García Mercadal, José (1883-1975).
Novelista español nacido el 2 de enero de 1883 en Zaragoza y muerto el 31 de diciembre de 1975 en Madrid. Era el hermano mayor del arquitecto y académico Fernando García Mercadal.
Aunque estudió Derecho en la Universidad de Zaragoza y se doctoró por la de Madrid, García Mercadal no ejerció nunca como jurista, dedicando toda su existencia a las letras con un tesón y una variedad de registros verdaderamente admirables: periodista, historiador, novelista, traductor, editor, biógrafo, recopilador y antologista, crítico literario y de arte, conferenciante, investigador y erudito, polemista cuando se terciaba, etc. Con enorme acierto lo calificó Pascual Martín Triep en las páginas de Heraldo de Aragón de “grafómano incurable”.
La vocación literaria y periodística de Mercadal se despertó muy tempranamente: “Mi afición a las letras, no a las de cambio, sino a la de los libros, y no de caja, denuncióse en mí antes de aprender a escribir”. Sus primeras colaboraciones, cuando era aún bachiller, fueron en el periódico madrileño El Día, al que su padre (antes de casarse y establecerse en Zaragoza había vivido en Madrid) estaba suscrito, y después en la prensa zaragozana: La Derecha, El Imparcial de Aragón, El Progreso, Diario de Avisos y Heraldo de Aragón.
En el año 1906 vio la luz su primer libro, Del jardín de las doloras, reflexión sentimental sobre la poesía de Ramón de Campoamor, que lo prologó, y en 1908 una colección de crónicas, Frente a la vida, en cuya portada figuraba una mascarilla suya salida de los pinceles de Juan José Gárate, quien años más tarde le pintaría un soberbio retrato al óleo.
De 1910 son su primer libro de cuentos, Los que esperan, y la primera de sus antologías, tan características en su obra, Cuentistas aragoneses en prosa. Al año siguiente publicará su primera novela, El viajero del siete, editada en Madrid en una popular colección de relatos breves.
En Zaragoza fundó y dirigió los diarios La Correspondencia de Aragón y La Crónica, los semanarios Mi Niño, de orientación satírica, y Aragón, y la publicación mensual La Revista Aragonesa, desde donde contribuyó con su pluma, vehemente e incisiva pero siempre elegante, a defender y realzar el ideario y conciencia regionalistas. Colaboró también en la revista literaria Ambiente, de inspiración modernista.
Activo hombre público, intervino eficazmente en la preparación y desarrollo de la Exposición Hispano-Francesa de 1908 y creó la sociedad Amigos de Aragón con la finalidad de propiciar un mayor conocimiento de las tierras aragonesas, especialmente el Pirineo, y de promover el excursionismo rural. Durante esta época fue Bibliotecario de la Junta Directiva del Casino Principal de Zaragoza, cuyos fondos catalogó.
En 1916 trasladó su residencia a la capital de España, donde se instalaría definitivamente (circunstancia que, lejos de entibiar, acrecentó su acendrado aragonesismo), donde desempeñó sucesivamente las tareas de redactor en La Correspondencia de España y de redactor-jefe en El Tiempo y en Informaciones.
En 1919 ofreció al consistorio zaragozano su descubrimiento del Archivo de Palafox, a punto de caer en manos extranjeras. La ciudad, agradecida, le concedió la Medalla de Oro el 10 de septiembre de ese mismo año. Mercadal ha descrito este episodio con detalle en el prólogo de la Autobiografía de José Palafox, publicada por Taurus en 1966.
Los años veinte y treinta marcarán el apogeo de su actividad como polígrafo, en los cuales fundó las editoriales Babel, donde difundió la obra de importantes escritores europeos y americanos, guiado por sus propias preferencias, así como aragoneses (en la Colección Argensola); y La Novela Mundial, de carácter más divulgativo pero que elevó en presentación y dignidad literaria las tradicionales colecciones de primeros de siglo, gracias a lo cual llegaron a manos de los lectores los más prestigiosos títulos españoles del momento.
Tras la salida de Informaciones, Mercadal se hace cargo de las páginas literarias de El Sol, el más influyente diario madrileño, y en 1930 es nombrado director de El Imparcial. En 1935 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su Historia del Romanticismo en España.
Durante la guerra civil regresó a Zaragoza, colaboró con la edición sevillana de ABC y escribió varias crónicas sobre la contienda, apoyando explícitamente al bando nacional, una vez desengañado de la II República, a la que había inicialmente apoyado al firmar con su hermano Fernando el célebre manifiesto encabezado por Ortega. Terminada la misma, volvió a Madrid donde se incorporó como bibliotecario del Instituto de Reforma Agraria e inició lo que podríamos llamar su etapa de biografías históricas: Cisneros, Germana de Foix, Antonio Pérez, Juan Andrea Doria, la Princesa de Eboli, Churruca, el Príncipe de Viana, Catalina de Rusia, la Emperatriz Josefina, María Luisa de Austria, etc.
Para la editorial Aguilar preparó sus tres volúmenes de Viajes de extranjeros por España y Portugal (1952-1962), muy cotizada actualmente por los bibliófilos, continuación de su España vista por los extranjeros que había editado entre 1919 y 1921, lo que demuestra que Mercadal fue un incansable viajero. Antes de divulgar los periplos ajenos había dado a conocer los propios: Del llano a las cumbres (1926), Entre Tajo y Miño (1927) En zig-zag. Por tierras vascas de España y Francia (1927) y Rincones de España (1946).
Sería Imposible resumir en tan breve espacio toda su enorme producción literaria. Juan Domínguez Lasierra, su mejor biógrafo, atestigua que Mercadal aparece como editor, prologuista o traductor en más de trescientas obras, muchas de ellas todavía inéditas.
En la última etapa de su vida encontró refugio para su febril actividad intelectual en la Hemeroteca Municipal madrileña. Allí, hojeando antiguos ejemplares de periódico, encontraba textos dispersos de Costa (de quien siempre se confesó seguidor entusiasta), Galdós, Ganivet, etc., y de algunos escritores de la Generación del 98 con los que mantuvo entrañable amistad como Azorín, Baroja, y Pérez de Ayala, que luego serían reproducidos en ensayos recopilatorios minuciosamente preparados por él. Desde el exilio madrileño seguirá enviando, hasta poco antes de su muerte, ocurrida a punto de cumplir los noventa y tres años, sus artículos para Heraldo de Aragón y Aragón-Exprés.
Como ha dejado escrito Eloy Fernández Clemente, José García Mercadal “es uno de los ejemplos más claros de constancia y humildad de nuestra historia del periodismo. Siempre se consideró escritor de tercera pero su ingente obra divulgadora y, sobre todo, su aragonesismo de la mejor ley están aún esperando un amplio y merecido estudio”.
F. García-Mercadal