Carondelet, Luis Héctor de, Barón de Carondelet (1747-1807).
Ilustrado español, funcionario colonial, nacido el 29 de julio de 1747 en Cambrai y muerto el 10 de agosto de 1807 en Quito. Fue gobernador y capitán general de Luisiana y Florida occidental (1791-97) y luego de Quito (1798-1807).
Nació en Cambrai el 29 de julio de 1747 y pertenecía a una familia noble de los Países Bajos, originaria de Bress. Fue hijo del barón Jean Louis Carondelet y de María Angelique Bernard de Rasoir. Tuvo una buena educación e ingresó a los quince años en el ejército español como cadete. En 1777, dos años después de morir su padre, se casó en Barcelona con María de la Concepción Castaños y Arragorri, natural de La Coruña, hija del intendente de Portugalete Juan Felipe Castaños. Sus hijos fueron Luis Ángel, nacido en 1787, y María Felipa Cayetana, nacida en 1788, a la que quiso luego de casar con el quiteño don Juan Mateu, marqués de Maenza. Fue entonces (1803), cuando presentó una Probanza de méritos en la que señaló que sus abuelos “habían servido a la Corona, tanto en empleos de palacio, como en el ejército y embajadas, más de trescientos años; que Juan VI de Carondelet, primer ministro del emperador Maximiliano I, fue tutor de Felipe I, rey de España, honor que pocos grandes podrán alegar, todo lo que consta del diploma real concedido a mi hermano mayor por el emperador José II, cuya copia acompaña».
Carondelet participó en la expedición de Argel y luego, en 1781, en el sitio de Pensacola, bajo las órdenes de Bernardo de Gálvez. Parece que en 1789 fue Intendente de El Salvador, en la Audiencia de Guatemala, si bien no existen informaciones documentales sobre este mandato.
Gobernador de Luisiana y Florida Occidental (1791-1797)
El 13 de marzo de 1791 fue nombrado gobernador e intendente de la provincia de Luisiana y de Florida Occidental. A su llegada a destino, el 30 de diciembre del mismo año, fue recibido solemnemente por las autoridades locales. Encontró una gobernación llena de problemas: una gran parte de los vecinos eran todavía franceses, los esclavos promovían disturbios y cimarronajes por todos los lugares, las tribus indígenas del norte amenazaban la frontera, los norteamericanos empezaban a ambicionar el territorio y la metrópoli, que se movía sin rumbo político definido, se enfrentaba o se aliaba Francia indistintamente. Aparte de esto, la provincia de Luisiana no había consolidado su carácter de colonia española, por el poco tiempo transcurrido desde su cesión (Paz de París de 1763), así como por haber sido anteriormente una colonia francesa secundaria frente a otras más importantes del Caribe insular, como Saint Domingue, Martinica, Guadalupe, etc.
La labor realizada por Carondelet fue enorme. Se inició el 22 de enero de 1792, cuando publicó su Bando de Buen Gobierno, por el que dividía Nueva Orleáns en cuatro barrios y nombraba para cada uno de ellos un alcalde, encargado de su policía y justicia. Luego ordenó iluminar el centro de la población mediante lámparas de aceite, siguiendo el ejemplo de la Habana. Construyó fuertes para la defensa de la ciudad, ordenó abandonar las zonas inundables y saneó las orillas del río. En 1795 hizo el famoso canal que lleva su nombre para facilitar la comunicación de la capital con el mar. Tenía una longitud de media milla, quince pies de ancho y seis de profundidad; unos camellones laterales de ocho pies de ancho facilitaban la circulación de los caballos que arrastraban las embarcaciones por el canal. El Canal de Carondelet facilitó la conexión de Nueva Orleáns con los puertos de Mobile y Pensacola y ayudaba a drenar el agua de la ciudad. Carondelet construyó además numerosos caminos y puentes y dotó el Hospital de Caridad.
La conspiración de los esclavos en Pointe Coupée, ocurrida el año 1795, demostró la gravedad del problema existente. El gobernador mandó hacer una investigación sobre sus causas y posteriormente estableció una cuota a los propietarios esclavistas para sostener una fuerza represiva que persiguiera el cimarronaje. Dio así mismo normas para el tratamiento de los esclavos (alimentos, vestidos, jornada laboral, etc.) y prohibió importar negros que no fueran bozales (traídos directamente de África), ya que los procedentes de las colonias anglofrancesas estaban imbuidos de ideas revolucionarias.
Su política con los indígenas estuvo orientada a establecer tratados de paz, para que pudieran actuar como una almohada contra el imperialismo expansivo norteamericano. Hizo amistad con los natchez, y en 1795 un grupo de jefes osage visitó Nueva Orleáns. Fueron huéspedes del gobernador y la ciudad celebró su presencia con bailes, danzas, fuegos artificiales y otros festejos.
Carondelet afrontó momentos muy difíciles al producirse la guerra de Francia contra España en 1793, pues muchos colonos de Luisiana manifestaron abiertamente su simpatía por los galos. Tuvo que prohibir la que denominó “música revolucionaria” (La Marsellesa), y vigilar estrechamente la inmigración de franceses, que anteriormente había estado abierta para acoger los colonos que huyeron de la revolución de Saint Domingue y Martinica. Para mejorar la fuerza militar de la provincia organizó las milicias de Luisiana.
En materia de salud vigiló la proliferación de expendios de bebidas alcohólicas, que limitó a diez en la capital, y prestó toda la ayuda posible en la gran epidemia de fiebre amarilla que azotó la colonia el año 1796, en la que murieron 638 habitantes, incluido un hermano religioso de Carondelet.
Cuidó también el comercio regional, importando los cupos de harinas necesarias y fomentando las exportaciones de artículos coloniales. Respaldó el Tratado de San Lorenzo de 1798, en virtud del cual se determinó la libre navegación en la boca del Mississippi, y en virtud del cual pretendió incluso convertir Nueva Orleáns en un próspero puerto libre.
Finalmente disciplinó la administración, fijando horarios de trabajo y cuidó el medio ambiente, prohibiendo la tala de árboles en terrenos comunales, y la defensa ante las catástrofes. En diciembre de 1794 logró que el Cabildo votase una ayuda para paliar los efectos producidos por los huracanes en las cosechas, viviendas y almacenes.
En 1797, al cumplir su mandato, solicitó al rey el cargo de virrey del Nuevo Reino de Granada, o el retiro a la Península. El 20 de junio de 1798 el monarca le respondió otorgándole la presidencia de la Audiencia de Quito, lo que aceptó como un nuevo servicio.
Presidente y gobernador de Quito (1798-1807)
A finales de 1798 arribó a Guayaquil y emprendió el camino de ascenso hacia Quito. En Ambato se encontró con el presidente saliente don Luis Muñoz y Guzmán, que se dirigía a Chile. Carondelet prosiguió hasta la capital y el 3 de febrero de 1799 se posesionó del cargo de XXIX presidente de la Real Audiencia quiteña.
Carondelet encontró una colonia totalmente diferente de Luisiana: estaba dividida en tres zonas de características muy diferenciadas (la costa, la sierra y la selva), con una población indígena del 65% y negra de sólo el 9% -estructura colonial arraigada desde el siglo XVI-, una gran capital que sobrepasaba los veinte mil habitantes, un nivel educativo apreciable y una economía en crisis, como consecuencia del hundimiento de los obrajes, que no podían producir tejidos tan baratos como los europeos, sostenidos por la Revolución Industrial. Su actuación militar fue escasa, pero enorme su mejora de las obras públicas y apreciable la educativa. En el primer aspecto se limitó a asegurar la costa esmeraldeña para evitar la intrusión inglesa, patente ya en las incursiones a las islas Galápagos.
Las obras publicas fueron la gran preocupación del nuevo mandatario. Empezaron con el asentamiento nuevo de la ciudad de Riobamba, que había sido destruida por un terremoto y cuyos vecinos quedaron en dudas permanentes sobre el lugar a donde debían trasladarse. Carondelet la estableció definitivamente en la llanura de Tapi, con ayuda de Darquea, un inspector de los nuevos asentamientos de la Sierra Morena, que había llegado desterrado a Quito por la Inquisición. Riobamba era esencial para las comunicaciones del reino, ya que estaba en su centro y era la arteria de conexión con Guayaquil, el único puerto del reino. Carondelet fue consciente de la pretensión limeña de anexionarse Guayaquil (como en efecto ocurrió) y luchó denodadamente por abrir otro puerto, más al norte. Para ello tuvo que mandar explorar un camino que iba desde Imbabura hasta la costa. Fue el famoso camino de Malbucho, cuyo trazado encargó al sabio Caldas, que había llegado con los sabios Humboldt y Bonpland (los tres coincidieron en Chillo). Caldas cumplió su cometido, fijó su trazado y de inmediato comenzó a construirse, con una población llamada Carondelet para facilitar su tráfico. Terminaba en la Tola, que el presidente trató de convertir en el gran puerto exportador del norte. Tanto insistió ante la Corona, que esta terminó por otorgar una cédula el 23 de febrero de 1803 en la que se daba la “gracia de libre comercio”. La falta de pobladores y de comercio hizo fracasar el proyecto, sin embargo, y el camino de Malbucho quedó obsoleto.
También dedicó sus desvelos a la ciudad de Quito, a mejorar sus vías públicas y fluviales y sus calzadas de salida a otras poblaciones. Para garantizar su seguridad recomendó el celo de los alcaldes de barrio y estableció unas patrullas que recorrían la capital durante la noche. Emprendió además la conclusión de la catedral, en la que construyó una entrada secundaria, la cual daba acceso a la plaza principal o de armas. Se hizo de estilo neoclásico, con un gran atrio, y constituye una de las piezas arquitectónicas características de la ciudad. El clero secular quedó tan agradecido que dispuso allí grandes funerales a su muerte y enterró al barón en la capilla de los clérigos. Es un detalle significativo, ya que el clero y el gobierno civil quiteños mantuvieron tradicionalmente posturas muy enfrentadas (el obispo de la capital era además don José Cuero, que jugó luego un papel trascendental en la Independencia).
Carondelet prestó todo el apoyo posible a la Expedición Científica que vino del Nuevo Reino y a los sabios que entonces visitaron Quito, como antes se dijo. Finalmente impulsó la labor educativa en los colegios, donde había decaído mucho tras la expulsión de la Compañía, e incluso en la Universidad Regia de Santo Tomás, que pretendió manejar a la usanza despotista, alegando su derecho como representante del Regio Patronato. Para esto último llegó a modificar los Estatutos por los que se regía y en 1800 elaboró la Adición a los estatutos de la universidad de Santo Tomás de la ciudad de Quito, que no llegó a ser aprobada.
Carondelet consideró que su actuación en Quito le restaba oportunidades a él y su familia, por lo que pidió traslado en varias ocasiones. En una carta al ministro de la Guerra del 21 de septiembre de 1803, en la que le planteaba abiertamente la cuestión, solicitó su ascenso a teniente general y el regreso a España: “Desde la paz estoy solicitando inútilmente mi relevo y regreso a España, que el establecimiento de mis hijos hace indispensable, como que mi hijo don Ángel, cadete de Reales Guardias Vivas desde cinco años, ha perdido la antigüedad que le estaba concedida por particular gracia de S. M., por no haber podido llevarlo a España. Mi hija corre riesgo de no establecerse nunca por pasársele la edad más proporcionada al efecto; mi mujer ha perdido la parte que le correspondía en la herencia del Exmo. Sr. Marqués de Irlanda, su tío. Seis Mariscales de Campo menos antiguos han sido ascendidos a Tenientes Generales en la promoción general del año 1802. Mi salud se halla deteriorada por el incesante trabajo bajo el clima ardiente de la Línea”. Carlos IV demoró excesivamente responder a lo que se le pedía. No lo hizo hasta 1807, en una cédula que llegó a Quito poco después de haber muerto Carondelet de un infarto el 10 de agosto del mismo año.
Bibliografía
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WHITAKER, A. P. The Spanish-American Frontier, 1783-1795. (1969).
MLS