Juan Díaz de Solís (1470–1516): El Explorador Olvidado que Abrió las Puertas del Río de la Plata
El mundo a finales del siglo XV: descubrimientos, ambiciones y tensiones ibéricas
Europa en la era de los grandes descubrimientos
La segunda mitad del siglo XV fue testigo del inicio de una transformación global. Impulsadas por intereses económicos, religiosos y estratégicos, las potencias ibéricas —Castilla y Aragón, por un lado, y Portugal, por otro— se lanzaron a la exploración del mundo desconocido más allá del Atlántico. La apertura de rutas marítimas hacia Asia, África y América redefinió el mapa del mundo y colocó al océano como protagonista de la política global.
La firma del Tratado de Tordesillas (1494) entre los Reyes Católicos y el monarca portugués Juan II, bajo mediación papal, estableció una línea de demarcación que dividía el mundo no cristiano entre ambas coronas. Sin embargo, la ambigüedad y la vasta extensión de las tierras aún por descubrir generaban fricciones permanentes. En este contexto de tensiones diplomáticas, ambiciones imperiales y una carrera por el control de las especias y nuevas rutas hacia Oriente, surgieron figuras clave como Cristóbal Colón, Americo Vespucci, Vasco da Gama, y también el menos recordado pero no menos significativo Juan Díaz de Solís.
La rivalidad entre España y Portugal por el control de nuevas rutas marítimas
La pugna entre Portugal y Castilla no se limitó a una mera delimitación geográfica. Cada expedición representaba una apuesta económica y política crucial. El descubrimiento por parte de Vasco da Gama de la ruta marítima hacia la India en 1498 había dado a los lusitanos una ventaja considerable. La Corona de Castilla, deseosa de competir con éxito, orientó sus esfuerzos hacia el hallazgo de un paso interoceánico que conectara el Atlántico con el recién descubierto Mar del Sur (océano Pacífico), facilitando así un acceso alternativo a las islas Molucas, codiciadas por sus especias.
La Casa de Contratación, fundada en Sevilla en 1503, se convirtió en el epicentro de esta política de expansión. Allí se forjaban los planes, se seleccionaban a los marinos más experimentados y se administraban los recursos de las empresas oceánicas. Uno de los nombres que comenzó a destacar en esta institución fue el de Juan Díaz de Solís, un marino de origen ambiguo que, desde comienzos del siglo XVI, captó la atención de la Corona.
Orígenes y juventud de Juan Díaz de Solís
El debate sobre su origen: Lebrija o Portugal
La biografía de Díaz de Solís arrastra una duda persistente: su nacionalidad. Mientras que la historiografía oficial española sostiene que nació en Lebrija, en la actual provincia de Sevilla, otras fuentes, especialmente el historiador chileno Toribio Medina, defienden su origen portugués. Esta disputa no es meramente anecdótica, sino que refleja la compleja movilidad de los marinos en la península ibérica en plena era de los descubrimientos, donde muchos navegantes servían indistintamente a una u otra corona según las oportunidades ofrecidas.
Más allá de su lugar de nacimiento, lo cierto es que desde joven se vio atraído por la navegación. Sus primeros años transcurrieron entre los puertos del sur de la Península y las costas norteafricanas, zonas en las que pudo haber participado en actividades comerciales, de contrabando o incluso en expediciones de reconocimiento costero. Este entorno formativo, marcado por una mezcla de legalidad e informalidad, forjó un perfil marinero hábil y resiliente.
Hacia el año 1500, Díaz de Solís ya prestaba servicios en la Casa da India portuguesa, entidad equivalente a la Casa de Contratación española. Allí se especializó en la navegación por la costa africana, ruta crucial para los intereses lusos. Es probable que incluso haya llegado a participar en viajes por la ruta hacia Asia, abierta por Vasco da Gama, lo que le otorgaría una experiencia única en largos trayectos oceánicos, clima tropical y navegación astronómica.
El cambio de lealtad de Portugal a Castilla pudo estar motivado por intereses personales o la atracción de mejores oportunidades bajo la Corona de Fernando el Católico, quien valoraba a los navegantes competentes para sus ambiciosos planes de expansión. Solís pasó así a integrar los círculos más selectos de la navegación española.
Los primeros pasos en la exploración atlántica
Servicio en la Casa da India y las rutas africanas
Durante sus años al servicio de la corona portuguesa, Solís acumuló una valiosa experiencia que más tarde sería clave en sus designaciones en Castilla. Las rutas africanas, con sus complicadas corrientes, climas extremos y riesgos comerciales, eran un campo de entrenamiento formidable. Allí se curtió como piloto, aprendió a interactuar con pueblos costeros y se familiarizó con los intereses económicos ligados a los metales, esclavos y especias.
Esa experiencia fue decisiva para que, una vez en Castilla, se convirtiera en una figura de peso dentro de la Casa de Contratación, especialmente tras la muerte de Americo Vespucci en 1512, cuando fue nombrado Piloto Mayor, el cargo más alto en materia de navegación y cartografía.
Transición al servicio de la Corona de Castilla
El ingreso oficial de Díaz de Solís en los proyectos de exploración castellanos coincidió con un momento político turbulento: la muerte de Isabel la Católica en 1504, la incapacidad mental de Juana I y la posterior asunción de Fernando como regente. Fue Fernando quien impulsó la búsqueda de un estrecho en América que comunicara el Atlántico con Asia, reactivando el sueño original de Colón de alcanzar la Especiería por occidente.
En este clima, se celebraron Juntas en Burgos en 1505 y 1508 para planificar nuevas exploraciones. Solís asistió a la segunda de ellas, junto a figuras destacadas como Vicente Yánez Pinzón, Juan de la Cosa y el propio Vespucci. Allí se le asignó su primera misión importante bajo bandera castellana: buscar el paso interoceánico en la zona norte de Veragua, en la actual América Central.
El ascenso como piloto en la Casa de Contratación
Participación en las Juntas de Burgos y la planificación secreta
La Junta de 1508 fue clave para el futuro de Díaz de Solís. El objetivo era claro: hallar un canal que permitiera a Castilla acceder al mar de la China. La misión se organizó en dos frentes: Solís al mando de la exploración marítima y Pinzón liderando las incursiones terrestres, con el piloto Pedro de Ledesma como parte esencial del equipo.
La expedición partió el 29 de junio de 1508 y recorrió las costas de Cuba, Nicaragua, Honduras y Yucatán, regiones que serían cruciales en las futuras expediciones hacia México. Aunque no lograron encontrar el ansiado paso, realizaron importantes descubrimientos geográficos como el Golfo Dulce, el Cabo de las Hibueras y la península de Yucatán.
El viaje de 1508: exploración de Centroamérica junto a Vicente Yánez Pinzón
La relación entre Solís y Pinzón fue tensa. A su regreso a España en 1509, Pinzón acusó a Solís de irregularidades, lo que derivó en un juicio. Solís fue absuelto y, como compensación, recibió una merced de 34.000 maravedises, además de consolidar su prestigio como navegante. La culminación de esta etapa llegó en 1512, cuando se le confirió el título de Piloto Mayor, posición que lo colocó en el centro de los planes estratégicos de la Corona para los descubrimientos futuros.
Con esa autoridad, y ante la renovada urgencia española por acceder al Mar del Sur tras el descubrimiento de Vasco Núñez de Balboa en 1513, Díaz de Solís se preparaba para emprender la expedición que marcaría su destino final y su nombre en la historia de los grandes exploradores ibéricos.
Consolidación como Piloto Mayor y la ambición del paso interoceánico
El conflicto diplomático con Portugal
Tras su nombramiento como Piloto Mayor de la Casa de Contratación en 1512, Juan Díaz de Solís se convirtió en una figura clave dentro de la política expansionista de la Corona de Castilla. Su misión más ambiciosa estaba por comenzar: encontrar el estrecho interoceánico que conectara el Atlántico con el recién descubierto Mar del Sur (Océano Pacífico). Esta obsesión geoestratégica tenía un objetivo claro: establecer una ruta alternativa a las especias sin pasar por los dominios portugueses.
Sin embargo, los recelos del reino de Portugal ante cualquier expedición castellana en el Atlántico Sur eran intensos. Al enterarse de los preparativos de una nueva expedición liderada por Solís, el monarca portugués protestó formalmente. Esto obligó a Fernando el Católico a suspender temporalmente el proyecto, a pesar de haber contemplado incluir en él a su hermano Francisco de Solís y al navegante portugués Juan Enriques.
Nuevos planes tras el descubrimiento del Mar del Sur por Balboa
El hallazgo del Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa en 1513 dio un nuevo impulso a los planes españoles. La certeza de que existía un vasto océano más allá del istmo centroamericano reavivó la urgencia de hallar una conexión náutica directa desde el Atlántico. Fernando el Católico, decidido a actuar con rapidez pero también con discreción, firmó el 24 de noviembre de 1514 una capitulación secreta con Díaz de Solís, autorizándolo a emprender una expedición hacia el sur de América.
La operación debía organizarse bajo máximo secreto para evitar objeciones lusas. El rey instruyó a Solís a presentar la empresa como privada, aunque le entregó en secreto 4.000 ducados para financiarla, a través del contador Juan López de Recalde. Se trataba de recorrer y descubrir “mil e setecientas leguas, e más si pudiéredes”, partiendo desde la gobernación de Castilla del Oro, liderada por Pedrarias Dávila. El objetivo final era llegar a las islas Molucas, cruzando el supuesto paso interoceánico.
La expedición de 1515 al Atlántico Sur
Preparativos secretos y objetivos estratégicos
La expedición se organizó con tres naves, 60 hombres y víveres para dos años y medio, lo que indica que se preveía un trayecto largo y sin posibilidad de avituallamiento. Solís eligió como punto de partida el puerto de Lepe, en Andalucía. Sin embargo, debido a la avería de la nave principal, debió trasladarse a Sanlúcar de Barrameda, desde donde finalmente partió el 8 de octubre de 1515.
A bordo iban su hermano Francisco, el piloto Pedro de Ledesma, el contador Pedro de Alarcón, el factor Francisco de Marquina, y un joven grumete llamado Francisco del Puerto, quien más adelante cobraría una relevancia inesperada. La discreción seguía siendo clave: ni siquiera muchos de los tripulantes conocían el verdadero propósito del viaje.
Travesía por el Atlántico: Brasil y Santa Catalina
Desde Sanlúcar, las embarcaciones se dirigieron hacia las islas Canarias y luego a la costa brasileña, siguiendo la ruta utilizada por los navegantes portugueses. Recorrieron el litoral desde el Cabo de San Roque hasta la bahía de Guanabara, y continuaron hacia el sur, alcanzando los 25º 3′ de latitud sur, en el Cabo de la Cananea.
El 27 de diciembre avistaron la isla que Solís bautizó como Isla de la Plata (actual Santa Catarina), y posteriormente ingresaron en una gran bahía que llamaron Bahía de los Perdidos. En cada punto, exploraban bahías, estuarios y surgideros, buscando con insistencia una abertura que confirmara la existencia del paso interoceánico.
Las condiciones de navegación eran duras: tormentas, clima cambiante y costas desconocidas. Sin embargo, la moral seguía alta por la posibilidad de realizar un descubrimiento trascendental para la historia de la navegación.
El descubrimiento del Río de la Plata
Descripción geográfica y primeras impresiones
En febrero de 1516, la expedición alcanzó un gran estuario de agua dulce. El caudal era tan inmenso que el agua seguía siendo potable aún a decenas de kilómetros mar adentro. Lo bautizaron como Mar Dulce, lo que hoy conocemos como Río de la Plata. Las crónicas de Solís recogieron las primeras observaciones del lugar, con costas habitadas por grupos indígenas que, desde sus chozas, observaban con curiosidad los buques europeos.
Este descubrimiento marcó un hito en la historia de la navegación atlántica. Aunque no era el ansiado estrecho interoceánico, sí abría un nuevo camino hacia el interior del continente sudamericano. Por ello, el estuario pasó a llamarse inicialmente río de Solís, en honor al piloto que lo había explorado.
Toma de posesión y contacto con los pueblos indígenas
Díaz de Solís decidió tomar posesión formal de las tierras en nombre del Rey, desembarcando en un punto llamado Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria, ubicado a los 35º de latitud sur, en lo que hoy es Uruguay. Más tarde llegó a la isla de Martín García, que recibió ese nombre por la muerte y entierro de un tripulante.
En la ribera oriental del río, los indígenas se mostraban amistosos. Mostraban objetos de oro, lo que incentivó a los exploradores a entablar un contacto más cercano. Solís organizó un grupo de desembarco para establecer relaciones y negociar, sin sospechar que estaba por cometer el mayor error de su carrera.
Muerte de Juan Díaz de Solís en América
El trágico desembarco en la isla de Martín García
El grupo que desembarcó estaba compuesto por ocho hombres, entre ellos Juan Díaz de Solís, el factor Marquina, el contador Alarcón, cuatro marineros y el joven grumete Francisco del Puerto. Pero al pisar tierra firme, el grupo fue atacado violentamente por los indígenas, quienes mataron a todos los adultos y descuartizaron sus cuerpos ante los ojos de la tripulación que observaba desde las naves.
El único sobreviviente fue el grumete Francisco del Puerto, que fue capturado pero no asesinado. Permanecería entre los indígenas por varios años, hasta la llegada de la expedición de Sebastián Caboto.
La muerte de Solís supuso un golpe devastador para la misión. Sin su líder, y con el temor de nuevos ataques, los tripulantes restantes abandonaron el lugar, sin intentar rescatar al grumete ni recuperar los cuerpos.
Consecuencias inmediatas para la expedición
La expedición se replegó hacia el norte. En su camino, recaló en la isla de los Lobos, donde recolectaron carne de lobos marinos. Continuaron costeando hacia la Laguna de los Patos, donde una de las naves naufragó, lo que obligó a parte de la tripulación a quedarse en tierra. De los náufragos, varios murieron y otros cayeron en manos portuguesas.
Uno de ellos, Alejo García, escuchó relatos sobre una mítica región interior, rica en metales preciosos y gobernada por un “Rey Blanco”. Guiado por estos rumores, García emprendió una expedición hacia el interior del continente, logrando llegar hasta los contrafuertes de los Andes y traer consigo plata, aunque fue asesinado en su regreso.
Mientras tanto, las dos naves restantes regresaron a España y arribaron a Sevilla el 4 de septiembre de 1516. A pesar del fracaso en el hallazgo del estrecho, el descubrimiento del Río de la Plata y las experiencias acumuladas en la travesía sentaron las bases de futuras exploraciones, como las de Sebastián Caboto y Pedro de Mendoza.
El legado de Juan Díaz de Solís quedó inscrito en los mapas y en la memoria geográfica de América del Sur, aunque su nombre no gozó del mismo reconocimiento que otros exploradores. Pero su trágica muerte en tierras desconocidas convirtió su figura en un símbolo de los peligros y sacrificios de la era de los descubrimientos.
MCN Biografías, 2025. "Juan Díaz de Solís (1470–1516): El Explorador Olvidado que Abrió las Puertas del Río de la Plata". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/diaz-de-solis-juan [consulta: 18 de octubre de 2025].