Gutiérrez Bueno, Pedro (ca. 1745-1822)
Químico y farmacólogo español nacido a mediados del s. XVIII y fallecido en Madrid en 1822.
Son muy escasas las noticias relativas a la primera época de Gutiérrez Bueno, figura de gran relieve de la química española de finales del siglo XVIII, al menos en el plano oficial. Nada se sabe de sus estudios, aunque debió ingresar en el Real Colegio de Farmacéuticos hacia 1777, fecha del primer escrito que en el mismo presentó y que quizá le valiera para el ingreso. Fue discípulo de José Viera y Clavijo en las demostraciones que «sobre aires fijos y gases» hizo éste en el palacio del Marqués de Santa Cruz y que quizá continuó el propio Gutiérrez Bueno. En 1785 fue profesor de química en el Colegio de Cirugía de San Carlos y en 1787 en el Real Gabinete de Historia Natural.
En la advertencia que precede a su Curso de Química hacía notar que trataba de hacer frente con dicho libro a las dificultades que le planteaba la docencia en el Gabinete. Cuando en 1805 tuvieron que comenzar las clases de los tres cursos que según las ordenanzas debían seguir los aspirantes de farmacéuticos, Gutiérrez Bueno se hizo cargo de la cátedra de química. Al crearse nuevas cátedras en 1815, era ya la hora de su jubilación y le sucedió Andrés Alcón Calduch.
Fue sin duda el químico español de más prestigio en la última década del siglo XVIII. Nombrado boticario mayor de Su Majestad en 1792, fue también el único español que dirigió por entonces los laboratorios oficiales del país: Joseph Louis Proust, figuraba al frente del de Segovia, François Chavaneau del que costeaba el Ministerio de Hacienda en Madrid y Gutiérrez Bueno del que también en la capital corría a cargo del Ministerio de Estado. En el laboratorio de Gutiérrez Bueno figuraba como subdirector Gerónimo de la Torre y había un profesor de colores, dos analizadores de plantas, un afinador de metales, personal médico y un contable. Como es sabido, el informe desfavorable de José Clavijo Fajardo propició el cierre de los laboratorios de Chavaneau -ya retirado- en 1799, y de Gutiérrez Bueno, creando un solo laboratorio oficial a cargo de Proust. Este informe desfavorable es poco significativo, ya que se sabe que Clavijo era acérrimo defensor de la doctrina del flogisto y nunca llego a dominar, siquiera, la nueva nomenclatura.
Es precisamente en este terreno donde se sitúa la aportación más importante de Gutiérrez Bueno, quien produjo en 1788 los trabajos de Lavoisier, Antoine François Fourcroy, Louis Bernard Guyton de Morveau y Claude Louis Bertholletque promovieron la nueva nomenclatura, cuando había transcurrido menos de un año de su aparición en Francia. Como marco de referencia parece adecuado indicar que en 1788 sólo se publicaron en España e Inglaterra; en 1790, en Italia y Portugal; en 1793, en Alemania; en 1794, en Estados Unidos y en 1795, en Suecia. Es obvio señalar que el hecho de su publicación no significó su aceptación general, por los necesarios mecanismos de inercia de la comunidad científica, pero estos datos sirven al menos como indicador de las expectativas de la época. A mayor abundamiento, cabe señalar que simultáneamente Juan Manuel de Aréjula había emprendido también la tarea de traducción, aunque con mayor intención crítica. En la intención de Gutiérrez Bueno estuvo inicialmente la mera traducción de las voces del diccionario para facilitar la expresión química en castellano, pero después se convenció de que era preciso que se dispusiera también de los principios que informaban la nueva nomenclatura. Dentro de esta línea de innovación se encuentra el hecho de que la edición de 1801 de la nomenclatura incorporó un apéndice con el sistema métrico decimal y su aplicación a los pesos y medidas españoles.
En el resto de sus obras, Gutiérrez Bueno se muestra contradictorio, como la mayor parte de los autores formados en la doctrina del flogisto y convertidos a la nueva teoría química. Así, mientras que en el Curso de Química se aceptan las teorías de Lavosier sobre la oxidación. Trino Antonio Porcel, profesor en Vergara, criticaba la homogeneidad entre las ediciones de 1782 y de 1789 de la Instrucción sobre el mejor modo de analizar las aguas, redactada a la antigua usanza cuando en aquel lapso de tiempo se había producido una honda convulsión en los conceptos químicos.
Otra faceta ampliamente cultivada por Gutiérrez Bueno fue la que en su época se vino a llamar «química aplicada a las artes». Al margen de sus análisis de aguas y obras afines, dirigió una fábrica de ácido sulfúrico situada sobre el Manzanares, siendo probable que introdujera en España el método de las cámaras de plomo. Dirigió igualmente una instalación de blanqueo de tejidos, en la Granja de San Ildefonso, según un proceso adaptado del original de Berthollet; Gutiérrez Bueno comunicó su procedimiento a la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, que decidió a su vez comprobarlo para difundirlo posteriormente en Cataluña.
Gutiérrez Bueno mantuvo relaciones con los químicos españoles más destacados de su época, incluyendo entre ellos a Proust y Chavaneau; es conocida su amistad con Francisco Carbonell y Bravo y su gestión con Mateo Buenaventura Orfila para que éste se instalara en Madrid como catedrático de química. Concluyamos diciendo que una hija de Gutiérrez Bueno estudió farmacia y llegó a doctorarse. Proust dijo de él, según señala Folch Jou, que era un «boticario muy hábil, el primero que ha establecido en grande las trabajos de la química práctica con éxito digno de elogio».
Bilbliografía.
Fuentes.
La introducción de la nueva nomenclatura se produjo con la traducción Método de la nueva nomenclatura química propuesta por Lavoisier, Morveau y Fourcroy, Madrid, Antonio Sánchez, 1788; una 2.ª ed., Madrid, A. Sancha, 1801.Curso de química teórica y práctica para la enseñanza del Real Laboratorio de Química de esta Corte. Madrid, a. Sancha, 1788; 2.ª ed., Madrid Villalpando, 1802.Introducción sobre el mejor método de analizar las aguas minerales y, en lo posible, imitarlas. Madrid, Imp. Real, 1782; la edición de 1789 a que se refiere Porcel (ver arriba) fue una mera reimpresión.Manual del arte de vidriería. Madrid, Villalpardo, 1799.Sobre fabricación de ácidos minerales. Semanario de Agricultura y Artes, 7 (1800), 358-367, 372-380.
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Estudios.
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Eugenio PORTELA MARCO