Sastre Salvador, Alfonso (1926-2021).
Dramaturgo, poeta, narrador, traductor, ensayista y guionista cinematográfico español, nacido en Madrid el 20 de febrero de 1926 y fallecido en Fuenterrabía el 17 de septiembre de 2021. Autor de una extensa y brillante producción teatral que sorprende por su eficacia dramática, su calidad literaria y su vigorosa demanda de nuevos contenidos ideológicos que vengan a sustituir los anquilosados esquemas políticos, culturales y morales de la sociedad establecida, está considerado como una de las voces más relevantes de la literatura dramática española de la segunda mitad del siglo XX, y, sin lugar a dudas, como el autor teatral hispano que con mayor contundencia -tanto estética como ideológica- se opuso, durante dicho período, al triunfo arrollador del teatro burgués, ligero, intrascendente y comercial.
Partidario, desde los orígenes de su trayectoria literaria, de un teatro comprometido en la línea propuesta por Albert Camus y Jean Paul Sartre, Alfonso Sastre abanderó con desusados bríos un proyecto personal de renovación profunda y radical del teatro español contemporáneo, como parte de un plan más amplio de revolución política, social y cultural en el que el autor madrileño se propuso participar intensamente desde tres frentes de acción: la crítica literaria, la creación dramática y la agitación política. Humanista entregado desde muy joven, además, a la reflexión intelectual, el fundamento de estos propósitos de militancia activa en la renovación radical de las estructuras políticas, culturales y mentales lo adquirió y consolidó durante su paso por la Universidad de Madrid, de la que egresó con el título de licenciado en Filosofía y Letras.
Por aquellos años estudiantiles fundó el joven y animoso Alfonso Sastre su primer colectivo teatral, bautizado significativamente con el nombre -de resonancias a la vez clásicas e innovadoras- de «Arte Nuevo», en el que estaban también integrados otros compañeros de aventuras escénicas que, con el paso de los años -y después de haber evolucionado, en líneas generales, por trayectorias literarias bien distintas-, sorprende hallar al lado del autor madrileño, en íntima y estrecha colaboración. Entre estos miembros fundadores del grupo Arte Nuevo figuraban, en efecto, el luego celebérrimo cuentista Medardo Fraile (que llegó a escribir dos obras en colaboración con Alfonso Sastre: Ha sonado la muerte y Comedia sonámbula), el afamado y prolijo dramaturgo Alfonso Paso (que pronto renegó de estos comienzos radicales para acabar convirtiéndose en el máximo exponente del peor teatro comercial) y, entre otros, el crítico teatral José María de Quinto (enseguida implicado, junto al propio Sastre, en otros proyectos escénicos e intelectuales de mayor ambición). Fueron precisamente los actores del colectivo «Arte Nuevo» los encargados de llevar a las tablas las dos primeras obras teatrales de Alfonso Sastre, tituladas Uranio 235 (1946) y Cargamento de sueños (1948), en las que todavía resulta fácil detectar -particularmente, en la segunda- la juvenil fascinación del autor por el teatro impresionista, al que pronto habría de renunciar para adentrarse con pulso firme y asombroso dominio de las técnicas dramatúrgicas en la estética existencial, cargada de contenidos políticos, consignas revolucionarias y, en suma, hondas especulaciones sobre la libertad y la opresión, ora en un plano concreto e inmediato (la situación política de la España franquista), ora en un plano abstracto y universal (la dimensión trágica del ser humano y su angustia vital).
En efecto, en octubre de 1950, entre las páginas de la revista La Hora, Alfonso Sastre y su entonces inseparable José María de Quinto publicaron un célebre manifiesto de veinte puntos en el que reivindicaban la necesidad de escribir y representar en España un teatro concebido como «arte social«; o, dicho de otro modo, una literatura dramática basada en el firme y activo compromiso cívico de su autor, que debe servirse de argumentos, ambientes y personajes tomados directamente de la realidad circundante para poner de manifiesto, por medio de tensas situaciones y no menos tirantes diálogos, las dolientes contradicciones del mundo actual, en el que domina la opresión, la injusticia, la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre. Este artículo, titulado «Manifiesto por un teatro de agitación social», dio pie a la fundación por parte de Sastre del movimiento T.A.S. (Teatro de Agitación Social), que por aquellos años de máximo rigor de la censura franquista no pasó de ser una audaz e ilusionada propuesta, tan sincera como imposible de llevar a los escenarios españoles de la época.
Contaba, empero, a pesar del silencio y la mordaza de la dictadura y sus censores políticos y literarios, con un selecto y minoritario grupo de adeptos que, con independencia de su mayor o menor afinidad respecto a la ideología radical del autor madrileño, era capaz de apreciar su inmenso talento para la escritura dramática. Merced a este reducido núcleo de partidarios logró estrenar, en los difíciles años cincuenta, su primer gran éxito teatral, Escuadra hacia la muerte (1953), que fue puesta en escena por la compañía Teatro Popular Universitario, a la sazón dirigida por Gustavo Pérez Puig. Esta obra, que acentuaba el existencialismo de Alfonso Sastre y ahondaba con inquietante lucidez en esa dimensión trágica de la condición humana, circuló profusamente por los cenáculos intelectuales y artísticos más disconformes con la política franquista y se convirtió, de la noche a la mañana, en uno de los símbolos más representativos de esa incipiente voluntad de ruptura que mostraba una parte de la cultura española respecto a los poderes políticos y culturales oficiales. Ambientada en una futura III Guerra Mundial, Escuadra hacia la muerte presentaba también otro de los rasgos más originales y representativos del teatro de Alfonso Sastre: la localización de muchas de sus acciones en épocas y lugares imaginarios, lo que no resta un ápice de verosimilitud a los postulados realistas del Teatro de Agitación Social.
Sin alcanzar, por culpa del feroz celo inquisitorial de la censura, los grados de rebeldía y renovación a los que aspiraba, en su formulación teórica, el movimiento T.A.S., lo cierto es que, a partir de Escuadra hacia la muerte, el dramaturgo madrileño comenzó a desplegar una densa, fecunda y bien trabada producción teatral en el que los temas de índole política (la tiranía, la revolución, la falta de libertad…) se fueron entreverando con otros asuntos propios del pensamiento existencialista (el concepto de culpa, la angustia vital, la violencia inherente a la condición humana, etc.), hasta acabar configurando un áspero, incómodo y desasosegado universo literario propio que, como atinadamente apunta el crítico G. G. Brown, no aspira en ningún momento a divertir -ni tan siquiera a entretener- al lector o al espectador, sino a lograr una drástica transformación del mundo a partir del análisis moral que propone sobre el papel y refleja en el escenario. En esta línea hay que situar sus siguientes piezas teatrales, entre las que resulta obligado mencionar algunos títulos como El pan para todos (1953), Tierra roja (1954), La mordaza (1954), Asalto nocturno (1955) y el espléndido drama Guillermo Tell tiene los ojos tristes (1955), inspirado en la tragedia que estrenara en 1804 el romántico alemán Schiller, aunque en el texto de Sastre el legendario héroe helvético acaba con la vida de su hijo.
Tras explorar, en aquel fructífero período creativo de mediados de los años cincuenta, nuevos senderos temáticos de honda raigambre en la tradición teatral, como el de los mitos religiosos (La sangre de Cristo, de 1955) y el de la introspección psicológica (Ana Kleiber, de 1956), Alfonso Sastre regresó a sus preocupaciones sociales y, concretando esta vez la acción en España, denunció en Muerte en el barrio (1956) el sistema sanitario nacional, por medio de la historia de un médico que, a causa de su negligencia e irresponsabilidad, provoca la muerte de un niño perteneciente a los grupos sociales más desfavorecidos. Como era de esperar, este ataque directo a las instituciones oficiales dio pie a la inmediata prohibición de la obra por parte de la censura franquista.
En 1957, año en el que Alfonso Sastre estrenó una nueva pieza teatral (El cuervo) y firmó su primer guión cinematográfico (para la cinta Amanecer en Puerta Oscura, del cineasta zaragozano José María Forqué), tuvo lugar un hecho de singular importancia para la evolución del teatro español contemporáneo: la fundación, a cargo del periodista y editor oriolano José Ángel Ezcurra, de la revista Primer Acto, una publicación periódica especializada en el Arte de Talía, que de inmediato requirió las colaboraciones de los dramaturgos españoles más célebres del momento, entre los que ocupaban un papel relevante -dentro del teatro social de los cincuenta- el alcarreño Antonio Buero Vallejo y, desde luego, Alfonso Sastre. En 1960, precisamente en las páginas de Primer Acto, tuvo lugar una de las sonadas polémicas del teatro hispano contemporáneo, sostenida entre ambos dramaturgos y centrada en el papel que podía o debía jugar el autor teatral frente a la rigurosa censura franquista. Buero, consciente de las dificultades que entrañaba el férreo control político ejercido sobre los creadores, pensaba que, pese a todo, era necesario seguir sosteniendo el diálogo escénico con el público; de ahí que, apelando a diferentes «técnicas de inmersión» para los espectadores y recurriendo al empleo constante de la parábola (como la construida tantas veces en su obra sobre el motivo de la ceguera), propusiera seguir estrenando a pesar de la censura. Esta actitud defendida por Buero Vallejo, que fue bautizada con el nombre de posibilismo, chocó frontalmente con el imposibilismo postulado por Sastre, quien adoptó, a partir de entonces, una actitud más politizada, próxima en muchas ocasiones al teatro épico del alemán Bertolt Brecht. Según el dramaturgo madrileño, la postura de Buero y la de los posibilistas podría esconder una cierta connivencia con los opresores o, cuando menos, una burguesa acomodación al orden establecido, con tal de seguir estrenando y publicando; para Sastre y sus partidarios, era imposible aspirar a una drástica transformación del mundo mientras se siguiera aceptando las condiciones leoninas que imponía la censura y, tras ella, el orden y la moral vigentes.
Ya en 1957 había expresado Sastre su firme convicción de que el arte era un instrumento válido para acometer esa transformación del mundo, opinión que era el fundamento de una de las corrientes artísticas e intelectuales más importantes de mediados del siglo, el realismo social. Abundando en la teoría de esta corriente y aplicando sus postulados básicos a la escritura teatral, el autor madrileño había publicado en dicho año un artículo titulado «Arte como construcción», en el que se podían leer afirmaciones tan rotundas -y tan inequívocamente defensoras de la necesidad perentoria de abordar la problemática social- como «lo social es una categoría superior a lo artístico» y «entre las distintas provincias de la realidad, hay una cuya representación o denuncia consideramos urgente: el problema social en sus diversas formas«. No es de extrañar, a la luz de estas aseveraciones, que en 1960, cuando hizo eclosión en las páginas de Primer Acto la mencionada polémica entre posibilistas e imposibilistas, Alfonso Sastre y su ya veterano colega José María de Quinto fundaran un nuevo colectivo que, para no sembrar ni la más mínima duda sobre su plena adscripción al realismo social, fue bautizado con el nombre de «Grupo de Teatro Realista».
La actitud estética e ideológica que sustenta esta tendencia (que es fácilmente apreciable, dentro de las artes plásticas, en las obras de muchos pintores realistas y figurativistas de la época) quedó perfectamente reflejada en otra de las piezas magistrales de Alfonso Sastre, La cornada (1959), sobre la que el director madrileño Juan Antonio Bardem, con guión del propio Sastre, realizó una memorable versión cinematográfica estrenada con el taurino título de A las cinco de la tarde (1960). Asimismo, los postulados formales y temáticos del realismo social son bien patentes en La red (1961), obra que, como la anterior, está localizada en un espacio geográfico real (la acción de la primera transcurre, como cabe inferir por su título, en España; en cambio, la de la segunda se desplaza hasta Argelia).
A medida que avanzaba esa década de los años sesenta, la producción dramática de Alfonso Sastre, sin abandonar nunca su voluntad de expresar el sentido trágico de la vida y su vocación de denuncia social, se fue enriqueciendo con nuevos enfoques genéricos, como el del teatro infantil -presente en Historia de una muñeca abandonada (1964)- o el del teatro histórico -plasmado en La sangre y la ceniza (1965), obra centrada en la figura del médico y teólogo del siglo XVI Miguel Servet-. Otros estrenos de aquellos años son El cubo de la basura (1965) y Oficio de tinieblas (1967).
Entre sus numerosas obras publicadas o estrenadas en los años posteriores, cabe destacar algunos títulos que abonan la espléndida madurez creativa de Alfonso Sastre, como Ejercicios de terror (1970), El camarada oscuro (1979), la pieza tragicómica Ahola no es de leil (1980), El lugar del crimen (1982) y, por encima de todas estas obras, el soberbio drama titulado La taberna fantástica, que fue llevado a las tablas en 1985, aunque su fecha de redacción es mucho más antigua. Además, Sastre fue autor de la trilogía dramática Los crímenes extraños –compuesta por ¡Han matado a Prokopius!, Crimen al otro lado del espejo y El asesinato de la luna llena-, y de otras obras tardías como Jenofa Juncal (1992). Entre las numerosas selecciones y recopilaciones temáticas y antológicas de su magnífico legado teatral, conviene recordar las tituladas Teatro de vanguardia (1992), Teatro para niños (1993), Teatro político (1979) y Teatro selecto de Alfonso Sastre (1966).
Galardonado, en 1993, con el Premio Nacional de Teatro, el autor madrileño tradujo al castellano algunos de los títulos más importantes de Jean Paul Sartre y Peter Weiss, y dejó impresa una notable producción ensayística en la que cabe reseñar algunos títulos como Anatomía del realismo (1963); El bataraz; Crítica de la imaginación 81978); Drama y sociedad (1959); Escrito en Euskadi; Lumpen, marginación y jerigonza; Prolegómenos a un teatro del porvenir; y La revolución y la crítica de la cultura (1970). Prosista de aquilatado estilo, cultivó también la prosa de ficción, con cuentos y narraciones de diversa extensión como las recogidas en Historias de California, Nekrópolis o los amigos de Bram Stoker; y Las noches lúgubres. Asimismo, dejó impresas algunas muestras de su quehacer poético en diferentes colecciones de versos como T.B.O, Vida del hombre invisible contada por él mismo y El evangelio de Drácula. A él se debe también la biografía de uno los personajes históricos que mayor fascinación le causaron, publicada bajo el título de Flores rojas para Miguel Servet (1970).
Al margen de los títulos reseñados y comentados en parágrafos anteriores, en la extensa producción literaria de Alfonso Sastre figuran otras muchas obras teatrales que, por las dificultades de estreno y edición inherentes a la escritura teatral en España, no han gozado de tanto renombre. A continuación se ofrece, por orden alfabético, una relación de piezas dramáticas del autor madrileño no citadas hasta ahora: Los acreedores; Análisis de un comando; Asalto a la ciudad; El banquete; Las cintas magnéticas; Crónicas romanas; Cuatro dramas de la revolución; Cuatro dramas vascos; El cuento de la reforma; Demasiado tarde para Filoctetes; Los dioses y los cuernos; ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás?; Dramas y versos; Escenario diabólico; Los hombres y sus sombras; Irlanda, Irlanda; Lluvia de ángeles sobre París; Medea; Melodrama; Mockinpott; Mulato; Muñeca 88; Noche de huéspedes; Persecución y asesinato de J. P. Marat; Prólogo patético; Revelaciones inesperadas sobre Moisés; Rosas rojas para mi; La sombra de un hombre armado; Tragedia fantástica de la gitana Celestina; Teoría de las catástrofes; Últimos días de Emanuel Kant contados por Ernesto T. A. Hoffman; y El viaje infinito de Sancho Panza.
Bibliografía.
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DONAHUE, Francis. Alfonso Sastre: dramaturgo y preceptista (Buenos Aires: Plus Ultra, 1973).
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FOREST TARRAT, Eva. Alfonso Sastre o la ilusión trágica: 50 años de teatro (Hondarribia [Guipúzcoa]: Argitaletxe Hiru, S.L., 1997).
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PACO, Mariano de [ed. lit.] Alfonso Sastre (Murcia: Universidad de Murcia / Servicio de Publicaciones, 1993).