Falso Hisham II (¿-1044). El califa que nunca fue

El Falso Hisham II, figura misteriosa de la historia andalusí, emergió en el caos que siguió a la descomposición del califato de Córdoba a principios del siglo XI. Aunque no se sabe con certeza su identidad, ni siquiera su lugar de nacimiento, esta figura fue utilizada como un instrumento político para revivir la antigua gloria de los omeyas en al-Andalus. A través de astutas maniobras, se intentó hacer pasar a un hombre común como el califa legítimo Hisham II, quien había gobernado entre 976 y 1013. Este episodio es una muestra de los complejos conflictos de poder que marcaron la fragmentación de al-Andalus en múltiples reinos de taifas tras la caída del califato.

Orígenes y contexto histórico

A partir de la descomposición del califato de Córdoba en 1031, al-Andalus se dividió en pequeños reinos de taifas, luchando por el control del territorio. En este contexto, surgieron dos facciones principales: los beréberes, que defendían la legitimidad de los califas hammudíes de Málaga, representados por figuras como Habbus ibn Maksan, y los andalusíes, liderados por el poderoso Abul Qasim Muhammad I, quien buscaba restaurar la dinastía omeya.

El principal problema que enfrentaba Abul Qasim Muhammad I era la falta de un pretendiente legítimo para las huestes andalusíes, alguien a quien invocar como califa en las oraciones públicas para legitimar su causa. En este contexto, apareció la figura del Falso Hisham II.

El Falso Hisham II

En 1033, un pordiosero que afirmaba ser el mismo Hisham II fue expulsado de Málaga, lo que levantó sospechas. Posteriormente, Zuhayr, el líder de la taifa de Almería, lo rechazó y lo echó de su territorio. Sin embargo, la idea de que Hisham II pudiera haber regresado adquirió fuerza en las cortes de al-Andalus. Fue entonces cuando Abul Qasim Muhammad I aprovechó la ocasión y decidió proclamar a un hombre de Sevilla que se asemejaba físicamente al califa Hisham II como el líder legítimo. Esta maniobra buscaba aprovechar los rumores y crear una figura que uniera a los andalusíes bajo la restauración de la dinastía omeya.

Aunque Abul Qasim Muhammad I probablemente sabía que Hisham II había muerto en 1013, y que el verdadero califa tendría más de setenta años en ese momento, no dudó en continuar con la farsa. Se dedicó a pedir el reconocimiento de este falso califa por parte de los reyes taifas, lo que generó una serie de alianzas y juramentos de lealtad.

Los apoyos del Falso Hisham II

Varios reyes taifas de al-Andalus se sumaron a la causa del Falso Hisham II. Entre ellos destacaron figuras como Abdel Aziz, rey de la taifa de Valencia, Muyahid, rey de Denia, y Yahya ibn Ismail, rey de Toledo. Estos monarcas juraron fidelidad al Falso Hisham II, reconociéndolo como el califa legítimo, aunque algunos de ellos cambiarían de bando con el tiempo.

El apoyo de Sulayman al-Mustasin, rey de Zaragoza, y Muhammad al-Birzalí, rey de Carmona, fue también importante. Sin embargo, el primero de ellos se pasó rápidamente al partido beréber de los hammudíes, mientras que el segundo, al enterarse de que el Falso Hisham II no era el verdadero califa, abandonó la causa andalusí. Esto ocurrió en 1039, cuando Abú l-Hazm Yahwar, rey de Córdoba, envió una embajada para investigar la identidad del pretendido califa.

La perpetuación del mito

Tras la muerte de Abul Qasim Muhammad I en 1039, su hijo, Abu Amr Abbad, continuó con la farsa iniciada por su padre. Abu Amr Abbad siguió invocando el nombre de Hisham II en las oraciones públicas del viernes, manteniendo la figura del califa falso como un símbolo de la causa andalusí. A pesar de que el Falso Hisham II falleció en 1044, Abu Amr Abbad no hizo pública su muerte hasta 1060, cuando ya no quedaba oposición significativa de los hammudíes. Esta prolongada ficción fue uno de los muchos episodios de inestabilidad política que marcaron la historia de los reinos de taifas.

La relevancia del Falso Hisham II

El episodio del Falso Hisham II es un reflejo de las tensiones políticas de la época en al-Andalus. A través de este engaño, Abul Qasim Muhammad I y Abu Amr Abbad intentaron recuperar el poder perdido tras la disolución del califato. Aunque la farsa no duró mucho tiempo, demuestra la importancia de las figuras simbólicas en los conflictos políticos de al-Andalus.

La manipulación de la identidad de Hisham II, una de las figuras más reconocidas de la dinastía omeya, sirvió para movilizar a las masas y consolidar el poder de los regentes andalusíes que se oponían al predominio beréber. La influencia de la figura del califa Hisham II fue tal que, incluso décadas después de su muerte, su nombre seguía siendo utilizado en los discursos de legitimidad política, lo que subraya la magnitud de su legado en la historia de al-Andalus.

Bibliografía

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  • DOZY, R. Histoire des Musulmanes d’Espagne juste la conquete de l’Andalusie pas les Almoravides. París, 1932.

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Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Falso Hisham II (¿-1044). El califa que nunca fue". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/falso-hisham-ii [consulta: 18 de octubre de 2025].