González Ibáñez, José, o «José Ibáñez» (1947-VVVV).
Matador de toros español, nacido en Ávila el 19 de marzo de 1947. Durante toda su trayectoria profesional se anunció en los carteles suprimiendo su primer apellido, bajo el nombre artístico de «José Ibáñez».
Torero tardío, no debutó en festejos picados hasta la temporada de 1972, es decir, cuando contaba veinticinco años, edad a la que muchos jóvenes son ya figuras del Arte de Cúchares. Tras dos años de irregular peripecia novilleril, logró al fin verse anunciado en los carteles de la madrileña plaza de toros de Las Ventas el día 3 de octubre de 1974, fecha en la que hizo el paseíllo al lado de Antonio Guerra y Vicente Montes, para enfrentarse entre los tres con un encierro formado por cinco novillos de El Pizarral y uno de El Jaral de la Mira. Causó asombro en Madrid la presentación de un novillero tan talludo como José Ibáñez, lo que no fue óbice para que la afición más severa del mundo acabara reconociendo el buen hacer del abulense, galardonado con la oreja de uno de sus oponentes.
Este triunfo tardío en la primera plaza del mundo sirvió para imprimir a la irrelevante trayectoria novilleril de José Ibáñez el empujón definitivo, o, lo que es lo mismo, para ponerle en puertas de una alternativa en la que ya casi nadie tenía esperanzas. Así las cosas, el día 29 de junio de 1975 el todavía novillero cruzó el redondel de la plaza de toros de Ávila para recibir de manos de su padrino, el coletudo malagueño Miguel Márquez Martín, los trastos con los que había de lidiar y despenar a un toro criado en las dehesas de Lorenzo y Alejandro García de Toledo. En calidad de testigo de aquella ceremonia, se halló presente también aquella tarde en el coliseo abulense el matador manchego José Ruiz Baos («Calatraveño»).
La confirmación de alternativa de José Ibáñez tuvo lugar -como es de rigor- en las arenas venteñas el día 13 de julio de 1976, fecha en la que el matador de Ávila compareció ante la afición de la Villa y Corte apadrinado por el espada salmantino Agapito Sánchez Sánchez («Sánchez Bejarano»), y acompañado por el diestro valenciano Ricardo de Fabra Esteve, que hizo las veces de testigo. En medio de una auténtica ceremonia de confusión en lo que al ganado se refiere (se jugaron tres reses de Luis Albarrán, una de Sotillo Gutiérrez, otra de García Romero y otra de Branco Nuncio), José Ibáñez pasó prácticamente inadvertido, a pesar de haber dado una vuelta al ruedo tras la muerte del segundo enemigo de su lote.
Las escasas ofertas que recibió a partir de entonces, sumadas a que ya estaba a punto de cumplir los treinta años de edad (es decir, a quedar desfasado en cualquier cartel donde se le anunciase como principiante), propiciaron el inmediato declive de una carrera taurina que no había hecho sino comenzar. De poco sirvieron las desesperadas súplicas del torero en demanda de una oportunidad en Las Ventas, que le otorgaron una cierta notoriedad extra-taurina, sobre todo a raíz de su huelga de hambre ante las puertas del coliseo madrileño, encerrado en el vehículo que utilizaba para el desempeño de la profesión de la que realmente vivía (era taxista). Cuando, por fin, se le concedió esa oportunidad de volver a hacer el paseíllo por el redondel de Las Ventas, corría ya el 6 de septiembre de 1982, sin que en todo ese tiempo José Ibáñez hubiera podido demostrar que tenía algo que aportar a la historia del Arte de Cúchares. Así, tras haber alternado aquella tarde con Raúl Aranda Pérez y Agustín Parra Vargas («Parrita») en la lidia de cinco pupilos de Núñez Hermanos y uno de Terrubias, el torero abulense decidió abandonar el escalafón de los matadores de toros y pasar a engrosar las filas de los subalternos, en la que militó durante varias temporadas. El éxito que no alcanzó en calidad de jefe de cuadrilla le llegó en esta nueva etapa de su andadura torera, cuando, sin abandonar del todo el taxi que le daba de comer, adquirió un merecido prestigio como banderillero a las órdenes del espada cartagenero José Ortega Cano.
JRF.