Caballer, María Francisca (1927-1999).
Cantante española de zarzuela nacida en Valencia el 25 de febrero de 1927 y fallecida en Caracas, Venezuela el 22 de enero de 1999. Muy reconocida en Hispanoamérica, contribuyó de forma notable a la afición al género en aquella tierra. Tiple ligera de bello timbre y facilidad para modular la voz, María Francisca fue una artista precoz que desde muy niña se sintió atraída por el canto. Debió de influir en gran medida la tradición musical de su familia: su padre componía y su tía materna, Conchita Gil, había sido también tiple de zarzuela.
A los catorce años ya cantaba en concursos radiofónicos, al mismo tiempo que adquiría la necesaria formación en el Conservatorio de Valencia; en 1942 cantó La taberna del puerto, su primera zarzuela, y en 1945 Doña Francisquita, ambas obras sin salir de su ciudad natal. Finalmente, le llegó el momento de dar su nombre a conocer al resto del país. Fue contratada por la compañía de Leopoldo Magenti y no tardó mucho en ver su nombre en los carteles junto a los de las principales figuras de posguerra: Antonio Medio, Esteban Astarloa, Luis Sagi Vela, etc. Su actividad también se extendió por esos años a la grabación de discos, como Agua, azucarillos y aguardiente y La viuda alegre, además de haber actuado en alguna ópera como La Traviata o Rigoletto, entre otras. A mediados de la década de 1950, sus triunfos y amplio repertorio la consolidaron en la escena española como una brillante y versátil cantante lírica.
En 1959 contrajo matrimonio con el empresario Agustín Lisbona, con cuya compañía realizaba una gira por Hispanoamérica. A partir de entonces su carrera artística se centró en tierras americanas, donde llegó a ser muy popular y querida por el público. Interpretó con resonante éxito la ópera «Marina» en el Teatro Nacional de Caracas, junto al barítono Alberto Aguilá. Con este mismo y Tomás Álvarez crearon una compañía que actuó por todo el continente. Se retiró en 1991 con la representación de Luisa Fernanda, cantando la parte de la duquesa. Le fue concedido el Premio Félix Antonio González y el Escudo de Armas de San Juan de Puerto Rico.