Trastámara, Tello de (ca. 1337-1370).
Aristócrata castellano, nacido hacia el año 1337 y fallecido el 15 de octubre de 1370. Tello fue uno de los numerosos hijos ilegítimos que el rey Alfonso XI, tuvo con su amante, Leonor de Guzmán, lo que convirtió a Tello en miembro de la casa de Trastámara, protagonista de encarnizados enfrentamientos al gobierno de su hemanastro Pedro I. Por lo que respecta a Tello de Trastámara, los conflictos contra su hermano Pedro I salpicaron de lleno el tradicional intento de los reyes de Castilla de controlar el señorío de Vizcaya, al cual Tello había accedido por matrimonio y territorio que se convirtió en pieza clave de las luchas fratricidas.
La tensión con Pedro I
Tras su muerte, Alfonso XI eligió a su hijo legítimo, Pedro, para heredar la corona, pero, a la vez, destinó jugosas rentas y patrimonios señoriales a sus hijos ilegítimos, que configuraron así una tupida red de intereses nobiliarios contrarios al gobierno omnímodo y autoritario del monarca. En el caso de Tello, fue investido con los señoríos de Lara, Aguilar, Castañeda, Berlanga y Monteagudo, además de ser el designado por el testamento paterno para acabar de concretar una vieja aspiración de la monarquía castellana desde la época de Sancho IV: incorporar el señorío de Vizcaya a la corona. En 1342, Alfonso XI ya había intentado apalabrar la boda de María Díaz de Haro II, hija de Juan de Haro el Tuerto señor de Vizcaya, con su hijo Tello, pero finalmente los hidalgos vizcaínos eligieron a Juan Núñez de Lara IV para casar con la heredera del señorío. Así pues, la relación con el señorío de Vizcaya marcó desde el mismo inicio el devenir biográfico de Tello de Trastámara.
En principio, las relaciones entre Tello y Pedro I no fueron demasiado tirantes, sino que incluso parecía ser Tello el Trastámara que mejor aceptaba la autoridad del rey. Por ejemplo, después de la purga iniciada en la corte por Pedro I que acabó con la vida, entre otros, de Leonor de Guzmán, amante de Alfonso XI y madre de todos los Trastámara (1351), Pedro I envió a sus dos hombres de confianza, Juan García Manrique y Pedro Ruiz de Villegas, hacia la villa de Palenzuela (Palencia), importantísima fortaleza que permanecía en manos de Tello como parte de su señorío de Aguilar. Allí tuvo conocimiento de la violenta muerte de su madre ordenada por su hermano, pero, guiado por los consejos de García Manrique, optó por la prudencia, como recogió el canciller Ayala en sus Crónicas:
E estonce don Tello salió de Palenzuela […] e fuese para el rey; e luego que llegó a él, besóle las manos e el rey le dixo: «Don Tello, ¿sabedes cómo vuestro madre doña Leonor es muerta?» E don Tello, por consejo de don Juan García Manrique, que le castigó que así lo dixese, respondió al rey: «Señor, yo non he otro padre nin otra madre salvo a la vuestra merced.» E plogo al rey de la respuesta que don Tello dio.
(Crónica de Pedro I, ed. cit., pp. 30-31).
Sin embargo, parece que la prudencia de Tello, conocedor de la iracundia de su hermano, escondía en realidad un sentimiento de esperar mejores acontecimientos. En 1352, Tello de Trastámara cambió su residencia de Palenzuela por la villa de Aranda de Duero, pero ante la llegada del rey a Aguilar de Campoó, optó por esquivarle y visitar su señorío de Monteagudo, sin duda temeroso de un nuevo encontronazo fraternal de consecuencias negativas. Merced a la cercanía de Monteagudo con el reino de Aragón, y también a las negociaciones que mantenía Enrique de Trastámara, hermano de Tello, con el monarca aragonés Pedro IV en contra de Pedro I, Tello de Trastámara pasó a ser el brazo derecho de su hermano Enrique en cuanto a pretensiones de éste al trono, a la vez que fingía continuar la lealtad a Pedro en un interesadísimo y sagaz doble juego político del que esperaba tener buen fruto.
El personaje más contrario a los Trastámara en los primeros años del reinado de Pedro I era Juan Alfonso de Alburquerque, antiguo servidor de Alfonso XI y ayo que había sido del ahora monarca. Intrigante por naturaleza, los hijos de Leonor de Guzmán fueron su objetivo desde el inicio, especialmente Tello, ya que en los planes de Juan Alfonso entraba ser nombrado señor de Vizcaya por Pedro I, contraviniendo el testamento de Alfonso XI que designaba a Tello para tal causa. Así, en junio de 1353, durante la celebración en Valladolid de las bodas entre el rey de Castilla y la princesa Blanca de Borbón, Enrique y Tello de Trastámara, temerosos de una emboscada por parte de Juan Alfonso de Alburquerque, acudieron a la cita al frente de un numeroso grupo de hombres armados. Establecidos en la cercana villa de Cigales, Tello envió a un mensajero, Álvaro de Carreño, para advertir al rey que la presencia de huestes tenía que ver con las oscuras maniobras de Juan Alfonso contra ellos; a su vez, Juan Alfonso intentó presentar este desacato como una prueba fehaciente de que los Trastámara atentaban contra el monarca. Los tres hermanos se entrevistaron cordialmente en Cigales y los esponsales se celebraron de forma pacífica, lo que significó el principio del fin de la privanza de Juan Alfonso de Alburquerque en la corte castellana a pesar de que, paradójicamente, los acontecimientos posteriores le diesen la razón sobre sus sospechas.
El señorío de Vizcaya
Como prueba de su buena voluntad, Tello de Trastámara había accedido a la imposición efectuada por Pedro I: entregar todas sus fortalezas señoriales a alcaides afines al monarca. Esta acción dio lugar al punto álgido de las relaciones entre Pedro I y Tello, ya que el rey de Castilla decidió recompensarle con el señorío vizcaíno. La muerte en 1351 de Nuño de Lara y Díaz de Haro, sucesor en el señorío de Vizcaya de Juan Núñez de Lara IV, hizo que el codiciado territorio vasco quedase en manos de Juana Núñez de Lara, hija de Juan y hermana de Nuño, que ya había sido reconocida por los hidalgos norteños en Guernica. Dos años más tarde, Pedro I validó la elección de Juana, pero a cambio de que contrajese matrimonio con Tello de Trastámara, enlace que tuvo lugar en Segovia hacia septiembre de 1353. Inmediatamente, Tello fue reconocido por los vizcaínos como su señor y la monarquía castellana daba un paso más en su proceso de asimilación de las tierras de Vizcaya a la autoridad regia. De camino, el bando afín a María de Padilla, amante de Pedro I y totalmente contrario a la privanza de Juan Alfonso de Alburquerque, asestaba un golpe tremendo a las aspiraciones de éste.
A partir de esta concesión, los acontecimientos se precipitaron hacia la sorda incubación de la guerra civil castellana. Pedro I, olvidándose de Blanca de Borbón, su esposa legítima, vivía en escandaloso concubinato con María de Padilla, que era quien regía el juego político. Juan Alfonso de Alburquerque, despechado por el monarca, se unió a la causa de Enrique de Trastámara para intentar derrocar a Pedro I, causa en la que Tello, después de haber obtenido recompensa, también comenzó a militar sin escrúpulos y haciendo alarde de ello. En el verano de 1354, Pedro I casó a su primo el infante Juan de Aragón con Isabel Núñez de Lara, hermana de María y cuñada de Tello, ya que había desposeído formalmente a Tello de los señoríos de Lara y Vizcaya por el apoyo prestado a los enemigos del rey. Esta imposición no fue aceptada por los hidalgos vizcaínos, pero, en realidad, ya no importaba demasiado, ya que todo el reino comenzaba a alinearse en alguno de los dos bandos de la inminente guerra fratricida. Tello de Trastámara, con sus hermanos y Juan Alfonso de Alburquerque, aún participó en las vistas de Tejadillo (en las cercanías de Toro) a finales de 1354, en las que los notables del reino intentaron alejar los vientos de guerra. Algo apaciguados los ánimos, Tello regresó a Vizcaya con el señorío confirmado, pero los continuos roces cuasi armados entre Pedro I y sus hermanos acontecidos en 1355 abocaron la situación al desastre de la guerra. En 1356, Pedro I sitió de nuevo Palenzuela, obligando al alcaide, Juan de Avendaño, a pactar la entrega de la fortaleza siempre y cuando Tello de Trastámara, titular de la villa, llegase allí y así lo ordenara. El relato del canciller Ayala vuelve a ser tremendamente esclarecedor acerca de cuáles eran las intenciones de los dos hermanos:
E el rey, quando sopo que don Tello se venía para él, con gran voluntad que avía de se vengar e de matar todos aquellos grandes que estovieron en uno en aquella demanda […], fabló con Juan Ferrández de Henestrosa e díxole cómo se guisaría que los él pudiese matar todos estos cinco desque don Tello viniese […] E queriendo facer el rey lo que dicho avemos, dixéronle que don Tello non venía tan aína, mas que se aparejaba para venir […] Después que el rey tomó la villa de Palenzuela, e vio que don Tello su hermano non venía, fue a Oterdesillas e fizo allí facer un torneo muy grande…
(Crónica de Pedro I, ed. cit., pp. 167-168).
Las luchas fratricidas y la implicación vizcaína
A tenor de lo visto, no parece haber ninguna duda acerca de que Tello de Trastámara conocía muy bien las reacciones de su hermano y, desde luego, no tuvo ninguna intención de aparecer por Palenzuela aunque así lo anunciase. De hecho, en septiembre de 1356, Tello acompañó a su hermano Enrique a Cataluña, donde éste había firmado un pacto con Pedro IV de mutua ayuda militar. Ambos Trastámara se pusieron al frente de las célebres huestes de routiers (mercenarios) extranjeros (normandos, bretones y gascones, fundamentalmente), las famosas Compañías Blancas, que tanta ayuda habrían de prestar al futuro Enrique II en la guerra fratricida que comenzaba en ese mismo instante, si bien en el primer momento solapadas con la guerra entre Castilla y Aragón. (Véase: Guerra de los dos Pedros).
El conflicto entre los dos Pedros no hizo al castellano olvidar las afrentas de sus hermanos, en especial de Tello, que había regresado a Vizcaya en 1357 y encendía allí las hostilidades contra el monarca. En este momento, el Trastámara perdió gran parte de los apoyos de la hidalguía vizcaína, que comenzaba a estar asqueada de los constantes enfrentamientos nobiliarios. Por ello, en junio de 1358, en una de sus rápidas y furibundas cabalgadas, Pedro I viajó desde Sevilla a Aguilar de Campoó para intentar otra vez prender a su sagaz e intrigante hermanastro, aunque de nuevo éste se escabulló en el último instante, como narra López de Ayala:
E el día que el rey allí llegó, don Tello andaba a monte, e un su escudero, que decían Gutier de Aguera, vio al rey e fuégelo a decir a don Tello al monte. E luego don Tello fuyó para Vizcaya e llegó a Bermeo, una su villa ribera de la mar; e así como llegó, entró en las pinazas de pescar e fuese para un logar cerca de Bayona, que dicen San Juan de Luz, e dende fuese para Bayona de Inglaterra […] E el rey entró en otros navíos e fue por la mar cuidándole de alcanzar, e llegó fasta un logar de la costa que llaman Lequeytio, e la sazón la mar era un poco brava; e enojóse el rey desque vio que le non podía alcanzar, ca don Tello ya sería en la tierra de Bayona, que es del señorío del rey de Inglaterra, e el rey tornóse para Bermeo.
(Crónica de Pedro I, ed. cit., p. 192).
Sí prendió el colérico monarca castellano a Juana Núñez de Lara, esposa de Tello, lo que parecía allanar el camino para que Juan de Aragón, primo del rey, lograse ser elegido nuevo señor de Vizcaya en sustitución del fugado Tello. Pese a ello, la junta de hidalgos vizcaínos celebrada en Guernica se mostró en contra de estas pugnas nobiliarias y certificó que sólo aceptarían como señor de Vizcaya al rey de Castilla, previa jura de los fueros de éste. El canciller Ayala (primero servidor y después enemigo de Pedro I) atribuye esta decisión de la Junta de Guernica a la manipulación de sus representantes por parte de Pedro I, pero parece evidente que los vizcaínos estaban más que cansados de estas situaciones bélicas. Apenas un mes más tarde, y de nuevo por orden de Pedro I, tanto su hermano Fadrique de Trastámara, maestre de Santiago, como su primo Juan de Aragón, fallecían asesinados en el transcurso de una nueva purga nobiliaria, lo que hizo que en 1359 se recrudeciera la guerra entre Castilla y Aragón.
Los aesinatos de Fadrique y Juan hicieron que Tello de Trastámara y su hermano Enrique capitaneasen las tropas aragonesas que se enfrentaron a las castellanas en la batalla de Araviana (1359), acontecida en las cercanías del Moncayo y en las que la victoria correspondió a las huestes de Pedro I. Sin embargo, ya no había vuelta de hoja y en 1360 la guerra entre Aragón y Castilla se convirtió en una guerra civil (véase: Guerra Civil Castellana) en este último reino, donde los Trastámara no se conformarían con otra cosa que no fuese la muerte de Pedro I y la entronización de Enrique. En 1360 Tello unió a sus tropas señoriales con las de su hermano Enrique en Pancorvo, participando en las escaramuzas de Azofra (La Rioja) de ese año. Firmada una tregua con Pedro IV en 1361, la guerra continuó en Castilla desde todos los frentes, en los que Tello siempre peleó a favor de su hermano Enrique.
La guerra civil castellana
En 1363, tras la muerte por asesinato del infante Fernando de Aragón (hermano de Pedro IV y primo de Pedro I), los trastamaristas se reorganizaron para intentar un asalto definitivo al trono. El monarca castellano, apoyado por las tropas inglesas al mando de Eduardo de Gales, el Príncipe Negro, estaba ganando la guerra contra Aragón y contra su propia quintacolumna castellana, a la que había dejado reducida a base de muertes y asesinatos. Fiel a su política intrigante y llena de vaivenes buscando el provecho propio, parece que Tello de Trastámara quiso cambiar de bando a la vista de estos acontecimientos, ya que en 1364, cuando se hallaba en Valencia junto a las tropas de su hermano Enrique y las del rey de Aragón, envió un mensajero a delatar la maniobra ante Pedro I:
Estando el rey don Pedro sobre la cibdad de Valencia […], llegó a él un escudero natural de Castilla, de la villa de Castro de Urdiales, que avía nombre Marcos García e andava en Aragón con don Tello (algunos decían que don Tello le enviara, ca siempre don Tello ficiera asaz cosas tales, e non era pagado de andar con el conde don Enrique su hermano), e dixo aquel escudero al rey que le venía a apercebir…
(Crónica de Pedro I, ed. cit., p. 300).
Teniendo en cuenta el devenir anterior de Tello, la crítica parece cuando menos razonable, ya que en ningún momento de su vida tuvo el señor de Vizcaya otras consideraciones en mente que las de su propio beneficio. De hecho, en 1366 tuvo lugar la más onírica y surrealista acción de Tello de Trastámara para mantenerse al frente del señorío de Vizcaya, que fue la de hacer pasar a otra mujer por su esposa, Juana Núñez de Lara, fallecida hacía ya algunos años por orden de Pedro I. De nuevo la pluma del canciller Ayala muestra el macabro pintoresquismo de este episodio:
Don Tello dixo luego que era su mujer, e levóla a su casa; empero decía en su secreto que lo facía por aver algund título a Lara e Vizcaya, rescelando que aquella mujer se fuese a la partida del rey don Pedro e que los vizcaynos, como son omes a su voluntad, tomasen con ella alguna imaginación, por que don Tello perdiese el señorío de Lara e de Vizcaya. E aunque don Tello era cierto que aquella non era doña Juana de Lara, algunos días tóvola así por mujer: empero después lo negó públicamente e fue fallado que non era ella…
(Crónica de Pedro I, ed. cit., p. 334).
Al legítimo monarca castellano ya le importaban bastante poco estas maniobras de Tello de Trastámara destinadas a mantenerse en la titularidad del señorío de Vizcaya, y así lo demostró a finales de 1466 cuando, durante la firma de los acuerdos de Libourne con los ingleses para ayuda en la guerra civil, Pedro I cedió Vizcaya, Castro Urdiales y Lara al príncipe de Gales, ya que, oficialmente, Tello de Trastámara había sido desposeído de su patrimonio desde 1358. En 1367, el señor de Vizcaya participó en la batalla de Nájera, comandando una de las alas de la vanguardia militar del ejército del ya autocoronado Enrique II de Trastámara; a juzgar por las noticias del canciller Ayala, la poca destreza de Tello en el campo de batalla, así como su carácter timorato a la hora de acometer al enemigo, fue una de las causas de la derrota de las pretensiones Trastámaras en tierras riojanas. El propio señor de Vizcaya huyó al galope hacia Burgos, y desde allí volvió a refugiarse en las tierras amigas de la Corona de Aragón, temiendo sin duda que Pedro I le persiguiese. Es bastante posible que a finales de 1367 acompañase a su hermano Enrique a la firma del tratado de Aigües-Mortes, mediantel el cual Francia se comprometió a ayudar al Trastámara en su asalto al trono de Pedro I. Dos años más tarde, en el campo de Montiel, tuvo lugar la famosa entrevista entre Pedro I y Enrique II en la que Bertrand Du Guesclin, comandante de las Compañías Blancas al servicio del Trastámara, asesinó al rey legítimo encumbrando a la dinastía bastarda de Enrique II a la cúspide de la monarquía castellana.
Últimos años
De entre las famosas mercedes enriqueñas, es decir, las contraprestaciones territoriales y económicas que el rey vencedor realizó a los nobles que le habían apoyado en la guerra, una de las primeras fue la de confirmar a Tello de Trastámara los señoríos de Berlanga, Aguilar, Castañeda y Vizcaya, pero, a cambio, envió a su hermano a vigilar la frontera con Portugal. No tuvo don Tello demasiado tiempo de disfrutar de estas nuevas prerrogativas, ya que el 15 de octubre de 1370, apenas un año más tarde de la entronización de su linaje, el señor de Vizcaya falleció… no sin polémica, como deja entrever el canciller Ayala en su crónica:
E algunos decían que le fueran dadas hiervas, e que se las diera un físico, que decían maestre Romano, que era físico del rey don Enrique, e que se las diera por mandado del dicho rey, por razón que don Tello andaba siempre tratando con todos aquellos que él sabía que non querían bien al rey don Enrique; pero esto non es cierto, salvo la fama que fue así.
(Crónica de Enrique II, ed. cit., pp. 446-447).
Cabe la duda de si el cronista oscureció los hechos en su benévola defensa de Enrique II, ya que el perfil intrigante que tuvo Tello de Trastámara durante toda su vida le convertían, en efecto, en un personaje incómodo para el nuevo monarca. El señor de Vizcaya fue enterrado, con todos los honores inherentes, en el panteón del monasterio de San Francisco (Palencia). A su muerte, Tello de Trastámara no dejó sucesión legítima, por lo que la cuestión vizcaína se litigó mediante una solución conforme a los intereses de la monarquía castellana: el señorío pasaría a su cuñada Juana Manuel, reina de Castilla y esposa de Enrique II, que lo administraría hasta la mayoría de edad del infante heredero, Juan de Trastámara. Cuando éste heredó el trono castellano tras la muerte de su padre (1370), incorporó el señorío de Vizcaya a los títulos de la realeza castellana, acabando con el gobierno señorial de este territorio. Tello de Trastámara dejó dos hijos ilegítimos: Alfonso Téllez, señor de la Tierra de la Reina, y Juan Téllez de Trastámara, señor de Aguilar y Castañeda. El segundo, Juan Téllez, se casó en primeras nupcias con Leonor de la Vega, apodada la Ricahembra, que, viuda de Juan Téllez, fue posterior esposa del almirante Diego Hurtado de Mendoza y, por ende, madre del famoso literato castellano del siglo XV, Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana. La hija de Juan Téllez y Leonor de la Vega, Aldonza de Castilla, nieta de Tello de Trastámara, heredaría el carácter belicoso e intrigante de su abuelo, y protagonizaría algunos pleitos con su hermanastro el marqués de Santillana por la herencia materna. Con ella se extinguió la rama Trastámara procedente de Tello, señor de Vizcaya.
Bibliografía
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DÍAZ MARTÍN, L. V. «Don Tello, Señor de Aguilar y de Vizcaya (1337-1370)». (Boletín de la Institución Tello Téllez de Meneses, 47 [1982], pp. 267-337).
-
LÓPEZ DE AYALA, P. Crónicas. (Ed. J. L. Martín, Barcelona, 1991).
-
VALDEÓN BARUQUE, J. Los Trastámaras. El triunfo de una dinastía bastarda. (Madrid, 2001).
-
VVAA. Edad Media y Señoríos: el Señorío de Vizcaya. (Bilbao, 1972).