Edward Villella (1936-VVVV): Un icono de la danza clásica estadounidense

Edward Villella, nacido el 10 de
enero de 1936 en Long Island, Nueva York, es uno de los bailarines y
coreógrafos más influyentes de la danza clásica estadounidense. A lo
largo de su carrera, Villella no solo se destacó como un excepcional
bailarín, sino también como director artístico y profesor, dejando una
huella imborrable en el mundo del ballet. A lo largo de las décadas, su
legado ha trascendido fronteras, y su trabajo ha sido crucial para la
evolución del ballet moderno y clásico.
Orígenes y contexto histórico
La carrera de Edward Villella
comenzó a una edad temprana. A los 10 años, se embarcó en el estudio de
la danza, demostrando una notable dedicación y aptitudes para este
arte. La pasión por el ballet lo llevó a obtener una beca para ingresar
en la prestigiosa School of American Ballet en Nueva York, donde tuvo la oportunidad de estudiar bajo la dirección de grandes maestros como Pierre Vladimirov y Felia Doubrovska.
Su formación en esta escuela fue
esencial para cimentar las bases de su estilo y técnica. A lo largo de
su juventud, Villella se sumergió en la rica tradición del ballet
clásico, lo que le permitió perfeccionar su arte. Los años 50 y 60
fueron una época crucial para la danza en Estados Unidos, y su ascenso
a las filas del New York City Ballet marcaría el inicio de una carrera que cambiaría el curso de la danza moderna.
Logros y contribuciones
La carrera profesional de Villella comenzó a despegar a partir de 1957, cuando debutó como bailarín con el New York City Ballet.
Un año después, su talento lo llevó a ser promovido a solista, y en
1960 alcanzó el estatus de primer bailarín. Durante su tiempo en esta
compañía, Villella se destacó por su energía, técnica impecable y la
capacidad de interpretar papeles complejos y desafiantes.
Entre los momentos más
significativos de su carrera, destaca la interpretación de papeles
principales en varios ballets de renombre. Entre ellos se incluyen Octet (1958) de Willam Christensen, Creation of the World (1960) de Todd Bolender, The Figure in the Carpet (1960), Electronics (1961), A Midsummer Night’s Dream (1962), y Tarantella (1964). Su colaboración con George Balanchine fue especialmente importante, interpretando papeles clave en ballets como Jewels (1967), Symphony in Three Movements (1972) y Schéhérazade (1975).
Además de sus logros en el
escenario, Villella tuvo la oportunidad de trabajar como coreógrafo. Su
primer trabajo significativo en este ámbito fue Narkissos (Prince, 1966), una pieza que presentó en el New York City Ballet.
Esta incursión en la coreografía subrayó su versatilidad y capacidad
para crear obras que destacaran tanto por su técnica como por su
expresión artística.
Momentos clave
Durante su carrera, Villella
acumuló una serie de logros que marcaron su trayectoria y consolidaron
su lugar en la historia del ballet. A continuación, se presentan
algunos de los momentos más destacados:
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1957: Debutó en el New York City Ballet.
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1958: Estrenó Octet de Willam Christensen.
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1960: Se convirtió en primer bailarín del New York City Ballet.
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1963: Participó en la obra Bugaku de George Balanchine.
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1966: Su primer trabajo como coreógrafo con Narkissos para el New York City Ballet.
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1972: Participó en Symphony in Three Movements de Balanchine y Watermill de Jerome Robbins.
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1975: Interpretó el papel principal en Schéhérazade de George Balanchine.
Estos momentos fueron
fundamentales para su crecimiento como artista, y cada uno de ellos
representó una evolución en su capacidad para innovar dentro de la
tradición del ballet clásico.
Relevancia actual
La influencia de Edward Villella
sigue viva en la danza contemporánea. Tras su exitosa carrera como
bailarín, asumió importantes roles como director artístico del Miami City Ballet
desde 1986, donde pudo aplicar sus años de experiencia y sabiduría.
Bajo su liderazgo, la compañía floreció, y Villella contribuyó a la
formación de nuevas generaciones de bailarines, transmitiendo su amor
por el arte y su profundo conocimiento técnico.
Además de su rol en el Miami City
Ballet, Villella se dedicó a la enseñanza, siendo profesor de los
cursos de verano del Departamento de Danza de la Universidad de
Carolina del Sur. Su legado educativo es fundamental, ya que muchas de
las figuras más prominentes de la danza moderna pasaron por sus clases,
beneficiándose de su experiencia y enfoque pedagógico.
El impacto de Villella no se
limita solo a sus logros como bailarín y director. A lo largo de su
carrera, recibió numerosos premios y distinciones, entre los que se
destacan el Premio Dance Magazine en 1965, la Placa de Oro de la Academia Americana en 1971, el Premio Emmy en 1975, el Premio Capezio en 1989, la Medalla Nacional de las Artes de los Estados Unidos en 1997, y el Premio Kennedy Center en 1997. Estos galardones son un testamento de su contribución al mundo de la danza.
Contribuciones al ballet mundial
La carrera de Villella también
estuvo marcada por su participación en importantes compañías
internacionales. Fue bailarín invitado del Real Ballet Danés y del
Ballet Bolshoi, lo que le permitió llevar su arte a otros escenarios
internacionales y ampliar su influencia a nivel mundial. Asimismo,
participó en una nueva versión del musical Brigadoon (1963), con coreografía original de Agnes de Mille, lo que le permitió diversificar su repertorio y trabajar en diferentes formas de danza, como el musical.
Además de su trabajo en el escenario, Villella participó en varios documentales de danza, siendo uno de los más destacados Man Who Dances
(1968), en el cual se narra su vida y su evolución como bailarín,
consolidándose como una figura central en la cultura del ballet en
Estados Unidos.
Su legado sigue vivo no solo en
las obras que interpretó, sino también en las generaciones de
bailarines y coreógrafos que lo consideran una fuente de inspiración.
MCN Biografías, 2025. "Edward Villella (1936-VVVV): Un icono de la danza clásica estadounidense". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/villella-edward [consulta: 28 de septiembre de 2025].