Benjamin Netanyahu (1949-): Arquitecto de la política israelí y defensor del nacionalismo judío

Benjamin Netanyahu (1949-): Arquitecto de la política israelí y defensor del nacionalismo judío

Forja de un líder entre el sionismo, el exilio y la tragedia

Contexto familiar e influencia ideológica

Benjamin Netanyahu nació el 21 de octubre de 1949 en Tel Aviv, apenas un año después de la fundación del Estado de Israel. Su infancia se desarrolló en un entorno intensamente político e ideológico, pues provenía de una familia profundamente comprometida con el sionismo revisionista. Su padre, Benzion Netanyahu, fue un historiador de gran renombre, especializado en la historia del judaísmo medieval y firme defensor de una visión nacionalista del judaísmo político. La influencia de Benzion marcó profundamente el pensamiento de Benjamin, quien desde niño absorbió una interpretación de la historia centrada en la lucha por la supervivencia del pueblo judío frente a amenazas externas.

En aquella época, Israel era un país joven, aún sacudido por los efectos de la Guerra de Independencia de 1948, enfrentado a tensiones con sus vecinos árabes y enfrascado en un proceso de integración nacional tras oleadas masivas de inmigración judía. La narrativa del asedio, del Estado en permanente defensa, se instaló en el imaginario colectivo y, en el caso de Netanyahu, se convirtió en una convicción estructural. Desde su infancia, entendió que la política israelí no era una cuestión de matices ideológicos, sino de seguridad existencial.

La casa Netanyahu estaba impregnada de discusiones intelectuales. Benzion alentaba el estudio riguroso, la lectura de los clásicos y una formación férrea en historia, filosofía y geopolítica. Estas conversaciones domésticas serían, años después, el sustento intelectual de muchas de las posturas políticas que Benjamin asumiría en sus discursos ante la comunidad internacional.

Educación internacional y perspectiva estratégica

En la adolescencia, Benjamin vivió una experiencia que amplió su horizonte: en 1963, su familia se trasladó a los Estados Unidos, cuando Benzion aceptó un puesto académico en la Universidad de Cornell. Esta mudanza le permitió integrarse en el sistema educativo norteamericano y dominar el inglés con fluidez, lo que sería fundamental en su futura proyección diplomática. Aunque el joven Netanyahu se adaptó con rapidez al estilo de vida estadounidense, siempre mantuvo una conexión emocional profunda con Israel.

Tras finalizar la secundaria en Pennsylvania, ingresó en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde se licenció en Arquitectura y estudió también Economía y Gestión Empresarial. Posteriormente, cursó estudios en la Harvard Business School, ampliando sus competencias en administración. Esta formación le otorgó un enfoque analítico, técnico y estructurado, que diferenciaría su estilo de liderazgo de otros políticos israelíes con trayectorias más puramente militares o ideológicas.

Durante sus años en EE. UU., también participó en foros de análisis sobre terrorismo internacional y estrategia de seguridad, lo que lo conectó con redes de expertos y círculos de poder norteamericanos. Esa doble exposición —a la intelectualidad judía y al pragmatismo americano— modeló una visión global, tecnocrática y mediática, que marcaría su estilo político.

Servicio militar y la muerte de su hermano

Pese a su vida académica en EE. UU., Netanyahu no se alejó de su deber con Israel. En 1967, en plena Guerra de los Seis Días, regresó a su país para incorporarse al Ejército de Defensa de Israel (Tzahal). Ingresó en la unidad Sayeret Matkal, una de las fuerzas especiales más prestigiosas del país, donde fue entrenado en operaciones de infiltración, rescate y lucha antiterrorista. Su paso por esta unidad consolidó su imagen de disciplina, valor y compromiso.

Pero la experiencia militar que más lo marcaría fue indirecta. En 1976, su hermano mayor, Jonathan Netanyahu, comandante de Sayeret Matkal, murió durante la Operación Entebbe, una misión de rescate de rehenes en Uganda. Jonathan se convirtió en héroe nacional, y su muerte dejó una herida indeleble en la familia. Para Benjamin, la tragedia fue un punto de inflexión. Más allá del dolor personal, fortaleció su convicción de que la amenaza terrorista debía combatirse sin ambigüedades ni concesiones.

Ese mismo año fundó el Instituto Jonathan Netanyahu, una organización dedicada al estudio y la prevención del terrorismo. Este acto no fue solo un homenaje, sino también el inicio de una trayectoria pública donde la seguridad nacional se convertiría en su principal bandera política.

Primeros pasos diplomáticos

En 1982, Netanyahu dio su primer paso formal en el escenario político al ser nombrado vice-embajador de Israel en los Estados Unidos, bajo el gobierno del Likud. A los 33 años, comenzó a construir una imagen pública basada en su fluidez comunicativa, dominio del inglés y capacidad para conectar con los círculos diplomáticos y mediáticos de Washington.

Dos años más tarde, fue nombrado representante permanente de Israel ante la ONU, donde destacó por su firme defensa del Estado judío frente a las críticas internacionales. En la Asamblea General, Netanyahu comenzó a moldear el tono que lo caracterizaría: discurso firme, referencias históricas y apelaciones morales, combinadas con estadísticas, imágenes y recursos retóricos efectivos. En poco tiempo, se convirtió en una de las voces más visibles del Estado de Israel en la arena global.

Su presencia frecuente en los medios estadounidenses, especialmente en CNN y otros canales, lo convirtieron en una figura mediática moderna, alejada del arquetipo tradicional de los líderes israelíes. Su carisma, combinado con su narrativa de amenaza y supervivencia, le permitió ganarse apoyo tanto entre las comunidades judías de la diáspora como en sectores del Partido Republicano de EE. UU.

Esta etapa diplomática fue clave para consolidar su futuro liderazgo político. Netanyahu regresó a Israel con una reputación de estratega internacional, un sólido respaldo entre las bases del partido Likud y una imagen pública que ya trascendía las fronteras de su país. Desde entonces, su nombre estaría inexorablemente ligado a la política israelí.

El ascenso al poder, la lucha política y los años de gobierno

Emergencia política y liderazgo del Likud

A finales de los años ochenta, tras una sólida carrera diplomática, Benjamin Netanyahu regresó a Israel decidido a involucrarse de lleno en la política nacional. En 1988, fue elegido miembro de la Knesset por el partido Likud, marcando su entrada formal en el escenario parlamentario. Su capacidad oratoria, sus credenciales internacionales y su dominio de la seguridad como eje narrativo le valieron rápidamente notoriedad dentro de las filas del partido.

Durante la Guerra del Golfo de 1991, Netanyahu se convirtió en una de las voces más visibles del gobierno israelí ante el mundo. Mientras caían misiles Scud lanzados por Irak sobre Tel Aviv, él asumía la función de portavoz en los medios internacionales, reforzando la imagen de un Israel sitiado pero firme. Ese mismo año fue nombrado jefe de la delegación israelí en la Conferencia de Paz de Madrid, donde se opuso firmemente a concesiones territoriales, especialmente en los Altos del Golán. Aunque no lideraba el país aún, Netanyahu consolidó su reputación como defensor intransigente de la seguridad israelí y como el principal antagonista del proceso de paz iniciado por los laboristas.

En 1993, tras la firma de los Acuerdos de Oslo entre el primer ministro Yitzhak Rabin y la Organización para la Liberación de Palestina, Netanyahu emergió como el principal líder de la oposición. Crítico acérrimo de Oslo, calificó el proceso como una “ilusión peligrosa” que pondría a Israel en manos del terrorismo. Ese mismo año asumió la presidencia del Likud, derrotando a sus rivales internos en una elección interna decisiva. Su retórica combativa, dirigida contra las concesiones a los palestinos, encontró eco en sectores cada vez más amplios de la sociedad israelí, inquietos por la violencia creciente y escépticos ante los acuerdos de paz.

Primer mandato (1996–1999)

El 4 de noviembre de 1995, la política israelí fue sacudida por el asesinato de Yitzhak Rabin. Este evento reconfiguró el escenario político. En las elecciones de 1996, Netanyahu enfrentó al sucesor de Rabin, Shimon Peres, en unos comicios extremadamente polarizados. Gracias a una campaña centrada en el lema “Netanyahu es bueno para los judíos” y al temor social tras una ola de atentados suicidas, obtuvo una ajustada victoria: 50,4 % contra 49,5 %.

Así se convirtió en el primer ministro más joven de la historia de Israel, con 46 años. Su gobierno se caracterizó por una combinación de conservadurismo ideológico, medidas económicas de corte liberal y un enfoque de tolerancia cero hacia el terrorismo. Aunque firmó los Acuerdos de Wye con Yasir Arafat en 1998, fue duramente criticado tanto por la derecha, que lo acusaba de ceder, como por la izquierda, que lo acusaba de sabotear el proceso de Oslo desde dentro.

Internamente, Netanyahu enfrentó conflictos con sus socios de coalición y una constante erosión del apoyo público. Las tensiones con Siria por los Altos del Golán, la violencia persistente en los territorios palestinos y los escándalos de corrupción en su entorno minaron su imagen. En las elecciones de 1999, fue derrotado por el laborista Ehud Barak, quien prometía retomar con fuerza las negociaciones de paz.

Tras la derrota, Netanyahu se retiró momentáneamente de la vida política activa, dedicándose a escribir, ofrecer conferencias y redefinir su papel dentro del Likud.

Regreso y consolidación del poder

Su regreso comenzó en 2002, cuando fue designado ministro de Relaciones Exteriores bajo el gobierno de Ariel Sharon. Desde esa posición, y luego como ministro de Finanzas en 2003, Netanyahu impulsó reformas neoliberales destinadas a reducir el déficit y liberalizar la economía. Estas medidas, aunque controvertidas por su impacto social, consolidaron su imagen como un líder pragmático y gestor eficaz.

El punto de quiebre entre Netanyahu y Sharon se produjo en 2005, cuando el primer ministro impulsó el Plan de Desconexión de Gaza, que contemplaba la retirada unilateral de los asentamientos israelíes de la franja. Netanyahu renunció al gabinete en señal de protesta, denunciando que esa decisión debilitaría la seguridad israelí y fortalecería a Hamás. Su renuncia, lejos de perjudicarlo, fortaleció su liderazgo ante las bases del Likud.

Tras la fundación del partido Kadima por parte de Sharon, Netanyahu retomó las riendas del Likud, ahora debilitado electoralmente. Aunque fue derrotado en las elecciones de 2006, el colapso del gobierno de Ehud Olmert por escándalos de corrupción reabrió el camino al poder.

Segundo ciclo de gobiernos (2009–2021)

En 2009, Netanyahu regresó al cargo de primer ministro con una narrativa matizada: menos confrontativa en el discurso, pero igual de firme en sus objetivos estratégicos. Su gobierno se apoyó en coaliciones con partidos religiosos y de derecha nacionalista, marcando un giro estructural en la política israelí. La expansión de los asentamientos en Cisjordania se aceleró, mientras se promovía una legislación más restrictiva hacia las ONG críticas y los medios independientes.

Durante estos años, Netanyahu enfrentó retos de seguridad cruciales, especialmente los conflictos armados con Hamás en Gaza (2012, 2014, 2021), que reforzaron su perfil como “el protector de Israel”. Su gran obsesión internacional fue Irán. Se opuso frontalmente al acuerdo nuclear de 2015, firmado por Barack Obama, y llegó a dirigirse al Congreso de Estados Unidos para denunciarlo, generando una grieta con la Casa Blanca.

En política interna, combinó liberalismo económico con un creciente populismo nacionalista. Durante sus mandatos, Israel logró hitos diplomáticos inéditos, como los Acuerdos de Abraham en 2020, por los cuales Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán normalizaron relaciones con Israel, en lo que se consideró un vuelco histórico en la geopolítica de Oriente Medio.

No obstante, su gobierno también fue marcado por controversias crecientes: acusaciones de corrupción, conflictos con el poder judicial y denuncias de erosión democrática. En 2021, fue desalojado del poder por una coalición heterogénea liderada por Naftali Bennett y Yair Lapid, que logró unificar a opositores de distintas ideologías con el único objetivo de poner fin a su largo mandato.

El ocaso de un ciclo, polarización interna y legado duradero

Últimos años de liderazgo y crisis política

Tras su salida del poder en 2021, Benjamin Netanyahu no abandonó la arena política. Desde su puesto como líder de la oposición, trabajó incansablemente para desestabilizar la coalición gobernante, que agrupaba desde liberales hasta islamistas. Su mensaje era claro: solo él podía garantizar la seguridad de Israel en un contexto de amenazas crecientes. La fragilidad del gobierno de Naftali Bennett, debilitado por disputas internas, le abrió la puerta al retorno.

En noviembre de 2022, Netanyahu volvió a ganar las elecciones, formando un gobierno de coalición con partidos ultraortodoxos y de extrema derecha, como el sionismo religioso y Otzma Yehudit, liderados por figuras altamente controvertidas. Esta nueva alianza marcó el gobierno más derechista en la historia del país, y sus primeras decisiones desataron una tormenta política.

Uno de los proyectos más polémicos fue la reforma del sistema judicial, que buscaba limitar la capacidad de la Corte Suprema para intervenir en decisiones del Ejecutivo y del Parlamento. Esta iniciativa fue percibida por muchos sectores como una amenaza directa a la democracia israelí. Desde comienzos de 2023, decenas de miles de ciudadanos se manifestaron cada semana en las principales ciudades del país. Ex militares, empresarios, académicos y reservistas de élite se unieron a las protestas, en lo que se convirtió en la mayor movilización civil en la historia de Israel.

Netanyahu, lejos de retroceder, defendió la reforma como un paso necesario para “restaurar el equilibrio entre los poderes del Estado”. Sin embargo, las críticas internacionales se acumularon. El presidente Joe Biden expresó su preocupación, mientras la Unión Europea y organizaciones como Human Rights Watch alertaban sobre una deriva autoritaria.

Guerra con Hamás en 2023–2024

En medio de esta crisis interna, el 7 de octubre de 2023, Israel fue golpeado por el ataque más letal en su historia reciente. Milicianos de Hamás rompieron las defensas fronterizas desde Gaza y perpetraron una serie de masacres en el sur de Israel, matando a más de 1 200 personas, incluyendo civiles, y secuestrando a más de 200. El ataque conmocionó al país y desencadenó una respuesta militar masiva.

Netanyahu, acusado de haber desatendido las advertencias previas de los servicios de inteligencia, tomó las riendas del conflicto con una retórica implacable: “Estamos en guerra. Esto no será una operación, será una campaña larga y difícil”. La ofensiva israelí contra Gaza fue de una intensidad sin precedentes. Miles de bombardeos, incursiones terrestres y un asedio total al enclave palestino generaron una crisis humanitaria catastrófica.

Mientras parte de la población israelí apoyaba la respuesta bélica como un acto de legítima defensa, la comunidad internacional comenzó a presionar por un alto al fuego. La ONU, la Unión Europea y países árabes aliados condenaron el elevado número de víctimas civiles. Las imágenes de devastación en Gaza se difundieron globalmente, deteriorando aún más la imagen internacional de Israel y aislando políticamente al gobierno de Netanyahu.

En el plano interno, las voces críticas aumentaban. Familiares de los rehenes exigían negociaciones, mientras líderes militares expresaban preocupación por la estrategia a largo plazo. La falta de un plan claro para el “día después” del conflicto generó incertidumbre y división social.

Aislamiento y tensiones en 2025

Durante la primera mitad de 2025, el conflicto con Hamás no había concluido plenamente. Las operaciones militares se prolongaban, con Israel ocupando ciertas zonas de Gaza y enfrentando resistencia irregular. Al mismo tiempo, Netanyahu enfrentaba una creciente presión interna: sectores moderados del Likud comenzaban a cuestionar su liderazgo, temiendo que su figura, altamente polarizante, fuese un obstáculo para la estabilidad del país.

En el frente legal, continuaban los procesos judiciales por corrupción abiertos en su contra desde 2020. Aunque Netanyahu ha negado todos los cargos y ha denunciado una persecución política, las audiencias han reanudado su curso y amenazan con minar su autoridad.

A nivel internacional, las relaciones con Estados Unidos se han enfriado notablemente. La administración Biden ha impuesto restricciones a la cooperación militar y ha condicionado la asistencia financiera a la moderación de la política israelí en Gaza. Además, en Europa, varias voces han propuesto sanciones diplomáticas ante posibles crímenes de guerra, algo sin precedentes para un primer ministro israelí.

Pese a estos desafíos, Netanyahu sigue aferrado al poder. Apoyado por sectores ultrarreligiosos y nacionalistas, mantiene una base sólida que lo ve como un escudo ante lo que consideran amenazas externas e internas. Sin embargo, su margen de maniobra es cada vez más estrecho, y la pregunta sobre su futuro político se vuelve cada día más relevante.

Herencia política e histórica

Benjamin Netanyahu ha sido, sin lugar a dudas, la figura política más influyente en Israel desde David Ben-Gurión. Su impacto se extiende por más de tres décadas, marcando no solo las políticas de seguridad y exteriores del país, sino también su arquitectura institucional y su cultura política.

Bajo su mandato, el Likud pasó de ser una formación liberal-nacionalista a convertirse en una coalición profundamente conservadora, religiosamente ortodoxa y fuertemente identitaria. Esta transformación no fue accidental: Netanyahu supo tejer alianzas estratégicas con grupos que antes eran periféricos, incorporándolos al centro del poder y redefiniendo los ejes de la política israelí.

Su visión del conflicto palestino, centrada en el control militar, la expansión de asentamientos y la deslegitimación de las autoridades palestinas, ha hecho que la solución de dos Estados sea hoy una posibilidad lejana. Sus políticas han consolidado una realidad de ocupación prolongada y fragmentación territorial que, para muchos analistas, ha enterrado la vía diplomática.

En el plano comunicacional, Netanyahu introdujo una forma de hacer política basada en la hipervisibilidad mediática, el uso estratégico de las redes sociales y la confrontación constante con el poder judicial, la prensa crítica y la oposición parlamentaria. En este sentido, ha sido comparado con líderes populistas globales como Trump, Bolsonaro o Modi, aunque con un enfoque adaptado al contexto israelí.

Sin embargo, su legado no es solo divisivo. Netanyahu ha sido también un habilidoso diplomático, capaz de tejer alianzas improbables, como los Acuerdos de Abraham, y de mantener a Israel como actor relevante en la geopolítica mundial. Su capacidad para proyectar poder, negociar con pragmatismo y resistir embates políticos lo colocan en el panteón de los grandes estrategas contemporáneos.

A sus 75 años, Netanyahu sigue siendo un actor central del tablero israelí. Para sus detractores, representa la degradación institucional, el culto al poder y la erosión de la democracia. Para sus seguidores, es el último baluarte contra la inseguridad, la cesión territorial y el colapso de los valores nacionales.

Pero en ambos casos, hay un reconocimiento implícito: Israel no puede explicarse sin Netanyahu, y su figura será parte integral de cualquier narrativa histórica del siglo XXI en el Medio Oriente.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Benjamin Netanyahu (1949-): Arquitecto de la política israelí y defensor del nacionalismo judío". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/netanyahu-benjamin [consulta: 28 de septiembre de 2025].