Despuig y Zaforteza, Ramón. Conde de Montenegro y de Montoro (1768-1848).


Político y militar español nacido en el fuedo familiar de Montoro, tambien llamado Montoro de Mezquita (Villarluengo – Huesca) el 23 de julio de 1768, y fallecido en Palma, el 1 de diciembre de 1848.

Quinto conde de Montenegro y séptimo de Montoro, Ramón Despuig es un buen exponente del protagonismo político y militar de la gran nobleza, en los años cruciales de la crisis del Antiguo Régimen en España; su vida se encuadra, además, en los años centrales de este proceso.

Era hijo de Juan Despuig y Dameto, y de Isabel Zaforteza y Sureda; Carlos IV había concedido a su padre la Grandeza de España por su participación en la Guerra de las Naranjas; era, asimismo, hermano del canónigo Juan Despuig, y sobrino de Antonio Despuig y Dameto, quien, en 1803, sería nombrado cardenal. Su vida se enmarca en lo que vino a ser el trasfondo común de los tres: una clara inquietud ilustrada que, si bien no se traduce en una relevancia literaria propia, se pone de manifiesto, en cambio, en su protagonismo en las instituciones y, especialmente, en una notable actitud de mecenazgo. Políticamente se traducirá en un reformismo, y, en su momento, en un constitucionalismo, que enlaza con la Ilustración de la época de las Cortes de Cádiz, para desembocar progresivamente en el más absoluto moderantismo, especialmente cuando en el Trienio Liberal parece asomar, realmente, la revolución.

Durante las Guerras de la Convención, Ramón Despuig fue comandante en el País Vasco y en Cataluña, junto a Lacy. Esto suponía el inicio de una larga carrera militar: fue brigadier en 1809, y mariscal de campo en 1833. De 1833 a 1836 fue nombrado capitán general de las Baleares. Fue, sin embargo, como tantos otros casos, durante la Guerra de la Independencia, cuando alcanzó verdadero protagonismo político: primero como fiscal militar, en la Junta Suprema (1808); luego como diputado en Cádiz (entre 1813 y 1814). Este último hecho coincide también con su otra «mayoría de edad»: la que se deriva del fallecimiento de su padre y del cardenal, ambos en 1813.

Fue vicedirector de la Sociedad Económica Mallorquina entre 1817 y 1819. El prestigio e influencia adquiridas se pondrían de manifiesto especialmente durante el Trienio. Fue miembro de la Junta Militar de Mallorca con el mando de brigadier de los ejércitos y coronel del regimiento de Milicias (3 de marzo de 1820); pronto sería nombrado Jefe Político provisional (el 17 de marzo) y, más tarde, designado Diputado a Cortes (para las ordinarias de 1820 y 1821). En abril de 1822 volvería provisionalmente a la jefatura política de Mallorca (en ese momento sustituyendo a Montis), hasta febrero de 1823. Durante el Trienio, las circunstancias parecían haber favorecido su prestigio político en mayor medida que sus convicciones. Se le puede considerar, efectivamente, un buen exponente del más convencido moderantismo (junto a Ayamans ( Conde de Ayamans), a la Sociedad Patriótica balear, al Diario Constitucional o a la Tertulia Patriótica de los amigos de Lacy -que bajo el pavoneo del nombre del general se caracterizó por su reaccionarismo-); pero, al mismo tiempo, su firma se estampó en las inevitables medidas de represión al amago de levantamiento absolutista de Campos (en 1822), al igual que más tarde su imagen «liberal» volvería a verse reforzada cuando, siendo capitán general de Mallorca, tuvo que hacer frente a la agitación carlista de Manacor (1833). Su «programa» moderado, del más rancio doceañismo, parecerá realizarse, al fin, cuando tras la muerte de Fernando VII se hizo cargo de la dirección política de la isla, junto a Guillermo Moragues y Rullan, ambos con la aureola de ex-diputados en Cádiz y durante el Trienio. Su buena imagen se fundaba, sin embargo, en una sólida y voluntaria vinculación a los intereses de la nobleza y del comercio mallorquines; no obstante, tampoco dejó de favorecerla el hecho de que fueran a sustituir, por fin, a las autoridades forasteras de los años ominosos. La culminación de la carrera y el prestigio del conde de Montenegro le llegaría al ser nombrado prócer del reino (1837); esto marcaría el final de su carrera política que, de hecho, se había producido ya al dimitir como capitán general en septiembre de 1836.