Núñez de Arce, Gaspar (1834-1903).


Poeta, dramaturgo, periodista y político español, nacido en Valladolid en 1834 y fallecido en Madrid el 9 de junio de 1903, que es autor de una poesía de ampuloso aliento declamatorio que aborda los conflictos íntimos del ser humano y las inquietudes cívicas del hombre decimonónico.

En su estilo se vale de un pesado bagaje retórico, pronto tachado de rancio y caduco, pero que gozó de un enorme prestigio literario entre sus contemporáneos, que le convirtieron en uno de los poetas más conocidos y laureados de su época. Sus hondas y sinceras preocupaciones sociales no se redujeron a la explotación de esa veta cívica en su producción literaria, sino que afloraron también en una fecunda trayectoria política dentro de las filas del liberalismo. Sin embargo, en la actualidad, es recordado únicamente por su actividad literaria, y no sin cierta injusticia, pues suele presentársele como uno de los más cumplidos paradigmas de esa poesía grandilocuente, altisonante y, en no pocas ocasiones, ripiosa que gobernó el estro de la mayor parte de los poetas españoles de su tiempo, mientras que se olvidan algunas intuiciones verdaderamente encomiables en su obra, como la de haber dejado patente el desgaste de la estética romántica y la de haber introducido los primeros atisbos del parnasianismo en la lírica hispana.

Vida

Su infancia y juventud, lastradas por una grave deformación torácica que hizo de él un muchacho triste e introvertido y modeló ese carácter áspero y huraño de que haría gala durante el resto de su vida, transcurrieron en su Valladolid natal, en Madrid y en Toledo, ciudades -estas últimas- donde el joven Gaspar comenzó a prepararse para el ministerio sacerdotal. Pero el temprano descubrimiento de su falta de verdadera vocación religiosa, sumado a su precoz inclinación hacia el cultivo de la creación literaria, le animaron a abandonar muy pronto la carrera eclesiástica para afincarse definitivamente en la capital del Reino, donde enseguida dio muestras de las cualidades de su pluma y de su vivo interés por la política. Se hizo notar, en efecto, en Madrid por la brillantez incisiva de sus primeros artículos periodísticos y por su firme oposición a la monarquía de Isabel II, rechazo que pronto canalizó por vía de su adscripción a las filas del Partido Progresista, en el que militaron tantas otras voces precipuas del Romanticismo literario español, como Patricio de la Escosura (1807-1878) y José de Espronceda (1808-1842). Este ardoroso ímpetu político provocó su detención y encarcelamiento a los veinte años de edad, condena de la que quedó libre a los pocos meses merced al pronunciamiento de O’Donnell (1854), que puso fin a la sangrienta represión de los movimientos liberales emprendida por Narváez y dio pie a un nuevo gobierno de Espartero durante el denominado Bienio Progresista.

Volvió, pues, con renovados bríos a la arena política y al ejercicio de la actividad periodística, y en 1859 fue enviado por el rotativo La Iberia, en calidad de corresponsal de guerra, al conflicto que sostenía el ejército español en territorio africano, desde donde envió unas espléndidas crónicas bélicas que, por su interés, recopiló a su vuelta a España en un volumen publicado bajo el título de Recuerdos de la guerra de África (1860). Afiliado, ahora, a la Unión Liberal que lideraba el susodicho O’Donnell, entró definitivamente en las lides políticas de la España de mediados del siglo XIX y fue elegido diputado por Logroño y, en una nueva legislatura, por su Valladolid natal, para alcanzar poco después el cargo de gobernador civil de Logroño. Tras un nuevo período de confinamiento motivado por la vuelta al poder de Narváez, en 1868, merced a la Revolución de Septiembre que removió los cimientos de la monarquía española, la carrera política de Núñez de Arce experimentó un auge insospechado que le condujo hasta el gobierno civil de Barcelona. Posteriormente, fue diputado en Cortes durante el período de la Restauración, consejero de Estado (1871-1874) y secretario general de la Presidencia (1872). C coronó su fructífera andadura política en 1883 con su nombramiento como ministro de Ultramar en el gobierno presidido por Sagasta, en cuya formación política (Partido Liberal) militaba desde hacía ya varios años el poeta y dramaturgo vallisoletano.

Sus postreros servicios a la Administración Pública española los prestó a finales de la década de los ochenta, en calidad de presidente de las sesiones del Consejo de Estado (1888). Por aquel entonces, sus éxitos literarios corrían parejos a sus méritos políticos, y su prestigio como creador e intelectual ya había quedado ampliamente reconocido, desde mucho tiempo atrás, con su designación para ocupar un sillón en la Real Academia Española (1874).

Obra

Aunque cultivó con entusiasmo la creación poética desde su amarga y solitaria adolescencia, Gaspar Núñez de Arce se dio a conocer como escritor por medio de sus incursiones en la literatura teatral, en la que se inició de la mano de un célebre dramaturgo de la época, Antonio Hurtado. En colaboración con éste, estrenó varias piezas teatrales que gozaron del aplauso de la crítica y el público coetáneos, como La jota aragonesa o Herir en la sombra. Llevó luego a las tablas algunas obras que pusieron de manifiesto su predilección, en aquel tiempo, por un teatro arcaizante y moralizador, como Deudas de la honra (1863), Quien debe paga (1867) y Justicia providencial (1872). En el conjunto de su escasamente original producción dramática, tal vez su obra más interesante sea el drama histórico estrenado bajo el título de El haz de leña (1872), cuya trama, basada en la siempre atractiva -desde un punto de vista literario, claro está- peripecia del malogrado príncipe don Carlos, hijo de Felipe II, causó una honda impresión en los escenarios madrileños de la época.

Pero la enorme popularidad literaria de que gozó en vida el escritor vallisoletano se debió, antes que a su teatro, a su copiosa, altisonante y ornamental producción poética, enormemente valorada por el gusto de sus contemporáneos. Fue un auténtico éxito editorial la aparición de su primera recopilación de poemas, Gritos de combate (1875), obra en la que recurrió a una afortunada combinación del verso lírico y la prosa poética para reflejar, con exagerado patetismo y gran derroche de pirotecnia retórica, los principales acontecimientos sociales y políticos del momento, con especial atención al sentir colectivo del pueblo español tras el período posrevolucionario. Pero hay, además, en este proteico y variado poemario otras muchas piezas que pueden representar con plena justicia los diversos enfoques genéricos y temáticos por los que transitó con recurrencia la inspiración de Núñez de Arce, como la lírica subjetiva que explora los hondones más íntimos y conflictivos del poeta (así, v. gr., en el poema titulado «La duda»), o esa poesía narrativa, de vigoroso aliento épico, con la que el escritor vallisoletano quiso rendir tributo a las grandes figuras del pasado histórico o legendario (tendencia bien ejemplificada, dentro de este heterogéneo cancionero, por la larga composición dedicada a «Raimundo Lulio»). Dentro de esta última vertiente temática de su obra en verso, Gaspar Núñez de Arce mostró un singular interés por aquellos personajes reales o imaginarios que se habían caracterizado por su espíritu rebelde, innovador y combativo, personajes cuyas ideas le permitían desplegar dentro del poema, asistido por su vigorosa y torrencial fecundidad versificadora, un superficial debate intelectual que añadía a la naturaleza eminentemente narrativa de estas semblanzas poéticas y un cierto toque didáctico-doctrinal.

En esta línea genérico-temática hay que situar otras dos entregas poéticas de Núñez de Arce publicadas a finales de la década de los setenta: La selva oscura (1879), en la que el autor poetizó su «encuentro» con Dante; y La última lamentación de Lord Byron (1879), cuyo mero título delata, bien a las claras, el denso poso romántico que, por aquel entonces, seguía lastrando la voz lírica del autor de Valladolid, centrada -en esta colección de poemas- en la elucidación de una serie de cuestiones filosófico-morales que intentan reproducir el estilo y las tribulaciones internas del poeta inglés. En el transcurso de aquel mismo año, alentado por su cada vez más creciente prestigio literario, Núñez de Arce dio a la imprenta una interesante recopilación de sus piezas teatrales –Obras dramáticas (Madrid, 1879)-. Pero seguía, entretanto, enfrascado en la escritura poética, ahora con las miras puestas en el pasado legendario medieval, de donde surgió el largo poema «El vértigo» (1879), que, considerado unánimemente por la crítica como uno de sus textos más apegados a la estela del primer romanticismo, gozó de tal popularidad y difusión a finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria que en 1921 ya había sido objeto de más de cincuenta reediciones.

Por aquellos fecundos días trabajaba también en otros poemas que pronto serían tan celebrados como «Hernán el Lobo» (1879) -que nunca llegó a quedar definitivamente concluido- y «Un idilio» -basado en la bellísima narración romántica María, del colombiano Jorge Isaacs-, sin olvidar otra popularísima composición suya que, centrada en Martín Lutero y en la duda -uno de los temas recurrentes en la poesía de Núñez de Arce-, vio la luz al año siguiente bajo el título de La visión de San Martín (1880). Poco después, tras la publicación de otro famoso poema suyo titulado «Elegía a la memoria de Alejandro Herculano» (1882), fue evolucionando progresivamente hacia ciertos contenidos propios del costumbrismo, como quedó bien patente en «La pesca» (1884) y, sobre todo, en «Maruja» (1886).

Casi diez años después, fue nada menos que don Marcelino Menéndez y Pelayo quien se ocupó de elaborar y editar, con un magnífico estudio introductorio, una selección de los versos de Gaspar Núñez de Arce, publicada bajo el título genérico de Poemas (Madrid, 1894). Quedaba, así, elevado a la categoría de «clásico en vida» el escritor vallisoletano, quien al cabo de un año volvió a los anaqueles de las librerías con Poemas cortos (Madrid, 1895), donde -como su propio título indica- reunió aquellas composiciones suyas que, por su brevedad, no habían sido publicadas en formato de libro ni incluidas en otras ediciones de su obra poética. Y, al cabo de un lustro, dio a los tórculos una nueva colección de poemas que, publicados bajo el título de Sursum corda (1903), no aportaron en verdad ninguna novedad substancial a un quehacer poético que, ya por aquel entonces -y en pleno triunfo de la corriente modernista-, se antojaba caduco y trasnochado ante los nuevos derroteros estéticos e ideológicos que había tomado la escritura poética y, en general, la creación literaria y artística.

Con todo, ya bien entrado el siglo XX aparecieron unas exitosas Obras escogidas de Núñez de Arce (Madrid: Montaner y Simón, 1911), y durante muchos años se siguieron reeditando los versos de un poeta que no sólo había dejado una notable impronta en otras voces literarias de generaciones posteriores como Manuel Reina y Ricardo León, sino que había llenado también una larga época de las letras hispánicas, encarnando mejor que cualquier otro, con sus aciertos y excesos, las virtudes y las torpezas de su época. Y aunque desde la perspectiva crítica y los valores estéticos actuales no quepa otra opción que señalar como defectos innegables la ampulosidad, la grandilocuencia, el enfático ritmo declamatorio y la patética sensiblería que abundan por doquier entre los versos acuñados por Gaspar Núñez de Arce, es justo y obligado reconocer también en su infatigable aliento creativo una singular intuición hacia unas corriente innovadoras que tal vez le sorprendieron ya demasiado maduro y asentado en su propio estilo como para cambiar radicalmente de registros formales y temáticos. Veáse, en efecto, cómo la muda, quieta, solemne, mayestática y un tanto displicente presencia secular del elemento escultórico que da título al soneto que a continuación se copia trae ecos inconfundibles de una inminente asimilación de la estética parnasiana: «La caravana, por camino incierto, / con recelosa indecisión avanza, / temiendo a cada paso la asechanza / de las nómadas tribus del desierto. // Por todas partes el espacio abierto / se pierde en fatigosa lontananza / y dondequiera que la vista alcanza / todo está triste, desolado, muerto. // Ni verde selva, ni azulado monte / el mar limitan de infecunda arena / en que el dócil camello hunde su planta. // Y sólo al fin del diáfano horizonte / brillando al sol, inmóvil y serena, / la misteriosa esfinge se levanta«.

Cabe, por último, recordar otros escritos de indudable interés en el conjunto de la obra literaria de Gaspar Núñez de Arce, como su espléndido discurso de ingreso en la Real Academia Española, titulado Decadencia y ruina de la literatura española bajo los últimos reinados de la Casa de Austria (Madrid, 1876), y Miscelánea literaria. Cuentos, artículos, relaciones y versos (Barcelona: Artes y Letras, 1886).

Bibliografía

  • ALONSO CORTÉS, N. «Un curioso romance de Núñez de Arce», en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo (Santander), XXI (1945), págs. 113-132.

  • CASTILLO Y SORIANO, J. Núñez de Arce. Apuntes para su biografía (Madrid: Góngora, 1904).

  • DARÍO, Rubén. «Un paseo con Núñez de Arce», en España Contemporánea (París, 1901), págs. 258-263.

  • DIEGO, Gerardo. «Los primeros versos de Núñez de Arce», en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo (Santander), I (1919), págs. 189-198.

  • GONZÁLEZ OLLÉ, F. «Prosa y verso en dos polémicas decimonónicas: «C.» contra Núñez de Arce y Campoamor contra Valera», en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo (Santander), XXXIX (1963), págs. 205-227.

  • Los Diputados pintados por sus hechos. Colección de estudios biográficos sobre los elegidos por el sufragio universal en las Constituyentes de 1869 recopilados por distinguidos literatos… (Madrid, 1869-1870), 2 vols.

  • MACANDREW, R. M. «Science in Spanish Poetry from Cabanyes (1808-1833) to Núñez de Arce (1833-1909) [sic]», en Philological Quarterly (Iowa [U.S.A.]), IX (1930), págs. 57-60.

  • ROMO ARREGUI, J. Vida, poesía y estilo de don Gaspar Núñez de Arce (Madrid: CSIC, 1946).

  • VALERA, Juan. Discurso en elogio del Excmo. Sr. Don Gaspar Núñez de Arce, leído en la Junta pública celebrada el día 15 de noviembre de 1903 para honrar su memoria (Madrid: Real Academia Española, 1903).