Benito Arias Montano (1527–1598): El Humanista que Conectó el Renacimiento Español con Europa
Contexto histórico e intelectual del Siglo XVI en España y Europa
La España de Carlos V y Felipe II: entre Reforma y Contrarreforma
El siglo XVI marcó un periodo de intensas transformaciones en Europa, con el surgimiento de la Reforma protestante y la consolidación de la Contrarreforma católica como fuerzas contrapuestas que definirían la historia política, religiosa e intelectual del continente. En este contexto, España se consolidó como una de las principales potencias mundiales bajo el reinado de Carlos V y, posteriormente, Felipe II, quien representó con rigor los ideales del catolicismo militante. Mientras el norte de Europa se alejaba del dogma papal, el Imperio español reforzaba sus estructuras de vigilancia espiritual, encabezadas por instituciones como la Inquisición y el Índice de libros prohibidos.
Sin embargo, la rigidez doctrinal impuesta desde la Corte no impidió la existencia de núcleos humanistas que, dentro de los márgenes de la ortodoxia, promovieron la renovación cultural y el estudio de los textos originales de la Biblia en sus lenguas originales. Fue en este marco de tensiones y oportunidades donde emergió la figura de Benito Arias Montano, un erudito que supo tender puentes entre la erudición española y la ciencia humanista europea.
Humanismo, erasmismo y exégesis bíblica en el Renacimiento
El humanismo renacentista, especialmente en su vertiente bíblica, se convirtió en una corriente intelectual clave para la renovación de la teología y la filología. Autores como Erasmo de Róterdam promovieron el retorno ad fontes, es decir, al estudio directo de las fuentes originales, especialmente de la Sagrada Escritura en griego y hebreo. En España, esta corriente fue recibida con ambivalencia: por un lado, se valoraba su rigor filológico; por otro, se la vigilaba por sus implicaciones heterodoxas.
En este clima dual, Benito Arias Montano destacó por su profundo conocimiento de las lenguas semíticas y su adhesión a los principios del humanismo cristiano. Su obra no sólo contribuyó a la edición de textos bíblicos, sino que amplió los horizontes del saber en disciplinas como la cosmografía, la botánica y la medicina, situándose en el centro de una red internacional de saberes.
Orígenes familiares y juventud de Arias Montano
Fregenal de la Sierra: cuna de un hidalgo empobrecido
Benito Arias Montano nació en 1527 en Fregenal de la Sierra, localidad perteneciente al actual territorio de Badajoz, en Extremadura. Su familia pertenecía a la hidalguía empobrecida, un estamento intermedio entre la nobleza y el pueblo llano, que mantenía cierto prestigio social, aunque con escasos recursos económicos. Su padre ejercía como notario del Santo Oficio, lo que probablemente expuso al joven Benito a las estructuras del poder eclesiástico desde temprana edad.
Algunos estudios han sugerido la posibilidad de un origen converso en su linaje, lo que, aunque no está documentado con pruebas definitivas, ha generado debates historiográficos. Esta posibilidad añade una dimensión compleja a su figura, ya que muchos conversos encontraron en la erudición bíblica una vía de integración cultural y legitimación social.
Primeras influencias religiosas y posibles orígenes conversos
Desde sus primeros años, Montano mostró una notable inclinación hacia el estudio de las Sagradas Escrituras y las lenguas bíblicas, en un contexto donde la formación religiosa era central para el desarrollo de las élites intelectuales. La cercanía familiar al Santo Oficio y la vida en una región con fuerte presencia clerical contribuyeron a moldear su vocación académica y espiritual. Esta formación inicial sentó las bases para su posterior desarrollo como uno de los más destacados exégetas bíblicos del Siglo de Oro español.
Formación académica y vocación humanista
Estudios en Sevilla y Alcalá: lenguas semíticas y poesía
A los 19 años, Arias Montano se trasladó a Sevilla, uno de los centros más activos del saber en la España renacentista, para iniciar su formación superior. Cuatro años más tarde, completó sus estudios en la prestigiosa Universidad de Alcalá, institución fundada por el cardenal Cisneros y dedicada precisamente a la formación en lenguas bíblicas y teología. Allí, entró en contacto con la filología bíblica más avanzada del momento y con los ecos del erasmismo moderado que aún persistía en ciertos círculos universitarios.
Su interés se centró especialmente en el estudio del hebreo, arameo y griego, lenguas fundamentales para una exégesis fiel de los textos sagrados. No obstante, su formación no se limitó a la erudición bíblica: también cultivó la poesía, tanto en latín como en castellano, influenciado por figuras como Fray Luis de León, con quien compartió sensibilidad estética y espiritual. Esta combinación de rigor filológico y sensibilidad poética marcaría toda su producción intelectual.
El ingreso en la Orden de Santiago y primeras obras exegéticas
En 1560, Arias Montano ingresó en la Orden de Santiago, un reconocimiento a su valía intelectual y moral, que le otorgó prestigio social y facilitó su acceso a redes de poder. Poco después, en 1562, acompañó al obispo Martín Pérez de Ayala al Concilio de Trento, experiencia que le permitió observar de primera mano los debates teológicos que estaban redefiniendo el cristianismo europeo.
De regreso en España, Arias Montano redactó su Comentario a Doce Profetas, obra que consolidó su reputación como exegeta. En ella aplicó con rigor los métodos filológicos aprendidos, y mostró ya un enfoque sistemático que lo distinguiría en sus posteriores empresas editoriales. Esta etapa marca el tránsito de Arias de un erudito local a un humanista de proyección internacional.
Primeros contactos con el mundo intelectual europeo
Misión en Trento y redacción del “Comentario a Doce Profetas”
Su participación en la delegación española en el Concilio de Trento no fue un acto meramente protocolario. En un momento de tensiones entre la renovación y la ortodoxia, Montano se destacó como una figura conciliadora, capaz de integrar la fidelidad doctrinal con los nuevos métodos de estudio. Esta experiencia reforzó su convicción de que el retorno a las fuentes y el conocimiento lingüístico eran herramientas esenciales para una fe esclarecida.
A su vuelta a España, su prestigio académico llevó a que Felipe II lo considerara como un candidato ideal para liderar un ambicioso proyecto que marcaría su vida: la supervisión de la Biblia Políglota de Amberes, una de las empresas editoriales más importantes del Renacimiento.
Llamado por Felipe II para colaborar con Plantino en Amberes
En 1568, el editor Christopher Plantin, establecido en Amberes, propuso al rey la edición de una nueva Biblia Políglota que superara a la Complutense. Felipe II consultó a Arias Montano, quien acogió el proyecto con entusiasmo y fue enviado como su representante oficial a supervisar la obra. Al llegar a Amberes, se encontró con un equipo multinacional de eruditos flamencos y franceses ya embarcados en la tarea.
Arias Montano no se limitó a un papel ceremonial: asumió la dirección efectiva del proyecto, revisando personalmente las pruebas de cada página, redactando prólogos y componiendo tratados que integrarían el volumen octavo. Su conocimiento filológico y su capacidad organizativa fueron claves para culminar esta obra monumental. Entre 1568 y 1572, logró coordinar la edición de los ocho volúmenes que componen la Biblia Regia, considerada una joya editorial del humanismo cristiano.
Durante su estancia en Flandes, Montano no sólo editó textos bíblicos, sino que se insertó en una red intelectual europea que ampliaría considerablemente los horizontes del saber español. Su colaboración con figuras como Ortelius, Clusius o Dodoens sería decisiva para el florecimiento de la ciencia en la España del siglo XVI.
Dirección de la Biblia Regia y colaboración con Plantino
Supervisión de la Políglota de Amberes (1568–1572)
La Biblia Regia, también conocida como la Políglota de Amberes, fue un proyecto monumental financiado por la Corona española y ejecutado bajo la dirección editorial de Christopher Plantin, uno de los impresores más prestigiosos del Renacimiento. A diferencia de la Biblia Políglota Complutense, promovida por el Cardenal Cisneros medio siglo antes, esta nueva edición no solo aspiraba a ser más completa y científica, sino también a ejercer como instrumento diplomático y cultural en una Europa convulsionada por las guerras de religión.
El papel de Arias Montano fue central y determinante. Encargado personalmente por Felipe II, no solo supervisó el trabajo de los eruditos, sino que también redactó numerosos prólogos, comentarios y tratados que se integraron en el octavo volumen. Su rigor filológico garantizó una fidelidad textual sin precedentes, y su liderazgo permitió que la obra se completara en tan solo cuatro años, algo extraordinario dada su magnitud. Fue también responsable de integrar múltiples lenguas, como el latín, hebreo, griego, arameo y caldeo, con notas críticas que facilitaron la comprensión del texto sagrado.
Esta empresa no solo consolidó su fama como humanista, sino que también lo situó como una figura puente entre las culturas ibérica y flamenca, especialmente en un momento en que las relaciones entre España y los Países Bajos se encontraban marcadas por la tensión política y religiosa.
Viaje a Roma para obtener la aprobación papal
En abril de 1572, finalizada la impresión de los ocho volúmenes, Arias Montano emprendió un viaje a Roma para obtener la aprobación oficial del Papa Gregorio XIII. Esta aprobación era imprescindible para evitar que la obra fuera rechazada por la Inquisición o considerada sospechosa por los sectores más intransigentes del catolicismo.
Su paso por la Santa Sede no estuvo exento de dificultades. Algunos sectores vieron con recelo su metodología filológica, especialmente el uso de fuentes judías y los comentarios etimológicos que se apartaban de la tradición escolástica. No obstante, Montano logró sortear las críticas gracias a su capacidad diplomática y al respaldo de la monarquía hispánica, obteniendo finalmente el nihil obstat necesario para la distribución internacional de la Biblia.
Tras obtener el permiso pontificio, regresó a Amberes, donde permaneció hasta 1575, consolidando sus relaciones con el mundo académico europeo.
Redes intelectuales en Flandes: geografía, botánica y medicina
Amistad con Clusius, Ortelius, Gemma Frisius y Dodoens
Durante su estancia en los Países Bajos, Arias Montano entró en contacto con una red de intelectuales de altísimo nivel. Entre ellos se encontraban los naturalistas Charles de l’Écluse (Clusius), Mathias Lobel, Rembert Dodoens, el geógrafo Abraham Ortelius, el cosmógrafo Gemma Frisius y el cartógrafo Gerhard Kremer Mercator. Este círculo, reunido frecuentemente en torno a la casa y la imprenta de Plantin, representaba la vanguardia científica y humanista de Europa.
Con Clusius entabló una amistad particularmente intensa. Se escribieron con frecuencia, intercambiaron semillas, libros y noticias científicas, y colaboraron en la traducción y difusión de obras botánicas. Arias Montano, por ejemplo, hizo llegar a Felipe II una traducción latina de la obra de García da Orta sobre la farmacopea india, traducida por Clusius. También mencionó en sus cartas a Nicolás Monardes, cuyos textos sobre productos americanos fueron traducidos al latín por el mismo Clusius.
Ortelius, por su parte, dedicó a Montano varios epigramas y lo incluyó en la edición de 1590 de su Thesaurus Geographicus, una obra fundamental de la cartografía renacentista. A su vez, Gemma Frisius y Mercator compartieron con él conocimientos en matemáticas, navegación y astronomía, campos que Montano fomentaría más tarde en la Biblioteca de El Escorial.
Intercambio de cartas, semillas y libros con científicos flamencos
Arias Montano fue mucho más que un colaborador; fue un nexo activo entre España y Europa. No solo recogió libros, mapas e instrumentos científicos, sino que también promovió la correspondencia epistolar como forma de intercambio intelectual. Gracias a sus gestiones, obras científicas españolas como el tratado de cirugía de Francisco Arceo o los estudios de Simón de Tovar fueron publicados en Amberes y circularon por toda Europa.
Este flujo de información y bienes científicos se convirtió en una de las vías más eficaces de actualización del saber español, en un periodo en el que la censura inquisitorial limitaba el acceso a las novedades europeas. Incluso después de su regreso a España, Montano continuó enviando y recibiendo libros, tratados y novedades desde la feria de Frankfurt y las prensas flamencas, muchas veces al margen del control oficial.
Regreso a España y organización de la Biblioteca de El Escorial
Desarrollo del proyecto de Juan Páez de Castro
Tras su etapa en Flandes, Arias Montano se estableció en El Escorial, donde asumió la organización de la Biblioteca Real, proyectada por el humanista Juan Páez de Castro. Esta biblioteca, concebida como una institución enciclopédica y universal, se convertiría en uno de los grandes hitos culturales del reinado de Felipe II.
Montano diseñó un sistema de clasificación pionero, organizando los fondos por lenguas y materias, que abarcaban desde la “Mathematica in genere” hasta la “Agricultura”, distribuidas en setenta y cuatro categorías. Esta organización favoreció el estudio sistemático del conocimiento y permitió integrar saberes científicos, técnicos y humanísticos dentro del marco de una biblioteca eclesiástica, sin contradecir los principios del catolicismo.
Clasificación temática y relación con científicos sevillanos
En El Escorial, Montano no solo clasificó volúmenes, sino que fomentó una red de colaboración científica nacional. Fue el principal promotor del grupo de científicos sevillanos, liderados por Simón de Tovar y Francisco Sánchez de Oropesa, quienes mantuvieron un contacto estrecho con Clusius, Ortelius y Gemma Frisius.
Gracias a su mediación, se intercambiaron plantas, manuscritos, mapas y datos científicos entre Sevilla y Amberes, estableciendo una dinámica de circulación del conocimiento inédita en la historia española. En un entorno tan controlado por la ortodoxia, este tipo de vínculos fueron posibles gracias a la discreción, erudición y legitimidad religiosa de Montano.
Controversias religiosas y enfrentamientos con la Inquisición
Acusaciones de León de Castro y defensa real
Pese a sus méritos, Arias Montano no escapó a las sospechas de heterodoxia. En 1574, León de Castro, teólogo de la Universidad de Salamanca, lo denunció ante la Inquisición, acusándolo de haber permitido la difusión de errores doctrinales en la Políglota. Estas acusaciones también alcanzaron al impresor Plantin.
La Congregación del Concilio en Roma examinó la obra y emitió un juicio severo. En España, la Inquisición evaluó el caso en 1576, emitiendo objeciones formales pero sin llegar a prohibir la Políglota. La defensa firme de Felipe II fue crucial: protegió a Montano de la censura más dura y le permitió continuar con sus trabajos intelectuales.
Sin embargo, la sombra de la sospecha nunca desapareció del todo. En 1594, Montano, ya anciano, aún se lamentaba de los ataques que recibía por parte de los sectores más retrógrados del clero.
Relaciones con los “Amantes de la Verdad” y recepción ambigua de sus obras
Uno de los aspectos más controvertidos de su trayectoria fue su afinidad espiritual con ciertos grupos místicos centroeuropeos, como los “Amantes de la Verdad” y la “Familia del Amor”, a la que pertenecía el propio Plantin. Aunque Arias Montano nunca abandonó la fe católica, expresó en sus Comentarios al Apocalipsis (1588) y en las Elucidationes in IV Evangelia un elogio explícito de Hiel, líder espiritual de dichos grupos.
Estas simpatías, aunque discretas, fueron vistas con inquietud por algunos sectores. No obstante, Arias Montano supo integrar su admiración por estos movimientos dentro de un marco intelectual amplio, sin caer en doctrinas condenadas. Esta capacidad de navegar entre ortodoxia y apertura es una de las claves de su singularidad histórica.
Últimos años en Sevilla y retiro a la Peña de Aracena
Vida eremítica, entorno erasmista y consultas teológicas
En los últimos años de su vida, Benito Arias Montano optó por retirarse del bullicio intelectual y político para llevar una existencia más contemplativa. Se estableció en su propiedad de la Peña de Aracena, en las cercanías de Sevilla, donde llevó una vida sosegada, en compañía de discípulos y amigos afines a la corriente erasmista. Este entorno le permitió dedicarse a la meditación, la correspondencia y la lectura, sin dejar de influir discretamente en el pensamiento religioso y científico del momento.
A pesar de su retiro, su autoridad intelectual seguía siendo reconocida. Desde Granada, por ejemplo, se le consultó sobre la autenticidad de los libros plúmbeos del Sacromonte, una polémica que combinaba arqueología, teología y política. Su opinión, aunque no decisiva, fue valorada como la de un sabio imparcial, conocedor de la tradición judeocristiana y atento a las implicaciones doctrinales.
Esta etapa de reclusión fue también un tiempo de intensa producción intelectual tardía, en la que Arias Montano volvió a mirar hacia la Biblia, no desde una perspectiva exclusivamente teológica, sino desde una mirada científica y naturalista.
Interés por los libros plúmbeos del Sacromonte
El caso de los libros plúmbeos supuso una de las controversias teológicas más llamativas de finales del siglo XVI. Estos textos, escritos supuestamente en árabe y descubiertos en cuevas granadinas, contenían mensajes cristianos con un fuerte trasfondo islámico. Aunque hoy se sabe que fueron falsificaciones con intenciones sincréticas, en su momento suscitaron el interés de numerosos eruditos.
Arias Montano, que dominaba el árabe y tenía amplios conocimientos sobre culturas orientales, fue uno de los consultados para discernir su autenticidad. Su análisis, basado en criterios filológicos y teológicos, reflejó su capacidad crítica y prudencia académica. Aunque evitó un posicionamiento rotundo, dejó constancia de su escepticismo ante lo que parecía una elaboración artificiosa y doctrinalmente ambigua.
Esta intervención demuestra su permanente compromiso con la verdad y su resistencia a aceptar sin reservas las modas intelectuales o religiosas, incluso en sus últimos años de vida.
Obras finales y proyecto inconcluso sobre Biblia y ciencia
“Naturae Historia”: cosmografía y filosofía natural
En sus últimos años, Arias Montano concibió un proyecto ambicioso: un tratado integral que relacionara la Biblia con las ciencias de la naturaleza. Esta obra, concebida como la culminación de su pensamiento, debía integrar cosmografía, filosofía natural, botánica, zoología y otras disciplinas bajo la luz de las Escrituras.
Solo logró concluir la primera parte, publicada póstumamente en 1601 por la imprenta Plantiniana con el título de Naturae Historia. En esta obra, Montano abordó temas como la estructura del universo, los elementos, los cuerpos celestes y la vida en la Tierra, todo ello desde una perspectiva que conjugaba el saber científico con la fe.
Lo más notable de esta obra es su intento de síntesis entre ciencia y religión, en un momento en que ambas comenzaban a divergir en sus métodos y objetivos. Para Montano, el conocimiento del mundo natural debía servir para profundizar en la comprensión de Dios y su obra.
Influencia de Clusius, Dodoens y Tovar en su visión científica
En el capítulo dedicado a la botánica, Montano citó como “máximas figuras de nuestro tiempo” a sus amigos y corresponsales: Rembert Dodoens, Carolus Clusius, Mathias de l’Obel, y los españoles Simón de Tovar y Francisco Sánchez de Oropesa. Esta mención no solo reconoce la excelencia de sus trabajos, sino que establece una genealogía del saber naturalista europeo en la que España ocupaba un lugar destacado gracias a su mediación.
Montano consideraba que la ciencia, al igual que la teología, debía fundarse en la observación rigurosa, el estudio de las fuentes y el diálogo internacional. Su Naturae Historia es testimonio de esa visión integradora, que hoy resulta sorprendentemente moderna.
Repercusiones y censura tras su muerte
Condena de sus obras por el Índice en 1606
A pesar de sus esfuerzos por mantenerse dentro de los márgenes de la ortodoxia, Arias Montano no escapó a la censura. En 1606, ocho años después de su muerte, el Índice de libros prohibidos condenó todas sus obras. Esta decisión se debió, en parte, a sus simpatías por ciertos movimientos místicos y a sus elogios a figuras consideradas heterodoxas, como Hiel.
La condena tuvo un efecto inmediato: sus libros dejaron de circular y su nombre quedó relegado por varias décadas a los márgenes de la erudición oficial. Solo hacia finales del siglo XVII, con un clima intelectual más tolerante, sus obras comenzaron a recuperarse y su figura a reevaluarse positivamente.
Redescubrimiento tardío y revalorización moderna
Durante el siglo XIX, con el auge de los estudios históricos y la filología, se inició una lenta pero firme revaloriza
MCN Biografías, 2025. "Benito Arias Montano (1527–1598): El Humanista que Conectó el Renacimiento Español con Europa". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/arias-montano-benito [consulta: 18 de octubre de 2025].