Vaslav Fomich Nijinsky (1890–1950): El genio que revolucionó la danza clásica

Vaslav Fomich Nijinsky (1890–1950): El genio que revolucionó la danza clásica
Contexto histórico y orígenes
Vaslav Fomich Nijinsky, nacido el 12 de marzo de 1890 en Kiev, Ucrania, es considerado uno de los bailarines y coreógrafos más revolucionarios de la historia del ballet. Su vida estuvo marcada por la genialidad en el arte de la danza y, al mismo tiempo, por una lucha interna que lo llevó a vivir en la sombra de su propia brillantez. Nació en una familia de bailarines, lo que prefiguraba un destino en el mundo del ballet desde su más temprana edad. El nombre de Nijinsky se asociaría para siempre con una de las figuras más místicas y controvertidas en la historia de la danza.
Orígenes familiares y primeros años en el Cáucaso
Los orígenes de Nijinsky están profundamente ligados a la tradición del ballet. Su padre, Tomás Laurentiyevich Nijinsky, pertenecía a la cuarta generación de una familia polaca dedicada a la danza, siendo un virtuoso de la disciplina. Su madre, Eleanora Bereda, era hija de un terrateniente ucraniano cuya vida sufrió una tragedia: al perder su fortuna debido al juego, su padre se suicidó. Eleanora, abandonada por su marido, se encargó de criar a sus tres hijos, incluyendo a Vaslav, en condiciones de pobreza.
El joven Nijinsky creció en el Cáucaso, donde, junto a sus hermanos Stanislav y Bronislava, formó parte de la compañía de danza de sus padres. Desde su más temprana infancia, su talento para el baile comenzó a resplandecer, una cualidad que le permitió sobresalir entre sus compañeros. A pesar de las dificultades económicas de la familia, la danza se convirtió en la forma de vida de los Nijinsky.
Cuando Vaslav tenía solo nueve años, su madre decidió inscribirlo en la prestigiosa Escuela Imperial de Ballet de San Petersburgo. Ella vio en él una esperanza para escapar de la miseria familiar, y fue allí donde el joven Nijinsky comenzó su formación bajo la dirección de Nicolai Legat, uno de los maestros más influyentes de la época. La competencia en la escuela era feroz, pero el talento de Vaslav brilló desde el principio, destacándose no solo por su habilidad técnica, sino por su capacidad para ejecutar saltos extraordinarios que impresionaban a todos los presentes.
Formación académica en la Escuela Imperial de Ballet de San Petersburgo
La formación de Nijinsky en la Escuela Imperial de Ballet de San Petersburgo fue decisiva para el desarrollo de su carrera. Allí, bajo la tutela de Nicolai Legat y otros maestros, Vaslav perfeccionó su técnica, aprendiendo a dominar el difícil arte del ballet clásico. En tan solo unos pocos años, demostró ser un prodigio, superando las expectativas más altas. Su talento natural, combinado con una disciplina implacable, lo llevó a destacarse rápidamente entre sus compañeros.
A los 16 años, Nijinsky ya era considerado un bailarín excepcional, con una técnica que parecía haber sido alcanzada a una velocidad prodigiosa. A pesar de la invitación de sus maestros a graduarse antes de tiempo, Vaslav prefirió continuar con su formación, prefiriendo completar el ciclo habitual de estudios. Esta decisión muestra su dedicación y la búsqueda constante de la perfección. Su capacidad para ejecutar saltos imposibles y su físico etéreo se convirtieron en su marca registrada.
Primeros logros y sus primeros pasos en el escenario
La carrera de Nijinsky comenzó a despegar a una edad temprana. El 14 de julio de 1907, con solo 17 años, hizo su debut en el Teatro Maryinsky, el escenario más prestigioso de Rusia, con el ballet La Source. La actuación fue un éxito rotundo, y tanto el público como los críticos quedaron impresionados por su talento. Este debut marcaría el inicio de una carrera fulgurante que lo llevaría a la cima del ballet mundial.
Durante los años siguientes, Nijinsky fue invitado a interpretar roles principales en varios ballets importantes, bajo la dirección de Mikhail Fokine. Sus interpretaciones en Eunice (1907), Le Pavillon d’Armide (1907) y Noches Egipcias (1908) lo consolidaron como una de las estrellas más brillantes del Teatro Imperial. Su habilidad para combinar una técnica impecable con una expresividad emocional inusitada comenzó a destacar entre los grandes del ballet.
En 1908, Nijinsky tuvo la oportunidad de bailar un pas de deux con la célebre Liudmila Scholar, lo que captó la atención de una de las bailarinas más influyentes de la época, Kchessinskaia, quien lo eligió como su pareja. Esta relación le dio acceso a una mayor visibilidad en el escenario, y la comunidad artística rusa rápidamente reconoció a Vaslav como uno de los bailarines más talentosos de su generación.
A los 19 años, Nijinsky había alcanzado la fama en Rusia y se encontraba en una posición privilegiada para dar el siguiente paso en su carrera. Fue en este momento que una figura crucial entró en su vida: Sergei Diaghilev, el director de los Ballets Rusos.
Carrera con los Ballets Rusos
En 1909, Vaslav Nijinsky dio un paso decisivo en su carrera cuando fue contratado por Sergei Diaghilev para unirse a los Ballets Rusos. Diaghilev, un visionario en el mundo de la danza, había creado esta compañía con la intención de revolucionar el ballet clásico, y pronto se daría cuenta de que Nijinsky era el talento que necesitaba para llevar sus ideas a nuevas alturas.
La incorporación de Nijinsky al Ballet Ruso supuso el comienzo de una etapa gloriosa, tanto para él como para la compañía. No solo se convirtió en el principal bailarín, sino que también tuvo un papel crucial en las coreografías. Junto a otros miembros destacados, como Tamara Karsavina y Anna Pavlova, Nijinsky se convirtió en una de las figuras centrales del Ballet Ruso. Con Diaghilev a la cabeza, la compañía comenzó a presentar innovadores ballets que desafiaban las normas establecidas y dejaban al público sin aliento.
Los ballets más influyentes: El Espectro de la Rosa, Petrushka, La Siesta de un Fauno y La Consagración de la Primavera
Una de las primeras obras que consolidó a Nijinsky como estrella fue El Espectro de la Rosa (1911), un ballet en el que interpretó a un espíritu que aparece en los sueños de una joven. En esta obra, Nijinsky hizo un salto final que se convirtió en una de sus firmas más impresionantes, un salto que parecía desafiar las leyes de la gravedad. Su habilidad para ejecutar este salto dejó una huella imborrable en los espectadores y consolidó su fama como un bailarín capaz de lo imposible.
En 1911, Nijinsky también interpretó uno de sus papeles más emblemáticos en Petrushka, una obra que requería una gran carga emocional y una capacidad dramática excepcional. En este ballet, su interpretación de un marioneta trágica que se enamora de una bailarina llevó la danza a una nueva dimensión emocional. La intensidad de su interpretación hizo que se le considerara no solo un bailarín virtuoso, sino un verdadero actor en el escenario.
El año 1912 marcó otro punto culminante en su carrera cuando presentó La Siesta de un Fauno, una coreografía que él mismo había creado con música de Claude Debussy. Esta obra, que se alejó de la tradición del ballet clásico, fue una de las primeras en incorporar movimientos estilizados y sensuales que evocaban el arte griego. Aunque la pieza fue recibida con opiniones divididas, la crítica en general reconoció la audacia de Nijinsky para explorar un lenguaje corporal más libre y experimental.
Sin embargo, fue La Consagración de la Primavera (1913) la obra que verdaderamente cambió el curso de la danza moderna. Coreografiada por Nijinsky y con música de Igor Stravinsky, La Consagración causó un escándalo en su estreno en París. El ballet rompió con la tradición al incorporar movimientos angulares y primitivos, lo que provocó una reacción del público que fue tan vehemente que incluso se produjo un disturbio en la sala. Sin embargo, con el paso del tiempo, la pieza se consolidó como una obra maestra y se convirtió en un símbolo del rompimiento radical con el ballet clásico.
Innovaciones coreográficas y controversias en el escenario
Nijinsky no solo brilló como bailarín, sino que también fue un innovador en la creación de coreografías. Su visión de la danza estaba muy por delante de su tiempo. Introdujo movimientos asimétricos, posiciones de pies paralelas y estructuras narrativas simbólicas que revolucionaron la danza en ese entonces. Su estilo coreográfico rompió con las convenciones del ballet clásico, buscando un lenguaje más expresivo y emocional.
Sin embargo, sus innovaciones no estuvieron exentas de controversia. En particular, La Consagración de la Primavera se convirtió en un símbolo de la ruptura con la tradición y la confrontación con el público conservador. La obra fue recibida con críticas feroces, pero, con el tiempo, su radicalismo fue reconocido como una de las mayores aportaciones a la danza moderna. Nijinsky mostró al mundo que la danza podía ser algo mucho más que una mera exhibición técnica; podía ser una forma de expresión visceral, emocional y atrevida.
Relaciones personales y crisis con Diaghilev
A lo largo de su carrera, la relación de Nijinsky con Diaghilev fue compleja y llena de tensiones. Aunque Diaghilev fue fundamental para el ascenso de Nijinsky y le ofreció una plataforma única para mostrar su talento, la relación personal y profesional entre ambos fue tormentosa. En 1913, después de una serie de desacuerdos personales y profesionales, Nijinsky decidió casarse con Romola de Pulszky, una bailarina húngara que también formaba parte de los Ballets Rusos.
Este matrimonio marcó el principio del fin de su relación con Diaghilev. El director de la compañía, enfurecido por la decisión de Nijinsky de casarse, despidió al bailarín y su esposa de los Ballets Rusos. Esta ruptura fue un golpe devastador para Nijinsky, ya que había sido un pilar fundamental en el éxito de la compañía. Sin embargo, a pesar de su salida, Nijinsky continuó trabajando en la danza, aunque ya no alcanzó la misma notoriedad.
Vaslav Fomich Nijinsky (1890–1950): El genio que revolucionó la danza clásica
El matrimonio con Romola de Pulszky y su salida de los Ballets Rusos
Tras su matrimonio con Romola de Pulszky en 1913, la carrera de Nijinsky experimentó un giro drástico. La relación con Diaghilev, que había sido tanto profesional como personal, se quebró de manera irremediable. Diaghilev, furioso por la elección de Nijinsky de casarse con Romola, lo despidió junto con su esposa de los Ballets Rusos. Este fue un golpe devastador para el bailarín, ya que Diaghilev había sido su mentor y protector, y sin su apoyo, Nijinsky perdió la plataforma que le había permitido brillar.
A pesar de la ruptura, Nijinsky intentó seguir adelante con su carrera. Volvió a Londres y formó una pequeña compañía de danza en la que actuaba junto a su esposa. Sin embargo, la situación no mejoró; su matrimonio con Romola se tornó difícil debido a la influencia negativa de ella en su vida profesional. Romola, extremadamente celosa, no le permitió llevar a cabo proyectos importantes y, a pesar de sus esfuerzos, Nijinsky no pudo reavivar su carrera en la danza.
El deterioro de su vida personal, combinado con las tensiones emocionales y psicológicas, comenzó a reflejarse en su trabajo. La relación con su esposa se convirtió en un obstáculo para el desarrollo de su arte. Incluso intentó montar un ballet, El carnaval, una obra en la que había trabajado con gran empeño, pero nunca pudo ponerla en escena debido a las restricciones impuestas por su esposa. La falta de apoyo profesional y el aislamiento emocional empujaron a Nijinsky a una vida cada vez más oscura y apartada de los escenarios.
El impacto de la guerra y el deterioro mental
La Primera Guerra Mundial tuvo un impacto profundo en la vida de Nijinsky. Si bien la guerra lo separó de su carrera en el ballet, también marcó el comienzo de su declive mental. A causa de su nacionalidad rusa, fue detenido en Budapest durante el conflicto y pasó tiempo en un campo de concentración en Viena. Fue solo después de un canje por el crítico de arte Meier-Graefe que Nijinsky pudo salir de su confinamiento. Sin embargo, el régimen de internamiento, sumado a los conflictos internos que ya venían gestándose en su mente, comenzó a agudizar sus problemas psicológicos.
Para entonces, Nijinsky ya estaba mostrando signos de esquizofrenia paranoide, una enfermedad que, junto con su manía persecutoria, comenzó a nublar su juicio y su capacidad para llevar una vida estable. Durante la guerra, sufrió de trastornos mentales que afectaron gravemente su bienestar emocional y físico, alejándolo cada vez más de su arte.
A pesar de estos desafíos, Nijinsky regresó brevemente a la compañía de Diaghilev en 1916, después de la guerra. Sin embargo, su regreso no fue del todo satisfactorio. Aunque la recepción de sus actuaciones fue entusiasta, los efectos de la guerra sobre su salud mental se hicieron cada vez más evidentes. La esquizofrenia y el estrés derivado de su tiempo en prisión le impidieron realizar una recuperación completa, y su comportamiento en los ensayos y en el escenario se volvió errático e impredecible.
Últimos años y retiro de la danza
En 1919, Nijinsky tomó la difícil decisión de retirarse de la danza. Su salud mental había empeorado considerablemente, y su capacidad para bailar y coreografiar se vio afectada por la enfermedad. Durante los siguientes años, vivió en Suiza con su esposa y se retiró del escenario para siempre. Su última actuación pública tuvo lugar en un hotel en St. Moritz, donde presentó una danza trágica que reflejaba los horrores y sufrimientos de la guerra. Esta actuación fue aclamada por algunos, pero para Nijinsky, representaba la última vez que se presentaría ante el público.
El mismo año, ingresó en el Bellerue Sanatorium de Kreuzlingen, un centro de tratamiento psiquiátrico en Suiza, donde pasó varios años recluido. A partir de entonces, su vida se desarrolló en un ciclo de reclusión en sanatorios y en el cuidado de amigos y familiares, quienes trataban de protegerlo de los efectos devastadores de su enfermedad. Vivió sus últimos años en diferentes ciudades, como Viena, Budapest, París y Londres, pero su vida estuvo marcada por el aislamiento y el sufrimiento.
El legado de Nijinsky: una figura mítica en la danza moderna
A pesar de la tragedia de su vida personal y el relativamente corto tiempo que pasó en el escenario, el legado de Nijinsky sigue siendo profundamente influyente en la danza moderna. Su virtuosismo técnico y su capacidad para expresar una gama emocional inusitada lo convirtieron en una figura mítica que transformó la danza para siempre. No solo fue un intérprete excepcional, sino también un innovador cuya visión radical en la coreografía dejó una huella imborrable.
Uno de los aspectos más notables de su legado fue su capacidad para llevar la danza más allá de los límites del ballet clásico. Con obras como La Consagración de la Primavera, Petrushka y La Siesta de un Fauno, Nijinsky cambió la forma en que se percibía la danza en el escenario. Su estilo audaz y experimental abrió nuevas posibilidades para coreógrafos y bailarines, y su influencia sigue siendo palpable en la danza contemporánea.
En 1937, Nijinsky escribió un diario en el que plasmó sus pensamientos y reflexiones sobre la danza, su enfermedad y su percepción del mundo. Este texto se ha convertido en una fuente invaluable para comprender la mente de un genio atormentado y su relación con el arte que tanto amaba. Aunque pasó sus últimos años en el olvido y la reclusión, su legado continúa vivo en los escenarios y en las memorias de aquellos que lo vieron brillar.
Hoy, Vaslav Nijinsky es recordado como uno de los más grandes bailarines de todos los tiempos, una figura cuya visión única y su técnica extraordinaria siguen inspirando a generaciones de artistas. Su nombre es sinónimo de excelencia en la danza, y su legado perdura como un faro de innovación y pasión en el mundo del ballet.
MCN Biografías, 2025. "Vaslav Fomich Nijinsky (1890–1950): El genio que revolucionó la danza clásica". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/nijinsky-vaslav-fomich [consulta: 16 de octubre de 2025].