Mathilda Kschesinska (1872-1971): La gran prima ballerina rusa que marcó la historia del ballet

Mathilda Maria Felixovna Kschesinska, conocida como Mathilda Kschesinska, nació en Ligovo, Rusia, el 31 de agosto de 1872, y falleció en París el 6 de diciembre de 1971. Esta destacada bailarina y profesora rusa es recordada como una de las figuras más importantes del ballet clásico, tanto por su habilidad técnica como por su profunda influencia en el mundo de la danza. Su trayectoria profesional está vinculada a los grandes nombres del ballet ruso, como Lev Ivanov, Marius Petipa, Nicolás II y muchos otros, quienes contribuyeron a que su carrera fuera reconocida y admirada en todo el mundo. En este artículo, exploraremos sus orígenes, logros, momentos clave y la relevancia actual de Mathilda Kschesinska en la historia del ballet.

Orígenes y contexto histórico

Mathilda Kschesinska nació en el seno de una familia de tradición artística. Su padre, un bailarín polaco, fue su primer maestro en el arte de la danza, lo que despertó en ella una temprana pasión por el ballet. Desde su infancia, mostró un talento excepcional para la danza, lo que le permitió ingresar a la prestigiosa Escuela de Ballet del Teatro Imperial de San Petersburgo. En esta escuela, recibió formación bajo la tutela de grandes maestros como Lev Ivanov, Enrico Cecchetti y Christian Johansson, quienes le brindaron las bases para convertirse en una de las figuras más destacadas del ballet clásico ruso. Su graduación en 1890 con las máximas calificaciones fue solo el inicio de una brillante carrera.

En el contexto histórico de la época, la Rusia imperial estaba en pleno apogeo de su poder y cultura, y el ballet formaba parte integral de la vida cultural de la corte. En este ambiente de esplendor y sofisticación, Kschesinska tuvo la oportunidad de relacionarse con algunos de los personajes más influyentes de la corte imperial, incluyendo al zar Nicolás II, con quien tendría una relación que marcaría su vida.

Logros y contribuciones

La carrera de Mathilda Kschesinska se caracteriza por su dedicación al perfeccionamiento de la danza clásica y su capacidad para interpretar los papeles más complejos con gran maestría. Fue una de las principales exponentes del ballet ruso a finales del siglo XIX y principios del XX.

Uno de los logros más significativos de Kschesinska fue su ascenso dentro del Teatro Marinsky de San Petersburgo. En 1890, debutó oficialmente con la compañía, y tan solo un año después, en 1891, comenzó a destacar como la principal figura femenina del ballet en el teatro. A medida que su carrera avanzaba, fue alcanzando los rangos más altos, obteniendo el título de ballerina en 1892, prima ballerina en 1893, y prima ballerina assoluta en 1895, el cual representaba el pináculo de su carrera dentro del ballet ruso. Durante su tiempo en el Teatro Marinsky, estrenó importantes obras como Le Réveil de Flore (1894), Las Estaciones (1900), Les Millions d’Arlequin (1900) y El Espejo Mágico (1903), todas ellas coreografiadas por el célebre Marius Petipa, quien fue su principal mentor y colaborador artístico.

En 1902, Kschesinska interpretó el papel de Kitri en la nueva versión de Don Quijote, una obra de Alexander Gorsky, que se convirtió en un hito en su carrera. Además, participó en la obra La Flor Roja (1907) de Nicolai Legat, una de las composiciones más aclamadas de la época. Su gran capacidad para interpretar papeles complejos y su virtuosismo en la danza la convirtieron en una figura admirada en toda Europa.

La relación de Kschesinska con la corte imperial rusa también fue un tema importante en su vida personal y profesional. Fue una de las figuras más cercanas a Nicolás II, el último zar de Rusia. La influencia que ejerció sobre el zar y su corte fue significativa, lo que le permitió disfrutar de un acceso privilegiado a los escenarios más importantes del ballet ruso y europeo.

Momentos clave

La carrera de Mathilda Kschesinska estuvo llena de momentos clave que marcaron su evolución artística y su relevancia dentro del panorama internacional del ballet. Uno de los primeros hitos fue su participación en la gala inaugural del Teatro Bolshoi en 1889, donde presentó el Pas de Deux de La Perla, una coreografía especialmente creada para ella por Marius Petipa. Esta función no solo consolidó su lugar en el mundo del ballet ruso, sino que también la posicionó como una de las estrellas emergentes del escenario internacional.

El 13 de febrero de 1900, durante una función benéfica en la que celebraba sus diez años en el escenario, conoció al Gran Duque Andrei Vladimirovich de Rusia, quien se convertiría en su esposo en 1921. Sin embargo, antes de este matrimonio, Kschesinska había mantenido una relación morganática con el zar Nicolás II, un vínculo que la vinculó aún más a los círculos más altos de la aristocracia rusa.

Otro de los momentos clave en su carrera fue su colaboración con los Ballets Russes de Sergei Diaghilev en 1911. Kschesinska debutó en el Grand Pas de Deux de La Bella Durmiente y, a finales de ese mismo año, interpretó el papel de Odette-Odile en El Lago de los Cisnes, junto a Vaslav Nijinsky, una de las figuras más emblemáticas del ballet clásico. Esta colaboración con Diaghilev y Nijinsky consolidó aún más su prestigio como una de las bailarinas más excepcionales de su tiempo.

Después de su regreso al Ballet Bolshoi en 1915 para participar en el estreno de Eros, de Mikhail Fokine, y tras la Revolución Rusa, Kschesinska decidió abandonar definitivamente Rusia en 1920. Se trasladó a París, donde continuó su carrera como profesora y directora de ballet. En 1929, fundó su propia escuela de ballet en la capital francesa, donde impartió sus conocimientos y enseñanzas a nuevas generaciones de bailarines.

Relevancia actual

A pesar de que su última aparición pública como bailarina fue en 1936, cuando interpretó una danza rusa en una gala de beneficencia en el Covent Garden de Londres, la figura de Mathilda Kschesinska sigue siendo un referente en el mundo del ballet clásico. Su legado perdura a través de sus enseñanzas, sus interpretaciones en el escenario y las numerosas obras que estrenó a lo largo de su carrera. Su capacidad para interpretar papeles complejos y su técnica depurada siguen siendo un modelo para las futuras generaciones de bailarines.

Además, el hecho de haber sido autora de sus memorias, Souvenirs de la Kschesinska (1970), permite que su vida y su carrera sigan siendo estudiadas por historiadores y amantes del ballet. Su influencia no solo se limitó a la danza, sino que también marcó el devenir de la cultura rusa y europea, dejando una huella indeleble en la historia del arte y la cultura.

Conclusión

La vida de Mathilda Kschesinska es un testimonio de dedicación, talento y pasión por el ballet. Su carrera, marcada por su formación en la Escuela de Ballet del Teatro Imperial de San Petersburgo y su relación con grandes maestros como Lev Ivanov, Marius Petipa y Alexander Gorsky, la consolidó como una de las figuras más destacadas del ballet ruso. A lo largo de su vida, logró interpretaciones inolvidables en obras de gran importancia, y su legado sigue vivo a través de sus enseñanzas y sus memorias. Su historia es un reflejo del esplendor del ballet clásico y su influencia perdura más de un siglo después de su fallecimiento.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Mathilda Kschesinska (1872-1971): La gran prima ballerina rusa que marcó la historia del ballet". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/kschesinska-mathilda [consulta: 9 de julio de 2025].