Josefina Molina (1936– ): La primera directora de cine española que abrió camino para las mujeres en la cultura audiovisual

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Vocación entre proyectores y libros

Córdoba en la posguerra: un entorno adverso para la creatividad femenina

Nacida el 14 de noviembre de 1936 en Córdoba, en plena Guerra Civil Española, Josefina Molina Reig vino al mundo en una ciudad castigada por la contienda y su larga posguerra. Sin embargo, su entorno familiar le permitió disfrutar de una niñez sin privaciones. Sus padres pertenecían a la clase media comerciante, un sector social que, en la España de entonces, oscilaba entre la discreta comodidad económica y el conservadurismo de costumbres. Su padre regentaba un negocio de venta de calzado y productos de droguería, mientras que su madre se dedicaba al hogar, volcando su energía en el bienestar y educación de sus hijos.

A pesar de crecer en un ambiente donde no abundaban los estímulos culturales, Josefina Molina encontró desde muy joven en los libros y en el cine sus principales formas de evasión y autoconocimiento. No había antecedentes artísticos en su entorno inmediato, pero eso no impidió que germinara en ella una sensibilidad particular, alimentada por una educación sólida y una incipiente rebeldía interior. Su vocación creativa surgiría no como fruto de un ambiente propicio, sino como respuesta a la falta de espacios femeninos en los mundos del pensamiento y la creación.

Educación privilegiada gracias al empeño materno

La situación económica de su familia le permitió a Josefina acceder a una educación de calidad poco frecuente en la época para las niñas de su clase. Estudió primero en el colegio de los Hermanos de La Salle, donde aprendió las primeras letras y los rudimentos de las matemáticas. Más adelante, completó su formación secundaria en el prestigioso colegio de las Escolapias de Santa Victoria, un centro femenino de orientación religiosa. En ambos casos, su madre jugó un papel crucial para asegurarle una formación académica amplia, consciente de que la educación era una herramienta esencial para el futuro de su hija.

En plena dictadura franquista, el hecho de que una joven de la pequeña burguesía accediera al Bachillerato suponía una excepción. Josefina, plenamente consciente de esta ventaja, decidió aprovecharla al máximo. Su curiosidad intelectual y su capacidad de análisis se agudizaron durante estos años escolares, donde ya destacaba por su espíritu observador y su gusto por la lectura, elementos que más tarde serían piedras angulares de su carrera como narradora audiovisual.

Primeros contactos con el cine y la literatura

El primer vínculo tangible de Josefina Molina con el cine se forjó en el entorno doméstico, gracias a un rudimentario proyector de juguete que compartía con su hermano. Sin embargo, su auténtico despertar cinematográfico ocurrió en las modestas salas de exhibición cordobesas, a las que asistía con sus padres los domingos por la tarde. Aquellas sesiones vespertinas, tan típicas de la posguerra española, dejaron una huella imborrable en su sensibilidad. Lo que para otros niños era simple entretenimiento, para Josefina se convirtió en una ventana a otros mundos posibles.

Este descubrimiento temprano del lenguaje audiovisual se complementó con su afición a la lectura, y en particular con un hallazgo literario decisivo: los “Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós. Leídos por primera vez a los trece años, estos relatos históricos marcaron su visión del mundo y su inclinación por un realismo narrativo que siempre caracterizaría su obra. Galdós no solo la acercó al pasado político y social de España, sino que también le mostró el poder del relato como herramienta de conocimiento y crítica. A través de él, Josefina aprendió que contar historias no era solo una forma de evadirse, sino también de construir identidad y conciencia.

Formación y despertar artístico

El descubrimiento de Galdós y la semilla del realismo narrativo

La obra galdosiana se convirtió en una especie de brújula ética y estética para Josefina Molina. En sus páginas encontró no solo personajes profundamente humanos y conflictos sociales complejos, sino también una forma de mirar la realidad que se alejaba del sentimentalismo para centrarse en los mecanismos históricos y estructurales del poder, la moral y el cambio. Esta vocación por narrar desde el análisis de lo real, tan característica del realismo literario decimonónico, terminaría siendo un sello distintivo de su estilo audiovisual.

Los cineclubs cordobeses como semillero intelectual

Durante su juventud, Josefina se integró activamente en diversos círculos culturales e intelectuales cordobeses, donde comenzó a compartir sus inquietudes con otros jóvenes creativos. Fue una asistente asidua a las sesiones de los Cineclubs Senda y Círculo de la Amistad, espacios donde se proyectaban filmes internacionales no comerciales y se realizaban debates en torno al lenguaje cinematográfico, la censura y la libertad de expresión. También frecuentó el Círculo Juan XXIII, centro cultural progresista impulsado por jóvenes católicos renovadores, donde se respiraba un ambiente de renovación ética, artística y social en una España aún anclada en el autoritarismo.

Fue en este ambiente donde nació el Teatro Ensayo Medea, colectivo dramatúrgico fundado por Josefina y otros miembros del círculo. Su primera incursión en la dirección teatral tuvo lugar precisamente aquí, con el montaje de “Casa de muñecas” de Henrik Ibsen, un texto clave del feminismo moderno. Sin embargo, el resultado fue un estrepitoso fracaso: el público no estaba preparado para los desafíos ideológicos de la obra, y las condiciones técnicas del estreno no ayudaron. Aun así, esta experiencia se convirtió en una lección fundacional sobre la resistencia cultural y la urgencia del discurso feminista.

Primeros pasos hacia el audiovisual

Radio Vida y la sección “La mujer y el cine”

Lejos de amedrentarse por los obstáculos, Josefina continuó creando. Pronto comenzó a colaborar en el programa “Vida de espectáculos” de Radio Vida, con una sección propia titulada “La mujer y el cine”, que tuvo gran acogida. Desde este espacio radiofónico, no solo divulgaba la historia del cine, sino que también reflexionaba sobre la invisibilidad de las mujeres en el medio audiovisual, posicionándose como una crítica cultural con visión de género. Esta iniciativa la consolidó como una figura emergente en el ámbito artístico local y le abrió las puertas a proyectos más ambiciosos.

Traslado a Madrid: el desencuentro con Ciencias Políticas

En 1963, impulsada por sus inquietudes, Josefina se trasladó a Madrid, una decisión valiente y poco común para una mujer de su entorno y época. Inicialmente se inscribió en la carrera de Ciencias Políticas, un camino que abandonó pronto, al comprobar que su auténtica vocación la conducía hacia el cine. Esta etapa marcó un punto de inflexión: por primera vez, rompía abiertamente con las expectativas familiares y sociales para seguir un camino artístico. Fue una decisión arriesgada y contestataria, sobre todo por tratarse de una mujer en un contexto marcadamente patriarcal.

Primera mujer directora-realizadora en la Escuela Oficial de Cinematografía

La culminación de este proceso fue su ingreso en la Escuela Oficial de Cinematografía, una institución recién creada donde Josefina se convirtió en la primera mujer en obtener el título oficial de directora-realizadora en España. Este hito no solo supuso la validación académica de su vocación, sino también su entrada oficial en un mundo dominado por hombres. Desde entonces, toda su trayectoria giraría en torno al cine, la televisión y el teatro, siempre con una perspectiva humanista, feminista y literaria.

Televisión cultural y reivindicación femenina

Inicios en TVE y vocación documentalista

“Cárcel de mujeres” y la mirada social de Josefina

En 1966, Josefina Molina se incorporó a Televisión Española (TVE), iniciando una de las trayectorias más significativas en la historia de la televisión cultural del país. Su primer trabajo como realizadora fue el documental “Cárcel de mujeres”, una pieza que, además de su calidad técnica, destacó por su mirada crítica y humana hacia la situación penitenciaria femenina. A través de una narrativa sobria y comprometida, la directora trazó una imagen poco habitual en la televisión del régimen: la de mujeres privadas de libertad como sujetos complejos, cargados de historia, contradicciones y dignidad.

Este enfoque —comprometido, social y alejado del paternalismo— se convertiría en una de las constantes de su obra. Desde sus primeros pasos, Josefina supo que su cámara no sería un instrumento de espectáculo, sino un vehículo para observar la realidad y cuestionarla, sin concesiones a la banalidad ni al sensacionalismo.

Series culturales: “Paisaje con figuras” y “Esta es mi tierra”

A lo largo de la década de 1970 y principios de los ochenta, Josefina Molina consolidó su prestigio dentro de TVE gracias a su participación en dos series fundamentales para la divulgación cultural en España: “Paisaje con figuras” y “Esta es mi tierra”. Ambas propuestas unían el género documental con la recreación dramática, y ofrecían al espectador retratos profundos de personajes ilustres del mundo literario, filosófico y artístico.

“Paisaje con figuras”, presentada por el escritor Antonio Gala, fue un hito en la televisión pública. En ella, Josefina dirigió varios capítulos, entre los que destacó el dedicado al filósofo andalusí Averroes, con el que obtuvo un reconocimiento internacional. Por su parte, “Esta es mi tierra” ofrecía retratos íntimos de escritores en sus lugares de origen: José Saramago, Ana María Matute, Carlos Castilla del Pino y Luis Landero fueron algunos de los protagonistas. La sensibilidad visual de Josefina y su capacidad de síntesis narrativa elevaron estas piezas a una categoría estética superior, rompiendo con la imagen monótona del documental institucional.

Escritores como protagonistas visuales

Más que una directora, Josefina Molina fue una narradora visual con vocación literaria. Su relación con los escritores, tanto vivos como clásicos, era de cercanía y respeto, pero también de reinterpretación. En sus documentales, ellos no eran solo biografiados, sino personajes con voz propia, dotados de contexto y contradicción. Su tratamiento evitaba el tono hagiográfico y apostaba por una humanización lúcida, crítica cuando era necesario, afectuosa cuando correspondía.

Gracias a esta labor, Josefina se consolidó como una figura clave en la construcción de una televisión pública con vocación formativa, una televisión que apostaba por la inteligencia del espectador sin renunciar a la emoción. Este enfoque, que hoy parece excepcional, fue en su momento una verdadera revolución cultural.

El arte de adaptar literatura a la pantalla

“Estudio 1” y otros espacios: la gran guionista del siglo XX

Durante los años setenta, Josefina Molina se convirtió en una de las principales guionistas de TVE, especialmente en los espacios dedicados al teatro y a la narrativa universal. Su talento para adaptar grandes obras literarias al lenguaje televisivo se plasmó en programas como “Estudio 1”, “Teatro de Siempre” y “Novela”. Lejos de limitarse a transcribir los textos, Josefina los reescribía para el medio televisivo, sin traicionar su esencia pero con un dominio excepcional de los códigos audiovisuales.

Esta etapa consolidó su figura como una de las mejores adaptadoras de la literatura al audiovisual en la historia de la televisión española. Su formación humanista, su sensibilidad artística y su capacidad para entender el ritmo narrativo del medio le permitieron abordar con éxito autores de muy diversa índole.

Autores universales: de Poe a Gorki

En su lista de adaptaciones figuran nombres imponentes de la historia de la literatura: Franz Kafka, Guy de Maupassant, Edgar Allan Poe, Platón, Dostoievski, Heinrich von Kleist, José María de Pereda, Lope de Vega, Carlo Goldoni, Máximo Gorki, Antón Chejov, entre muchos otros. Cada uno de estos autores representaba un desafío distinto, y Josefina lo asumía con rigor y creatividad.

Sus versiones de obras como “La metamorfosis”, “Tío Jules”, “Epílogo” o “La fiesta de los carros” se convirtieron en referentes por su capacidad de sintetizar atmósferas y mantener intacto el espíritu del texto original. En este sentido, su trabajo como guionista no era menor que su labor como directora: ambas facetas se retroalimentaban para construir un lenguaje propio, reconocible y sólido.

“Casa de muñecas” y la circularidad de una obra crucial

Una de las adaptaciones más significativas fue, sin duda, la de “Casa de muñecas”, obra que había marcado su debut como directora teatral años atrás y cuyo mensaje feminista seguía teniendo plena vigencia. Al llevarla a la televisión, Josefina cerraba simbólicamente un círculo personal y profesional, reafirmando su compromiso con las mujeres y con una visión del arte como herramienta de transformación social.

En esta versión televisiva, la directora potenciaba los elementos de crítica patriarcal presentes en el texto de Henrik Ibsen, ofreciendo al público español una lectura contundente y profundamente contemporánea del clásico. Esta capacidad de relectura —sin traicionar la fidelidad al original— era una de sus grandes virtudes como creadora.

Cumbre televisiva: Teresa de Jesús

La alianza con Concha Velasco, Carmen Martín Gaite y Víctor García de la Concha

En 1984, Josefina Molina alcanzó la cima de su carrera televisiva con la serie “Teresa de Jesús”, protagonizada por Concha Velasco y escrita en colaboración con la escritora Carmen Martín Gaite y el filólogo Víctor García de la Concha. Esta ambiciosa producción de TVE y la RAI (Radiotelevisión Italiana) fue una obra coral donde convergieron historia, espiritualidad, feminismo y excelencia artística.

La figura de Santa Teresa de Ávila, mística, escritora y reformadora carmelita del siglo XVI, fue presentada desde una perspectiva humanizada, rigurosa e innovadora. Lejos de construir una hagiografía, la serie exploraba las contradicciones, conflictos internos y luchas ideológicas que definieron a la santa, haciendo de ella una figura viva y cercana.

Una santa abulense, un icono feminista

Lo que distinguió a “Teresa de Jesús” no fue solo su calidad técnica o su fidelidad histórica, sino el enfoque que Josefina le imprimió: una lectura feminista y humanista de una mujer que desobedeció las normas de su tiempo. Teresa fue mostrada como pensadora, rebelde y escritora, en un tono muy alejado del modelo piadoso tradicional.

La serie fue una revelación para muchos espectadores y se convirtió en una obra de referencia dentro y fuera de España. No solo actualizaba una figura histórica, sino que también ofrecía a las mujeres del presente una imagen poderosa y compleja de lo femenino.

Premios, reconocimientos y recepción internacional

El impacto de “Teresa de Jesús” fue inmediato y rotundo. Obtuvo el Premio Italia de series televisivas y fue elegida “Mejor Serie del Año” en la XXIX Semana Internacional del Cine de Valladolid. A ello se sumaron múltiples reconocimientos nacionales e internacionales que consolidaron a Josefina Molina como una de las grandes realizadoras del panorama audiovisual europeo.

Con esta serie, Josefina no solo demostró su dominio técnico y narrativo, sino también su capacidad de crear obras con vocación pedagógica, emocional y política al mismo tiempo. Su visión de Teresa como mujer valiente, reflexiva y resistente conectaba plenamente con su propia trayectoria vital.

Teatro, cine y legado de una pionera

Entre las tablas y los platós

“Cinco horas con Mario” y la madurez escénica

Si bien Josefina Molina alcanzó un reconocimiento notable en televisión, el teatro nunca dejó de formar parte de su universo creativo. En 1979, dirigió una de sus producciones más emblemáticas: “Cinco horas con Mario”, adaptación escénica de la célebre novela de Miguel Delibes. Este monólogo, interpretado originalmente por Lola Herrera, supuso una profunda reflexión sobre el rol de la mujer en la España franquista, narrada desde la perspectiva de una viuda conservadora que revela sus prejuicios, miedos y contradicciones durante el velatorio de su esposo.

La dirección de Josefina logró mantener intacta la tensión emocional del texto original, dotándolo de una dimensión teatral poderosa y universal. La obra fue un éxito tanto de crítica como de público y marcó la madurez escénica de la directora, que regresaba así a un medio que años atrás le había sido hostil. La pieza no solo se convirtió en un hito del teatro español contemporáneo, sino también en un símbolo de la capacidad de Josefina para unir narrativa, introspección y compromiso social.

Tirso, Delicado, Sastre: autores de todos los tiempos

A lo largo de su carrera teatral, Josefina Molina no se limitó al repertorio moderno o realista. Su curiosidad intelectual la llevó a dirigir textos clásicos y contemporáneos, en los que siempre buscó una conexión con los dilemas del presente. Entre sus montajes más destacados figuran “La venganza de Tamar” de Tirso de Molina, una lectura compleja del honor y el deseo en la dramaturgia barroca; “La lozana andaluza” de Francisco Delicado, adaptada con ingenio y vitalismo; y “Los últimos días de Emmanuel Kant contados por Ernesto Teodoro Amadeo Hoffmann” de Alfonso Sastre, una obra posmoderna que mezcla filosofía y literatura.

Estos montajes, representados en importantes escenarios madrileños, confirmaron su capacidad para abordar géneros y épocas diversas con un enfoque riguroso, original y feminista. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Josefina no consideraba el teatro un espacio anticuado, sino una forma viva de diálogo entre autores, actores y espectadores.

Cine de autor: de “Vera” a “La Lola se va a los Puertos”

La carrera cinematográfica de Josefina Molina se desarrolló en paralelo a sus trabajos en televisión y teatro, y aunque menos prolífica en número, fue profundamente significativa en contenido. Su primer largometraje, “Vera, un cuento cruel” (1973), se inscribía en la tradición del cine introspectivo y narrativo, con personajes femeninos complejos y atmósferas cargadas de simbolismo.

No obstante, fue con “Función de noche” (1981) que alcanzó uno de sus mayores logros creativos. Protagonizada por Lola Herrera y Daniel Dicenta, la película es un híbrido entre documental y ficción que retrata el derrumbe de una pareja, alternando fragmentos teatrales con conversaciones íntimas entre los actores, que en la vida real habían sido matrimonio. La obra fue revolucionaria por su crudeza emocional, su honestidad narrativa y su ruptura con las convenciones del cine comercial. Es considerada hoy un referente del cine feminista en España.

Le siguieron otras producciones de gran valor artístico como “Esquilache” (1989), ambientada en la corte ilustrada del siglo XVIII; “Lo más natural” (1990), una historia de deseo y emancipación femenina; y “La Lola se va a los Puertos” (1993), adaptación del texto de los hermanos Antonio y Manuel Machado, con la que volvió a unir literatura y cine en un formato estético cuidado y evocador.

Reconocimientos y consolidación como referente

Premios nacionales y autonómicos

A partir de los años noventa, Josefina Molina comenzó a recibir el reconocimiento oficial que durante décadas se le había resistido, no por falta de méritos, sino por pertenecer a una generación de mujeres que trabajaron en ámbitos masculinizados y sin red institucional de apoyo. En 1994, recibió la Medalla de Plata de Andalucía, otorgada por la Junta de Andalucía como reconocimiento a su trayectoria artística y a su contribución a la cultura española desde una perspectiva crítica y transformadora.

Ese mismo año, el impacto de su obra “Teresa de Jesús” seguía resonando en el ámbito académico y cultural. Josefina se convirtió así en una figura tutelar del audiovisual español, cuyo nombre comenzó a vincularse con la dignificación del medio televisivo como espacio de creación y pensamiento.

“Toda una vida” en televisión y más allá

En 2003, la Academia de Televisión de España le otorgó el Premio Toda una Vida, galardón que reconoce la trayectoria de quienes han contribuido de manera sobresaliente al medio. En su caso, el premio no solo reconocía su labor como directora y guionista, sino también su compromiso con una televisión pública educadora, ética y culturalmente ambiciosa.

Este premio se sumó a otros reconocimientos que habían valorado su papel pionero como mujer en la dirección audiovisual. No solo abrió camino para otras creadoras, sino que demostró que la calidad narrativa y la mirada crítica no eran incompatibles con el éxito popular.

Homenajes institucionales a una figura transversal

En los años posteriores, Josefina Molina fue objeto de múltiples homenajes en festivales, universidades y centros culturales. Su figura fue reivindicada como precursora del feminismo audiovisual en España, y su obra comenzó a estudiarse en contextos académicos, especialmente en las facultades de Comunicación, Historia del Arte y Estudios de Género.

En sus intervenciones públicas, Josefina siempre se mostró discreta, serena y profundamente coherente con su pensamiento. No buscaba el protagonismo mediático ni la idolatría, sino el debate, el reconocimiento de las narradoras ocultas por la historia oficial y el acceso real de las mujeres a los espacios de creación.

Un modelo de creación y resistencia

Narrativa femenina y compromiso cultural

La obra de Josefina Molina representa una mirada profundamente femenina del mundo, no desde la esencialización, sino desde la experiencia concreta, el análisis crítico y la sensibilidad artística. Sus personajes femeninos no son arquetipos ni víctimas, sino sujetos que luchan, se contradicen, evolucionan y toman decisiones. Esta narrativa de la complejidad femenina, aún poco común en el audiovisual, fue uno de sus legados más perdurables.

Su compromiso cultural también se tradujo en la defensa de una televisión pública con contenidos de calidad, donde la literatura, la historia y la ética tuvieran espacio. Su ejemplo desafía la lógica del entretenimiento vacío y apuesta por una cultura audiovisual que no renuncie al pensamiento.

Influencia en las nuevas generaciones de creadoras

En la España del siglo XXI, numerosas directoras, guionistas y actrices han señalado a Josefina Molina como una figura referencial, no solo por su obra, sino por su actitud ante las estructuras de poder. Sin haber encabezado manifiestos ni liderado movimientos, fue una feminista de acción: su sola presencia en el set, su autoridad intelectual y su rigor profesional desafiaban los estereotipos de género.

Además, su trayectoria ha servido para abrir debates sobre la invisibilización de las mujeres en la historia del cine y la televisión, promoviendo una revisión crítica del canon audiovisual español. En este sentido, su legado no se limita a su obra personal, sino que inaugura una genealogía de creadoras conscientes y combativas.

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Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Josefina Molina (1936– ): La primera directora de cine española que abrió camino para las mujeres en la cultura audiovisual". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/molina-josefina [consulta: 18 de octubre de 2025].