Remizov, Alexei Mijáilovich (1877-1957).


Narrador ruso, nacido en Moscú en 1877 y fallecido en París en 1957. Autor de una fecunda y vastísima producción literaria compuesta por más de un centenar de títulos, sobresalió por su singular aprovechamiento de las estructuras y los materiales oníricos, así como por una prosa refinada y ornamental que influyó decisivamente en los jóvenes autores de la generación posterior, como Andrei Bely, Evgueni Zamiatin o Boris Pilniak.

Nacido en el seno de una familia acomodada -era hijo de un rico comerciante moscovita-, la ruina en que cayó su padre le obligó a ganarse la vida desde su juventud, para procurarse la formación académica a la que aspiraba su innata curiosidad intelectual. Tras conseguir, finalmente, el acceso a las aulas universitarias de su ciudad natal, sus nacientes inquietudes políticas le acarrearon graves dificultades con las autoridades del país, que en 1897 decretaron su expulsión de la Universidad y su confinamiento en provincias del interior. En 1904, ya con veintisiete años de edad, Alexei Remizov obtuvo licencia para trasladarse a San Petersburgo y fijar allí su residencia, donde se dio a conocer como escritor por medio de algunas novelas primerizas que, como las tituladas El pantano (1907) y Los hermanos en Cristo (1912), revelaban aún una acusada influencia del humanitarismo de Dostoievsky. En general, se trata de unas narraciones ambientadas en los suburbios de Moscú, y poco representativas del estilo que luego habría de convertirle en un autor de renombre universal.

A comienzos de la década de los años veinte, los acontecimientos de la Revolución quedaron plasmados en su novela titulada Lamento por la ruina de la tierra rusa (1921), obra en la que, sin llegar a decantarse por ninguna formación política, Remizov refleja la desolación causada por los años de contienda bélica y agitación social. Seis años después, el escritor moscovita retomó los sucesos revolucionarios para escribir Rusia en el torbellino (1927), una epopeya fragmentaria de dicho período; pero, entre una y otra novela, había publicado ya su célebre relato titulado Cuento acerca de Iván Seminovich de Stratilatov (1922), una bellísima narración breve en la que comenzaba a hacerse patente la madurez de esa voz singular y ornamental que habría de caracterizar sus mejores logros literarios.

Disconforme con el rumbo tomado por los primeros gobiernos comunistas, Remizov abandonó su país natal para instalarse, tras un breve período de estancia en Berlín, en la capital francesa, donde siguió escribiendo con gran tenacidad y publicó casi todas sus obras maestras. En su empeño como narrador, antepuso la necesidad de depurar la lengua rusa de todas las contaminaciones idiomáticas recibidas de Europa durante el siglo XIX y los primeros años de la siguiente centuria, necesidad que acabó por convertirse en el principal elemento unificador de toda su obra. En algunos casos extremos, la excesiva sensibilidad de Remizov hacia los aspectos lingüísticos le impulsó a crear algunos textos cercanos -en su elaboración- a las técnicas de gestación de la escritura automática (así, v. gr., en su compleja y enrevesada autobiografía Con los ojos arrasados, de 1951; o en su audaz novela Libro de los sueños, de 1954); pero en la mayor parte de su producción literaria se ciñó, sujeto a unos procedimientos técnicos más propios de la narrativa tradicional, al empleo constante del skaz (o discurso directo en primera persona), dominado por una aparente improvisación que, tras la presencia superficial de numerosas digresiones y frases proverbiales, revelaba el influjo de otros grandes narradores decimonónicos como Gogol y Leskov.

Esta búsqueda permanente de la identidad lingüística rusa, acrecentada por su viva curiosidad intelectual, llevó a Alexei Remizov a recuperar un valiosísimo patrimonio literario y antropológico de antiguos manuscritos rusos, a través de los cuales tuvo acceso a numerosas leyendas apócrifas medievales, interpretaciones de misterios religiosos, cuentos folklóricos y fábulas tradicionales. De todo ello quedó huella en sus amenas y variadas narraciones, enriquecidas además por la encendida imaginación onírica del autor, lo que ha ha llevado a algunos estudiosos de su obra a interpretar muchos de los pasajes oscuros de Remizov en clave simbolista. A pesar de ello, el escritor moscovita no participó plenamente de la corriente simbolista, ni se alistó de lleno en ninguno de los movimientos vanguardistas que florecieron en Europa en el primer tercio del siglo XX (por más que sus experimentaciones lingüísticas surtiesen de abundante material a los poetas futurista rusos).

Del resto de su abundante producción literaria, conviene destacar algunos títulos que todavía no han sido citados en esta reseña bio-bibliográfica. Entre ellos, reviste especial interés la trilogía novelesca titulada Olya (1927), en la que Remizov extremó al máximo sus preocupaciones lingüísticas para narrar las peripecias de una joven que evoluciona desde una ideología conservadora -marcada por la figurada reverenciada de su padre- hasta el compromiso político revolucionario. Además, Remizov se remontó hasta altas cotas de lirismo en sus prosas poéticas tituladas Posolon (1930) y Hacia el océano (1935), obras que contribuyeron decisivamente a la consolidación de ese estilo ornamental tan característico en su escritura. En su última etapa literaria, el autor moscovita combinó este lirismo con ingredientes procedentes del análisis ensayístico, las memorias autobiográficas y los datos etnográficos, para dar a la imprenta algunas obras de difícil catalogación genérica, como la publicada bajo el título de Demonio danzante (1949).

Véase Rusia: Literatura.

Bibliografía

  • – ABOLLADO VARGAS, Luis. Literatura rusa moderna (Barcelona: Labor, 1972).

– LO GATTO, Ettore. La literatura rusa moderna (Buenos Aires: Losada, 1973).

– SLONIM, Marc. Escritores y problemas de la literatura soviética, 1917-1967 (Madrid: Alianza, 1974).

J. R. Fernández de Cano.