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Longinos de Cesarea, San (ca. 25 a.C.-ca. 28 d.C.).

Soldado romano convertido en mártir cristiano, cuyo supuesto verdadero nombre era Cayo Casio. Falleció en Cesarea (Capadocia) hacia el año 28 de nuestra era. Su festividad se celebra el 15 de marzo. Según la tradición cristiana, Longinos fue el centurión romano cuya lanza atravesó el costado derecho de Jesucristo cuando éste se encontraba en la cruz. A este hecho se debió la famosa escena de la recogida de la sangre de Cristo por José de Arimatea, que la guardó en el Santo Grial, la copa con que Jesucristo había bendecido el vino en la Última Cena con los Apóstoles. Como puede entreverse, tanto el personaje, Longinos, como el objeto de su acción, la lanza, han sido objeto de multitud de leyendas en el Occidente cristiano desde los más remotos tiempos.

Los otros Longinos

Antes de empezar a desglosar la biografía de Longinos de Cesarea, hay que mencionar la existencia de otros mártires homónimos que nada tienen que ver con el famoso centurión romano de la escena de la Pasión de Jesucristo. Es el caso de otro San Longinos de Marsella, martirizado en la ciudad de la costa francesa en el año 290 junto a San Víctor, cuya fiesta se celebra el día 21 de julio. También hubo otro homónimo Longinos, pupilo de San Jorge, que sufrió martirio en Nicomedia en el año 303, durante las persecuciones ordenadas por el emperador Diocleciano. Su fiesta se celebra el 24 de abril.

También se llamaba Longinos uno de los muchos mártires que fueron enterrados en la Vía Apia, cuya celebración litúrgica es el 17 de junio, así como uno de los hermanos de San Orencio, a quien el emperador Maximiano envió al exilio en el 324 y cuya fiesta se celebra el 24 de junio. Por último, hay dos obispos llamados San Longinos que también fueron martirizados: el primero de ellos murió en el 484 por orden del rey vándalo Hunerico (fiesta el 2 de mayo), y el segundo fue obispo de Viviers y murió en 673; su festividad es el 29 de marzo.

Longinos en la Biblia

Como en tantas ocasiones, la aproximación historiográfica a un personaje de características legendarias es, cuando menos, resbaladiza y nada fácil, dada la ausencia de datos con un mínimo de escrupulosidad y objetividad histórica. En principio, la aparición de un centurión en la crucifixión de Jesucristo está avalada (además de por la lógica) por los tres evangelistas sinópticos, San Mateo, San Lucas y San Marcos. Todos concuerdan en que, después de que Jesucristo exhalase su último suspiro, se produjeron una serie de fenoménos naturales que causaron un profundo impacto en el soldado que custodiaba la crucifixión (Mt 27, 54):

El centurión, por su parte, y los que con él estaban custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, tuvieron mucho miedo y decían: "verdaderamente, éste era Hijo de Dios".

El otro evangelista, San Juan, omite los temblores de tierra que siguieron al último suspiro de Jesucristo, así como las palabras de conversión a la fe del centurión. A cambio, es el único evangelista que recoge el episodio de la lanzada, aunque según su relato, la herida en el costado tuvo lugar una vez fallecido Jesucristo. San Marcos, por su parte también añade la verificación del cádaver por parte del centurión (Mc 15, 44), pero omite por completo el relato de la lanzada tal como aparece en el evangelio de San Juan (Jn 19, 33-34):

Mas al llegar a Jesús y verlo muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y seguidamente salió sangre y agua.

Este detalle es importante para la posterior leyenda de la Lanza del Destino. Los soldados enviados por el sanedrín al Gólgota después de que los tres crucificados expirasen debían hacerlos bajar de la cruz antes del sabbath, el día de fiesta hebreo. La forma más habitual utilizada por los romanos para que los cadáveres se desprendiesen de la cruz era quebrándoles las piernas; como bien sabían Caifás y Anás, esta acción también serviría para acabar con el rango mesiánico de Jesús de Nazareth, ya que, según la profecía de Isaías (Is 42, 4) al verdadero mesías no le serían quebrados los huesos. De esta forma, el evangelio de San Juan, que indica cómo quebraron los huesos a los dos ladrones pero no a Jesucristo, ya da inicio a la leyenda de Longinos y de la lanza. A pesar de todo, la leyenda clásica queda en entredicho a través de la lectura de la Biblia. En primer lugar, porque no aparece el nombre del centurión y porque la narración adolece de la mayoría de complementos que luego se verían amplificados por la leyenda. La base de la misma no se halla en la Biblia, sino en los evangelios apócrifos.

Longinos en las Acta Pilati y en la Legenda Aurea

El nombre del centurión, Longinos, aparece por primera vez citado en uno de los evangelios apócrifos, en las famosas Acta Pilati que forman parte del llamado Evangelio de Nicodemo. El original de las Acta Pilati, escrito en griego, fue redactado entre finales del siglo I y principios del siglo II por un escriba anónimo. San Justino mártir, en sus obras apologéticasescritas a mediados del siglo II, ya citaba ciertas Actas de Poncio Pilato como fuente, al igual que más tarde lo hicieron Tertuliano en su Apologeticum, San Epifanio en su Panarion (367) y Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica (siglo IV). En el texto apócrifo (ed. cit., p. 467), Caifás y Anás, los dos sacerdotes hebreos, relatan al resto del sanedrín las escenas de la Pasión de Jesucristo:

Nosotros sabemos que le hemos visto recibir bofetadas y esputos en su cara; que los soldados le ciñeron una corona de espinas; que fue flagelado; que recibió sentencia de parte de Pilato; que fue crucificado en el Calvario en compañía de dos ladrones; que se le dio a beber hiel y vinagre; que el soldado Longinos abrió su costado con una lanza; que José, nuestro honorable padre, pidió su cuerpo...

Si combinamos la información del Acta Pilati con la emanada de los evangelios bíblicos, la supuesta conversión de Longinos y su lanzada se produjeron casi simultáneamente. Según otro de los textos apócrifos, la llamada Carta de Pilato a Herodes, la conversión del centurión romano corrió paralela a la de Procla, esposa de Poncio Pilatos (Evangelios apócrifos, ed. cit., p. 516).

Y has de saber que Procla, mi mujer, dando crédito a las apariciones que tuvo de él [i.e., de Jesucristo] cuando yo estaba a punto de mandarle crucificar por tu instigación, me dejó solo y se fue con diez soldados y Longinos, el fiel centurión, para contemplar su semblante, como si se tratara de un gran espectáculo.

Por testimonios posteriores de Paulo Orosio o Gregorio de Tours, parece ser que el texto de las Acta Pilati sufrió varias refundiciones a lo largo de los siglos hasta que fue fijado y vertido al latín hacia el siglo VIII por un copista carolingio. Este texto básico, con las debidas refundiciones, fue el que popularizaron ya en los siglos XII y XIII las obras de San Vicente de Beauvais, el Speculum, y especialmente Santiago de la Vorágine, que fue el encargado de edificar la leyenda de Longinos por todo el orbe cristiano al incluir la biografía del centurión dentro de su conocida Legenda Aurea (ed. cit., I, p. 198):

Dicen algunos que, ya fuese por vejez o por enfermedad, tenía la vista muy debilitada, y que, al traspasar con su arma el pecho de Jesús, algunas gotas de la sangre que brotó del corazón divino saltaron hasta sus ojos, y que al sentir la salpicadura comenzó a ver con perfecta claridad. Según estos autores, a este milagro experimentado en sí mismo se debió principalmente su conversión, a raíz de la cual renunció a la milicia, recibió de los apóstoles la instrucción necesaria, se retiró a Cesarea de Capadocia, y allí permaneció veintiocho años, haciendo vida monástica y convirtiendo a muchos a la fe de Cristo con su predicación y buenos ejemplos.

Santiago de la Vorágine utilizó más complementos literarios a la hora de trazar la leyenda de Longinos, entre ellos la ceguera del centurión y su posterior curación debido al poder taumatúrgico de la sangre de Jesucristo. Tampoco faltan las referencias a imposiciones divinas, como es el caso del fenoméno de glosolalia efectuado por Longinos, capaz de hablar y predicar la palabra de Jesucristo incluso después de haber sufrido la amputación de la lengua por parte de los soldados de Cesarea. De igual modo, la tan querida exégesis cristiana está incluida en esta leyenda, en la que el propio instigador de la muerte de Longinos, el gobernador romano de Capadocia, se convierte al cristianismo de idéntica forma a la que el centurión lo hizo tras la muerte de Cristo (Leyenda dorada, ed. cit., I, p. 199):

El gobernador dio orden de que inmediatamente degollaran a Longinos y, en cuanto este mandato fue ejecutado, postróse ante el cuerpo del mártir, lloró copiosamente, hizo penitencia, recobró la vista, sanó enteramente, se convirtió y se dedicó a hacer buenas obras hasta el final de su vida.

De esta forma, la hagiografía oficial de la Iglesia Católica sobre Longinos quedó establecida por Santiago de la Vorágine, que la enriqueció con los elementos folclóricos de la ceguera del centurión y su posterior cura. De hecho, es posible que el beato italiano haya encontrado la inspiración para engrandecer a Longinos en un antiguo culto germano-celta, el del dios Hoder. Hoder era una divinidad con acusada ceguera que, sin embargo, consiguió vencer a Balder, uno de los héroes de la mitología germana, escandinava y celta (véase: mitología germánica y mitología celta) . Después de la muerte de Balder, Hoder consiguió recuperar la vista cuando la sangre de Balder entró en contacto con sus ojos, es decir, el mismo tópico utilizado por De la Vorágine en su narración. Por si todavía persisten las dudas sobre esta influencia, téngase en cuenta que la celebración de la festividad católica de San Longinos, el 15 de marzo, es precisamente también el antiguo idus de marzo del calendario romano, día en que los germanos celebraban la festividad de Hoder. Como en otros tantos casos, en el de Longinos la iglesia católica fundió sus propios mitos cristianos con las creencias de antaño, contribuyendo con ello a fijar la leyenda en la conciencia colectiva para extender el culto.

Simbolismo cristiano en la leyenda de Longinos

La tradición iconográfica cristiana también es muy antigua con respecto a Longinos. En la biblioteca Laurenziana de Florencia, existe un manuscrito siríaco del Evangelio, escrito por un monje llamado Rábulo y datado hacia el año 586, en el que se encuentra la primera miniatura del episodio de la lanzada. Encima de la representación pictórica del centurión romano se encuentra la palabra griega logginos, que es el supuesto nombre del soldado aunque también puede tratarse de una confusión, dado que ese mismo vocablo era utilizado en la tardía Edad Antigua para designar al objeto que portaba Longinos, esto es, la lanza. También de la misma época es un grabado en el altar de la Iglesia de Santa María Antica (Roma), en el que la representación de la lanzada está acompañada también del nombre del centurión, esta vez el latinizado Longinus. Muy tardíamente y con poca veracidad histórica, la tradición cristiana señaló que el verdadero nombre de Longinos era Cayo Casio, lo que podría avalar el hecho de que Longinos fuese un error o incluso un apodo o un mote. Sea un error o no, lo cierto es que la leyenda ya estaba tejida con suficientes garantías dentro del cristianismo en fecha tan temprana como el siglo VI. Los textos aludidos de Santiago de la Vorágine popularizaron una leyenda que, en clave cristiana, tiene una innegable connotación simbólica.

Cuando Longinos atravesó el costado de Jesucristo, del cuerpo del mesías cristiano brotó sangre y agua. La sangre es el símbolo de la expiación de los pecados, mientras que el agua simboliza la purificación de los mismos. Longinos también representa un caso original en el proceso de conversiones, al ser el primer convertido a la fe cristiana por Jesucristo, entre su muerte y su resurrección. El simbolismo purificador del agua bautismal cobra más relevencia en Longinos, dado que su bautismo simbólico tuvo lugar con agua sagrada, emanada directamente de la divinidad. Por esta razón simbólica, la jerarquía católica aceptó el culto de San Longinos: a pesar de su procedencia apócrifa, es perfectamente compatible con los conceptos de conversión, caridad y purificación defendidos por la ortodoxia romana.

El poder esotérico de la Lanza del Destino

Al haber sido transmitida la leyenda de Longinos a través de los evangelios apócrifos, no cabe duda de que el intenso maniqueísmo que se destila en aquéllos, sobre todo los evangelios apócrifos de la Pasión, también constituye el ingrediente principal de la leyenda de la lanza.

En principio, las lucubraciones han ligado al arma de Longinos con la lanza de Herodes, cuya construcción fue ordenada por el profeta Fineas para que cumpliese con todas las profecías acerca de la liberación del pueblo elegido. Según otras fuentes, esta misma lanza es la que anteriormente habían portado Saúl y David, los legendarios monarcas hebreos, ya que la lanza simbolizaba al pueblo de Judea. La leyenda sobre la lanza incluía la dualidad maniquea clásica, entre el Bien y el Mal, es decir, que todo el poder de la lanza podía utilizarse en un sentido o en otro. Si Saúl y David la habían utilizado para unir Israel, la dinastía herodiana la había utilizado para perseguir al pueblo hebreo. Cuando Caifás y Anás, los sumos sacerdotes, ordenaron a Longinos que quebrase los huesos de Jesucristo para que la profecía sobre el mesías no se cumpliese, la lanza llegó a las manos del centurión romano quien, con su acto de piedad, cambió el destino de la lanza, o mejor dicho, lo invirtió, desde el Mal hacia el Bien. Desde entonces, la Lanza del Destino guiaría siempre a su posesor hacia la victoria, pues, de la mano de Longinos, había servido para cumplir la profecía sobre el mesías y para invertir la dualidad maniquea del Mal hacia el Bien.

A esta tradición esotérica de origen hebreo se le sumó con el paso de los tiempos el misticismo cristiano, según el cual la lanza, que había sido impregnada con la sangre de Cristo, tenía poderes especiales. Durante los tres primeros siglos de nuestra era, nada se supo de la lanza hasta que un comandante romano, Mauricio, se hizo con ella durante un asedio a la ciudad egipcia de Tebas efectuado en el 285. Las fuentes son muy posteriores y poco fiables, ya que proceden de relatos orales posteriormente plasmados en escritos. Según esta tradición, Mauricio habría transportado la lanza a Roma, donde permaneció venerada por los todavía perseguidos cristianos. En el año 320, el emperador Constantino el Grande, en plena lucha contra las tribus autóctonas de Asia menor por el dominio del área de Constantinopla, tuvo una visión en la que un ángel le auguró la victoria si utilizaba la Lanza del Destino. Como la victoria se produjo, con Constantino se inauguró la larga serie de gobernantes que utilizaron la lanza de Longinos como fuerza esotérica de sus ejércitos.

Parece ser que fueron los ostrogodos los que, de la mano de Teodorico el Grande, mantuvieron viva la fama de la Lanza del Destino, ya que el caudillo ostrogodo se convirtió en paladín y garante de los poderes de la lanza de Longinos. El que Teodorico se hiciese con la lanza entronca con otra tradición de origen maniqueo, según la cual el verdadero Longinos no falleció en Capadocia, sino que tras recibir las instrucciones de los apóstoles, viajó hacia Italia, estableciéndose en Mantua. Allí, en la iglesia de San Andrés, se conservaba la lanza, las reliquias del santo y, además, un frasco con la sangre de Cristo que el propio Longinos había recogido después de la lanzada al Crucificado. La existencia de esta reliquia, andando el tiempo, se convertiría en el fundamento básico de una prestigiosa orden de caballería del país transalpino: la Orden de la Preciosa Sangre, instaurada en 1608 por Vicente I de Gonzaga, príncipe de Mantua, y aprobada por el papa Paulo V en 1610.

Sin embargo, esta tradición es puesta en entredicho con la leyenda del franco Carlos Martel, quien utilizó la lanza de Longinos para derrotar a los árabes en la batalla de Poitiers. A través de Carlos Martel, la lanza de Longinos se convirtió en uno de los objetos sagrados asociados al imperio carolingio, y de la mano de Carlomagno la Lanza del Destino pasó al imperio germánico. Pese a ello, otro príncipe italiano, Landulfo II de Capua, uno de los mayores tiranos de la época, rivalizó con Carlomagno sobre cuál lanza era la verdadera, si la del fundador del imperio carolingio o la que Landulfo había tomado al saquear Padua. Esta pregunta equilvadría casi a contestar cuál de las tradiciones de Longinos es correcta, si la de su martirio en Cesarea de Capadocia o su estancia en Mantua.

Normalmente, se otorga más validez a que, de la mano de Carlomagno, la Lanza del Destino se convirtió en uno de los objetos sagrados asociados a la gran institución feudal de la Edad Media europea: el Imperio Germánico. Otón I llevó tal arma como apoyo de sus tropas en la batalla de Lechfeld (955), en la que los germanos acabaron con las correrías de los jinetes esteparios por sus dominios. Más adelante, el emperador Federico Barbarroja también utilizó la Lanza del Destino en sus campañas sicilianas, así como en la conquista de Jerusalén en el transcurso de la cuarta cruzada.

Por si hacía falta algún ingrediente más a la leyenda de Longinos, la literatura de la época se había encargado de hacerla aún más grande al incluir al centurión y a la lanza dentro de la leyenda por antonomasia del Medievo europeo: la del Santo Grial (véase: Grial).

La Lanza del Destino en la literatura medieval

En esencia, la leyenda del Santo Grial parte del momento protagonizado por Longinos. Cuando el centurión atravesó el costado derecho de Cristo y brotó la sangre de la herida, José de Arimatea recogió el divino fluido en un cáliz, el Grial, el mismo que había utilizado el Mesías para bendecir la Última Cena con sus apóstoles. Posteriormente, José de Arimatea llevó el cáliz a Europa y lo encerró en un castillo llamado Muntsalvach, que algunos han querido identificar con el santuario catalán de Montserrat, con el castillo francés de Mont Saint Michel, o incluso con la región galesa de Glastonbury Tor. De hecho, aun existe otra tradición más, que cuenta cómo Longinos ni murió en Cesarea de Capadocia ni viajó a Mantua, sino que acompañó a José de Arimatea hacia tierras británicas y se estableció allí; la iglesia de Colchester, en el este de Inglaterra, conserva una lápida del siglo II que, supuestamente, es la del sepulcro del santo.

Volviendo a la leyenda griálica, estuviese situado Muntsalvach donde estuviese, allí José de Arimatea dejó por custodio del Santo Grial a un personaje conocido en la leyenda artúrica como el Rey Pescador. En la mayoría de fuentes literarias referidas a la leyenda del Santo Grial, figura cómo el Rey Pescador se hizo una herida en el muslo con la Lanza del Destino, que en la Materia de Bretaña recibe el nombre de Lanza Vengadora. De nuevo el dualismo maniqueo de la leyenda está presente: la herida no podía ni sanar ni hacer morir al convaleciente Rey Pescador, salvo que un caballero con el corazón puro (Perceval), que anduviese en busca del Santo Grial, preguntase la razón de la herida. Mientras la herida no sanase, toda la tierra sería estéril y la sociedad atravesaría grandes peligros. A través de la leyenda griálica, la Lanza del Destino quedaba convertida en una especie de paso previo, de prueba a superar, por el caballero que accediese al Santo Grial, lo que, como es lógico pensar, hizo de Longinos y su lanza uno de los episodios más conocidos por el lector medieval, así como uno de los tópicos más recurrentes en la literatura de la época.

Fuera de los elementos relacionados con la Materia de Bretaña o con el Santo Grial, las referencias a Longinos dentro de la literatura hispánica medieval son muy abundantes y significativos. Desde El Libro de los Estados, de don Juan Manuel, hasta la Gran Conquista de Ultramar, pasando por los Castigos e documentos del Rey Sancho, la leyenda de Longinos se transmitió en la península en los mismos términos enunciados por Santiago de la Vorágine. El ejemplo más conocido tal vez sea el de la Oración de Jimena, dentro del Cantar de Mío Cid (vv. 351-358):

Estando en la cruz vertud fezist muy grant:
Longinos era çiego que nunquas vio alguandre,
diot con la lança en el costado dont ixió la sangre,
corrió la sangre por el astil ayuso, las manos se ovo de untar,
alçolas arriba, legolas a la faz,
abrió sos ojos, cató a todas partes,
en ti crovo al ora por end es salvo de mal
.

Teniendo en cuenta que la fijación del estereotipo de Longinos por De la Vorágine y la fecha de creación del Cantar de Mío Cid es parelela en el tiempo, parece lógico pensar que la leyenda sobre el centurión romano se haya desarrollado mediante un fenómeno de poligénesis literaria, tomando elementos presentes en el folclore cristiano (y pagano: recuérdese la leyenda germano-celta del dios Hoder) desde las épocas más remotas.

Adolf Hitler y la lanza de Longinos

A la vista del desarrollo histórico de la leyenda de Longinos, sobre todo su ligazón ideológica con el imperio alemán y con el tan preciado Santo Grial, no es de extrañar que el creador del funesto Tercer Reich, Adolf Hitler, se sintiese tremendamente atraído por la leyenda de la lanza de Longinos. De hecho, la fascinación del Führer germano por todo tipo de artilugios y objetos esotéricos fue enorme, alimentada por su gran consejero en materia ocultista, el doctor Walter Stein. Al estar vinculada siempre con ejércitos victoriosos, Hitler creyó que el ejército que portase la Lanza del destino nunca podría ser vencido. De esta forma, en el seno de la Ahnenerbe, algo así como la oficina ocultista del nazismo, comenzaron a sucederse todo tipo de investigaciones para averiguar dónde se encontraba la verdadera lanza que portase Longinos.

Oficialmente (aunque en estos casos no signifique gran cosa), la lanza de Longinos se halla y se hallaba en la vaticana basílica de San Pedro (Roma), en la capilla donde el artista italiano Giovanni Lorenzo Bernini realizó la escultura dedicada a San Longinos. Pese a ello, la lanza a la que Stein y el resto de adláteres de Hitler otorgaron mayor veracidad fue a la conservada en el museo austríaco de Hofburg (Viena). Esta lanza estaba guarnecida en su asta con un clavo, que supuestamente era uno de los mismos clavos de la cruz de Cristo. Así pues, el estímulo del famoso anschluss hitleriano, es decir, la invasión y anexión de Austria al III Reich, también tenía su razón esotérica y mística: Hitler tardó apenas un par de días desde la invasión efectuada por von Ribbentrop, el 12 de marzo de 1938, en recorrer victorioso las calles de Viena antes de entrar en el citado museo Hofburg y hacerse con tan preciado objeto. No es casualidad que esta ceremonia, la del regreso de la Lanza del Destino a manos del Reich, se celebrase el 15 de marzo, día en el que la iglesia católica celebra la festividad de San Longinos. Después de hacerse con la anhelada reliquia, Hitler ordenó su traslado al castillo de Nuremberg, centro neurálgico de la particular espiritualidad pseudoaria del nazismo, donde se convirtió en un objeto venerado por todos, en especial por el Führer.

No obstante, la leyenda no acabó por funcionar del todo. A pesar de que el ejército nazi debía ser invencible con tal objeto, las fuerzas aliadas acabaron por derrotar la amenaza representada por Hitler. Ni siquiera en los últimos días abandonó el Führer su veneración por el objeto sagrado, ya que, cuando los norteamericanos bombardearon Nuremberg, dictó órdenes expresas para que la Lanza del Destino fuese puesta a salvo en una capilla blindada construida para la ocasión en el castillo de la ciudad bávara. Finalmente, el 30 de abril de 1945 los aliados norteamericanos se hicieron con el control de la ciudad; tampoco es casualidad que una de las primeras patrullas se dirigiese a la cripta y tomase la Lanza del Destino para llevarla a lugar seguro: la fascinación de Hitler por su leyenda también era conocida por todos los enemigos, que se aprestaron a no dejar ningún cabo suelto para que la derrota del nazismo fuera total. Posteriormente, la lanza de Longinos fue de nuevo requerida por su legítimo dueño, el museo Hofburg de Viena, donde descansa hasta la actualidad, y de momento, a salvo de extrañas intentonas esotéricas.

Longinos en los albores del siglo XXI

Contrariamente a lo que pueda pensarse, la leyenda de la lanza de Longinos gozaba de muy buena salud en los primeros años del siglo XXI, si bien un tanto despojada de los simbolismos esótericos y arcanos que mantuvo durante gran parte de su devenir. Además de que diversas cofradías religiosas tienen su motivo principal en el famoso episodio de la lanzada, la leyenda ha servido como inspiración a fenómenos tan alejados del entorno bíblico como los videojuegos. En el popular Tomb Raider, una de las misiones del personaje principal del videojuego, Lara Croft (la ciberheroína más popular del planeta), tiene como objeto precisamente recuperar la lanza de Longinos como medio de alcanzar la piedra filosofal, en un curiosísimo batiburrillo de leyendas medievales adaptadas al gusto del consumidor de final de siglo.

De idéntica forma, un grupo musical de la corriente del rock gótico, llamado Spear of Destiny, también fundamenta su nombre en la leyenda de Longinos. Ambos datos, el de los videojuegos y el de la música, sirven para poner fin a estas líneas, no sin antes hacer notar que la leyenda no sólo permanece intacta sino que se transmite a la sociedad por otros canales de comunicación, como la música o los juegos de ocios, que no existían anteriormente. Los canales y la apariencia varían, pero la leyenda permanece y se transforma. Es la de Longinos y la Lanza del Destino un buen calibre para demostrar la presencia de elementos antiquísimos en lo que parecen ser manifestaciones extraordinariamente novedosas.

Bibliografía

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  • GODWIN, M. El Santo Grial. Origen, significado y revelaciones de una leyenda. (Barcelona, Círculo de Lectores, 1994).

  • Los Evangelios Apócrifos. (Ed. y est. A. de Santos Otero, Madrid, BAC, 1956).

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  • RAVENSCROFT, T. The Spear of Destiny. (Londres, Neville Spearman, 1974).

  • VORÁGINE, S. DE LA. La leyenda dorada. (Trad. de J. M. Macías, Madrid, Alianza, 1984, 2 vols).

Enlaces en Internet

http://www.geocities.com/longinos2000/index.html; Página web de la cofradía de Longinos (Ciudad Real, España).
http://www.rachel.ugr.es/~stacena/hermandad/lanza.htm; Página web de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Lanzada (Granada, España).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez