Tobar y Tamariz, José (1755-?).
Navegante y explorador, nacido en Sevilla el 18 de febrero de 1755 y fallecido en lugar y fecha desconocida.
José Tobar y Tamariz, hijo de Cristóbal Tamariz y Juliana Ximénez, fue bautizado el 24 de febrero de 1755 en la iglesia de San Juan de la Palma por Juan Palacios, cura párroco. Sin haber cumplido los dos años de edad, su padre murió, siendo enterrado el 24 de octubre de 1756 en la citada iglesia sevillana. El joven huérfano, que utilizó los dos apellidos paternos: Tobar (o Tovar) y Tamariz, fue educado por su madre, pero, queriendo ésta ingresar en un convento, se valió de una monja del monasterio de Santa Inés, llamada sor Isabel Macías, para que el pequeño José entrase en el Colegio Seminario de pilotos de San Telmo. Esta institución estaba dedicada a enseñar las artes náuticas a los jóvenes huérfanos que acreditasen que sus antepasados eran cristianos viejos, sin haber sido penitenciados por el Santo Tribunal de la Inquisición, por lo que fue necesario abrir investigaciones. Finalmente, y tras las declaraciones y certificaciones correspondientes, fue probada la limpieza de sangre de José Tobar en auto del 3 de julio de 1762 firmado por Antonio García Jordán, alcalde honorario de la Real Chancillería de Granada.
José Tobar entró en el colegio de San Telmo el 31 de julio de 1762. Tenía siete años de edad y era de piel blanca, pelo castaño y ojos grandes “pintados”, con una cicatriz de herida sobre la ceja izquierda. Su historial marinero empezó pronto. El primero de noviembre de 1770 salió del colegio para embarcarse con plaza de grumete en el navío de Su Majestad El Serio, que formaba parte de la escuadra de Cádiz y estaba mandado por el marqués de Casa Tilly. Un mes después fue transbordado al navío, también de Su Majestad, Santiago la España, en el que estuvo dos meses, y por último fue enviado al Dragón, en el que navegó hasta Canarias, regresando a Cádiz en agosto de 1771.
El 16 de septiembre de ese mismo año volvió a las aulas del Colegio Seminario, en donde siguió recibiendo la instrucción, aunque por poco tiempo. El 30 de diciembre de 1771 dejó de nuevo San Telmo para embarcarse como grumete en el navío El Aquiles, perteneciente a Uztariz y Compañía, que salió de Cádiz el 6 de marzo de 1772 con destino a Lima. Vuelto de la expedición americana, Tobar regresó al colegio el 22 de noviembre de 1773 para proseguir sus estudios. El 21 de abril de 1774 fue enviado a Cádiz con el propósito de embarcarse con plaza de marinero en la fragata Nuestra Señora de la Piedad (alias La Vicaína), propiedad de Manuel de la Tejera. La expedición, que levó anclas del puerto de Cádiz, tenía como destino Veracruz y conducía diversas mercaderías. El 18 de mayo de 1775 regresó en la misma fragata, siendo destinado en el navío La Princesa, que realizó una campaña de corso entre el 26 de junio de 1775 y el 9 de enero de 1776. Después, José Tobar se embarcó en el navío La Concepción, propiedad de Uztariz y Compañía, que salió el 18 de febrero de 1776 con mercancías para Lima. En esta última ciudad fue examinado y nombrado pilotín de la fragata La Favorita, destinada al puerto de San Blas, en la costa de Nayarit, bastión de los barcos que se dirigían a descubrir y colonizar los establecimientos españoles de California y el noroeste del continente americano.
José Tobar llegó a San Blas de Nayarit el 20 de febrero de 1778. Para entonces, los marinos destinados en este puerto del Pacífico mexicano, levantado por José de Gálvez en 1768, ya habían explorado la costa del noroeste de América hasta los 58º N en dos viajes sucesivos: el primero, de 1774, mandado por el mallorquín Juan Pérez, y en 1775 con dos naves, capitaneadas por Bruno de Heceta y Juan Francisco de la Bodega y Quadra. Este último oficial sería el responsable de la llegada de nuestro marino a San Blas, pues lo contrató como piloto cuando fue enviado a Lima para adquirir un nuevo barco. El elegido, la fragata Nuestra Señora de los Remedios (alias La Favorita) levó anclas del puerto del Callao el 19 de noviembre de 1777. Su destino era el departamento de San Blas, en donde atracó tres meses más tarde llevando como pilotos a Juan Pantoja y Arriaga y a José Tobar y Tamariz.
Desde su llegada, Tobar participó en los viajes de abastecimiento tanto a Loreto, capital de la Baja California, como a los presidios de la Alta California. Además, en la década de los ochenta, los pilotos se encargaron de la dirección del departamento de San Blas, pues los oficiales de marina con base en este puerto mexicano fueron enviados por el rey Carlos III a otros destinos americanos y europeos. Esto explica que el 10 de diciembre de 1785, Tobar y otros marinos pidiesen la incorporación de todo el cuerpo de pilotos en la clase de la Plana Mayor de los Bajeles, petición que fue denegada a causa del informe negativo de la Jefatura del Cuerpo de Pilotos, de Cádiz, que señaló: “Los pilotos de dicho Departamento no se hayan en los libros del Archivo de este Cuerpo en la isla de León y por supuesto no han pasado por examen de clase alguna”.
En 1786, José Tobar viajó a la Alta California con la fragata La Favorita, coincidiendo en Monterrey con el viajero francés Jean-François de Galup, conde de La Pérouse, quien realizaba un viaje al Pacífico con las naves La Brújula y Astrolabio. Las noticias facilitadas por el explorador francés a las autoridades españolas de La Concepción (Chile) en febrero de 1786 sobre la existencia de cuatro establecimientos rusos en las costas del noroeste, puso en marcha nuevamente las ansias de los ministros de Carlos III por conocer la verdad de la expansión rusa y la amenaza real que suponía para los dominios españoles en América. Notablemente mermadas las posibilidades de San Blas, debido al traslado de los principales oficiales, la nueva expedición se encomendó a los primeros pilotos Esteban José Martínez y Gonzalo López de Haro, quienes encontraron a los rusos en Alaska y descubrieron sus intenciones de ocupar el puerto de Nutka al año siguiente, conocido en la corte de San Petersburgo gracias a la publicación del diario del navegante inglés James Cook.
Las noticias adquiridas por Martínez y Haro provocaron la alarma de las autoridades españolas, quienes enviaron una nueva expedición con los mismos capitanes y barcos que habían encontrado a los rusos: el paquebot San Carlos y la fragata Princesa; como primer piloto de esta última viajó José Tobar y Tamariz. Al llegar al citado puerto, en 1790, los barcos de San Blas encontraron varias naves angloamericanas, inglesas y portuguesas, que tenían el propósito de comprobar si eran ciertas las noticias sobre las riquezas peleteras de este enclave norteamericano vertidas en el diario del tercer viaje del capitán James Cook, cuyos hombres habían rescatado y posteriormente vendido numerosas pieles en Cantón, lo que les había reportado buenas sumas de dinero; episodio este fundamental para explicarnos la gran cantidad de proas que pusieron rumbo hasta estas desconocidas latitudes a partir de 1785.
El comandante español Esteban José Martínez, tras haber tomado posesión formal del puerto, capturó varios barcos, entre ellos el inglés Argonaut, que capitaneaba James Colnett. José Tobar fue el encargado de conducir la nave apresada a San Blas, travesía que emprendió el 14 de julio de 1790. El apresamiento de estos barcos provocó un conflicto entre Londres y Madrid, conocido como «la cuestión de Nutka» o The Nootka Sound Controversy, que estuvo a punto de provocar una guerra continental. La falta de acuerdo de los marinos George Vancouver y Juan Francisco de la Bodega y Quadra, que se reunieron en Nutka en 1792, darían al traste con los proyectos españoles de ocupación, ya que por un tratado firmado el 11 de enero de 1794, España e Inglaterra se comprometieron a no levantar ningún establecimiento en las costas del noroeste e impedir el asentamiento de otros terceros.
Un informe de José Tobar, publicado en 1795 en la obra de fray Luis Sales Noticias de la provincia de Californias, recoge las tensiones producidas en Nutka entre barcos de los países que competían con España por las riquezas peleteras del noroeste. La ocupación de este lejano puerto provocó el aumento de las expediciones españolas en el noroeste a partir de 1790 y los trabajos de los pilotos. Algunos de ellos colaboraron con varios de los oficiales de la Armada, como el célebre Alejandro Malaspina, mientras otros eran encargados de cubrir rutas menos peligrosas, como las navegaciones a Loreto. Tal fue el destino de José Tobar con el paquebot San Carlos, que partió de San Blas el 29 de julio de 1792 con socorros destinados a la Baja California, destino que repetiría el 1 de noviembre de 1794 con la fragata Aránzazu. Estos trabajos no estuvieron bien recompensados, lo que obligó a nuestro marino y al resto de los pilotos a elevar continuas quejas a las autoridades españolas para mejorar sus economías. Pero el destino le guardaría a José Tobar un episodio más negativo.
El 19 de junio de 1796, José Tobar volvió a Nutka con la goleta Sutil, barco destinado en principio a explorar la costa del noroeste. En el famoso puerto encontró una fragata mercante bostonesa, llamada Otter, capitaneada por Ebenezer Dorr, quien había visitado Australia antes de dirigirse a las costas del noroeste para abastecerse de pieles de nutria. Entre sus pasajeros se encontraban diez hombres y una mujer, fugitivos de un penal inglés australiano, que fueron aceptados por Tobar. Ambos barcos se dirigieron a Monterrey, a donde llegaron en julio, descubriendo el gobernador de California Diego de Borica que entre los pasajeros se encontraba el célebre revolucionario escocés Thomas Muir. El grupo fue enviado a San Blas y, más tarde, a España. Las autoridades abrieron un expediente a nuestro marino, que fue arrestado e incapacitado para el servicio.
Bibliografía
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Salvador Bernabéu Albert