Nicolás Bautista Monardes (ca.1493–1588): Médico Humanista y Pionero del Conocimiento Científico sobre las Plantas Americanas
Raíces, formación y contexto intelectual de Nicolás Monardes
El entorno histórico y cultural de la Sevilla renacentista
A mediados del siglo XVI, Sevilla era una de las ciudades más importantes del mundo occidental. Tras el descubrimiento de América y el establecimiento del monopolio comercial con el Nuevo Mundo, la ciudad se convirtió en el principal punto de entrada y salida de bienes, personas e ideas. Este contexto transformó a Sevilla no sólo en una capital económica, sino también en un centro de intensa actividad intelectual, científica y cultural. En este entorno efervescente, en el que se entrelazaban las redes del comercio global, las investigaciones naturalistas, el humanismo erudito y los intereses imperiales, nació y desarrolló su labor Nicolás Bautista Monardes.
El Renacimiento español, que había echado raíces en ciudades como Salamanca o Alcalá, encontró en Sevilla un terreno fértil para combinar el espíritu humanista con la práctica científica. La confluencia de culturas, saberes y productos del Viejo y el Nuevo Mundo favoreció la aparición de figuras singulares, capaces de integrar conocimientos clásicos con nuevas observaciones empíricas. Nicolás Monardes sería una de las más destacadas.
Origen familiar y primeros años
Nicolás Bautista Monardes nació hacia 1493 en Sevilla, aunque no se conservan documentos que permitan establecer con certeza su fecha exacta de nacimiento. Su apellido compuesto, Monardes y Alfaro, sugiere pertenencia a una familia de relativa posición dentro de la sociedad urbana sevillana. Se desconoce la profesión de sus padres, pero el acceso a estudios superiores y su posterior ascenso social permiten suponer que provenía de una familia de medios suficientes, si no acomodados.
Durante su juventud, Monardes habría presenciado el auge de la Sevilla mercantil, la consolidación del imperio ultramarino español y los primeros efectos de la circulación global de bienes e ideas. El clima cultural e intelectual de la ciudad, así como las posibilidades abiertas por la proximidad al puerto y las casas comerciales, influirían en su visión del mundo y en su posterior vocación médica, botánica y mercantil.
Formación académica y despertar humanista
A comienzos del siglo XVI, Monardes inició estudios superiores en la Universidad de Alcalá, una institución de fuerte impronta humanista. Fundada por el cardenal Cisneros, esta universidad fue uno de los principales focos de la renovación intelectual española. Allí, Monardes obtuvo en 1530 el grado de bachiller en artes y filosofía, y en 1533 el bachillerato en medicina.
Durante su estancia en Alcalá, recibió la influencia de la corriente humanística liderada por Elio Antonio de Nebrija, el gran filólogo y renovador del latín en España. Aunque Nebrija no fue su profesor directo (falleció en 1522), su legado impregnaba el ambiente universitario: el retorno a las fuentes clásicas, el rechazo a la escolástica árabe y la defensa de una medicina fundada en los textos originales de autores como Galeno, Hipócrates y, sobre todo, Dioscórides.
Esta formación le permitió a Monardes consolidar una mentalidad crítica, a la vez filológica y empírica, que marcaría profundamente su obra. Su oposición a la medicina escolástica árabe, representada por figuras como Avicena o Averroes, no fue tanto un gesto ideológico como una expresión de su adhesión a los nuevos métodos humanísticos de análisis textual y observación directa.
Tras finalizar sus estudios en Alcalá, Monardes regresó a su ciudad natal. En 1547 obtuvo el doctorado en medicina en la Universidad de Sevilla, institución que comenzaba a consolidarse gracias al auge económico de la ciudad y a la creciente demanda de formación técnica y científica entre las élites locales.
Primeras publicaciones y orientación crítica
La carrera intelectual de Monardes comenzó con una obra significativa: el “Diálogo llamado Pharmacodilosis” (1536), impreso por Juan Cromberger en Sevilla. Se trata de un texto fundamental para comprender su posicionamiento teórico. En él, Monardes critica con dureza la medicina árabe, a la que considera responsable de la decadencia de la botánica y la materia médica, y reivindica el estudio directo de los clásicos grecorromanos, en particular de Dioscórides.
Este enfoque no era excepcional, sino compartido por muchos médicos humanistas de su tiempo, pero en el caso de Monardes se distingue por una actitud activa: no sólo traduce o comenta, sino que busca aplicar esos principios al estudio de nuevas sustancias medicinales, especialmente aquellas que comenzaban a llegar del Nuevo Mundo.
En 1539, publicó un segundo tratado titulado “De Secanda Vena in pleuriti Inter Grecos et Arabes Concordia”, centrado en la técnica de la sangría en el tratamiento del mal de costado (pleuresía), uno de los temas más debatidos por las escuelas médicas del momento. En este libro, Monardes se posiciona nuevamente con los autores griegos frente a los árabes, reafirmando su orientación humanista.
Esta actitud no solo lo alineaba con las corrientes más avanzadas de su tiempo, sino que también reflejaba su deseo de contribuir a una medicina más racional, experimental y fundada en la observación empírica, superando las fórmulas escolásticas y dogmáticas. El joven Monardes se perfilaba ya como un médico humanista, con sólidos conocimientos filológicos, interés por las plantas y productos naturales, y capacidad para articular argumentos técnicos en un lenguaje accesible.
Estas primeras obras marcaron el rumbo de su pensamiento y anticiparon lo que sería su gran proyecto vital: la integración de los saberes médicos clásicos con las novedades botánicas, farmacológicas y terapéuticas provenientes del continente americano.
Producción médica y científica de Nicolás Monardes
Médico, comerciante y naturalista
Instalado de forma definitiva en Sevilla, Nicolás Monardes alcanzó rápidamente una posición destacada como médico prestigioso y hombre de negocios. Su consulta se convirtió en una de las más reputadas de la ciudad, atendiendo a una clientela variada y exigente. La medicina no solo le reportó reconocimiento, sino también importantes ingresos económicos, que invirtió en diversas empresas mercantiles.
Uno de los aspectos más llamativos de su biografía es su participación en el comercio de productos medicinales y, en menor medida, en el tráfico de esclavos. Esta faceta empresarial, que puede resultar conflictiva a ojos contemporáneos, era común en el contexto sevillano del siglo XVI, donde la medicina, la botánica y el comercio estaban profundamente entrelazados. El acceso privilegiado a sustancias exóticas traídas del Nuevo Mundo alimentó tanto su práctica médica como sus investigaciones.
Desde esta posición estratégica, Monardes comenzó a observar, recolectar y analizar las materias primas de origen americano, comparándolas con los remedios tradicionales conocidos en Europa. Su enfoque fue decididamente práctico y experimental: además de estudiar estas sustancias, las cultivaba en su propio huerto y las probaba en tratamientos médicos reales, integrando el conocimiento empírico con la erudición humanística.
Obras tempranas y tratados específicos
Antes de su gran obra, Monardes publicó una serie de tratados especializados que revelan su creciente interés por las propiedades medicinales de productos concretos. Entre ellos destacan:
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“De rosa et partibus eius” (ca. 1540), dedicado al estudio médico de las rosas.
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“De malis citriis, aurantis ac limonis” (1564), una monografía sobre los cítricos.
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“Libro de la piedra bezaar y de la yerba escuerçonera” (1565), sobre dos sustancias antidóticas.
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“Diálogo de las grandezas del hierro” (1574), donde aborda con profundidad el valor terapéutico y simbólico del hierro.
Este último es especialmente representativo del método monardiano. Presentado como un diálogo entre el propio autor, un boticario y un metalurgista vizcaíno, el texto explora no solo las propiedades curativas del hierro, sino también su papel en la vida cotidiana, su extracción, procesamiento y comparación con otros metales. En una época fascinada por el oro y la plata de América, Monardes reivindica el hierro como metal indispensable para la existencia humana, tanto en términos médicos como morales.
La estructura dialogada de sus obras refleja la herencia humanista, pero también su voluntad de comunicar el saber científico de forma accesible. En ellas, combina rigor académico, referencias clásicas, observación directa y aplicación terapéutica, lo que las convierte en verdaderos modelos de síntesis renacentista.
La «Historia Medicinal»: obra capital del saber renacentista
El punto culminante de la carrera de Monardes fue la publicación de su obra más influyente: la “Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales que sirven en medicina”, editada en tres partes entre 1565 y 1574. Este ambicioso tratado representa uno de los intentos más tempranos y sistemáticos de describir y clasificar los productos medicinales del Nuevo Mundo, integrándolos en el corpus terapéutico europeo.
En el prólogo a la primera parte, Monardes declara con claridad sus intenciones: demostrar que, más allá del oro, la plata o las piedras preciosas, las verdaderas riquezas del Nuevo Mundo son las plantas y sustancias útiles para la medicina. Y añade: “De lo cual seré el primero, para que los demás añadan con este principio lo que más supieren y por experiencia más hallaren”. Así, se autodefine como pionero y convocante de una nueva ciencia fundada en la experiencia y la observación.
Aprovechando que Sevilla era puerto de entrada de todas las mercancías americanas, Monardes tuvo acceso directo a numerosas muestras y a los testimonios de comerciantes, viajeros y médicos. Durante cuarenta años, acumuló experiencia, cultivó plantas en su propio huerto, realizó experimentos y se sirvió de colecciones privadas como la de Gonzalo Argote de Molina y, posiblemente, del jardín botánico de Simón de Tovar.
La “Historia Medicinal” no es un simple herbario o una recopilación de curiosidades exóticas. Se trata de una obra científica que aplica el método humanista a la identificación, descripción y aplicación terapéutica de sustancias nuevas, muchas de ellas desconocidas en Europa. Su contribución fue esencial para iniciar una farmacopea global, que combinara el saber clásico con los descubrimientos del Nuevo Mundo.
Estudios farmacognósticos pioneros
Monardes fue, en muchos aspectos, un precursor de la farmacognosia moderna, la ciencia que estudia los medicamentos de origen natural. Su nombre aparece asociado en la historia de esta disciplina junto a figuras como Valerius Cordus y Charles de l’Escluse (Clusius). El reconocimiento se debe, sobre todo, a su tratamiento sistemático de las llamadas “nuevas medicinas” americanas.
En sus estudios, Monardes describió con precisión resinas, bálsamos, raíces, semillas y hojas, especificando sus propiedades, preparación y modos de administración. Entre los productos que analizó con mayor detalle se encuentran:
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El aceite de Liquidambar styraciflua, una resina balsámica.
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El “mechocán” (Convolvulus mechoacan), purgante ideal según su criterio.
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El guayacán y palo santo (Guaiacum officinale y G. sanctum), eficaces en tratamientos sifilíticos.
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Las diversas especies de zarzaparrilla americana, que clasificó según su procedencia: México, Quito, Honduras.
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La cañafístola americana (Cassia grandis), que consideró superior a la asiática.
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El aceite de Jatropha curcas, al que llamó “higuera del infierno”.
Su clasificación botánica, aunque aún rudimentaria en comparación con la sistematización linneana posterior, mostraba ya criterios racionales de identificación y comparación, así como un enfoque empírico basado en pruebas clínicas y observación.
Monardes también introdujo en Europa plantas hasta entonces desconocidas, como la jalapa (Exogonium purga), el sasafrás (Sassafras officinale), el cardo santo (Argemone mexicana) y la cebadilla (Sabadilla officinarum). Su interés no se limitó a las plantas medicinales: mencionó también especies alimenticias como el maíz, el boniato, la piña tropical, el girasol y, con especial atención, el cacahuete, al que denominó “fruto que se cría debajo de la tierra”, frase que inspiró el nombre botánico dado por Linneo: Arachis hypogaea.
La amplitud de sus intereses, la precisión de sus descripciones y su enfoque metódico convirtieron su obra en una fuente obligada para los botánicos, médicos y naturalistas europeos de los siglos XVI y XVII.
Trascendencia de su obra, difusión europea y legado
Innovaciones científicas y capítulos clave
La profundidad científica de Nicolás Monardes alcanzó su máxima expresión en ciertos capítulos de su Historia Medicinal, donde abordó productos que ya eran conocidos en Europa, pero a los que él aplicó un enfoque farmacognóstico sistemático y novedoso. En particular, sus estudios sobre los bálsamos de Perú y Tolú (Myroxylon balsamum var. pereirae y var. balsamum), el tabaco y el sasafrás fueron pioneros y dejaron una marca duradera.
En lo relativo a los bálsamos, Monardes identificó sus propiedades antisépticas, balsámicas y cicatrizantes, y los incorporó al repertorio terapéutico europeo con argumentos racionales y observaciones clínicas. En el caso del tabaco, aunque su uso ya se había extendido en Europa como hábito recreativo, Monardes fue el primero en analizar sus efectos farmacológicos, comparándolo con el opio y la Cannabis indica, y señalando su potencial como narcótico y anestésico.
El capítulo dedicado al sasafrás merece mención aparte. Monardes fue el primer autor europeo en describir esta planta de manera detallada, incorporándola a la medicina como tratamiento de afecciones diversas, especialmente cutáneas y reumáticas. Su análisis del palo de sasafrás (Sassafras albidum) reveló tanto sus propiedades terapéuticas como su modo de uso, y su descripción permaneció como referencia durante siglos.
A todo esto se suman estudios sobre otras especies nuevas o escasamente conocidas en Europa, como la cebadilla (Schoenocaulon officinale), las canelas americanas (Dicypelium caryophilatum y Canella alba) y la pimienta luenga (Piper angustifolium). Estas investigaciones no sólo ampliaron el horizonte terapéutico del momento, sino que también contribuyeron a sistematizar el conocimiento botánico americano en clave médica, estableciendo correlaciones entre especies del Nuevo Mundo y sus equivalentes asiáticos o mediterráneos.
Recepción internacional y traducciones
La influencia de Monardes se extendió muy pronto más allá de las fronteras españolas. Su Historia Medicinal fue una de las obras científicas más reeditadas de la Europa renacentista, alcanzando gran difusión tanto en vida del autor como después de su muerte. En total, se contabilizan diecinueve ediciones en idiomas europeos durante el siglo XVI, además de otras catorce en los siglos posteriores, sin contar las impresas en España. La obra fue traducida al latín, italiano, francés, inglés y alemán, y muchas de sus ideas fueron recogidas —a veces sin mención— en tratados médicos y herbolarios posteriores.
Un papel crucial en esta expansión lo desempeñó el naturalista flamenco Charles de l’Escluse (Carolus Clusius), quien tradujo las dos primeras partes de la obra al latín y más tarde también la tercera, con una labor que fue mucho más allá de una simple translación. Clusius reestructuró el texto, resumió capítulos y añadió notas complementarias, muchas de ellas procedentes de cronistas y exploradores como Oviedo, López de Gómara, Cieza de León, o de sus propios contactos con científicos españoles, como Benito Arias Montano, Simón de Tovar y Juan de Castañeda.
La versión de Clusius fue fundamental para introducir el pensamiento de Monardes en el ámbito académico del norte de Europa, y consolidó su reputación como autoridad en el estudio de los productos americanos. En Inglaterra, su obra también circuló ampliamente, en parte gracias a una traducción temprana realizada por John Frampton, quien adaptó libremente el texto al gusto de los lectores británicos.
La acogida internacional de Monardes no se explica solo por la novedad de los temas tratados, sino por el rigurosidad de su método, la claridad de sus descripciones y la utilidad terapéutica de sus observaciones. En un mundo ansioso por conocer las riquezas del Nuevo Mundo, su obra ofrecía una sistematización razonada de los saberes botánicos y médicos llegados de América, con base empírica y vocación de universalidad.
Monardes y el nacimiento de la farmacognosia
Desde principios del siglo XX, los estudiosos de la historia de la medicina han reconocido a Monardes como uno de los fundadores de la farmacognosia, disciplina centrada en el estudio de los medicamentos naturales, especialmente vegetales. Este reconocimiento se debe en gran medida al juicio de W. Tschirch, quien en su monumental Handbuch der Pharmakognosie (1909-1927), incluyó a Monardes junto a Valerius Cordus y Clusius entre los “padres” de la ciencia farmacognóstica.
Lo que distingue a Monardes de muchos de sus contemporáneos es que rebasa el antiguo modelo de herbario descriptivo y se adentra en el estudio sistemático y crítico de las sustancias: su origen, modo de preparación, efectos fisiológicos, comparaciones con otros productos y potencial terapéutico. Su enfoque combina el rigor humanista en la lectura de los clásicos con la experiencia clínica acumulada durante más de cuarenta años de ejercicio médico en Sevilla.
Además, Monardes supo incorporar la dimensión experimental y práctica al discurso médico. No se limitaba a repetir lo que le contaban los viajeros o comerciantes: cultivaba las plantas, las analizaba, las administraba a sus pacientes y registraba sus efectos. Así, anticipó un tipo de ciencia aplicada que no se generalizaría hasta siglos después.
Sus descripciones botánicas sirvieron como base para la clasificación científica posterior, y su obra fue utilizada como referencia hasta bien entrado el siglo XIX. Incluso en tratados modernos de historia de la medicina o de farmacología se reconoce la vigencia metodológica de su enfoque, especialmente por su atención a la dosificación, la vía de administración y las interacciones entre compuestos.
Revalorización histórica y visión crítica
Con el paso del tiempo, la figura de Nicolás Monardes ha sido objeto de diversas relecturas. Durante mucho tiempo, se lo consideró simplemente un compilador de noticias sobre plantas americanas, o un herbarista curioso. Sin embargo, investigaciones recientes han subrayado su papel como científico riguroso, pionero en su campo y figura central en la confluencia entre ciencia, medicina y expansión imperial.
Desde una perspectiva contemporánea, su participación en el comercio esclavista o su apropiación del conocimiento indígena sin reconocer sus fuentes plantea interrogantes éticos. Pero sería injusto juzgar su figura sin tener en cuenta las condiciones históricas del siglo XVI, en las que la medicina, la botánica, el comercio y la política colonial estaban profundamente imbricados.
Monardes representa, en este sentido, la ambivalencia de la modernidad científica temprana: su capacidad para generar conocimiento nuevo y útil a partir de fuentes globales, pero también su dependencia de un sistema imperial que explotaba recursos humanos y naturales de forma desigual. Aun así, su legado científico permanece indiscutible.
Hoy se lo recuerda no sólo por su contribución al conocimiento botánico y médico, sino también por su capacidad de tejer redes intelectuales, de integrar disciplinas, y de establecer un puente entre el saber clásico y el mundo moderno. En su figura convergen el médico, el humanista, el comerciante, el botánico y el observador del mundo natural en expansión. Una figura renacentista en el sentido más pleno del término.
MCN Biografías, 2025. "Nicolás Bautista Monardes (ca.1493–1588): Médico Humanista y Pionero del Conocimiento Científico sobre las Plantas Americanas". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/monardes-nicolas-bautista [consulta: 18 de octubre de 2025].