Vilar, Jean (1912-1971).
Actor, director y gerente teatral francés, fundador del Festival de Aviñón y del Théâtre National Populaire (T.N.P.). Vilar es uno de los grandes nombres del teatro francés del s. XX. No fue un teórico, sino un director, un hombre de teatro. Era un republicano y un demócrata que unía a su amor por el teatro sus convicciones cívicas y morales. En la línea de Gémier, defendió un teatro popular para todos, fuente de reconciliación nacional.
Nació en Sète en 1912. Hijo de un comerciante ambulante, abandonó la escuela pronto, pero en 1932 fue a París y superó el examen de bachillerato. Conoció a Charles Dullin, cuya amistad iba a jugar un papel decisivo en su formación teatral, tanto como actor como director. Entre 1935 y 1937 trabajó de figurante y de ayudante de dirección en producciones como Le Faiseur, de Balzac, Jules César, de Shakespeare, y Le Camelot, de Vitrac. Simultáneamente asistía a las clases de Alain. La influencia de Dullin y de Alain, y sus dificultades económicas en el momento de la guerra contribuyeron a desarrollar en él una cierta austeridad moral.En 1941 fue co-director, junto con A. Clavé, de una compañía ambulante, La Roulotte. Hizo su debut como actor entonces, con el papel de Sottenville en George Dandin, de Molière, y adaptó la Farce des jeunes filles à marier. Debutó como director en 1942, con la puesta en escena de La Danse de mort, de Strindberg, interpretando también el papel principal. En 1943 fundó su primera compañía profesional, la Compagnie des Sept, y se estableció en el Théâtre de Poche. Dirigió e interpretó con éxito Orage, de Strindberg, Césaire, de J. Schlumberger y, en 1944, Don Juan, de Molière. Su popularidad y su prestigio se consolidaron con Meurtre dans la cathédrale, de T. S. Elliot, escenificada primero en el Vieux-Colombier y más tarde en el Palais des Papes. En 1951 participó como actor en la película Les Portes de la nuit, de Carné y Prévert, y en las obras de teatro Roméo et Jeannette, de Anouilh, Jeanne au bûcher, de Claudel, en la Ópera de París, y Le Diable et le Bon Dieu, de Sartre, dirigida por Jouvet. También dirigió obras de Christiansen, Marc Bernard, Koester y Adamov.En 1947 Vilar fundó el Festival de Avignon, que tenía como sede un lugar privilegiado: la cour d’honneur del Palacio de los Papas. En septiembre de 1951, Jeanne Laurent, subdirectora de las Artes y las Letras, le propuso dirigir el Théâtre National Populaire. Saneó las cuentas de la compañía con la ayuda de su administrador, J. Rouvet, y llevó una política original que transformó el T.N.P. en una empresa teatral. El T.N.P. intentaba un espectáculo popular de calidad, que llegara a todas las capas sociales. Presentó obras maestras de la literatura dramática universal. Consiguió que visitase Chaillot -sede del T.N.P.- un público popular, fomentó la asociación de los espectadores en grupos como los Amigos del Théâtre Populaire, estableció relaciones con grupos sociales como los comités de empresa, las asociaciones estudiantiles, etc., con lo que consiguió unos 2.500 espectadores por función. Aunque se puede reprochar a Vilar que no prestó demasiada atención a los jóvenes autores, entre noviembre de 1951 y julio de 1963 logró realizar más de tres mil representaciones, con un total de más de cinco millones de espectadores. Recorrió Francia y salió a otros veintinueve países con sus giras. Consiguió un público entusiasta para lo que consideraba un servicio público.Siguiendo a Copeau, Villar era partidario de simplificar la puesta en escena. Sus escenarios tenían pocos objetos y eran un espacio abierto en el que pudiese brillar el juego de los actores. Quería eliminar todos los medios de expresión ajenos a la escena, como la pintura, arquitectura, efectos eléctricos, maquinarias, músicas, etc. El espectáculo tenía que ser «expresión del cuerpo y del alma del actor». Ética y estética debían combinarse, según su punto de vista, en la personalidad del intérprete. El actor debía ser un artesano capaz de convertirse en artista, en intérprete puro de las palabras del autor. Daba importancia a la dicción clara y la economía del movimiento. Él mismo, como actor, dotaba a sus personajes de unas dimensiones austeras, particularmente en obras de Shakespeare y Corneille. Con sus puestas en escena intentaba acercar al pueblo los grandes textos clásicos, representando en escenarios naturales, por distintas ciudades de Francia y ante públicos que no habían visto nunca teatro. Le interesaba conseguir que la alta cultura tuviese un público de masas. La gran acogida que encontró hizo que su trabajo tuviera una resonancia internacional. En sus montajes colaboraban grandes figuras de la escena como María Casares y Gerard Philippe, pero también jóvenes actores que se iniciaban en sus carreras. A partir de la temporada 1960-1961 el T.N.P. se politizó. Quiso enfrentarse a las críticas que recibía desde la izquierda, con Jean-Paul Sartre a la cabeza, y montó cuatro piezas que hablaban de la actualidad política. Antígona, de Sófocles (1960), La resistible ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht (1960), El Alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca(1961) y una adaptación de La Paz, de Aristófanes (diciembre de 1961), eran obras que hablaban de la ambición personal, del fascismo y de la relación de la justicia militar con la civil, en el momento de De Gaulle y de la Guerra de Argelia.Dejó sus ideas en varios libros, como El teatro, servicio público, Memorándum, y De la tradición teatral.
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