Amiel, Josette (1930-VVVV): La dama del ballet francés que dejó una huella indeleble en la danza clásica
Josette Amiel, nacida en Vanves el 19 de noviembre de 1930, es una figura icónica en el mundo del ballet. A lo largo de su carrera, se destacó no solo por su maestría como bailarina, sino también por su legado como pedagoga y su contribución al desarrollo de la danza clásica. A lo largo de su vida, ha logrado una distinción única que la coloca entre las grandes personalidades del ballet mundial. Su paso por el Ballet de l’Opéra de París y su trabajo junto a algunos de los coreógrafos más importantes de su época son solo una parte de su historia fascinante.
Orígenes y contexto histórico
Josette Amiel nació en un contexto de grandes transformaciones culturales en Europa. El ballet clásico vivía momentos de gran esplendor, pero también atravesaba períodos de incertidumbre debido a las tensiones políticas y sociales tras la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, la joven Amiel comenzó a formarse en el Conservatorio de París, una de las instituciones más prestigiosas del mundo de la danza. Fue allí donde se forjó su carácter artístico y obtuvo el Primer Premio de fin de carrera, un logro que marcó el inicio de su carrera profesional y la apertura a oportunidades únicas en su vida.
La gran oportunidad de su vida se presentó cuando se unió a la Escuela de Ballet de l’Opéra de París, una de las instituciones más prestigiosas en el ámbito de la danza clásica. En esa escuela, fue alumna de figuras trascendentales como Jeanne Schwartz, Alexandre Volinine, y Sergei Lifar, quienes influyeron profundamente en su técnica y estilo. Estos maestros no solo compartieron con ella conocimientos técnicos, sino también una visión artística que marcaría para siempre su interpretación de los grandes roles del repertorio clásico.
Logros y contribuciones
El debut profesional de Josette Amiel ocurrió en un momento crítico para la danza francesa. Durante la temporada 1948-49, cuando aún no había alcanzado la mayoría de edad, consiguió un contrato para realizar una gira con Les Ballets des Champs-Elysées, aunque sus padres impidieron que esta oportunidad se concretara. Este hecho no fue un obstáculo, sino más bien el preludio de una carrera que florecería en la compañía del Opéra-Comique, donde hizo su debut en la obra Chanson du Mal-Aimé (1951) de Jean-Jacques Etchevery. Esta obra no solo marcó su entrada a la escena, sino que también cimentó su reputación como una de las futuras estrellas del ballet clásico francés.
Años después, su carrera en el Ballet de l’Opéra de París alcanzó una altura impresionante. En 1953, Amiel alcanzó el puesto de primera bailarina, y en 1957 se convirtió en étoile, el rango más alto que puede alcanzar una bailarina en esta prestigiosa institución. Su interpretación de la pieza Chemin de Lumière de Sergei Lifar fue el punto culminante que le permitió lograr este reconocimiento. Desde entonces, Josette se convirtió en una figura central en los escenarios de ballet más prestigiosos del mundo, bailando los papeles principales de todos los ballets de repertorio.
A lo largo de su carrera, Josette Amiel interpretó una gran cantidad de roles memorables, tanto en el Ballet de l’Opéra de París como en giras internacionales. Una de las grandes contribuciones de Amiel al mundo de la danza fue su colaboración con el coreógrafo Georges Balanchine en la obra Symphonie (1959), una pieza que pasó a formar parte del repertorio clásico del ballet moderno. Además, se asoció con otros renombrados coreógrafos como Aurel von Milloss, quien le brindó la oportunidad de participar en la obra Il Cimento dell’Allegria (1960), y Vladimir Bourmeister, quien la dirigió en varias producciones, incluyendo Sur un Theme (1962).
Otro de sus grandes logros fue su colaboración con su pareja de baile, Flemming Flindt. Juntos, estrenaron en 1960 la versión íntegra de El Lago de los Cisnes en el Opéra de París, una adaptación clave que perdura como uno de los grandes momentos de la danza clásica del siglo XX.
Momentos clave
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1948-49: Josette Amiel consigue un contrato para una gira con Les Ballets des Champs-Elysées, aunque no pudo realizarlo debido a la oposición de sus padres.
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1951: Debutó en el Opéra-Comique con la obra Chanson du Mal-Aimé de Jean-Jacques Etchevery.
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1953: Ingresó en el Ballet de l’Opéra de París como primera bailarina.
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1957: Alcanzó el rango de étoile tras el estreno de Chemin de Lumière de Sergei Lifar.
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1960: Estrenó la versión íntegra de El Lago de los Cisnes junto a Flemming Flindt.
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1965: Interpretó Le Jeune Homme à Marier de Flindt en el Opéra-Comique.
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1977: Se retiró oficialmente del escenario como bailarina.
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1980: Comenzó su labor pedagógica como profesora en el Ballet de l’Opéra.
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1985-1987: Junto a Lise Lander, montó Etudes de Harald Lander para el Ballet de Santiago de Chile, Ballet de Australia y el Ballet de l’Opéra.
Relevancia actual
A pesar de su retiro como bailarina en 1977, Josette Amiel ha seguido siendo una figura relevante en el mundo del ballet, no solo como artista, sino también como pedagoga. Desde 1980, se dedicó a la enseñanza en el Ballet de l’Opéra de París, donde formó a varias generaciones de bailarines. Su enfoque pedagógico, basado en una profunda comprensión de la técnica clásica y el arte de la interpretación, ha dejado una marca imborrable en la danza moderna.
Amiel también ha sido una gran defensora de la preservación de las tradiciones del ballet clásico, al mismo tiempo que estuvo abierta a nuevas interpretaciones y colaboraciones con coreógrafos contemporáneos. Su legado sigue vivo tanto en la formación de nuevos talentos como en el repertorio clásico que sigue interpretándose en los grandes escenarios del mundo.
En reconocimiento a su vasta carrera y sus contribuciones al arte, Josette Amiel fue galardonada con el título de Legión de Honor en 1975, uno de los mayores honores que puede recibir un ciudadano francés.
Hoy en día, su nombre sigue resonando en el mundo del ballet como un sinónimo de elegancia, técnica y pasión por la danza.