Alí ibn Hammud (964-1018): El califa que dividió al-Andalus

Alí ibn Hammud, sexto califa de al-Andalus (1016-1018), es una de las figuras más intrigantes de la historia de la península ibérica. Perteneciente a la dinastía norteafricana Idrisí, cuya fundación de la ciudad de Fez (Marruecos) remonta sus orígenes hasta el propio Mahoma, su breve reinado estuvo marcado por luchas internas y políticas que finalmente llevaron a su trágica muerte. Su historia está profundamente entrelazada con los complejos eventos de la fitna (guerra civil) que afectó al Califato de Córdoba, y sus acciones fueron determinantes en el proceso de desmembramiento del Estado califal. Este artículo explora sus orígenes, logros, conflictos y legado.

Orígenes y contexto histórico

El ascenso de Alí ibn Hammud al califato no fue sencillo ni espontáneo. Su familia, los Hammudíes, comenzó a destacarse en los asuntos internos de al-Andalus durante el reinado del califa Sulayman. Este le confió el gobierno de varias ciudades clave, como Ceuta, Tánger, Málaga y Sevilla, en recompensa por su colaboración en la caída del califa Muhammad II. Los Hammudíes eran conocidos por su origen idrisí y su vinculación con la familia fundadora de la ciudad de Fez, lo que les otorgaba un linaje prestigioso.

A pesar de estos orígenes, la situación política de al-Andalus era extremadamente inestable. A principios del siglo XI, el califato de Córdoba se encontraba inmerso en una profunda crisis de liderazgo y división interna, lo que fomentó el surgimiento de diversos pretendientes al trono. En este contexto, Alí ibn Hammud, gobernador de Ceuta, vio la oportunidad de obtener el poder califal.

Ascenso al poder

La llegada de Alí ibn Hammud a Córdoba se produjo en la primavera del año 1016, tras un meticuloso plan que incluía la negociación con varios gobernadores y el apoyo de los ziríes de Granada. Su propuesta de ser el heredero legítimo del depuesto califa Hisham II, quien supuestamente lo había designado como su sucesor (wali al-ahd), fue aceptada por algunos sectores de la población, que se sentían desilusionados por el largo período de inestabilidad y luchas internas.

El 1 de julio de 1016, Alí ibn Hammud tomó Córdoba sin apenas resistencia, y el califa Sulayman fue decapitado en el acto. Este fue un golpe decisivo, y Alí adoptó el título de al-Nasir li-din Allah, que significa «El defensor de la religión de Alá». Su ascensión al poder representó el fin de la dinastía omeya en el califato cordobés, al menos de forma oficial.

A pesar de su origen norteafricano y la relación con los beréberes, Alí ibn Hammud mostró en sus primeros meses un enfoque moderado, tratando de ganarse el apoyo de los cordobeses, quienes, cansados de la guerra civil y el caos, buscaban estabilidad y orden. Alí emprendió una serie de reformas para restaurar la seguridad en la ciudad, asegurándose de que se respetaran las leyes coránicas y castigando severamente los crímenes comunes, sin importar el origen de los infractores.

Conflictos y su caída

La tranquilidad que Alí ibn Hammud buscaba rápidamente se vio amenazada por la aparición de un nuevo pretendiente al trono, Abd al-Rahman al-Murtada, bisnieto del gran califa Abd al-Rahman III. Al-Murtada había permanecido alejado de los asuntos políticos desde los tiempos del califa Hisham II, pero fue impulsado a la acción por el intrigante Jayran de Almería, un ambicioso esclavo que deseaba recuperar el poder para los omeyas.

El nuevo pretendiente reunió un ejército formidable, que contaba con el apoyo de varios gobernadores y dirigentes, incluidos Mundir ibn Yahya de Zaragoza y Jayran de Almería, y se dispuso a derrocar a Alí ibn Hammud. Ante esta amenaza, Alí abandonó su política moderada y comenzó a alinear a los beréberes con el objetivo de mantener su trono. Sin embargo, esta decisión resultó ser contraproducente.

A medida que los beréberes recobraban sus privilegios, la situación en Córdoba se volvió insoportable. La población civil sufrió una serie de medidas arbitrarias y represivas, tales como arrestos, confiscación de bienes, y un régimen de terror generalizado. Esta severidad exacerbó aún más las tensiones dentro de la ciudad, y el apoyo popular a Alí comenzó a disminuir.

Al enterarse de que Abd al-Rahman al-Murtada avanzaba hacia Córdoba, Alí ibn Hammud decidió adelantarse y preparar un ejército de mercenarios beréberes para enfrentarse a él. No obstante, durante la noche del 21 al 22 de marzo de 1018, mientras se encontraba en su baño en el Alcázar de Córdoba, Alí fue asesinado por tres de sus propios sirvientes. Los asesinos, aprovechando la oscuridad, lo golpearon con un cubo de cobre y lo remataron a puñaladas, escapando sin ser capturados.

El legado de Alí ibn Hammud

La muerte de Alí ibn Hammud precipitó el colapso definitivo del Califato de Córdoba. Pocos días después, su hermano, al-Qasim Ibn Hammud, llegó a la ciudad para proclamarse califa. Sin embargo, la descomposición política de al-Andalus ya era irreversible. El reinado de Alí había sido breve, pero su impacto fue significativo, ya que aceleró el proceso que llevó al fragmento del califato en múltiples reinos de taifas, lo que marcó el fin de la unidad política en la región.

A pesar de su muerte violenta y su reinado agitado, Alí ibn Hammud permanece en la memoria histórica como un líder que representó el último intento de restaurar el orden en un califato en ruinas. Su historia resalta las tensiones internas de al-Andalus y las luchas dinásticas que marcaron la decadencia de un imperio que alguna vez fue uno de los más poderosos y sofisticados del mundo islámico.

Su figura también subraya la complejidad de la política andalusí, en la que las alianzas y traiciones jugaron un papel fundamental, y donde la lealtad y el poder se veían constantemente desafiados por las ambiciones personales y las divisiones internas.

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Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Alí ibn Hammud (964-1018): El califa que dividió al-Andalus". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/ali-ibn-hammud [consulta: 18 de octubre de 2025].