Leonor de Guzmán (1310-1351).


Dama castellana, nacida en 1310, posiblemente en Sevilla, y muerta en Talavera de la Reina (Toledo) en 1351. Fue la compañera del rey Alfonso XI (1311-1350) durante la mayor parte de su vida. De esta unión, no sancionada por el matrimonio, nació Enrique de Trastámara, futuro Enrique II de Castilla.

Era hija de don Pedro Núñez y pertenecía al poderoso linaje de los Guzmanes, que dominaba Andalucía junto a los Ponces de León, con los que también estaba emparentada. Al parecer, en 1329 conoció a Alfonso XI en Sevilla, donde ella residía en casa de su hermana mayor. Leonor tenía por entonces diecinueve años. El rey, que contaba dieciocho, estaba ya casado con María de Portugal, pese a lo cual inició con la dama sevillana una apasionada relación amorosa que habría de durar hasta su muerte. En 1330 nació el primer hijo de ambos, Pedro, al que Alfonso XI otorgó el señorío de Aguilar de Campoo, por lo que sería conocido como Pedro de Aguilar hasta su muerte, acaecida cuando era muy joven. A este primer hijo siguieron otros siete: los gemelos Enrique y Fadrique, Tello, Juan, Sancho, Pedro y Juana. Desde su nacimiento, los hijos de Leonor de Guzmán se convirtieron en grandes personajes de la corte, gracias a la leal protección del monarca y a los desvelos de Leonor, que hizo cuanto pudo por asegurar la posición de una prole marcada por el signo de la ilegitimidad. El segundogénito, Enrique, fue adoptado por Rodrigo Álvarez de Asturias, señor de Noreña, y heredó el condado de Trastámara.

Era Leonor de Guzmán una mujer inteligente y activa que, a lo largo de sus muchos años junto a Alfonso XI, adquirió una notable experiencia política. Su gran ascendente sobre el rey era conocido dentro y fuera del reino, como demuestra el hecho de que Eduardo III de Inglaterra se dirigiera a ella para que intercediera a favor del matrimonio entre el heredero al trono castellano, Pedro, y una princesa inglesa. En efecto, Alfonso XI tenía en alta estima sus opiniones acerca de los asuntos del reino y favoreció el encumbramiento político y económico de los parientes de Leonor. Ésta utilizó su influencia sobre el rey para aumentar la riqueza y el poder de su familia. Uno de sus principales objetivos fue el control sobre las rentas de las órdenes militares. Su intervención llevó al nombramiento de su hermano como maestre de la Orden de Santiago (que luego heredaría su hijo Fadrique) y a la caída del maestre de Alcántara, Gonzalo Martínez de Oviedo. Pero los amores ilícitos del rey suscitaban la desaprobación de la nobleza, postergada por la influencia de los Guzmanes, y sirvieron a ésta como pretexto para promover rebeliones contra Alfonso XI, a veces con el apoyo del rey de Portugal, padre de la reina María, la cual se había quejado ante él de su humillante situación en la corte castellana.

Leonor residió normalmente en Sevilla, pero a menudo acompañó a Alfonso XI en sus desplazamientos, incluso cuando se trataba de expediciones militares (estuvo presente en la conquista de Algeciras). A su alrededor se formó una verdadera corte, integrada sobre todo por sus parientes -Guzmanes y Ponces de León- y por miembros de otros linajes andaluces, como los Enríquez o los Coronel. Consiguió atraerse a Juan Núñez de Lara, jefe del linaje de los Lara, el más poderoso del reino, con cuya hija, Juana, casó Leonor a su hijo Tello. Por otra parte, supo administrar sabiamente su patrimonio señorial: compró los valles vascos de Llodio y Orozco, que luego vendió, y recibió del rey los derechos señoriales sobre las villas de Tordesillas (donde Alfonso XI hizo construir un palacio para ella), Palenzuela, San Miguel del Pino, Villagarcía, Villaumbrales, Monzón, Beteta, Oropesa, Medina Sidonia, Cabra y Alcalá de Guadaira.

Su posición en la corte le granjeó numerosos enemigos. Con algunos personajes importantes de la nobleza sus relaciones cambiaron conforme a las circunstancias políticas. Fue éste el caso del infante don Juan Manuel, quien en 1330 trató de convencerla para que solicitara del papado la anulación del matrimonio del rey con María de Portugal. Don Juan Manuel pretendía así indisponer al monarca con el rey portugués, a fin de favorecer sus propios intereses políticos. Pero Leonor se mostró cautelosa no prestándose a este juego. A partir de entonces se rompió su amistad con el infante, quien, en una carta de 1345 dirigida a Pedro IV de Aragón, la llamaba «aquella mala mujer».

La muerte de Alfonso XI en 1350 significó el comienzo del fin para Leonor de Guzmán. Aunque el nuevo rey, Pedro I, tenía edad suficiente para gobernar, pronto se hizo evidente que la reina madre, María de Portugal, estaba dispuesta a ejercer un papel político que las preferencias amorosas de su esposo le habían vedado en vida de éste. La desaparición de Alfonso XI produjo nerviosismo y tensión en la corte castellana. Leonor trató en primer lugar de preservar la posición de sus numerosos hijos y la suya propia, pero María de Portugal no estaba dispuesta a consentir que su antigua rival continuara campando por sus respetos en la corte. Para ello encontró el apoyo de buena parte de la nobleza, que buscaba desbancar del gobierno a Guzmanes y Ponces de León.

Nada más morir el rey, Leonor se encontró abandonada por sus antiguos partidarios, que se apresuraron a refugiarse en sus señoríos, a la espera de los acontecimientos políticos que traería la ascensión al trono de Pedro I. Leonor buscó refugio en Medina Sidonia y allí esperó la reacción de los nuevos dueños del poder: la reina María y su favorito, Juan Alfonso de Alburquerque. Tras obtener de éste garantías sobre su vida y su libertad, Leonor regresó a Sevilla, donde se encontraba la corte. Pero allí quedó sometida a una estrecha vigilancia y convertida, de hecho, en prisionera de la reina madre.

En julio de 1350 se llegó a una precaria reconciliación entre ambos bandos y los antiguos partidarios de Leonor recuperaron sus privilegios. La propia Leonor disfrutó de una mayor libertad de movimientos y, con el tiempo, trató de recuperar su influencia. Su principal baza política era Juana Manuel, hija del infante don Juan Manuel y prometida de Enrique de Trastámara. El matrimonio entre el hijo mayor de Leonor de Guzmán y Juana Manuel constituía una seria amenaza para Pedro I y sus partidarios, pues reforzaría sustancialmente los derechos dinásticos de aquél y de su descendencia. Consciente de ello, Leonor aceleró el matrimonio y, sin el consentimiento del rey, hizo que Enrique y Juana consumaran la unión en su propia cámara, lo que fue causa de un gran escándalo en la corte. Como respuesta a este golpe de efecto, Juan Alfonso de Alburquerque convenció a Pedro I de la necesidad de estrechar el cerco sobre Leonor, que fue trasladada prisionera al castillo de Carmona.

Es probable que, desde comienzos de 1351, María de Portugal albergase el propósito de hacer asesinar a Leonor de Guzmán, tanto para debilitar al partido nobiliario antipetrista como para saciar una antigua sed de venganza. Se pensaba, en todo caso, que sería posible matar a Leonor y reconciliar después a Pedro I y a sus hermanos bastardos mediante amplias concesiones. En enero de dicho año, la corte salió de Sevilla llevando consigo a Leonor de Guzmán. Este viaje tenía como propósito visitar las tierras de la Orden de Santiago, cuyo maestrazgo había conseguido Leonor para su hijo Fadrique. En Llerena se entrevistó Leonor por última vez con éste. Tras concluir las vistas, Alburquerque ordenó que Leonor fuera conducida a Talavera de la Reina, ciudad que pertenecía en señorío a María de Portugal. Poco tiempo después fue asesinada, posiblemente por orden de la reina madre. Pero, a pesar de los esfuerzos de María de Portugal por eliminar la amenaza que representaban los bastardos de Alfonso XI y Leonor de Guzmán, uno de ellos, Enrique, acabaría sentándose en el trono de Castilla tras asesinar a Pedro I en 1369.

Bibliografía

  • MOXÓ, S.: «La sociedad política castellana en la época de Alfonso XI», en Cuadernos de Historia, 6, 1975.

  • SUÁREZ FERNÁNDEZ, LUIS: «España cristiana. Crisis de la Reconquista. Luchas civiles», en Historia de España, dirigida por R. Menéndez Pidal. Madrid: Espasa-Calpe, 1966.

  • Crónica del rey don Alfonso el Onceno. Madrid: Atlas, 1953 (Biblioteca de Autores Españoles).