Severo Ochoa (1905–1993): Un Pionero de la Bioquímica y el ADN

Nacimiento y primeros años en Luarca
Severo Ochoa nació en Luarca, un pequeño pueblo costero en la región de Asturias, el 24 de septiembre de 1905. Su familia, de clase media, fue una influencia determinante en su vida temprana, ya que su padre, un médico, y su madre, de carácter intelectual, crearon un entorno en el que se valoraba la educación y el pensamiento crítico. A pesar de las dificultades económicas derivadas del negocio de su padre, quien falleció cuando Severo tenía tan solo siete años, la familia de Ochoa siempre promovió el amor por el conocimiento. Tras la muerte de su padre en 1912, su madre y sus hermanos se trasladaron a Málaga, una ciudad que marcó el inicio de la adolescencia de Severo, y donde continuó su educación.
Durante estos primeros años, Ochoa comenzó a mostrar su interés por la ciencia, especialmente por la biología, un campo que capturó su imaginación tras leer los trabajos de científicos como Santiago Ramón y Cajal, quien tuvo una gran influencia sobre los jóvenes investigadores españoles de la época. Cajal, considerado uno de los grandes neurocientíficos de la historia, promovió una visión biológica del mundo que inspiró a Ochoa a seguir una carrera científica. Este impulso por la biología fue reforzado por el ambiente cultural y educativo de Málaga, y en particular, por los estudios que Ochoa realizó en la ciudad.
Formación académica y primeros pasos en la ciencia
En 1923, Ochoa se trasladó a Madrid para estudiar medicina en la Universidad Complutense. Aunque la medicina era la opción académica más prestigiosa y prometedora en la España de la época, Severo Ochoa pronto encontró su verdadera pasión en la bioquímica. Durante su tiempo en la universidad, Ochoa tuvo la oportunidad de convivir con otros estudiantes brillantes en la Residencia de Estudiantes, un centro que atraía a algunos de los intelectuales más destacados de la época. Allí fue compañero de grandes figuras como Federico García Lorca y Salvador Dalí, lo que enriqueció su visión del mundo más allá de la medicina y le permitió adentrarse en el mundo de la cultura y las ciencias sociales.
En 1929, Ochoa se licenció en medicina, aunque nunca ejerció como médico. De hecho, en varias entrevistas a lo largo de su vida, Ochoa afirmó que no había visto a un solo enfermo desde que terminó sus estudios, lo que refleja su decisión de no seguir el camino tradicional de la medicina y su inclinación por la investigación científica. Esta fase de su vida estuvo marcada por una doble inquietud: la de convertirse en un científico reconocido, y la de hallar su propio camino en el complejo campo de la biología. De este modo, Ochoa comenzó a centrarse en la bioquímica, específicamente en las áreas relacionadas con la fisiología y las enzimas.
La Residencia de Estudiantes y sus compañeros
Durante su estancia en la Residencia de Estudiantes, Ochoa se empapó de la rica vida intelectual que se vivía en Madrid. Además de la influencia de figuras como García Lorca y Dalí, se encontró rodeado de científicos y escritores que forjarían el ambiente creativo e innovador de la época. Esta fase de su vida le permitió formarse en una comunidad de intelectuales comprometidos con la transformación de la ciencia y la cultura española, y a través de sus interacciones, Ochoa empezó a consolidar su visión de la ciencia como una actividad revolucionaria.
A lo largo de estos años, Ochoa fue profesor ayudante de Juan Negrín, un destacado físico y político que desempeñó un papel crucial en la investigación médica y bioquímica de la época. Las enseñanzas de Negrín marcaron un punto de inflexión en la carrera de Ochoa, orientándolo hacia una perspectiva de investigación más experimental, lo que resultó ser crucial para su desarrollo posterior.
Primeros viajes y formación internacional
La búsqueda de una formación más especializada llevó a Severo Ochoa a viajar a distintas universidades europeas, donde tuvo la oportunidad de ampliar su visión científica. En 1930, con una beca otorgada por la Universidad Complutense, Ochoa viajó a Glasgow, y más tarde a Berlín y Londres. Sin embargo, fue su estancia en Heidelberg, en el Instituto Kaiser Wilhelm para la Investigación Médica, donde se forjarían las bases de su carrera científica.
En Heidelberg, Ochoa se unió al equipo de trabajo de Otto Meyerhof, uno de los más grandes científicos de la bioquímica, quien fue un mentor decisivo en su desarrollo profesional. Meyerhof, premiado con el Nobel en 1922, influyó profundamente en Ochoa, sobre todo en su investigación sobre la fisiología del músculo y las bases bioquímicas de la contracción muscular. Esta experiencia fue clave, pues le permitió adentrarse en el estudio de las enzimas y comprender la importancia de la bioquímica como un campo integral para el entendimiento de los procesos biológicos fundamentales.
La formación que Ochoa recibió en Heidelberg, junto con su trabajo en otros centros de investigación, le proporcionó las herramientas necesarias para comenzar a desarrollar su propio enfoque hacia la bioquímica. Su habilidad para integrar diferentes perspectivas científicas le permitió convertirse en un pionero del estudio de las enzimas y su función en los procesos biológicos.
Regreso a Madrid y primeros logros científicos
En 1931, tras varios años de formación en Europa, Ochoa regresó a Madrid, donde se casó con Carmen García Cobián y comenzó a trabajar en la Universidad Central como Profesor Ayudante de Fisiología y Bioquímica. En este periodo, sus investigaciones comenzaron a centrarse en la bioquímica de los músculos y en el estudio de las enzimas. En 1932, ya con experiencia internacional, realizó importantes estudios enzimáticos en el Instituto Nacional para la Investigación Médica de Londres, donde profundizó en los procesos de oxidación y fermentación que tienen lugar en las células.
Este periodo de su vida estuvo marcado por una intensiva colaboración con otros científicos de renombre, que le permitieron avanzar en el estudio de la función biológica de las vitaminas, especialmente la tiamina (vitamina B1). Este campo de investigación sería crucial en los años venideros para el descubrimiento de las enzimas y las rutas metabólicas fundamentales en el organismo.
Tras su estancia en Europa, Severo Ochoa regresó a Madrid en 1931, donde asumió un puesto en la Universidad Central como Profesor Ayudante de Fisiología y Bioquímica. En ese mismo año, se casó con Carmen García Cobián, quien tuvo un papel fundamental en su vida tanto personal como profesional. A pesar de su intensa vida académica, Ochoa nunca dejó de lado su compromiso con el desarrollo científico de España, y durante esta etapa, su investigación comenzó a centrarse en la bioquímica de los músculos y en el estudio de las enzimas, dos campos en los que destacó por sus descubrimientos fundamentales.
En 1932, se trasladó al Instituto Nacional para la Investigación Médica en Londres, donde realizó investigaciones clave sobre las enzimas implicadas en los procesos de oxidación y fermentación en las células. Este trabajo le permitió dar un paso importante en su carrera científica, pues le permitió comprender mejor los mecanismos celulares y las reacciones enzimáticas que ocurren en el organismo.
En 1935, fue invitado a dirigir el Departamento de Fisiología del Instituto de Investigaciones Médicas de la Ciudad Universitaria de Madrid por Carlos Jiménez Díaz, otro de los científicos más influyentes en la medicina española de la época. Fue en este periodo cuando Ochoa comenzó a investigar más a fondo el metabolismo de los hidratos de carbono y las grasas, logrando avances significativos en la comprensión de los mecanismos de la oxidación del ácido pirúvico, un componente esencial en las reacciones bioquímicas que ocurren en las células.
La Guerra Civil y la emigración
Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil Española en 1936 truncó de manera abrupta su carrera en España. Como muchos científicos e intelectuales de la época, Ochoa se vio obligado a abandonar su país para continuar con sus investigaciones en un ambiente más propicio para la ciencia. Su destino inicial fue Alemania, donde, en el mismo año del conflicto, fue designado asistente de investigación invitado en el laboratorio de Otto Meyerhof en Heidelberg, Alemania. Sin embargo, la llegada del régimen nazi y la persecución de científicos judíos obligaron a Ochoa a abandonar rápidamente el país, ya que su jefe, Meyerhof, era judío.
La situación política de la época obligó a Ochoa a continuar su viaje por Europa, y en 1937 se trasladó a Plymouth, Inglaterra, donde trabajó en el Laboratorio de Biología Marina. Durante su estancia en este laboratorio, centró sus estudios en la función biológica de la tiamina, la vitamina B1, así como en otros aspectos enzimáticos del metabolismo oxidativo. A partir de 1938, se trasladó a Oxford, donde trabajó en el laboratorio de Rudolph Peters en la Universidad de Oxford, centrando sus investigaciones en los procesos bioquímicos implicados en el metabolismo de los hidratos de carbono.
La Segunda Guerra Mundial marcó un hito decisivo en la vida de Ochoa, pero también supuso una etapa decisiva para su carrera científica. Su huida de España y su posterior trabajo en distintos centros de investigación europeos le permitió ampliar sus horizontes y establecer la base para los descubrimientos que le harían famoso a nivel mundial.
Carrera en Estados Unidos y sus principales descubrimientos
En 1941, debido a la situación derivada de la Segunda Guerra Mundial, Ochoa emigró a Estados Unidos, un país que, en ese momento, estaba experimentando un auge en la investigación científica. Se estableció en St. Louis, donde comenzó a trabajar en el Departamento de Farmacología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington. En este periodo, Ochoa realizó estudios sobre las enzimas junto a los científicos Carl Cori y Gerty Cori, quienes también recibirían el Premio Nobel en 1947 por su trabajo sobre las reacciones enzimáticas en el metabolismo. En su estancia en Washington, Ochoa investigó en profundidad los procesos biológicos de los ácidos grasos y los carbohidratos.
Poco después, en 1942, Ochoa se trasladó a Nueva York, donde continuó su carrera científica en la Universidad de Nueva York, una institución que sería crucial en su trayectoria. En Nueva York, impulsado por su esposa Carmen, Ochoa comenzó su propia carrera de investigación independiente, lo que le permitió desarrollar nuevos enfoques en la bioquímica molecular. En 1945, fue nombrado Profesor Asistente de Bioquímica, y en 1946, fue designado Profesor y Director del Departamento de Farmacología, un puesto que desempeñó hasta 1954.
Durante este periodo en Nueva York, Ochoa se centró principalmente en el estudio de las enzimas, los complejos vitamínicos y las rutas metabólicas de los carbohidratos y las grasas. Sin embargo, fue en 1953 cuando realizó uno de los descubrimientos más significativos de su carrera: la ARN-polimerasa. Este descubrimiento revolucionó el campo de la biología molecular, ya que la ARN-polimerasa se encargaba de la síntesis del ácido ribonucleico (ARN), una molécula esencial en la síntesis de proteínas. Este hallazgo no solo fue crucial para entender cómo se transmiten los mensajes genéticos en los organismos, sino que también abrió la puerta para la comprensión del ADN y de la transmisión genética en los seres vivos.
El Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1959

Gracias a sus avances en la investigación sobre la síntesis del ARN, Ochoa fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959, un reconocimiento que compartió con el científico estadounidense Arthur Kornberg, quien también había realizado descubrimientos clave sobre el ADN. La investigación de Ochoa y Kornberg sobre la ARN-polimerasa y la síntesis del ADN permitió a la ciencia avanzar hacia la comprensión de los mecanismos de la herencia genética y la reproducción celular.
Este premio Nobel no solo le valió el reconocimiento internacional, sino que también consolidó su posición como uno de los principales bioquímicos y biólogos moleculares del mundo. La importancia de sus descubrimientos en la bioquímica molecular sería fundamental para el posterior desciframiento del código genético y el entendimiento de la estructura de la doble hélice del ADN, propuesto en 1953 por James Watson y Francis Crick. Los trabajos de Ochoa, junto con los de Watson y Crick, revolucionaron la biología y la medicina, y establecieron las bases para la biotecnología y la genética moderna.
Regreso a España y nuevos proyectos
En 1971, después de pasar casi tres décadas en los Estados Unidos, Severo Ochoa tomó la decisión de regresar a España, un paso que marcó el inicio de una nueva etapa en su carrera. Fue nombrado Director del Laboratorio de Biología Molecular en la Universidad Autónoma de Madrid, un centro de investigación que se convirtió en un referente en el estudio de la bioquímica y la biología molecular en España. Su regreso al país de origen fue una oportunidad para contribuir al desarrollo científico en una época en la que la investigación comenzaba a expandirse en el ámbito académico español.
A pesar de que ya se encontraba en la etapa final de su carrera, Ochoa continuó trabajando intensamente en la investigación, dirigiendo dos grupos de investigación simultáneamente: uno en Madrid y otro en el Roche Institute of Molecular Biology en Nueva Jersey, Estados Unidos. En este periodo, sus investigaciones se centraron en la biosíntesis de proteínas y en los mecanismos moleculares que regulan la expresión genética. Aunque oficialmente se retiró en 1975, Ochoa nunca dejó de trabajar en su pasión: la ciencia. Continuó realizando investigaciones, participando en conferencias y orientando a jóvenes científicos durante los años siguientes.
A lo largo de la década de 1980, Ochoa dedicó gran parte de su tiempo a la dirección de proyectos de investigación en ambos lados del Atlántico, consolidando su legado científico. Su influencia en la biología molecular y la bioquímica continuó siendo notable, y su regreso a España permitió la creación de una nueva generación de científicos en el país.
Reconocimientos y distinciones
A lo largo de su carrera, Severo Ochoa recibió innumerables distinciones y premios que reconocieron su contribución a la ciencia. Uno de los más prestigiosos fue la Medalla Nacional de Ciencia de los Estados Unidos, otorgada en 1980, un reconocimiento a su impacto en la investigación molecular y su influencia internacional. También fue distinguido con el Premio Ramón y Cajal en 1982, un galardón que compartió con su amigo y filósofo Javier Zubiri.
Ochoa fue nombrado Doctor Honoris Causa por numerosas universidades de renombre en todo el mundo, como las de Saint Louis, Glasgow, Oxford, Nueva York, Salamanca y Santiago de Compostela, entre otras. Estos títulos honoríficos reflejan el profundo respeto y admiración que los académicos de distintas partes del mundo tenían por su labor científica.
Además de estos premios, Ochoa fue miembro de diversas sociedades científicas y académicas, como la Unión Internacional de Bioquímica, cuya presidencia ocupó durante un tiempo. Su influencia fue fundamental en la creación de redes internacionales de investigación, y su trabajo no solo se limitó a los laboratorios, sino que también involucró un esfuerzo por divulgar la ciencia y fomentar la colaboración entre científicos de diferentes países.
La muerte de su esposa y el fin de su carrera científica
En 1986, Severo Ochoa sufrió una tragedia personal que marcó un antes y un después en su vida: la muerte de su esposa, Carmen García Cobián. Carmen no solo había sido su compañera de vida, sino también una fuente constante de apoyo en su carrera científica. Su fallecimiento sumió a Ochoa en una profunda depresión, y él mismo reconoció en varias ocasiones que, tras la pérdida de su esposa, no volvió a sentir la misma motivación para seguir publicando trabajos científicos. Este evento le llevó a poner fin a su carrera de investigación activa.
A partir de entonces, Ochoa se dedicó principalmente a dar conferencias y a interactuar con los medios de comunicación. Aunque ya no publicaba más artículos científicos, seguía siendo una figura influyente en la ciencia y un mentor para generaciones de jóvenes investigadores. También se centró en trabajar con estudiantes del Centro de Biología Molecular de Madrid, donde compartió su vasta experiencia y su conocimiento en bioquímica.
Su legado duradero en la biología molecular y la bioquímica
El legado de Severo Ochoa en la biología molecular es incuestionable. Sus investigaciones sobre la síntesis de ARN y la comprensión de los mecanismos moleculares de la herencia genética fueron fundamentales para el avance de la biotecnología y la genética. El Premio Nobel que recibió en 1959, junto con Arthur Kornberg, consolidó su lugar en la historia de la ciencia, pero su impacto fue mucho más allá de ese reconocimiento. Los descubrimientos de Ochoa sobre el ARN y las enzimas involucradas en su síntesis ayudaron a esclarecer la compleja maquinaria celular responsable de la transmisión de la información genética.
Además de sus logros científicos, Ochoa desempeñó un papel crucial en la promoción de la investigación en España, particularmente durante su tiempo en la Universidad Autónoma de Madrid. Fue un pionero en la introducción de la biología molecular en el país, formando a varias generaciones de científicos que continuaron su trabajo.
La publicación de su biografía y su muerte
En 1993, Severo Ochoa presentó su biografía titulada La emoción de descubrir, escrita por el periodista Mariano Gómez-Santos. Esta obra, publicada en un momento en que Ochoa ya había alcanzado una edad avanzada, es un testimonio de su vida y sus logros, y también una reflexión sobre su pasión por la ciencia y los descubrimientos que cambiaron el curso de la biología.
A pesar de su retiro de la investigación activa, Ochoa siguió siendo una figura venerada en la comunidad científica. Su muerte, ocurrida el 1 de noviembre de 1993 en Madrid, a los 88 años de edad, fue consecuencia de una neumonía, pero su legado sigue vivo en el ámbito científico.
A lo largo de su vida, Severo Ochoa fue testigo del avance imparable de la biología molecular y el ADN, campos que revolucionaron la ciencia moderna. Su trabajo y su influencia continúan siendo una fuente de inspiración para científicos de todo el mundo, y su figura sigue siendo recordada como una de las más grandes del siglo XX en la bioquímica.
MCN Biografías, 2025. "Severo Ochoa (1905–1993): Un Pionero de la Bioquímica y el ADN". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/ochoa-severo [consulta: 26 de septiembre de 2025].