería secretario de la expedición, y el cosmógrafo Francisco Domínguez, partió de Sevilla en agosto de 1570. La misión estaba compuesta por un equipo multidisciplinario que incluía pintores, escribientes, herbolarios, médicos indígenas e intérpretes, todos con la tarea de documentar los descubrimientos científicos y recoger las especies para su estudio.

Exploración y estudios en el Nuevo Mundo

Tras varios meses de travesía, Hernández y su equipo arribaron a Veracruz en febrero de 1571. Durante su estancia en la Nueva España, el naturalista no solo se dedicó a recolectar plantas y animales, sino que también exploró a fondo el territorio, visitando regiones de gran biodiversidad como las costas del Mar Austral, Oaxaca, Michoacán, y el Pánuco, entre otras. Estos viajes abarcaron una gran parte del actual México, una región rica en flora y fauna inédita para los europeos.

La expedición de Hernández no solo fue una labor de observación y recolección, sino también de experimentación. Hernández documentó los usos medicinales de las plantas que encontraba, aplicando las enseñanzas de la medicina empírica de la época. En muchos casos, se apoyó en los conocimientos de los médicos indígenas, quienes poseían una gran sabiduría sobre las plantas y sus efectos curativos. A través de estos intercambios, Hernández logró ampliar su conocimiento sobre los remedios tradicionales de los nativos y documentarlos en su obra.

Uno de los aspectos más innovadores de la expedición de Hernández fue su método de trabajo. A diferencia de otros naturalistas de su tiempo, que se basaban en la teoría y en fuentes secundarias, Hernández se dedicó a observar directamente la naturaleza, disecando animales, recolectando muestras de plantas y experimentando con los efectos de diversas especies. Su obra Historia Natural de Nueva España se basa en esta metodología rigurosa, que le permitió realizar descripciones detalladas de más de 2,900 especies vegetales, además de animales y minerales.

La labor científica en México

Durante su estancia en la ciudad de México, entre 1574 y 1577, Hernández dedicó gran parte de su tiempo a ordenar y clasificar los materiales recolectados durante sus viajes. Este fue un trabajo arduo, que incluyó la preparación de herbarios, la traducción al náhuatl de sus observaciones para asegurar la comprensión y el beneficio de la población indígena, y la experimentación con las propiedades terapéuticas de las plantas. Los indígenas desempeñaron un papel fundamental en sus investigaciones, no solo como fuentes de conocimiento, sino también como colaboradores directos en la recolección de muestras y la observación de las plantas.

Entre sus logros en esta fase de la expedición, destaca su estudio de la planta Cinchona, cuya corteza sería utilizada en Europa para tratar la malaria, aunque Hernández nunca llegó a conocer su impacto en la medicina europea. A pesar de su capacidad para identificar y clasificar diversas especies, la publicación de los resultados de su trabajo se vio empañada por diversas dificultades, desde problemas financieros hasta la falta de una infraestructura adecuada para la impresión de su obra.

El trabajo de Hernández fue valioso no solo por su capacidad de catalogar especies desconocidas, sino también por su enfoque meticuloso y científico. Su obra no se limitaba a descripciones superficiales; profundizaba en las características de las plantas, incluyendo sus propiedades medicinales, la forma de cultivo y la región donde crecían. De hecho, sus estudios de la flora mexicana se consideran uno de los primeros intentos sistemáticos de estudiar las plantas de América con un enfoque científico.

La epidemia de «cocolitze» y el trabajo en el Hospital Real de Indios

Un aspecto destacable de la expedición fue el trabajo de Hernández en el Hospital Real de Indios, donde enfrentó la epidemia de «cocolitze» que afectaba a la población indígena. En el hospital, Hernández tuvo la oportunidad de asistir a autopsias realizadas por el médico Alonso López de Hinojosos, lo que le permitió realizar observaciones sobre los efectos de las enfermedades y las posibles curas a través de la flora local. La epidemia de cocolitze, que probablemente era una forma de fiebre tifoidea, fue una de las mayores crisis sanitarias en la región, y Hernández se vio involucrado no solo como médico, sino como científico, buscando soluciones en las plantas y remedios nativos.

En su tiempo en México, Hernández también estudió la arqueología local, observando las ruinas y el arte de las civilizaciones precolombinas, lo que complementó su comprensión de la historia natural y cultural del continente. El trabajo de Hernández no solo dejó un legado médico, sino también etnobotánico, cultural e histórico, que enriquecería las futuras exploraciones científicas.

Últimos Años en la Corte y la Falta de Publicación

Tras concluir su trabajo en México y regresar a España en 1577, Francisco Hernández se enfrentó a una serie de dificultades que impidieron la publicación completa de su obra monumental. Su propósito era divulgar la riqueza de las especies descubiertas en el Nuevo Mundo, pero, a pesar de sus esfuerzos, la obra sobre la historia natural de las Indias nunca llegó a ser publicada en su totalidad.

Al regresar a la Corte, Hernández presentó al rey Felipe II los resultados de sus investigaciones, que incluían miles de especies documentadas, junto con dibujos detallados y descripciones exhaustivas. Sin embargo, debido al elevado costo de imprimir tal cantidad de material, Felipe II encargó al napolitano Nardo Antonio Recchi resumir los trabajos de Hernández en un formato más accesible y manejable. Esta decisión, aunque motivada por consideraciones económicas, resultó ser un desastre para la obra de Hernández, ya que Recchi no poseía los conocimientos necesarios para interpretar correctamente los escritos del naturalista español, y se limitó a centrarse únicamente en los aspectos médicos, sin considerar la riqueza del trabajo sobre la flora, fauna y minerales.

Recchi recortó y distorsionó la obra original, dejando de lado el propósito integral de Hernández de documentar toda la naturaleza del continente americano, no solo con fines médicos, sino también con un enfoque histórico y científico. La pérdida de la verdadera esencia del trabajo de Hernández, sumada al incendio de 1671 en la biblioteca de El Escorial, donde se guardaban los manuscritos originales, marcó un golpe fatal para la preservación de su legado.

Problemas con la Publicación y la Labor de Nardo Antonio Recchi

La labor de Recchi ha sido calificada como «nefasta» por diversos historiadores, como Somolinos d’Ardois, quien destacó que el napolitano, al desconocer América, no pudo captar la verdadera magnitud de las investigaciones de Hernández. Recchi no solo resumió los textos de manera inapropiada, sino que desvirtuó gran parte de las observaciones de Hernández, limitándose a la parte médica de las plantas y animales, y dejando fuera muchas otras facetas de la obra. Su versión, aunque publicada en varios volúmenes, no reflejaba la riqueza científica ni el enfoque metódico que Hernández había implementado a lo largo de sus viajes.

A pesar de los esfuerzos de Recchi, la versión publicada de la obra no tuvo el impacto esperado y no logró captar la atención de la comunidad científica en la medida en que Hernández había anticipado. Esta reducción y distorsión del trabajo de Hernández se mantuvo durante años, lo que retrasó aún más la difusión del conocimiento valioso que él había recolectado durante sus años de expedición.

Difusión Póstuma de Su Obra

A lo largo de los años, el legado de Francisco Hernández fue rescatado y difundido de diversas maneras, aunque nunca en su forma completa. El trabajo de Francisco Ximénez, un dominico que trabajaba en el hospital de Huaxtepec, rescató parte del material de Hernández y lo publicó en 1615 bajo el título Quatro Libros de la Naturaleza y Virtudes de las Plantas. Esta obra, aunque incompleta, resultó ser un paso importante para dar a conocer el trabajo de Hernández en el ámbito científico, especialmente en el contexto de la Nueva España.

En 1628, la Academia dei Lincei en Roma, con miembros como Galileo Galilei, publicó una versión resumida del trabajo de Hernández bajo el título Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus. A pesar de las críticas a la edición de Recchi, esta obra fue significativa en la difusión de la historia natural del continente americano. La influencia de la obra se extendió más tarde con la publicación de los tres volúmenes sobre botánica en 1790, bajo la dirección de Casimiro Gómez Ortega, que fueron una parte clave de la obra original que Hernández había reunido. Sin embargo, los volúmenes sobre animales y minerales nunca fueron publicados, lo que deja un vacío en el estudio de la fauna y los recursos naturales americanos que Hernández había estudiado con tanto detalle.

El Legado de Hernández y Su Impacto Duradero

A pesar de las dificultades y la frustración que rodearon la publicación de su trabajo, el impacto de Francisco Hernández en la ciencia fue incuestionable. Su enfoque meticuloso y detallado en el estudio de la flora, fauna y minerales del Nuevo Mundo sentó las bases para futuros estudios sobre la biodiversidad de América. Su obra, aunque fragmentada, contribuyó a la comprensión de las propiedades medicinales de las plantas, muchas de las cuales se utilizaron en Europa para tratar diversas enfermedades.

El trabajo de Hernández también fue fundamental en la integración de los conocimientos indígenas sobre la naturaleza en la ciencia europea. Su disposición para aprender de los médicos nativos y su respeto por sus conocimientos representaron un enfoque inclusivo y colaborativo en la ciencia de la época, algo poco común para los científicos europeos de su tiempo.

Aunque no vivió para ver la publicación completa de su obra, Hernández dejó un legado duradero. Sus descripciones de más de 2,900 especies vegetales mexicanas, la mayoría de las cuales fueron observadas directamente, se consideran un testimonio invaluable del rico ecosistema de América. Su meticuloso trabajo, basado en la observación empírica, se anticipó a muchos de los estudios botánicos y zoológicos que se realizarían en los siglos siguientes.

Reflexión Final

Francisco Hernández es una figura clave en la historia de la ciencia, cuyo trabajo no solo contribuyó al entendimiento de la naturaleza americana, sino que también mostró el potencial de la ciencia como una disciplina que trasciende fronteras y se nutre de diversas culturas y saberes. Su visión integral, que abarcaba la medicina, la botánica y la zoología, y su insistencia en la observación directa y el análisis empírico, lo convierten en un pionero cuyo legado aún resuena en la ciencia contemporánea.

Aunque su obra no alcanzó la difusión que merecía durante su vida, el impacto de su trabajo fue fundamental para el desarrollo de la historia natural y la medicina en Europa y América. La labor de Hernández no solo enriqueció el conocimiento científico de la época, sino que también abrió las puertas a nuevas formas de investigación que, siglos después, seguirían inspirando a generaciones de científicos a explorar y entender el mundo natural.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Francisco Hernández (1517–1587): Pionero de la Historia Natural que Descubrió los Secretos del Nuevo Mundo". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/hernandez-francisco [consulta: 29 de septiembre de 2025].