Roger Serrano, José, o «Pepe Valencia» (1894-1971)
Matador de toros español, nacido en Madrid el 25 de septiembre de 1894 y fallecido en su ciudad natal a finales del año 1971. Miembro de una célebre dinastía de toreros, se anunció en los carteles bajo el nombre artístico de «Pepe Valencia» o, simplemente, «Valencia», apodo que heredó de su progenitor, el banderillero José Roger y Durán. En su saga familiar, lucieron también el traje de luces su hermano Victoriano Roger Serrano («Valencia II») y su hijo José Roger Martín («Valencia III») y su sobrino Victoriano Cuevas Roger («Victoriano Valencia»).
Su temprana afición al mundo de los toros, nutrida por el ambiente taurino que respiró en su entorno familiar desde su nacimiento, le animó a lanzarse a los ruedos por vez primera el día 4 de mayo de 1913 en el pequeño coso madrileño de Tetuán de las Victorias, donde anduvo tan inspirado que fue invitado a volver los días 11, 18 y 25 de aquel mismo mes de su debut. La afición de la Villa y Corte, sorprendida por los éxitos arrolladores de este joven e inexperto aspirante a figura del Arte de Cúchares, reclamó su comparecencia en la primera plaza del mundo para el día 25 de julio de aquel año de 1913, fecha en la que el animoso «Pepe Valencia», acompañado por los jóvenes novilleros «Larita» y Gaspar Esquerdo, se las vio con un lote procedente de la vacada de don Eduardo Olea.
Sin embargo, las asperezas y dificultades anejas a los primeros compases de la andadura taurina le aconsejaron abandonar el capote y la muleta para buscar una mayor tranquilidad en el oficio de albañil que había venido desempeñando hasta poco antes de lanzarse a la aventura de ser torero (oficio en cuya elección también había influido la otra profesión de su progenitor, que alternaba sus actuaciones como banderillero con su dedicación al tajo en calidad de pintor revocador). Pero pronto advirtió el animoso José Roger Serrano que los riesgos y sinsabores del andamio no eran menores que los peligros y enojos que podrían aguardarle dentro de una plaza de toros, por lo que, hacia 1918, volvió vestirse de luces para ofrecer de nuevo grandes espectáculos taurinos, algunos tan relevantes como el protagonizado el día 11 de agosto de 1918 en las arenas madrileñas, donde otra vez el nombre de «Pepe Valencia» mereció los elogios más encendidos de los aficionados cabales.
Así las cosas, durante la temporada de 1919 (en la que siguió actuando en calidad de novillero, a pesar de haber cumplido los veinticinco años de edad) se convirtió en una de las figuras punteras del escalafón novilleril, con triunfos tan clamorosos como el cosechado nuevamente en Madrid el día 17 de mayo. Tales logros le animaron, cuando ya llevaba toreadas veintiséis novilladas, a tomar la alternativa antes de que concluyera dicha campaña; y así, el día 5 de septiembre de aquel año de 1919 volvió a cruzar la arena del redondel capitalino dispuesto de recibir el título de doctor en tauromaquia de manos de su celebérrimo padrino, el colosal espada sevillano Juan Belmonte García («El Pasmo de Triana»), quien le cedió los trastos con los que había de dar lidia y muerte a un pupilo de Aleas que atendía a la voz de Favorito. El coletudo sevillano Francisco Díaz Pérez («Pacorro»), presente aquella tarde en calidad de testigo, vio cómo el toricantano se lucía en la lidia de su primer enemigo y andaba aseado frente al toro que cerraba plaza.
Tras esta inclusión en el escalafón superior de los matadores de toros, «Pepe Valencia» siguió cosechando notables triunfos en las plazas españolas y también en suelo hispanoamericano, donde realizó brillantes campañas en México (1924) y Venezuela (1925 y 1929). Pero, vencido por una estéril apatía que irritaba sobremanera a aquellos aficionados que le habían visto triunfar durante su aprendizaje novilleril, permaneció durante seis largos años en América del Sur (1929-1934) y, a su regreso a la Península Ibérica, ya no volvió a enfundarse el terno de alamares. Posteriormente fue nombrado asesor de la madrileña plaza Monumental de Las Ventas, y así permaneció vinculado al planeta de los toros hasta los últimos años de su vida.
El crítico e historiador de la Tauromaquia don José María de Cossío supo describir mejor que nadie las expectativas creadas por este gran torero, el alcance de su arte, el asombroso dominio que tenía del oficio y, por desgracia, también la vertiginosa decadencia que experimentó su carrera: «Reunió indiscutiblemente Pepe Valencia condiciones para haber sido una figura entre los toreros de su época, En muchas cosas fue la antítesis de su hermano Victoriano. Pero fue lo que en la jerga taurina se llama un torero largo. Lo hacía todo y todo lo ejecutaba con perfección. Era variadísimo y extenso en su repertorio con el capote, que manejaba con estilo muy depurado. Era un superior banderillero, fácil y muy elegante. Usaba la muleta con eficacia y tenía el mejor gusto para sus adornos. Era un gran matador de toros a volapié […]. Mas todas estas perfecciones quedaban empañadas por una apatía, por una desgana manifiesta, por una falta de genio, de nervio y de alegría que hacían que, aun en las tardes de buena fortuna, el entusiasmo y el elogio de las gentes no durara más tiempo que lo que duraban las suertes«.
Bibliografía.
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– ABELLA, Carlos y TAPIA, Daniel. Historia del toreo (Madrid: Alianza, 1992). 3 vols. (t. 1: «De Pedro Romero a Manolete«, págs. 367-368).
– COSSÍO, José María de. Los Toros (Madrid: Espasa Calpe, 1995). 2 vols. (t. II, págs. 705-706).
– TORRES, José Carlos de. Diccionario del arte de los toros (Madrid: Alianza, 1996). pág. 397.