Jaime Ferrán Clúa (1852–1929): Pionero de la Microbiología y la Vacunación Anticolérica

Contexto histórico y social del siglo XIX en Cataluña

A finales del siglo XIX, España vivía un periodo de transformaciones profundas. La Revolución Industrial ya había llegado a Europa, alterando las estructuras sociales, económicas y científicas, aunque en el país ibérico su impacto se sintió de manera desigual. Cataluña, una región industrializada, se encontraba en el centro de estos cambios, con una creciente urbanización, la consolidación de una burguesía emprendedora y una élite intelectual que aspiraba a posicionarse a la vanguardia de la ciencia europea. Fue en este contexto de efervescencia científica e innovación tecnológica donde emergió la figura de Jaime Ferrán Clúa, un hombre que, aunque nacido en una familia modesta, se consagró como uno de los grandes pioneros de la microbiología y las vacunas.

La ciencia en España aún vivía a la sombra de teorías clásicas, mientras que en países como Francia, Alemania o Inglaterra, los avances se sucedían rápidamente. Durante su juventud, Ferrán fue testigo de la llegada de teorías revolucionarias como la de Louis Pasteur sobre la microflora y la teoría germinal de las enfermedades, que sentaron las bases de la microbiología moderna. A su vez, las epidemias de cólera que azotaron diversas partes del mundo, especialmente en Europa, provocaron una urgente necesidad de investigación en torno a las enfermedades infecciosas, una situación que Ferrán aprovecharía para hacer sus primeras aportaciones científicas.

Orígenes familiares y primeros años en Corbera del Ebro

Jaime Ferrán nació en 1852 en Corbera del Ebro, un pequeño municipio de la provincia de Tarragona. Era hijo de un médico rural, lo que le permitió estar en contacto desde temprana edad con el mundo de la medicina y la ciencia. El ambiente familiar fue clave en su formación, ya que su padre, médico con vocación, no solo le transmitió su amor por la medicina, sino también el sentido de la responsabilidad y el servicio a la comunidad. Esta influencia paterna fue crucial en la toma de decisiones que marcarían el rumbo de su vida y su futura carrera.

Desde joven, Ferrán mostró una notable curiosidad por la ciencia, especialmente por aquellos campos que combinaban la experimentación con la observación directa. Su inclinación por la medicina se consolidó durante sus años de formación en Barcelona, donde decidió ingresar a la Universidad para cursar la licenciatura en Medicina. El joven Ferrán era consciente de la importancia de estudiar las ciencias naturales, un campo que no solo se limitaba a la medicina, sino que abordaba fenómenos como la biología, la química y la física.

Formación académica y primeros intereses

En 1873, Ferrán obtuvo su licenciatura en Medicina por la Universidad de Barcelona, un título que lo catapultó hacia una carrera profesional que lo llevaría a realizar investigaciones vanguardistas. Durante su formación, Ferrán se empapó de las últimas teorías científicas, especialmente de las ideas del astrónomo y geólogo José Joaquín Landerer, quien influyó notablemente en su futuro. Este contacto con Landerer, un intelectual clave en la ciencia catalana de la época, despertó en Ferrán un interés profundo por las ciencias experimentales.

En un país donde la medicina estaba aún influenciada por el misticismo y el empirismo, Ferrán se apartó de los caminos tradicionales y optó por la investigación y la experimentación científica. Su primera gran contribución vino cuando, en 1878, desarrolló una comunicación telefónica entre Tortosa y Tarragona. Utilizando aparatos construidos por él mismo, Ferrán fue capaz de lograr lo que apenas dos años antes había logrado Alexander Graham Bell en América. Este hito técnico fue solo el comienzo de una carrera científica que lo llevaría a territorios más complejos, como la microbiología y la inmunología.

Primeros trabajos en Tortosa: fotografía y telefonía experimental

Tras completar sus estudios y una breve estancia en Pla de Penedès, Ferrán se trasladó a Tortosa, donde se afincó y comenzó a ejercer como médico. Aquí comenzó a colaborar estrechamente con su amigo y colega, el químico Inocente Paulí. Fue una época de fructíferos experimentos en diversas áreas de la ciencia, pero especialmente en fotografía y telefonía, campos que en ese momento estaban en plena expansión. Juntos, Ferrán y Paulí se dedicaron al estudio de la fotografía, desarrollando en 1879 un procedimiento fotográfico instantáneo basado en una emulsión de bromuro de plata y gelatina. Este avance, que fue de gran relevancia en su tiempo, más tarde originaría una controversia internacional entre las firmas Young y Kodak.

El interés de Ferrán por la ciencia no se limitó a los avances tecnológicos de su época, sino que también incluyó un enfoque profundo en las ciencias biológicas. Su admiración por Louis Pasteur, cuyas investigaciones sobre la microbiología leía con avidez en la biblioteca de Landerer, lo impulsó a estudiar las enfermedades infecciosas y, en particular, las bacterias. El microscopio de petrógrafo de Landerer fue esencial en sus primeros ensayos prácticos, y en 1880, Ferrán adquirió otro microscopio en París, lo que le permitió profundizar en el estudio de las bacterias y su relación con las enfermedades.

Inicios en la microbiología y estudios sobre Pasteur

El paso de Jaime Ferrán Clúa a la microbiología se dio de forma natural, ya que su interés por las ciencias experimentales y la medicina lo llevó a estudiar a fondo la obra de Louis Pasteur, quien había revolucionado la comprensión de las enfermedades infecciosas al demostrar la teoría germinal de las enfermedades. Pasteur sostenía que las enfermedades no eran causadas por desequilibrios en los fluidos del cuerpo, como se pensaba anteriormente, sino por microorganismos que infectaban el organismo. Esta teoría, aunque aún en desarrollo, había provocado un profundo cambio en la medicina y en la manera de abordar los brotes epidémicos.

Ferrán, al igual que otros científicos de la época, se sintió atraído por las investigaciones de Pasteur y se dedicó al estudio de las bacterias y los patógenos. Su contacto con José Joaquín Landerer y el acceso a la bibliografía especializada en la biblioteca de Landerer, donde podía consultar las publicaciones científicas más recientes de la Academia de Ciencias de París, le permitió conocer a fondo las investigaciones de Pasteur. Fue este conocimiento el que le dio las bases para experimentar con bacterias y parásitos en busca de posibles tratamientos y vacunas.

Ferrán adquirió un microscopio de petrógrafo que le permitió realizar sus primeros estudios sobre microbiología. A partir de 1880, su interés se centró en los microorganismos responsables de diversas enfermedades infecciosas, y comenzó a trabajar en una serie de ensayos que lo llevarían a un descubrimiento crucial: la formulación de vacunas preventivas contra diversas infecciones. En su labor científica, fue fundamental la influencia de la teoría de Pasteur, aunque Ferrán pronto demostraría ser un investigador autónomo, capaz de aportar soluciones originales.

Investigaciones sobre el cólera y la vacuna anticolérica

Uno de los mayores logros de Ferrán fue su trabajo sobre la vacuna contra el cólera, una enfermedad que había azotado Europa y otras partes del mundo a lo largo del siglo XIX. El cólera era responsable de grandes epidemias, y la falta de medidas eficaces para su control había causado miles de muertes. Ferrán, interesado en estudiar las bacterias que causaban el cólera, comenzó a investigar los microorganismos que lo producían, particularmente el vibrión colérico. El trabajo de Robert Koch, que había identificado al vibrión como la causa de la enfermedad, fue clave para Ferrán, quien tomó el testigo de esta investigación.

En 1884, el Ayuntamiento de Barcelona nombró a Ferrán miembro de una comisión enviada a Marsella debido a un brote de cólera en el sur de Francia. Junto con Inocente Paulí, se trasladaron a los hospitales de Marsella y Tolón, donde trabajaron con los enfermos de cólera y comenzaron a investigar el vibrión colérico en condiciones reales. A través de estos estudios, Ferrán fue capaz de aislar y cultivar el vibrión colérico, un paso fundamental para el desarrollo de su vacuna.

De regreso en Tortosa, Ferrán continuó con sus experimentos utilizando un cultivo virulento del vibrión colérico. Para comprobar la eficacia de su trabajo, provocó un cólera experimental en cobayas, lo que le permitió observar la acción inmunizadora de su vacuna. Después de aplicar la vacuna en él mismo y en varios voluntarios, Ferrán comunicó su descubrimiento a la Academia de Ciencias de París en 1885. Fue un paso trascendental en la medicina, ya que Ferrán no solo había logrado identificar al vibrión colérico como agente causal, sino que también había desarrollado una vacuna preventiva utilizando gérmenes vivos.

La polémica en Valencia y el enfrentamiento con la comunidad científica

El primer gran desafío para Ferrán ocurrió cuando se produjo un brote de cólera en Valencia en 1885, que sirvió como escenario para la implementación de su vacuna. Ferrán organizó una vacunación masiva, aplicando su vacuna a más de 50,000 personas. Sin embargo, esta intervención provocó una polémica científica y médica sin precedentes. La comunidad científica española e internacional reaccionó de manera dividida, con muchos científicos y médicos dudando de la eficacia de la vacuna y cuestionando la metodología de Ferrán.

Uno de los aspectos más discutidos fue la teoría de Ferrán sobre el ciclo biológico del vibrión colérico. Ferrán había propuesto un modelo complicado y fantástico en el que el vibrión pasaba por diferentes fases, incluidas las de Peronospora barcelonae. Esta teoría fue rechazada por destacados científicos, entre ellos Robert Koch, quien criticó duramente la interpretación errónea de las formas del vibrión que había hecho Ferrán. Para Koch, la interpretación de Ferrán sobre las formas involutivas del vibrión era equivocada, lo que llevó a un enfrentamiento entre ambos.

La comunidad científica internacional se dividió en torno a la cuestión. Mientras que algunos como Santiago Ramón y Cajal, amigo y admirador de Ferrán, apoyaron su trabajo, muchos otros lo criticaron. La Royal Society y la Universidad de Cambridge se alinearon contra Ferrán, negando la relación del vibrión colérico con el cólera y rechazando su vacuna. Los informes de comisiones científicas, especialmente el de la comisión francesa presidida por Paul Brouardel, también fueron desfavorables. A pesar de estas críticas, Ferrán encontró apoyo en ciertos círculos científicos internacionales, especialmente en Francia, Inglaterra y Alemania, donde algunos lo reconocieron como el pionero en la vacunación preventiva contra el cólera.

Este enfrentamiento científico y la polarización política que lo acompañó complicaron aún más la situación. El debate sobre la eficacia y el valor de la vacuna no solo fue científico, sino que también se impregnó de ideologías políticas, con los ferranistas alineados con sectores liberales y progresistas, y los antiferranistas asociados con tendencias conservadoras. La controversia continuó durante varios años, pero el trabajo de Ferrán sentó las bases para futuras investigaciones en inmunología.

Últimos años, legado y contribuciones posteriores

Los últimos años en el Instituto Ferrán

Después de las intensas controversias científicas que marcaron la mayor parte de su carrera, Jaime Ferrán Clúa pasó los últimos años de su vida dedicado al desarrollo de nuevas investigaciones en microbiología, aunque su figura no estuvo exenta de dificultades profesionales. A pesar de los avances que había logrado en la vacunación, la falta de consenso en torno a su trabajo, junto con las tensiones personales y profesionales, le llevó a distanciarse de los centros científicos oficiales. Sin embargo, su dedicación a la ciencia no menguó, y en 1887 consiguió que el Ayuntamiento de Barcelona creara un laboratorio microbiológico municipal, que sería conocido como el Laboratorio Microbiológico Municipal de Barcelona.

Ferrán fue el primer director del laboratorio, y su enfoque práctico sobre las infecciones contagiosas fue de gran importancia para el desarrollo de nuevas vacunas y tratamientos. El laboratorio funcionó como un centro de referencia en la ciudad, atrayendo a otros científicos y médicos que colaboraron con Ferrán, como Inocente Paulí, Luis Comenge y Ramón Turró. No obstante, la falta de apoyo institucional y la creciente enemistad con algunos de sus colaboradores, como Turró, derivaron en la destitución de Ferrán en 1906. La decisión de separarlo del laboratorio municipal estuvo marcada por abusos y ligerezas en su gestión, así como por conflictos internos que afectaron su reputación.

Tras su destitución, Ferrán se retiró al ámbito privado, donde continuó trabajando en su propio laboratorio, al que denominó Instituto Ferrán. Este instituto se convirtió en su refugio científico, donde Ferrán pudo seguir investigando sin las presiones externas. Aunque los recursos eran limitados, su pasión por la microbiología y la investigación no disminuyó, y su enfoque se centró en el estudio de diversas enfermedades infecciosas. Sin embargo, en sus últimos años de vida, el desarrollo de sus investigaciones se fue viendo interrumpido por la falta de financiación y la dificultad de mantener su trabajo en solitario.

Investigaciones y trabajos posteriores

A pesar de los obstáculos, Ferrán no dejó de realizar contribuciones importantes a la microbiología. Fue pionero en el estudio de diversas enfermedades infecciosas, y sus investigaciones se extendieron más allá del cólera. Uno de sus trabajos más notables fue el desarrollo de una vacuna contra el tifus, la cual aplicó por primera vez en él mismo y en varios trabajadores de las alcantarillas de Barcelona en 1887. Sin embargo, sus estudios sobre el tifus nunca fueron sistematizados de manera rigurosa, lo que impidió su aceptación inmediata en la comunidad científica.

Además, Ferrán fue uno de los primeros en investigar la inmunización experimental contra la difteria antes de que el suero fuera descubierto por Emil von Behring y Shibasaburo Kitasato en 1890. Sus estudios también incluyeron el bacilo tetánico, que se encontraba en el centro de la investigación científica en la época, y la peste bubónica. El brote de peste que afectó a Oporto en 1899 fue uno de los momentos clave de su carrera, en el que Ferrán contribuyó al estudio de la enfermedad y sus posibles tratamientos.

No obstante, su trabajo sobre la tuberculosis fue uno de los más controvertidos de su carrera. Ferrán defendió una teoría ciclogénica del bacilo tuberculoso, basada en mutaciones que conectaban el bacilo con otros microorganismos, como el colibacilo. Su hipótesis, aunque interesante, no fue aceptada por la mayoría de la comunidad científica, y las críticas que recibió dificultaron su aceptación en la medicina moderna.

Reconocimiento póstumo y legado

A lo largo de su vida, Ferrán fue una figura controvertida y su obra fue objeto de intensas disputas científicas. No obstante, el reconocimiento internacional de sus logros llegó a comienzos del siglo XX, especialmente cuando la Academia de Ciencias de París le otorgó el Premio Bréant en 1907, en reconocimiento a sus esfuerzos pioneros en el campo de la vacunación y la microbiología. Este premio fue un reflejo de la evolución en la valoración de su trabajo por parte de la comunidad científica internacional.

Pierre Roux y Paul Ehrlich, entre otros grandes científicos de la época, reconocieron a Ferrán como el primer hombre en demostrar la acción patógena del vibrión colérico en los animales y en demostrar que los seres humanos podían ser inmunizados contra el cólera. A pesar de las críticas iniciales a su vacuna y las controversias en torno a su ciclo biológico del vibrión, los avances de Ferrán en la inmunización preventiva contra el cólera fueron finalmente reconocidos como un hito importante en la historia de la salud pública.

En las décadas posteriores a su muerte en 1929, el legado de Ferrán continuó ganando valor. George H. Bornside, en un análisis reciente, demostró la eficacia de la vacuna anticolérica de Ferrán de 1885 mediante un análisis retrospectivo de los datos históricos, lo que consolidó aún más su lugar en la historia de la microbiología. Sin embargo, también es cierto que la enemistad con Santiago Ramón y Cajal, otro gigante de la ciencia española, dificultó el reconocimiento total de sus logros en su época.

Hoy en día, la figura de Jaime Ferrán es considerada una de las más relevantes en la historia de la vacunoterapia moderna. Aunque su legado estuvo marcado por la controversia y la falta de un reconocimiento pleno en vida, las investigaciones que desarrolló, especialmente en la creación de vacunas preventivas contra el cólera, sentaron las bases de los avances científicos que más tarde llevarían a la erradicación de esta enfermedad en muchas partes del mundo.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Jaime Ferrán Clúa (1852–1929): Pionero de la Microbiología y la Vacunación Anticolérica". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/ferran-clua-jaime [consulta: 18 de octubre de 2025].