Pérez, Juan (¿-1775).
Navegante y descubridor español, nacido en Palma de Mallorca en fecha desconocida y fallecido en 1775 frente a las costas de Monterrey (California).
Las noticias sobre la infancia y la juventud de este navegante del Pacífico y descubridor del Noroeste de América son muy escasas. Sólo se conoce su nombre completo: Juan José Pérez Hernández, y que era natural de Palma de Mallorca, pues fray Junípero Serra, presidente de las misiones de California, nacido en Petra (Mallorca), lo nombró “paisano de la rivera de Palma” en varias cartas. Inició sus servicios al trono borbón en 1750, bajo el reinado de Fernando VI, y lo continuó con Carlos III, a las órdenes de gobernadores, presidentes y virreyes de varios territorios ultramarinos. Tampoco se conocen los lugares en que vivió o por los que navegó hasta 1757, año en que se trasladó a las islas Filipinas, aunque en varias ocasiones fue hasta la ciudad china de Cantón y realizó, al menos, tres travesías en el galeón de Manila. En una de ellas, la fragata «Santa Rosa», al mando de Ignacio Balzola, llegó a Acapulco con Juan Pérez como piloto, quien fue contratado para servir en el apostadero de San Blas, un nuevo departamento marítimo fundado por José de Gálvez en la costa pacífica de México, concretamente en Nayarit, en 1767, como base para organizar varias expediciones descubridoras al Noroeste de América y apoyar la colonización de Sonora y California.
Juan Pérez llegó a San Blas de Nayarit justo cuando se ultimaba una expedición marítima, compuesta por los paquebotes «San Carlos» y «San Antonio», destinada a reconocer y ocupar los puertos de San Diego y Monterrey. Pérez fue nombrado capitán y primer piloto de este último barco, también conocido como «El Príncipe». El 26 de octubre de 1768 se hizo a la mar y puso rumbo a la península de Baja California, en cuyo extremo meridional ancló el 25 de enero para entrevistarse con José de Gálvez, visitador general del virreinato de Nueva España y organizador de la expedición, quien le entregó las instrucciones del viaje. Carenado el paquebote y dotado de nuevos aparejos, el «San Antonio» se hizo de nuevo a la mar el 15 de febrero de 1768, y realizó una amplia vuelta en el Pacífico hasta avistar las islas del Canal de Santa Bárbara, frente a las costas californianas. En busca de agua, los exploradores anclaron en las islas de San Cristóbal y Santa Catalina, luego recorrieron el canal que forman las islas y California, y finalmente, pusieron rumbo al sureste y avistaron el puerto de San Diego el 11 de abril de 1768. Durante el viaje, conocido como la sacra expedición, que duró cincuenta y nueve días, el paquebote sufrió fuertes balanceos, nieblas y bajas temperaturas que hicieron enfermar a Juan Pérez.
Ya en San Diego, el capitán mallorquín tuvo que esperar al otro barco de la expedición, el «San Carlos», y después la llegada de las partidas terrestres, comandadas por el gobernador Gaspar de Portolá y por fray Junípero Serra. Reunidos todos los grupos, la situación en San Diego se hizo insostenible por la falta de alimentos y por los numerosos enfermos que había entre los soldados y marineros, todo lo cual impedía cumplir con las labores de vigilancia e iniciar la construcción de las primeras edificaciones misionales. Por estas razones, el gobernador Portolá envió a Juan Pérez de regreso a San Blas en busca de hombres sanos y bastimentos de refresco, viaje que realizó con éxito entre el 9 de junio y el 30 de julio de 1768, con la ayuda de tan sólo ocho hombres.
La segunda expedición a California se realizó entre el 20 de diciembre de 1769 y el 23 de marzo de 1770. La llegada de Juan Pérez a San Diego fue fundamental para la consolidación de la presencia española en lo que se conocería como Alta California (de San Diego a San Francisco), pues los expedicionarios estaban a punto de iniciar el regreso a México. La llegada del paquebote «San Antonio» fue aprovechada por el gobernador Portolá para explorar la costa norte de California y encontrar el puerto de Monterrey, avistado por el navegante Sebastián Vizcaíno en el siglo XVI, que se convertiría pocos años después en la capital de California y en la sede de una misión franciscana (San Carlos) y un presidio. En el paquebote se embarcaron fray Junípero Serra y el ingeniero Miguel Constanzó, quienes dieron buena cuenta al virrey marqués de Croix (1766-1771) de la expedición: el ingeniero con varios mapas de la costa y el misionero con otras tantas cartas y relaciones en las que alababa las labores de su paisano y su gran religiosidad. Tras la toma de posesión de Monterrey y el desembarco de las provisiones, Juan Pérez emprendió el regreso a San Blas y avistó el puerto nayarita el 1 de agosto de 1770. A pesar de la rapidez del viaje -tan sólo veinte días-, nueve marineros fallecieron durante la travesía, lo que da muestra de la dureza de estos primeros viajes a California. Por los servicios prestados, Carlos III nombró a Juan Pérez alférez de fragata el 1 de enero de 1771, y el virrey le otorgó trescientos pesos de gratificación.
El tercer viaje de Juan Pérez a la Alta California se inició el 20 de enero de 1771, tras un largo período de preparativos, durante el cual se pusieron de manifiesto las dificultades que ofrecía el departamento de San Blas para abastecer y carenar con rapidez las naves. Finalmente, el «San Antonio» pudo hacerse a la mar, en dirección al puerto de San Diego, hasta el cual condujo diez franciscanos. Después seguiría rumbo a Monterrey, donde Pérez fue recibido por el padre Serra y Pedro Fages, comandante del presidio. Este tercer viaje ayudó a consolidar los nuevos establecimientos californianos y condujo hasta México a dos indígenas: Buenaventura, de ocho años, y Fernando, de diez, quienes se habían aficionado tanto al barco, que fueron encomendados a Juan Pérez y al contramaestre Juan Millán Pérez. Con el mismo fin de abastecer a las misiones y presidios de la Alta California, el capitán mallorquín realizó un nuevo viaje en 1772, en el que visitó San Diego y Monterrey con notable éxito; sin embargo, un año después, esta vez como capitán del paquebote «San Carlos», alias «El Toisón», tuvo peor fortuna debido a la rotura del timón y otros problemas técnicos que le obligaron a buscar refugio en Puerto Escondido, ensenada próxima a la misión de Loreto, capital de la Antigua California.
El 25 de agosto de 1773, Juan Pérez ancló de vuelta en San Blas tras su frustrado viaje; allí pronto recibió una carta del virrey Antonio María de Bucareli (1771-1779), en la que le ordenaba elaborar un plan para adelantar los descubrimientos de las costas situadas al norte del puerto de Monterrey, pues esta zona del litoral estaba siendo visitada por los rusos desde la península asiática de Kamchatka, con la consiguiente alarma por parte del rey Carlos III y de sus ministros. Así lo hizo el piloto mallorquín, quien se encargó de reunir los víveres, pertrechos y tripulación que debería afrontar este viaje de descubrimiento, así como de elaborar la derrota por el Pacífico septentrional. Las instrucciones elaboradas por el virrey le ordenaban navegar hasta Monterrey, en donde desembarcaría varias listas de víveres, y después enmararse de nuevo hasta alcanzar los 60 grados para, desde ese punto, reconocer el litoral y comprobar si los rusos se habían establecido en aquellos remotos parajes.
Lista la tripulación, la fragata «Santiago», barco elegido para esta importante expedición, partió de San Blas el 25 de enero de 1774. El capitán Juan Pérez llevaba de segundo al piloto Esteban José Martínez, Pedro Castán fue nombrado cirujano, y fray Pedro Mugártegui, capellán; asimismo, el presidente de las misiones, fray Junípero Serra, también se embarcó junto a varios pobladores. La nave no pudo alcanzar Monterrey a causa de la rotura de un mástil, y tras navegar por el canal de Santa Bárbara, el 13 de marzo ancló en San Diego.
Una nueva singladura -más afortunada que la anterior- condujo al barco a Monterrey el 9 de mayo, donde se embarcaron fray Juan Crespi y Tomás de la Peña como capellanes del viaje, quienes escribieron dos importantes diarios. El 6 de junio, la «Santiago» puso rumbo a alta mar e inició el viaje de descubrimientos. La fragata recorrió un gran arco en el Pacífico y avistó tierra el 18 de julio. Se trataba de las islas de la Reina Carlota (Alaska), cuyo extremo norte (Dixon Entrance) confundió con la desembocadura de algún gran río. Rumbo al sudeste, exploró la isla de Vancouver (Canadá), el estrecho de Juan de Fuca, el litoral estadounidense perteneciente a los estados de Washington y Oregón y el cabo Mendocino, tras lo cual alcanzó Monterrey de vuelta el 28 de agosto. Los descubrimientos geográficos no fueron acompañados, desgraciadamente, por informaciones significativas sobre los pueblos de la costa. Sólo se habían producido dos breves encuentros, uno con los indios haidas de la isla Grahan (bautizada Santa Margarita por los españoles) y otros los wakasha de Nutka (Vancouver), puerto que se haría famoso tras recalar en él el capitán James Cook años después. Los resultados del viaje fueron vistos de diferente forma: el virrey de México, Bucareli, alabó los resultados y resaltó el hecho de no haber encontrado rastro de los rusos; fray Junípero Serra, más crítico con su paisano, calificó el viaje de costoso y baldío.
Con todo, las autoridades apreciaron suficientemente los resultados, como quedó demostrado con el nombramiento de Juan Pérez para viajar de piloto a las órdenes de Bruno de Heceta, bilbaíno llegado a San Blas el 12 de enero de 1775 junto a otros oficiales de la Armada para potenciar los descubrimientos del Noroeste, que fue elegido capitán de la fragata «»Santiago»». La nueva expedición, que se hizo a la mar el 17 de marzo del citado año, estaba integrada por la nave «Santiago» y por la pequeña goleta «Sonora», mandada por el criollo limeño Juan Francisco de la Bodega y Cuadra. Ambos barcos, que hicieron una parte del viaje juntos, exploraron el puerto de la Trinidad (California) en los 41º 03’ N, y la rada de Bucareli (Grenville Bay, Washington) por los 47º 24’ N. La goleta se separó el 30 de julio y sondeó una bahía en solitario; mientras, la «Santiago» descendió por la costa del Noroeste hasta los 50º N y alcanzó Monterrey el 29 de agosto, al tiempo que cartografiaba buena parte de la costa de Washington, Oregón y California. El descubrimiento más importante del viaje fue la desembocadura del río Columbia, que separa los estados norteamericanos de Washington y Oregón.
Cuando llegó a Monterrey, Juan Pérez se encontraba muy enfermo y tuvo que ser atendido en la misión. Una vez restablecido, el 1 de noviembre de 1775 se embarcó rumbo a San Blas, pero murió al día siguiente, y su cuerpo fue arrojado al mar. Por los servicios prestados, el rey Carlos III lo ascendió a teniente de fragata el 28 de febrero de 1776, nombramiento que desgraciadamente nunca disfrutó este importante marino que tiene en su haber una de las más importantes nóminas de servicios marítimos a la Corona durante el ilustrado siglo XVIII.
Bibliografía
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