Saúl, Rey de Israel (ca. 1030-1010 a.C.).
(Shaul) Primer rey de Israel. Fue hijo de Qish de Gabaa, de la tribu de Benjamín y esposo de Ahinoam, que le dio cuatro hijos. Contó, sin embargo, con una concubina llamada Rispah, de quien tuvo otros dos hijos más. Persona muy popular y de grandes dotes físicas, que le hicieron destacar en las luchas de Israel contra los filisteos, los amalecitas y los ammonitas, fue elegido como rey y luego ungido por el profeta Samuel, quien más tarde lo reprobó. Se ignoran los motivos de su elección, aunque primarían en ello sus condiciones de excelente guerrero, capaz de expulsar de Israel a los filisteos. Su gobierno, dentro de lo que significaba el inicio de la unidad política de las distintas tribus, conoció grandes altibajos, sobre todo dado su enfrentamiento con David y con Samuel, aunque estuvo pleno de victorias militares contra Moab, Ammón, Edom, Aram-Soba y los amalecitas.
De cualquier manera, Saúl se ajustó al espíritu de Yahveh al ordenar expulsar a los adivinos y agoreros de todo el reino. Situó su capital en Gabaa (Tell el-Full), su propia ciudad natal, desde donde gobernó de modo más bien patriarcal que monárquico. Antes de su muerte conoció episodios de melancolía, enfrentamientos con Samuel y recelos de David, que había llegado a alcanzar grandes honores, entre ellos incluso el haberse desposado con Mikal, una de las hijas de Saúl. Su muerte le sobrevino a consecuencia de un hecho de armas contra los filisteos en la llanura de Jezrael, en el cual también murieron tres de sus hijos (Jonatán, Abinadab y Melquisúa). Según cuenta la Biblia, Saúl pidió a su escudero que lo rematase, pero al negarse éste se atravesó con una espada. Su cuerpo fue después colgado de la muralla de Betshan por los filisteos, tras conquistarla. Otra versión indica que fue rematado por un amalecita por propio deseo del rey israelita. Al desaparecer Saúl, su general Abner nombró inmediantamente rey a Eshbaal, otro hijo de Saúl. Sin embargo, en Hebrón fue elegido como rey el directo rival de Saúl, David, quien, sin embargo, lloró sentidamente la pérdida del rey Saúl en una Oda fúnebre.