Romero Martínez, José María, o «Armando Luna» (1893-1936).
Poeta, narrador y médico español, nacido en Olivares (Sevilla) el 3 de octubre de 1893 y fallecido en Sevilla el 20 de septiembre de 1936.
Hijo de un conocido notario establecido en la capital andaluza, don Miguel Romero Sánchez, y hermano del también escritor Miguel Romero Martínez, publicó algunos de sus escritos literarios bajo el pseudónimo de Armando Luna.
Desde niño tuvo acceso a una esmerada formación académica que le permitió cultivar con igual brillantez los saberes humanísticos y las disciplinas científicas. Así, tras realizar sus primeros estudios en los mejores colegios hispalenses, se matriculó en la Universidad de Sevilla para cursar estudios superiores de Ciencias Químicas y Medicina, «disciplinas -según apunta Mario Méndez Bejarano en su Diccionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia– que no estorbaron el desenvolvimiento de su vena poética, floreciente en Romances de Primavera y La campiña de oro, libros de poesías; y en sus aptitudes para la crítica literaria […]».
Convertido en una de las principales figuras literarias sevillanas entre los jóvenes escritores de su época, José María Romero Martínez publicó numerosos artículos periodísticos y composiciones poéticas en el rotativo El Liberal, hasta el extremo de convertirse -siempre según la opinión del biógrafo citado en el parágrafo anterior- en «una de las más selectas mentalidades de su generación«. No es de extrañar, por ende, que participara activamente en todos los movimientos estéticos que, alrededor de 1920, convirtieron a la capital andaluza en uno de los principales focos de asimilación y difusión de las corrientes vanguardistas procedentes de Europa y América.
En efecto, José María Romero Martínez fue uno de los integrantes del grupo Ultra, una especie de avanzadilla del ultraísmo en tierras hispanas, formado por jóvenes poetas andaluces congregados en torno a las revistas hispalenses Gran Gvignol y Grecia. En la primera de ellas dejó impresas diferentes entregas de su serie poética titulada «Motivos primaverales», y en Grecia dio a conocer algunos de sus mejores poemas, como los titulados «Carta a Rogelio Buendía», «Letanías», «Sueños», «Elegías», «Himno a la reina de Pafos», «Tapiz» y «Canción del aeroplano». Tanto por su forma como por su contenido, esta última composición constituye uno de los mejores paradigmas de la estética ultraísta aplicada a la poesía española de aquellos años: «Abandona la tierra y dirígete al cielo / oh mi águila blanca, de alas enormes y vibrantes; / mueve tu hélice potente / y, entre torbellinos de aire, / elévate en el espacio / y sigue tu ruta hacia el azul«.
El 28 de junio de 1923, en el apogeo de su prestigio literario, José María Romero Martínez llegó a ocupar la cátedra del Ateneo de Madrid para leer algunas de sus poesías ya publicadas, así como otras nuevas que configuraban la que había de ser su siguiente entrega poética, titulada El sendero de la dicha. Además de los títulos ya mencionados, el autor sevillano había dado a la imprenta otro poemario (El caminante, de 1916), así como una obra narrativa titulada El último madrigal (Sevilla, 1923).
Especialmente singular fue la estrecha colaboración literaria que mantuvo en su juventud con uno de sus mejores amigos, el también médico y poeta onubense Rogelio Buendía, perteneciente al susodicho grupo Ultra e inmerso en el círculo de escritores reunidos alrededor de la revista Grecia. Al margen de la bella epístola en verso que Romero Matínez le dedicó en esa publicación («Rogelio, esta mañana de otoño he deseado / recordar las mañanas del otoño pasado / cuando fuimos, glosando una misma harmonía / con el ritmo y la luz de nuestra poesías / por este luminoso parque primaveral / donde nunca se pone amarillo el rosal […]»), ambos poetas se enfrascaron en un lúcido y brillante esfuerzo común, consistente en la redacción conjunta de un audaz poemario erótico que, por desgracia, nunca llegó a ver la luz como libro autónomo (aunque algunos de los poemas que habían de conformarlo quedaron impresos en diferentes publicaciones periódicas). Se trata de la obra anunciada en varios anticipos periodísticos como El collar de Afrodita, en cuya redacción participó Romero Martínez bajo el mencionado pseudónimo de Armando Luna.
En efecto, según un poema que, en forma de epístola, envío a Rogelio Buendía el escritor sevillano Adriano del Valle (amigo común de ambos autores), «José María Romero sigue soñando formas, / sigue espigando ritmos, sigue sembrando normas, / y, como un joven Fausto ante un crisol, medita / nuevas perlas que adornen El collar de Afrodita«. Gracias a esta declaración autorial en verso, se ha sabido recientemente que era Romero Martínez quien, bajo el pseudónimo de Armando Luna, publicó en Grecia algunos endecasílabos tan hondos y sensuales como los del poema titulado «Et lux facta est»: «Ella, apartando los encajes, mira / cómo los picos rosas de sus pechos / se elevan en el valle de su torso […]. // Y ve cómo los conos sonrosados / bajo el cándido roce de sus dedos / se elevan y potentes los rechazan / como el cordero retozón desvía / las manos que acarician sus vellones. // Mira cómo en el valle que se forma / entre los nardos de sus muslos, surgen / unos rizos indóciles que ocultan / los sonrosados labios del deseo […]».
Bibliografía.
– BARRERA LÓPEZ, José María. El Ultraísmo de Sevilla (Historia y textos). Sevilla: Alfar, 1987. 2 vols.
– MÉNDEZ BEJARANO, Mario. Diccionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia. Sevilla, 1922-1925.