Gallardo y Blanco, Bartolomé José (1776-1852).


Erudito, bibliotecario y hombre político español, nacido en Campanario (Badajoz) el 13 de agosto de 1776 y muerto en Alcoy (Alicante), el 14 de septiembre de 1852.

Perteneciente a una familia de mediano acomodo, tras el aprendizaje de las primeras letras en Campanario, en 1791 pasó a estudiar medicina en la Universidad de Salamanca; contra la voluntad de su familia que, al parecer, deseaba por motivos económicos que siguiera la carrera eclesiástica. Además, y probablemente con el estímulo de ciertas personalidades de la vida cultural salmantina, fue interesándose por la literatura y por asuntos científico-filosóficos y políticos.

Entre 1802 y 1803 aparecieron en Salamanca siete números de un pequeño periódico redactado por Gallardo, El soplón del diarista de Salamanca, con textos originales en prosa y verso y alguna traducción, y en 1800 y 1803 dos obras de medicina traducidas y prologadas por él: la primera es la de Jean-Baptiste Pressavin titulada Arte de conservar la salud y prolongar la vida o Tratado de Higiene (Salamanca, 1800). En el prólogo a la segunda de ellas se lee a propósito del «Discurso preliminar» de la Encyclopédie de Dideroty D’Alembert que ésta es «la más soberbia fachada del edificio que ha levantado el discurso humano», opinión acorde con las demás ideas expuetas; en El Soplón, en cambio, dentro de la polémica general del periódico contra el Diario de Salamanca, frente a lo que debió de ser en esa publicación una referencia positiva a la guillotina como forma de aplicación de la pena de muerte, Gallardo se extiende en una diatriba contra ella: «¡La guillotina en nuestra península! ¡La guillotina, símbolo fatal del fanatismo político, de la tiranía, del asesinato (…), la guillotina propuesta a pechos castellanos como dechado de una muerte noble y decorosa!!! ¡Santos cielos! ¿Ha resucitado Robespierre y su infame gavilla para bañar de nuevo con sangre la faz de Europa?» Tal género de pasajes, insertos en textos cuyo valor literario e ideológico es desigual, dejan al menos constancia de la formación ilustrada de Gallardo y de su interés por las más acuciantes cuestiones ideológico-políticas de la época. Por otro lado, en El Soplón aparecen ya claras muestras de su talento satírico.

El 18 de febrero de 1804 fue nombrado oficial de la Contaduría de Propias de Salamanca. Al parecer ya antes, en 1801, había tenido un primer empleo, de aposentador de una división del ejército francés, de paso por España desde Portugal -donde había actuado de acuerdo con la política de Godoy y el Tratado de Aranjuez- y con destino a Francia; dicho empleo, al fin, le dio ocasión para residir algunas semanas en Francia. Por tal estancia y a través de sus lecturas debió adquirir conocimientos de francés que en 1805 le permitieron ganar una cátedra para la enseñanza de dicha lengua en Madrid, en la Real Casa de Pages; fue nombrado para ocuparla el primero de enero de 1806 y es de suponer que en torno a esa fecha trasladara su residencia a Madrid. El mismo año de 1806 intervino en la corte en una polémica periodística sobre asuntos literarios y en ella puso ya de manifiesto su gran interés por la tradición literaria castellana y su minucioso conocimiento de la misma.

A principios de 1808 volvió a las páginas de los periódicos con varios escritos que aparecieron en el Memorial literario, publicación vinculada a Antonio Capmany, ofrece interés en ellos su defensa de la fama de Andrés Piquer, médico al que hoy se reconoce como figura destacada en el despertar de la cultura española a la ciencia moderna en la Ilustración.Entre tanto, en 1807, había publicado otros tres escritos de mayor interés. Dos de ellos son las voces «Sensaciones» y «Sentidos» de un diccionario de Medicina, en cuya elaboración confiesa seguir a autores de tanta actualidad en aquel momento como Destutt de Tracy y Cabanis (es posible que semejantes lecturas e intereses coincidieran con su acceso a la cátedra de Ideología y Lógica de la misma institución en la que había regentado la de francés).Sobre la autoría del tercero de los escritos publicados por Gallardo en 1807, los Consejos de un orador evangélico a un joven deseoso de seguir la carrera de la predicación. Dalos a luz un Amante de la Oratoria Sagrada, caben serias dudas; sin embargo, en cualquier caso, no dejaría de tener interés que Gallardo se hubiera preocupado por la publicación de un texto semejante sobre la reforma de la predicación, tema muy frecuentado por los ilustrados españoles.

Respecto a los años de 1806 a 1808 poco es lo que se sabe aún con certeza respecto a su posición entre los grupos políticos y culturales del Madrid de la época. Además de su cátedra tuvo otro cargo público, en la Comisión Superior de Instrucción Primaria, y hechos como ése obligan a suponerle vinculado a alguno o algunos de tales grupos.

El 2 de mayo de 1808 se hallaba en Madrid, y pocos días después partió hacia Extremadura, donde varios biógrafos afirman que participó en la organización de la insurrección antinapoleónica. A partir de mediados de 1809, más concretamente, aparece estrechamente vinculado a las actividades del conde de Montijo. Se le ha llegado a atribuir, con discutible fundamento, la redacción del Manifiesto de lo que no ha hecho el conde de Montijo, folleto firmado por éste último y fechado en septiembre de 1810, en el que se menciona a Gallardo como amigo del autor. Se ha hecho referencia también a la participación de Gallardo, junto a Montijo, en las intrigas y agitaciones contra la Junta Central, y consta que fue encarcelado por breves períodos en varias ocasiones.

En enero de 1811 fue nombrado bibliotecario de las Cortes, en Cádiz. Poco después publicó un folleto satírico, Apología de los palos dados al Excmo. Sr. D. Lorenzo Calvo…, por el que, según las memorias de diversos personajes de la época, alcanzó inmediata celebridad y que algunos críticos consideran muy valioso. Gallardo se sigue manifestando en dicho folleto muy próximo a Montijo, y sus críticas a la Junta Central confirman su alineación política junto al citado personaje. Por lo demás se trata de un texto pobre en ideas y de alcance circunstancial.

Harto distinta es la envergadura del Diccionario crítico-burlesco, su más célebre obra polémica. Respuesta de un opúsculo anónimo de crítica clerical al liberalismo y a la cultura ilustrada, el Diccionario constituye una valiosa reivindicación de aquél y de ésta. Frente a las polémicas ideológicas dieciochescas destaca en él, además, la concreción de los análisis políticos, en relación, en particular, con la situación de Cádiz, y en general, con la significación de la lucha antinapoleónica. Pone de relieve respecto a ésta los intereses materiales a los que obedecen los grupos antiliberales que participan en ella, frente al proyecto transformador de los liberales. Por otra parte es interesante advertir que, pese a su plena implicación intelectual y política en la resistencia, no deje de señalar la posibilidad de que, desde el punto de vista liberal, ésta no conduzca a nada positivo.El Diccionario le costó al autor, por sus ataques contra el clero, su encarcelamiento durante tres meses, de abril a julio de 1812, y un proceso que duró hasta 1813; asimismo suscitó una ruidosa polémica pública, en la que el propio autor intervino con otros folletos, alguno de ellos de mucho interés (por ejemplo, el Cartazo al Censor General por el autor del Diario Constitucional de Barcelona, con motivo de la impugnación al Diccionario, anunciada por las esquinas en son de excomunión, Cádiz 1812). La Cortes llegaron a dedicar al Diccionario una sesión secreta.

Su intervención en la actualidad política durante la Guerra de la Independencia no se limitó a textos de publicación esporádica. Aunque en las noticias al respecto se manifiesta aún cierta confusión, en general parece claro que colaboró asiduamente durante la época de Cádiz en la Abeja española, publicada de septiembre de 1812 a agosto de 1813, y, tras su traslado a Madrid con las Cortes, en la Abeja madrileña, publicada de enero a mayo de 1814. Además envió colaboraciones en verso y prosa a algún otro periódico.La reacción antiliberal de 1814 le obligó a huir al extranjero. Figuraba en primer lugar en una lista de liberales que los absolutistas querían prender en Madrid y, una vez se supo que había pasado a Portugal, intentaron detenerle allí, pero él consiguió llegar a Inglaterra. En su ausencia fue condenado a muerte, en un proceso cuya documentación se ha conservado.En Londres disfrutó como refugiado de una pensión del gobierno inglés; pudo dedicarse a trabajar sobre asuntos literarios en varias bibliotecas importantes y mantuvo relación con algunos intelectuales de relieve. Por otro lado publicó en la prensa de Londres y de París artículos sobre la situación en España bajo el absolutismo, llegó a publicar el prospecto de presentación de un periódico propio y participó en actividades políticas de la emigración.

Hacia principios de mayo de 1820 debió emprender viaje de regreso a España, pasando por París; llegó a Madrid el 9 de julio de 1820. Durante lo que quedaba del Trienio liberal iba a vivir del desempeño de su cargo de bibliotecario de las Cortes; además, según una noticia aislada, heredó durante aquellos años algunos bienes.

Fue juez de hecho, en diciembre de 1820. El 30 de mayo de 1821 firmó su Carta blanca sobre el negro folleto titulado Condiciones y semblanzas de los Diputados a Cortes, dedicada esencialmente a negar que él mismo fuese el autor de las Condiciones y semblanzas, que al parecer se le habían atribuido. En su opúsculo se leen algunas interesantes afirmaciones de principio con las que el autor argumenta detalles de erudición literaria y de estilo; no obstante, el texto no resulta útil para comprender con precisión las actitudes de Gallardo en aquel momento (al margen de que queden claras su oposición al grupo de los antiguos afrancesados y, vagamente, su proximidad a los liberales exaltados).Algo más dice en este sentido su otro folleto de la época del Trienio, Al Zurriago zurribanda: Lardón al número 24, aparecido a finales de enero o principios de febrero de 1822. En él admite implícitamente cierta proximidad entre sus posturas políticas y las del Zurriago; al propio tiempo, el objetivo principal del folleto es censurar las referencias insultantes del periódico exaltado a la vida privada de determinadas personas a las que se atacaba por motivos de otro género.

En cuanto a su relación con las sociedades patrióticas durante el Trienio constitucional poco es lo que puede decirse con certeza. Las memorias de Alcalá Galiano le sitúan hacia 1820 en el «Gobierno supremo» de la masonería, de la que en determinados documentos policiales se le considera miembro. Por otra parte, un documento diplomático de mayo de 1821 le incluye entre los miembros de la sociedad «La redención de la humanidad», a la que el mismo documento atribuye peligrosos fines.En cuanto a la comunería, algunos, siguiendo escritos de la época, le han atribuido la paternidad de la idea de fundar la sociedad (biografía de Ramírez y Las Casas-Deza, Menéndez Pelayo y tras ellos otros), casi reclamada de otra parte por Puigblanch; además, en unas malintencionadas notas a una edición de 1822 de la Constitución de la Confederación de los Caballeros Comuneros, y Reglamento para el Gobierno interior de las Fortalezas… parece aludirse a la posibilidad de que el autor de dicha Constitución y Reglamento fuera Gallardo. Ninguno de tales extremos merece aún, sin embargo, pleno crédito.

En marzo de 1823, cuando, ante la inminente llegada de las tropas de la Santa Alianza:, las Cortes se trasladaron a Sevilla, llevando consigo a Fernando VII, se desplazó con ellas. El 13 de junio, al día siguiente de que las Cortes emprendieran nuevo traslado hacia Cádiz, fue asaltado en Sevilla un barco que contenía numerosos equipajes de gentes que viajaban con ellas, entre los cuales se encontraban los de Gallardo, que perdió allí, junto a libros y manuscritos valiosos, apuntes y materiales de trabajo acumulados durante más de una década de intensa laboriosidad.

Las consecuencias del violento final del Trienio constitucional para Gallardo no se redujeron, sin embargo, a aquellas pérdidas. Fue detenido y recluido durante una temporada en la cárcel de Sevilla, y luego en un convento de aquella ciudad. Más tarde pudo trasladarse, al parecer, a Campanario, pero, de regreso a Andalucía, fue desterrado a Castro del Río en Córdoba, localidad destacada por el predominio que tenían en ella los elementos absolutistas. En un determinado momento los voluntarios realistas volvieron a encarcelarle allí durante algunos meses.

En 1830 se suspendió temporal y parcialmente su destierro, pero tuvo que volver a Castro del Río, y no pudo regresar a Madrid hasta 1833. El destierro no logró, sin embargo, hacerle callar ni tampoco le impidió intentar rehacer los materiales que la brutalidad absolutista había desbaratado. Sabemos, por ejemplo, que logró seguir con sus trabajos en la biblioteca de un convento de carmelitas de Castro del Río y en alguna otra.Nos ha quedado media docena de poemas notables y una decena de artículos, principalmente de erudición literaria, publicados unos y otros en periódicos de Cádiz, Madrid y Barcelona, además de dos interesantes folletos en los que une erudición literaria y ataque político-cultural al principal grupo de escritores de pasado afrancesado (Hermosilla, Burgos, Miñano y Lista), que posteriormente habían colaborado activamente con Fernando VII y sus designios absolutistas.

Por otro lado, el 3 de noviembre de 1833 se publicó en El Correo Literario y Mercantil un artículo político suyo que provocó la prohibición definitiva del periódico. De principios de 1834 data la publicación de Las Letras letras de cambio, o los mercachifles literarios: Estrenas y aguinaldos del Dr. Tomé Lobar, interesante folleto especialmente dirigido contra Javier de Burgos, entonces ministro de Fomento, que inmediatamente lo hizo secuestrar e inició un proceso judicial que había de durar hasta 1840, y con nuevos ataques contra Lista, Miñano y Hermosilla. Más allá de la sátira personal, no obstante, puede entenderse que Gallardo cuestiona nuevamente a través de esos personajes emblemáticos el moderantismo liberal entonces dominante y ciertas manifestaciones culturales del mismo.

A finales de marzo o principios de abril de 1835 apareció el primer número de El Criticón, papel volante de Literatura y Bellas-Artes; en el prospecto de la publicación se anunciaba que no sería periódica, pero que aparecerían 12 números de la misma. Sólo cinco llegaron a publicarse en vida de Gallardo, entre aquella fecha y el verano de 1836. Los temas tratados en El Criticón respondían en lo esencial a lo anunciado en el subtítulo. El prospecto incluía también, sin embargo, fuertes críticas a la falta de libertad en el sistema del Estatuto Real entonces vigente, y en algunos momentos Gallardo incide en los temas y tonos más frecuentes de sus escritos satíricos.

En junio de 1835, a poco de formarse el gabinete del conde de Toreno, recibió por Real Orden el encargo de redactar una Gramätica del castellano, para cuya elaboración trabajo activamente en los años siguientes, pero que no llegó a publicar; al propio tiempo se le restituyó el sueldo de bibliotecario de las Cortes. Hasta el año siguiente, sin embargo, no llegó a desempeñar tales funciones.A raíz de los movimientos populares de julio y agosto de 1836 volvió a proclamarse la Constitución de 1812 y fue en octubre de 1836, cuando se reincorporó a su plaza de bibliotecario de dicha institución. La ocupó hasta mayo de 1838, momento en el que se suprimió la Biblioteca de Cortes, y ése fue el último empleo público que tuvo. Entre tanto, en 1837, había sido elegido diputado por la provincia de Badajoz para las Cortes elegidas con arreglo a la nueva Constitución promulgada en dicho año. Su actuación en las Cortes aparece marcada por la continuidad de sus actitudes antimoderadas, que salen a relucir, por ejemplo, en su Discurso … sobre el párrafo de la paz, publicado en el folleto, en el que critica concepciones expuestas por Martínez de la Rosa sobre los procedimientos por los que debía buscarse la paz con los carlistas. En noviembre de 1838, ante el predominio de sus adversarios en la Cámara y aduciendo que sus objetivos le aprecian «del todo inasequibles, sin una mudanza fundamental en las personas y aun en las leyes que nos gobiernan», renunció a su escaño.

La actividad pública del escritor no se limitó a lo relacionado con las Cortes. En 1837 protagonizó, por ejemplo, una polémica con Donoso Cortés y El Porvenir, periódico que a la sazón dirigía aquél.Por otro lado parecen muy interesantes las noticias de que disponemos sobre su vinculación, a partir aproximadamente de su renuncia al escaño de diputado, a grupos de tendencia republicana. Documentos policiales lo relacionan con las actividades que desarrollaba en 1838-1839 el denominado «la Federación», y Rodríguez Solís evoca su presencia en reuniones de la «Junta» del Partido Republicano hacia 1840.El último episodio de su actividad directamente política del que hay constancia es una controversia suya de enero de 1841 con el entonces presidente en funciones del Partido Progresista.

En marzo de 1841 solicitó su «clasificación» o jubilación y la obtuvo en el mes de mayo. A partir de entonces se inició la última fase de su trayectoria, caracterizada por una vida más retirada. A finales de 1836 o principios de 1837 había adquirido o readquirido cerca de Toledo una finca procedente de los bienes desamortizados, «la Aberquilla», y allí trasladó su residencia principal y sus libros. Ello no le impidió seguir trabajando muy intensamente en bibliotecas del propio Toledo, en la del Escorial, en algunas de Madrid, en Valladolid y, entre mayo de 1843 y septiembre de 1845, en varias de Andalucía.

Aún protagonizó una última y muy sonada polémica literaria, a propósito de El Buscapié, de Adolfo de Castro, publicado en 1848. Se tenía noticia de que Cervantes había escrito una obra con tal título en defensa del Quijote y Adolfo de Castro, en el prólogo y las notas a su opúsculo, quiso hacer creer que la había encontrado y que era precisamente lo que allí publicaba. Gallardo, a diferencia de otros eruditos, advirtió la superchería y fechó a 2 de mayo de 1851 su Zapatazo a Zapatilla, i a su falso Buscapié un puntillazo, publicado poco más tarde; en él explicaba en tono muy acerado los motivos por los que el Buscapié de Castro no podía ser más que una falsificación y atacaba a Castro, además, por unos artículos muy ofensivos que había publicado contra el propio Gallardo. Este criticaba también, de paso, a Serafín Estébanez Calderón, entonces bastante poderoso, y ello le costó un proceso por injurias iniciado por éste, cuya sentencia, condenatoria para Gallardo, fue pronunciada pocos días antes de su muerte.

Murió el 14 de septiembre de 1852 en Alcoy, rodeado por algunos amigos, durante uno de los numerosos viajes que emprendió en los últimos años desde «La Alberquilla». Dejaba, además de su interesante trayectoria personal, de su obra publicada y del fruto de su magisterio para la obra de algunos de sus discípulos, un enorme acopio de materiales que iba a servir a partir de 1863 para la publicación póstuma de su Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, unánimemente reconocido como hito capital de la historiografía literaria y cultural española.

Bibliografía

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  • RODRÍGUEZ MOÑINO, Antonio: Don Bartolomé José Gallardo. Estudio bibliográfico. Madrid, 1955.

  • RODRÍGUEZ MOÑINO, Antonio: Cartas políticas del Marqués de Labrador. Badajoz, 1959.

  • RODRÍGUEZ MOÑINO, Antonio: Don Manuel de la Rocha «El Pastor de Extremadura» (1778-183.). Noticias de este olvidado escritor. Badajoz, 1952.

  • SAINZ RODRÍGUEZ, Pedro: Don Bartolomé José Gallardo y la crítica literaria de su tiempo. New York, 1921.

A. Gil Novales