Manuel Fernández y González (1821–1888): El Arquitecto Prolífico de la Novela Histórica Española
Manuel Fernández y González (1821–1888): El Arquitecto Prolífico de la Novela Histórica Española
Infancia, formación y primeros pasos en la literatura
Contexto histórico y ambiente familiar
España en el primer tercio del siglo XIX: liberalismo, guerras y romanticismo
El nacimiento de Manuel Fernández y González en Sevilla el 6 de diciembre de 1821 se produjo en un contexto especialmente turbulento para España. El país se encontraba sumido en las convulsiones políticas que sucedieron a la Guerra de la Independencia (1808–1814) y al caos que trajo el regreso del absolutismo bajo Fernando VII. En este marco, surgieron profundos conflictos entre absolutistas y liberales, mientras las ideas románticas —que ya se imponían en Europa— comenzaban a penetrar con fuerza en la vida intelectual y artística española.
Este ambiente social y político tan cambiante sirvió de telón de fondo a la infancia de Fernández y González, quien se crio en el seno de una familia con fuerte tradición militar y liberal. La educación castrense, con su rigidez y sentido del deber, combinada con una mentalidad liberal, brindó al joven escritor una dualidad formativa que más tarde se reflejaría en su obra: respeto por la estructura histórica y un impulso narrativo de libertad y rebeldía.
Orígenes sevillanos y el ambiente castrense liberal
Sevilla, ciudad de intensa actividad cultural y comercial, era también un hervidero de tensiones ideológicas. El joven Manuel creció en este entorno bajo la influencia de un ambiente familiar marcado por el espíritu militar y liberal, lo cual le proporcionó tanto una disciplina estructurada como una cierta apertura ideológica. Esta dualidad en su crianza le otorgó herramientas clave para el análisis histórico y una sensibilidad particular para observar los matices de los conflictos sociales y políticos, temas recurrentes en su posterior literatura.
Juventud, formación académica y primeros intereses literarios
Estudios en la Universidad de Granada: Filosofía, Letras y Derecho
En su juventud, Fernández y González se trasladó a Granada, ciudad de profunda tradición literaria y académica. Allí cursó estudios en la Universidad de Granada, donde se licenció en Filosofía y Letras y en Derecho. Fue en este periodo donde se despertó con intensidad su pasión por la historia, una disciplina que pronto se convertiría en eje central de su producción narrativa.
Granada también fue el escenario de una vida universitaria intensa. A la vez que se distinguía como estudiante aplicado, Manuel cultivaba un estilo de vida jaranero y vividor, propio del joven romántico decimonónico. Participó activamente en sociedades literarias y culturales, lo que le permitió rodearse de otros escritores e intelectuales que influenciaron sus primeras inquietudes creativas.
Sociedad literaria, vida bohemia y primeros versos
Su gusto por la lectura y su inclinación hacia la creación poética se manifestaron muy temprano. Con apenas 14 años publicó un volumen de versos titulado Poesías (1835), una obra precoz que ya revelaba su afición por las formas clásicas y los temas elevados, aunque aún sin una gran profundidad estilística. Esta obra juvenil lo consolidó como una figura incipiente en los círculos granadinos.
Durante estos años de formación, Manuel era un personaje conocido en la vida nocturna de Granada, participando en tertulias, veladas teatrales y discusiones sobre literatura y política. Fue en este entorno donde su vocación narrativa encontró una vía clara de desarrollo, alentada por la efervescencia cultural del momento.
Primeras obras y descubrimiento de la novela histórica
Influencia de Walter Scott y debut en la narrativa
El contacto con las obras de Walter Scott, pionero de la novela histórica europea, fue decisivo en la evolución literaria de Fernández y González. Fascinado por la capacidad de Scott para recrear épocas pasadas a través de la ficción, el joven escritor se lanzó a explorar este mismo género con un enfoque hispano.
Su primera incursión fue con «El Doncel de Don Pedro de Castilla» (1838), una novela corta publicada como folletín en el periódico local La Alhambra. En esta obra ya se vislumbraban las características que marcarían su carrera: una narrativa vibrante, fuerte sentido del dramatismo y un marcado interés por los personajes históricos de la Edad Media española. Ese mismo año escribió también el drama «El bastardo y el rey», consolidando su predilección por los conflictos dinásticos y el pasado medieval.
Dramas tempranos y publicaciones granadinas
Los primeros logros literarios de Fernández y González en Granada le granjearon una modesta fama local. Novelas como El horóscopo real, Los hermanos Plantagenet o Martín Gil fueron ejemplos tempranos de su afán por combinar verosimilitud histórica con una prosa ágil y emocionalmente intensa. En estas narraciones —algunas enteras, otras por entregas— el autor demostraba su fidelidad temática al pasado nacional, dejando de lado por entonces la novela de costumbres o la crítica social.
Este primer período de producción, caracterizado por la admiración por el pasado caballeresco y los héroes medievales, lo posicionó como uno de los cultivadores iniciales de la novela histórica romántica en lengua castellana.
Primeros conflictos y regreso a Madrid
Animado por sus primeros éxitos, Fernández y González se trasladó a Madrid con la intención de conquistar los círculos literarios de la capital. Sin embargo, su entrada en el mundo madrileño no fue como él esperaba. Su actitud arrogante, impropia de un autor novel, y su falta de tacto para insertarse en las redes ya establecidas de escritores y editores lo hicieron mal recibido.
Lejos de desanimarse, canalizó su frustración en una crítica virulenta contra los autores consagrados, usando como vehículo el periódico satírico El diablo con antiparras. Esta estrategia le granjeó notoriedad, pero también enemistades. Su figura empezó a destacarse más por la polémica que por su talento narrativo.
Regreso a Granada y madurez inicial como narrador
Ante la hostilidad madrileña, regresó a Granada donde continuó su producción literaria. En 1849 publicó la novela de tradiciones andaluzas «Allah-Akbar ¡Dios es grande!», el drama «Traición con traición se paga» y comenzó a escribir «El laurel de los siglos», un ambicioso proyecto que quedó inconcluso.
Este nuevo ciclo granadino significó una madurez creativa, donde ya se evidenciaba un estilo propio y una mayor confianza en su voz narrativa. Comenzaba así a construir el perfil de un escritor prolífico, inquieto y con una clara visión del mercado popular de la literatura, una orientación que marcaría decisivamente su carrera.
Auge literario, éxito económico y consolidación como novelista popular
Consolidación en Madrid y éxito editorial
Colaboración con Gaspar y Roig y obras célebres
En 1849, Manuel Fernández y González regresó definitivamente a Madrid, esta vez con más experiencia y una producción literaria significativa que lo respaldaba. Su llegada coincidió con una etapa de consolidación de la novela por entregas como formato predilecto del gran público lector. En este contexto, Fernández y González encontró terreno fértil para desplegar su talento narrativo y su inagotable imaginación.
Ese mismo año inició una colaboración clave con el célebre editor Gaspar y Roig, lo cual marcó un antes y un después en su carrera. De esta alianza surgieron títulos de gran éxito como Aventuras de don Juan (1849), El Condestable don Álvaro de Luna (1851), El bufón del rey (1853) y, especialmente, «Men Rodríguez de Sanabria» (1853). Esta última, una novela histórica ambientada en el reinado de Pedro I, fue aclamada por el público y crítica como una de sus obras maestras, consolidándolo definitivamente como uno de los autores más leídos de su época.
Men Rodríguez de Sanabria y el ascenso a la fama
El impacto de Men Rodríguez de Sanabria fue tal que catapultó a Fernández y González al centro de la fama literaria. La obra se destacó por su dramatismo, su ritmo ágil y su representación vívida de los personajes históricos. A partir de este momento, su nombre se volvió habitual en los folletines y escaparates editoriales. Su capacidad para producir historias largas, llenas de giros y pasiones, lo convirtió en un autor ideal para el consumo masivo.
Este éxito inicial no fue un caso aislado: su colaboración con Gaspar y Roig se mantuvo por años, cimentando su reputación como el maestro de la novela por entregas y especialista en narrativa histórica popular.
Estilo de vida excéntrico y ritmo frenético de producción
La bohemia, el despilfarro y la mecanización del oficio
Ya instalado en el cenit de su carrera, Fernández y González se convirtió en un personaje bohemio y extravagante. Rico, famoso, excesivo y caprichoso, vivía con intensidad cada aspecto de su vida. Se permitía todos los placeres: comidas opulentas, fiestas, amores tormentosos y derroches sin medida. Se cuenta que el editor Manini llegó a pagarle un millón de reales en poco tiempo, una cifra extraordinaria para la época.
Esta bonanza económica, sin embargo, no se tradujo en estabilidad: el ritmo frenético de su vida lo obligó a escribir de manera casi industrial, muchas veces más por necesidad que por inspiración. Para mantener su nivel de ingresos, Fernández y González producía novelas a un ritmo inusitado, dictando sus textos a un escribiente primero y más tarde a un taquígrafo, lo cual aumentó su capacidad de producción exponencialmente.
Tertulias, dictado a taquígrafos y éxitos continuos
Además de su trabajo literario, el autor participaba en tertulias literarias como la del periódico La Discusión, ubicado frente al Congreso, donde se debatía sobre arte, teatro, política y toros. Estas reuniones eran espacios fundamentales de intercambio cultural y promoción, y Fernández y González era un participante asiduo y respetado.
En esta etapa, su popularidad era inmensa. Publicaba en múltiples periódicos como El Museo Universal, El Mundo Pintoresco y La Discusión, donde apareció su obra «Luisa o el ángel de redención» (1857), que alcanzó varias reediciones y fue especialmente apreciada por el público femenino. A través de estas publicaciones, logró consolidar una base fiel de lectores que seguían sus folletines con avidez.
Diversificación de géneros y nuevas editoriales
Colaboraciones con los hermanos Manini y novelas románticas
La colaboración con la editorial de los hermanos Manini supuso una nueva etapa creativa. Para ellos escribió obras como «Doña Sancha de Navarra» (1854) y «Enrique IV, el impotente» (1854). Estas novelas continuaban en la línea histórica, pero incorporaban una mayor dosis de intriga romántica, fórmula que se ajustaba perfectamente a los gustos del público lector de mediados del siglo XIX.
Fernández y González poseía un talento particular para crear personajes complejos, escenas melodramáticas y ambientes históricos densamente narrados, pero siempre con un estilo ligero, ágil y accesible, pensado para la lectura rápida y placentera.
Retratos costumbristas y observación directa del pueblo
Una de las claves de su narrativa era su capacidad para captar la realidad popular. Frecuentaba con esnobismo los barrios bajos y las tabernas de Madrid, donde observaba de primera mano los gestos, hábitos y lenguaje de los sectores más humildes de la sociedad. Esta observación directa le permitió construir personajes vívidos, llenos de humanidad y matices.
En sus relatos se percibe una mirada paternalista, pero no exenta de simpatía hacia el pueblo llano. Esta sensibilidad, unida a su inagotable imaginación, alimentó novelas de gran éxito como Luisa o el ángel de redención, donde el dualismo moral entre virtud y pecado era representado con claridad, aunque sin excesiva moralina.
Exilio en París y producción internacional
Aventuras amorosas y precariedad en Francia
En uno de los episodios más notorios de su vida, Manuel Fernández y González abandonó Madrid para fugarse a París con una estanquera, de la que se había enamorado apasionadamente. Este gesto impulsivo lo dejó en una situación precaria, forzado a buscar recursos para sobrevivir en una ciudad desconocida.
Durante su estancia en la capital francesa, participó en la prensa local, escribiendo novelas por entregas para diarios franceses como Los desheredados, Los grandes infames y Amparo. Estas obras, aunque menos conocidas en España, le permitieron mantenerse económicamente mientras proseguía con su vocación literaria.
Producción en diarios franceses y contactos reales
Fue también en París donde vivió un momento singular: recibió la visita de la exiliada Isabel II, antigua reina de España y admiradora confesa de sus novelas. Este gesto no sólo confirma la popularidad del escritor entre diversas clases sociales, sino también su peso cultural en el imaginario romántico español del momento.
Pese a las dificultades económicas, su estancia en París le permitió explorar nuevas formas de narración y públicos diferentes. Sin embargo, con la llegada de la Revolución de 1868, el panorama cambió, y Fernández y González decidió regresar a España.
El regreso a Madrid marcaría una nueva etapa de su vida: el declive de su estilo de vida, el surgimiento de nuevas tendencias literarias y el inicio de una lucha por mantenerse vigente en un mercado editorial cada vez más cambiante.
Decadencia, legado y proyección histórica
Regreso a España y los últimos años de carrera
Cambios en el mercado editorial y fundación de «Periódico para todos»
A su retorno a Madrid tras la Revolución de 1868, Manuel Fernández y González se encontró con un panorama literario muy diferente al que había dejado. La novela por entregas, su formato predilecto y medio de subsistencia durante décadas, comenzaba a declinar. Los intereses del público se desplazaban hacia temas sociales y políticos más inmediatos, influenciados por los profundos cambios sociales de la época. La ficción histórica, por muy popular que hubiera sido, perdía relevancia ante las nuevas demandas de la realidad contemporánea.
A pesar de ello, Fernández y González continuó escribiendo con una energía admirable. Publicó novelas como «El alcalde Ronquillo» y «María. Memorias de una huérfana» (ambas de 1868), o «La sangre del pueblo» (1869), todas ellas ya menos celebradas, pero aún impregnadas de su estilo característico.
Para hacer frente a las dificultades económicas derivadas de la caída de popularidad, fundó junto a otros escritores de folletines —Ortega y Frías, Tárrago y Mateos y Pérez Escrich— el ambicioso proyecto del «Periódico para todos». Este rotativo, de carácter popular, ofrecía entregas de novelas por capítulos como las que habían hecho famosos a sus fundadores. Allí vio la luz una de sus últimas obras importantes: «El rey del puñal» (1884–1885), una novela que retomaba sus antiguas fórmulas pero ya sin el impacto de antaño.
Últimas novelas y decadencia personal
En los años finales de su vida, la figura de Fernández y González fue desdibujándose del panorama literario. Los editores dejaron de llamarlo con frecuencia, su salud se deterioró, y su vista comenzó a fallar. La enorme producción de décadas pasadas no se correspondía con una vejez tranquila ni próspera. A pesar de haber ganado fortunas, su estilo de vida bohemio y el gasto descontrolado le dejaron en la miseria.
Murió en enero de 1888 en Madrid, en el olvido y la pobreza, un final trágico para quien fuera uno de los escritores más leídos y celebrados de su tiempo. Su figura encarnó como pocas el destino contradictorio del autor popular: venerado en vida, olvidado al morir.
Panorama temático y estilístico de su obra
La novela histórica y su reconstrucción del pasado español
Fernández y González fue, ante todo, un narrador histórico. Su producción en este género, sobre todo entre 1845 y 1855, constituye uno de los corpus más vastos de novela histórica en lengua española. En sus obras desfilan personajes y eventos desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, cubriendo un amplísimo espectro del pasado hispano.
Su tratamiento de la historia no buscaba la verosimilitud erudita, sino la creación de un ambiente emocional, heroico, trágico o pasional. Recreó episodios del Cid (Cid Rodríguez de Vivar, 1875), Alfonso II (Bernardo del Carpio, 1858), Alfonso VI (Los amores de Alfonso VI, 1861), Ramiro I, Pedro I, Juan II, Enrique IV, Isabel la Católica, Carlos V, Felipe II y Felipe III, entre muchos otros.
A través de títulos como Men Rodríguez de Sanabria, Obispo, casado y rey (1850), El alcalde Ronquillo (1858), Los monfíes de las Alpujarras (1856), Martín Gil (1850–51), El pastelero de Madrigal (1862) o El motín de Esquilache (1870–71), el autor creó un imaginario nacional histórico popular, accesible, apasionado y profundamente arraigado en el sentir colectivo del lector medio.
Novela contemporánea, mundo obrero y bandolerismo
A partir de 1857, con Luisa o el ángel de redención, comenzó a incursionar en la novela de ambientación contemporánea, ambientada en entornos urbanos y con componentes sentimentales. Obras como La dama de noche (1861), Luz y sombra (1864) o La hija del Carnaval (1867) desarrollan temas de moralidad, amor imposible y conflictos sociales, con un estilo directo y emocional.
Más tarde, abordó el dualismo social desde una perspectiva paternalista, como puede verse en Los desheredados (1865), Los hijos perdidos (1865–66), Los hambrientos (1867), La honra y el trabajo (1867) y La sangre del pueblo (1869). Estas novelas reflejan un interés creciente por las clases trabajadoras, aunque desde una óptica conservadora, sin impulso revolucionario ni transformación estructural.
Otro grupo de novelas, iniciado con «Los siete niños de Écija» (1863), se centró en figuras del bandolerismo romántico: ladrones generosos, contrabandistas carismáticos y forajidos nobles. Entre ellas destacan Diego Corrientes (1866), El guapo Francisco Estevan (1871), El rey de Sierra Morena (1871–74) y José María, el Tempranillo (1886). Estos relatos, llenos de acción, violencia y pasiones, fueron extremadamente populares entre los lectores.
Producción dramática y exploraciones genéricas
Drama sentimental, histórico, comedia y tragedia
Aunque menos conocida, su faceta como dramaturgo fue también prolífica. Se le atribuyen más de treinta dramas, que abarcan todos los géneros populares de la época. En el terreno del drama sentimental se destacan Volver por el tejado (1846), Tanto por ciento o La capa roja (1847), Un duelo a tiempo (1851) o Padre y rey (1860).
En el género histórico, llevó al teatro personajes como el Cid (Cid Rodrigo de Vivar, 1862), La muerte de Cisneros (1875), o Viriato, con obras que combinaban idealismo patriótico y tensión narrativa. También incursionó en la comedia fantástica (Los encantos de Merlín) y en la tragedia clásica, como Sansón (1848) y Deudas de la conciencia (1860).
Muchas de estas piezas eran adaptaciones escénicas de sus novelas, lo cual le permitía aprovechar su popularidad narrativa en el teatro, aunque sin llegar a destacar en este campo como en el de la narrativa.
Repercusiones, críticas y posteridad
Percepciones contemporáneas y admiración de autores como Galdós y Blasco Ibáñez
Pese a que su obra fue considerada muchas veces como subliteraria por los críticos académicos, su impacto en el público fue indiscutible. Autores de renombre como Benito Pérez Galdós elogiaron su capacidad para conectar con las emociones del lector común, y Vicente Blasco Ibáñez lo llamó sin rodeos el «resucitador de la novela española».
La crítica moderna ha tendido a considerar su producción como irregular en calidad, pero reconoce su valor histórico como cronista popular, su maestría en el dominio del folletín y su contribución a la configuración del gusto lector de varias generaciones.
Revalorización como figura clave de la novela por entregas
Hoy se reconoce que Fernández y González logró sistematizar todos los subgéneros de la novela por entregas: novela histórica, social, sentimental, de aventuras, policiaca e incluso fantástica. Fue pionero en el uso de un lenguaje accesible, una estructura narrativa eficaz y una técnica de serialización que definió el estilo de la literatura popular del siglo XIX en España.
Su legado va más allá de sus títulos concretos. Representa una época entera de producción cultural masiva, en la que la novela era consumida semanalmente en cafés, tertulias y reuniones familiares. Su figura simboliza tanto la
MCN Biografías, 2025. "Manuel Fernández y González (1821–1888): El Arquitecto Prolífico de la Novela Histórica Española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/fernandez-y-gonzalez-manuel [consulta: 18 de octubre de 2025].