Jean IV de Béthencourt (1362–1425): Conquistador y explorador de las Islas Canarias

Jean IV de Béthencourt (1362–1425): Conquistador y explorador de las Islas Canarias

Infancia y primeros años (1362–1375)

Jean IV de Béthencourt nació en 1362 en el castillo familiar de Grainville-la-Teintuière, en la región de Normandía, Francia. Fue hijo de Jean III de Béthencourt, quien ocupaba el título de señor de Grainville, y de Marie de Braquemont, quien pertenecía a una de las familias más antiguas y poderosas de la nobleza francesa. Su familia, a pesar de su prestigio, se encontraba inmersa en las complejidades y tensiones políticas propias de la época. Tras la muerte de su padre en 1364, Jean, siendo aún un niño, pasó su infancia bajo la tutela de su madre, Marie, y bajo el cuidado de su abuelo materno, Mathieu de Braquemont.

El entorno de su niñez estuvo marcado por la inestabilidad política y la caída del poder de su familia. En 1365, debido a las tensiones entre los diferentes grupos políticos de la región, Carlos V, rey de Francia, ordenó la destrucción de todas las fortalezas y castillos que pudieran haber pertenecido o sido apoyados por los partidarios de Carlos II de Navarra, el rey de Navarra, conocido como Carlos II El Malo. El castillo de los Béthencourt, que había sido heredado por Jean IV, se encontraba en una situación delicada, ya que su señoría era legalmente ocupada por un menor de edad, y el encargado de la defensa, Mathieu de Braquemont, era un firme defensor de los intereses de Carlos II. Como resultado, en 1365, el castillo de Grainville fue destruido por orden de Carlos V, lo que significó la pérdida de una de las propiedades más importantes de la familia.

Tras este episodio, Jean IV fue trasladado junto a su madre a vivir en un contexto mucho más modesto. Poco se sabe de su infancia más allá de estos eventos, y las fuentes históricas disponibles no han logrado ofrecer una visión clara de su formación en esos primeros años. Se han creado diversas leyendas que intentan llenar los vacíos biográficos, algunas asegurando que Jean fue educado en la corte de Carlos VI, rey de Francia, y que actuó como padrino del propio monarca. Sin embargo, estas historias carecen de pruebas sólidas y a menudo se consideran fantasías románticas creadas siglos después de los hechos.

Lo que se sabe con certeza es que, además de ser educado en un entorno cortesano, Jean IV aprendió a leer y escribir, lo que era poco común para la nobleza de la época, especialmente en las clases más bajas. Sin embargo, no existen evidencias de que haya recibido formación militar, y mucho menos náutica, como afirman algunas versiones que se popularizaron en siglos posteriores. Es cierto que en su juventud, Jean mostró interés por la vida cortesana y que fue incorporado al servicio del duque de Luis II, duque de Anjou, quien por esos años gobernaba Nápoles y, más tarde, fue reconocido como el rey de Nápoles.

A los 13 años, en 1375, Jean IV de Béthencourt recibió unos ingresos y tierras menores de su madre, lo que permitió que, a medida que se fue desarrollando como joven noble, tuviera la posibilidad de participar en diversas actividades de la corte, especialmente en la corte del duque de Anjou. La relación entre ellos fue positiva, pues Jean comenzó a ganar la confianza del duque, quien lo recompensó con una serie de favores y reconocimiento. Durante este período, su rol en la corte fue modesto, y se le asignó el puesto de encargado de la despensa del príncipe, una posición que era tradicionalmente ocupada por jóvenes nobles como él.

A pesar de ser un joven de buena posición social, las rentas de Jean no eran suficientes para ascender a cargos elevados en la corte, aunque sí le permitieron mantener un estilo de vida relativamente cómodo. A lo largo de su adolescencia y juventud, Jean IV también trató de incrementar las rentas de sus tierras y se dedicó a gestionar los recursos de su señorío. En 1381, solicitó al rey Carlos VI el permiso para establecer un mercado semanal en su feudo, lo cual fue concedido. Este tipo de gestiones no solo le permitieron aumentar sus ingresos, sino que también le dieron experiencia en la administración de sus tierras y en la organización de su patrimonio.

En estos primeros años de su vida, el joven Béthencourt también estuvo involucrado en varias cuestiones legales, relacionadas principalmente con las propiedades y los derechos de su familia. En 1385, con 23 años, aún continuaba en su rol de escudero, lo que evidenciaba que no se había implicado activamente en las grandes batallas de la época, como las que llevaron a cabo Bertrand Du Guesclin y otros grandes generales en la guerra contra los ingleses. Jean se dedicaba más al mantenimiento de su posición social y al establecimiento de relaciones políticas que a las hazañas bélicas, lo que resultaría determinante en las decisiones que tomaría en los años posteriores.

El hecho de no haber tenido una carrera militar destacada ni haber participado en los grandes conflictos de la época no impidió que se ganara un lugar en las cortes y que adquiriera una creciente influencia. Fue en esos años cuando empezó a formar parte de una red de contactos que le permitiría años después emprender la expedición que lo llevaría a las islas Canarias.

A medida que se acercaba el fin de la década de 1380, y con su posición relativamente estable en la corte del duque de Anjou, Jean IV de Béthencourt tomó decisiones que marcarían su futuro. Por ejemplo, solicitó la reestructuración de su feudo y la reconstrucción del castillo de Grainville en 1387, lo que denotaba sus esfuerzos por recuperar la importancia de su familia. Sin embargo, en ese mismo año, un nuevo giro en la política francesa cambiaría el destino de la región de Normandía: las tropas inglesas comenzaron a ocupar gran parte del territorio.

Este contexto bélico y las tensiones internas en Francia fueron factores que impulsaron a Jean a buscar nuevas formas de generar recursos y posicionarse en el escenario político de la época, aunque aún sin un plan claro de futuro.

La adolescencia y juventud de Jean IV de Béthencourt estuvieron marcadas por estos cambios, tanto personales como políticos. Su vida en la corte del duque de Anjou y su creciente influencia en la política de Normandía fueron los primeros peldaños de una carrera que lo llevaría a lugares lejanos. A pesar de sus problemas financieros y sus escasas oportunidades de ascender a la alta nobleza, Jean se mostró como un hombre decidido a cambiar su destino, a pesar de que las grandes decisiones que marcarían su vida aún no se habían gestado.

Formación en la corte y primeros logros (1375–1390)

Los primeros años de la vida adulta de Jean IV de Béthencourt estuvieron marcados por su integración en la corte del duque de Luis II de Anjou, en la cual comenzó a labrarse una carrera que lo conectaría con los círculos de poder más altos de la nobleza francesa. Durante este período, que se extiende desde 1375 hasta aproximadamente 1390, Jean vivió una serie de experiencias que lo formarían no solo como un cortesano, sino también como un hombre de acción. A pesar de las dificultades económicas que marcaron su vida, supo aprovechar sus vínculos con figuras influyentes de la época para ganar terreno en la jerarquía social.

El servicio en la corte de Luis II de Anjou

Jean IV de Béthencourt fue admitido en la corte del duque de Anjou alrededor de 1377, después de haber sido ayudado por un miembro importante de la familia real francesa. Luis II de Anjou, hermano del rey Carlos V de Francia, estaba involucrado en los complejos asuntos del reino, especialmente en la guerra contra los ingleses durante la Guerra de los Cien Años. En este contexto, se le presentó a Jean IV como un joven noble con aspiraciones y habilidades que podían ser útiles para los intereses de la corte. A lo largo de estos años, el joven Béthencourt ganó la confianza del duque, quien lo recompensó con varios favores y, probablemente, también lo incluyó en las estrategias políticas de su corte.

Aunque su rol en la corte de Luis II fue modesto, pues ocupaba un puesto administrativo menor, el de encargado de la despensa del príncipe, esta posición fue crucial para su futuro. Como encargado de la despensa, Jean aprendió a gestionar los recursos y las relaciones entre las diferentes facciones dentro de la corte. Esta tarea, aunque aparentemente menor, le permitió establecer conexiones importantes y ser parte de las decisiones cotidianas de la nobleza francesa.

Además de su participación en las labores cotidianas de la corte, se sabe que Jean también formaba parte de la vida social de la nobleza. Participaba en festividades y celebraciones, eventos en los que las alianzas políticas y las relaciones personales eran fundamentales. En ese momento, su posición era principalmente cortesana, lo que significaba que aún no se encontraba en una etapa en la que pudiera tomar decisiones militares o participar en las campañas bélicas que se estaban librando en el continente europeo.

Problemas financieros y crecimiento en la corte

Si bien la posición de Jean en la corte del duque de Anjou le otorgaba acceso a la nobleza, su situación financiera seguía siendo precaria. Aunque provenía de una familia noble con tierras, estas no le otorgaban grandes ingresos. A lo largo de su juventud, Jean IV luchó contra las limitaciones económicas que le impedían avanzar rápidamente en la corte. Como muchos otros nobles de la época, se vio obligado a buscar maneras de aumentar sus recursos para mantener un nivel de vida adecuado a su estatus social. En 1381, Jean solicitó al rey Carlos VI la autorización para establecer un mercado semanal en sus tierras, lo que le permitió aumentar sus rentas y mejorar su situación económica.

El control de los mercados era una fuente importante de ingresos en la Edad Media, y obtener este permiso significaba que Jean podía regular el comercio dentro de su feudo, lo que le otorgaba no solo un beneficio económico, sino también mayor poder sobre la vida cotidiana de sus súbditos. Estos primeros intentos de aumentar sus rentas fueron un indicio de que Jean tenía una mente pragmática y estaba dispuesto a hacer lo necesario para asegurar su posición social y económica.

Sin embargo, la situación económica de Jean IV siguió siendo tensa. Como era habitual en la época, los nobles gastaban más de lo que podían permitirse, lo que los obligaba a endeudarse con otros miembros de la nobleza o con prestamistas. La necesidad de mantener una imagen de grandeza llevó a Jean a acumular una deuda considerable durante este período. La venta de tierras y propiedades fue una de las estrategias que utilizó para poder cubrir sus deudas. Estas operaciones reflejan una gestión poco efectiva de su patrimonio, pero también un intento por mantener el control de su estatus.

Primeros conflictos y aprendizaje de la política cortesana

Durante este tiempo, Jean IV también comenzó a involucrarse en algunos de los conflictos legales que serían una constante a lo largo de su vida. La nobleza francesa estaba dividida entre varias facciones, y muchos de los grandes señores luchaban no solo en el campo de batalla, sino también en los tribunales, por el control de tierras, títulos y derechos. Jean se encontró involucrado en pleitos relacionados con los derechos de su apellido y la posesión de tierras que su familia había heredado. Estos conflictos legales, que a menudo se resolvían a través de la influencia de la corte, le dieron a Jean una comprensión profunda de la política cortesana, aunque también pusieron en evidencia sus limitaciones en la gestión de sus propios intereses.

Además de los problemas financieros y legales, Jean también se vio afectado por la compleja situación política de Francia. Durante este período, la guerra entre Francia e Inglaterra continuaba, y las tensiones internas de la corte real afectaban el equilibrio de poder en el reino. El duque de Anjou, protector de Jean, estaba inmerso en las luchas dinásticas que caracterizaban el reinado de Carlos VI. La influencia de la familia Anjou en los asuntos del reino creció durante estos años, pero también se vio amenazada por las intrigas cortesanas y las crecientes dificultades del monarca francés.

La participación en la expedición a África y su evolución como líder

En 1390, se produjo un cambio importante en la vida de Jean IV de Béthencourt. Durante este período, los comerciantes genoveses solicitaron la ayuda de Carlos VI para frenar la creciente piratería berberisca en el Mediterráneo. Aunque Francia se encontraba en paz con Inglaterra en ese momento, los problemas internos de la corte y la presión de la nobleza llevaron al monarca a organizar una expedición para combatir esta amenaza. Luis de Valois, duque de Touraine, fue uno de los principales patrocinadores de la expedición, y Jean IV de Béthencourt se unió al esfuerzo como parte de las fuerzas militares.

El fracaso de esta expedición, debido a la mala organización y las dificultades logísticas, fue un golpe para la nobleza francesa. Sin embargo, para Jean IV, esta fue una experiencia significativa que lo introdujo en el mundo de las campañas militares y le permitió consolidar su reputación entre los hombres de guerra. Aunque la expedición no tuvo éxito, permitió que Béthencourt desarrollara una comprensión más profunda de la estrategia militar, así como de la importancia de la alianza con las potencias extranjeras. Además, se sabe que fue durante su estancia en Génova, a raíz de esta expedición, cuando comenzó a interesarse por las Islas Canarias, lo que finalmente lo llevaría a emprender la famosa expedición a las islas en 1402.

Matrimonio con Jeanne de Fayel

En 1392, Jean IV de Béthencourt se casó con Jeanne de Fayel, hija de Guillaume du Fayel, vizconde de Breteuil. El matrimonio no fue un acto de amor, sino una decisión estratégica. Jeanne provenía de una familia noble de importancia, pero el dote que aportaba al matrimonio no era considerable, lo que sugiere que la unión no fue impulsada por intereses económicos inmediatos. De hecho, uno de los aspectos más interesantes de esta boda es que Jean IV no pareció interesarse por los bienes de su esposa, ya que, poco tiempo después, en 1395, vendió el señorío de Saclas, que Jeanne había heredado de su familia.

El matrimonio con Jeanne de Fayel se convirtió en otro de los elementos que marcarían la vida de Béthencourt. El hecho de que, por cuestiones financieras y políticas, tuviera que vender las propiedades de su esposa y entrar en conflicto con ella, señala que Jean IV tenía una mentalidad más orientada hacia sus propios intereses económicos y políticos que hacia el bienestar de su esposa o la consolidación de la propiedad familiar. Esta relación conflictiva fue un preludio de las tensiones que marcarían su vida futura.

La expedición a África y el matrimonio (1390–1395)

Los años de los primeros 90 de la vida de Jean IV de Béthencourt estuvieron marcados por su participación en importantes eventos militares y políticos que lo encaminaron hacia su futura conquista de las Islas Canarias. Sin embargo, la expedición a África, en la que tomó parte, y su matrimonio con Jeanne de Fayel marcaron un punto de inflexión en su vida, no solo porque influyeron en su toma de decisiones, sino también porque reflejaron las tensiones entre los intereses personales, políticos y militares de Béthencourt.

La expedición a África: un fracaso y una lección

En 1390, el contexto geopolítico en Europa estaba cambiando. Francia, aunque estaba en una relativa paz con Inglaterra, se encontraba inmersa en una lucha interna entre facciones nobles. Mientras tanto, los comerciantes genoveses se enfrentaban a la creciente piratería berberisca en el Mediterráneo, lo que amenazaba sus rutas comerciales. Estos mercaderes, con el apoyo de las autoridades genovesas, pidieron la intervención de Carlos VI de Francia para proteger sus intereses en la región.

En este momento, el duque de Luis de Valois, duque de Touraine, quien era el protector de Béthencourt, decidió organizar una expedición para frenar la piratería. Aunque Luis estaba involucrado en la guerra de los Cien Años, su interés por el comercio y su necesidad de fortalecer su poder en la corte lo llevaron a apoyar esta expedición. Jean IV de Béthencourt se unió a las fuerzas francesas como parte de la campaña contra los piratas berberiscos en el norte de África. Aunque no existe documentación clara sobre el papel que desempeñó Béthencourt en esta expedición, sí sabemos que, en calidad de noble, fue parte de la delegación militar francesa que trató de llevar a cabo la misión.

La expedición, sin embargo, fue un fracaso rotundo. La mala organización y la falta de recursos adecuados impidieron que se alcanzara el objetivo de frenar la piratería. A medida que las fuerzas francesas se acercaban a El Mehadieh, en las cercanías de Túnez, el mal tiempo y las difíciles condiciones de la región obligaron a los participantes a retirarse. A pesar del fracaso militar, la expedición resultó ser un punto de inflexión para Béthencourt, pues tuvo dos repercusiones directas sobre su vida. Primero, le permitió ver de cerca las dificultades de las empresas militares y las realidades del combate, lo que influiría más adelante en su propia expedición a las Islas Canarias. Segundo, durante la estancia en Génova de la expedición, es probable que Béthencourt tuviera contacto con los marineros genoveses, quienes ya conocían la existencia de las Islas Canarias. Estos contactos, junto con las historias sobre la riqueza y el atraso militar de las islas, pudieron haberle dado la idea de que la conquista de las islas sería una tarea relativamente sencilla.

A su regreso de África, Jean IV de Béthencourt tomó una decisión importante: contrajo matrimonio con Jeanne de Fayel, una joven noble francesa. Aunque el matrimonio no fue impulsado por el amor, sino por una mezcla de intereses políticos y económicos, marcó otro hito en su vida.

El matrimonio con Jeanne de Fayel: entre la política y el interés

El matrimonio de Jean con Jeanne de Fayel se celebró el 27 de enero de 1392, y fue un paso importante en su ascenso dentro de la nobleza francesa. Jeanne era hija de Guillaume du Fayel, vizconde de Breteuil, un noble influyente de la época. Aunque el matrimonio no fue producto del amor, como ya se ha mencionado, la figura de Jeanne representaba una conexión estratégica para Béthencourt, pues pertenecía a una familia con una sólida posición política. El dote de Jeanne era modesto, pero el señorío de Saclas, en la región de Beauce, fue un activo importante que Jean adquirió a través de la boda. A pesar de ello, las razones del matrimonio siguen siendo debatidas. Si bien algunos estudiosos han sugerido que pudo haber sido un acto de conveniencia para Jean, otros argumentan que el vínculo se debió a la necesidad de Béthencourt de fortalecer su posición dentro de la corte del duque de Orleáns, quien se había convertido en uno de sus principales aliados.

Lo que es claro es que la relación entre Jean y Jeanne no fue feliz. A pesar de las apariencias, el matrimonio estuvo marcado por tensiones desde el principio. En 1395, solo tres años después de contraer matrimonio, Béthencourt vendió el señorío de Saclas, lo que generó un conflicto con su esposa, pues ella heredaba este feudo de su familia. Aparentemente, Jeanne nunca perdonó a su esposo por despojarla de su patrimonio, y a partir de ese momento, los problemas matrimoniales fueron una constante en la vida de Béthencourt. Aunque el matrimonio no terminó inmediatamente, las disputas económicas entre ambos sentaron las bases de lo que más tarde se convertiría en un distanciamiento definitivo.

La expedición a las Islas Canarias: un proyecto inesperado

A pesar de los problemas internos, tanto financieros como matrimoniales, Jean IV de Béthencourt se encontraba en una posición relativamente estable dentro de la corte francesa. No obstante, su destino dio un giro inesperado a principios del siglo XV, cuando decidió emprender una empresa que lo llevaría a la fama: la expedición a las Islas Canarias.

Aunque no está completamente claro qué motivó a Béthencourt a embarcarse en una aventura tan ambiciosa, algunos historiadores sostienen que su participación en la expedición fallida a África y su contacto con los marineros genoveses le dieron la idea de que las Islas Canarias representaban una oportunidad de expansión cristiana en el continente africano, una especie de «cruzada» en la que Béthencourt podría desempeñar un papel clave. Otros argumentan que la situación económica de Béthencourt, sumida en la deuda, pudo haberlo impulsado a buscar nuevas fuentes de riqueza. De cualquier manera, lo cierto es que la expedición a las Islas Canarias comenzó a tomar forma en 1401, cuando Jean IV decidió vender todos sus bienes y tierras en Francia para financiar la operación.

El 22 de diciembre de 1401, Béthencourt procedió a la venta de todas sus propiedades a Hugues de Donquerre y a su primo Robin de Braquemont, lo que representaba un acto de desprendimiento total de su patrimonio. Esta venta fue, por supuesto, irregular, ya que dejó a su esposa Jeanne en una situación económica precaria, lo que dio lugar a otro conflicto. En 1403, Jeanne de Fayel viajó a la Península Ibérica en busca de su esposo, demandando la devolución de los bienes que él le había quitado, y terminó negociando un acuerdo con él. Sin embargo, la situación de Béthencourt no mejoró sustancialmente, y las tensiones entre ambos continuaron hasta la separación definitiva después de su regreso de las Islas Canarias.

La expedición a las Islas Canarias no solo fue una oportunidad económica para Béthencourt, sino también una forma de restaurar su reputación y de cumplir con sus propias ambiciones de grandeza. Con la financiación asegurada, Béthencourt zarpó hacia las islas con el propósito de conquistar y establecer una base cristiana en el archipiélago, lo que le permitiría consolidar su poder en la región y tener una fuente continua de riquezas.

Un nuevo comienzo

La expedición a las Islas Canarias marcó el comienzo de una nueva etapa en la vida de Jean IV de Béthencourt. De ser un noble que luchaba con sus deudas y problemas personales, pasó a ser el líder de una expedición de conquista que, aunque no estuvo exenta de dificultades, le permitiría alcanzar una nueva posición dentro de la historia de la exploración y la expansión cristiana. Sin embargo, a pesar de las dificultades y las tensiones en su vida personal, el proyecto de las Canarias le abrió una nueva puerta para lograr el reconocimiento y la estabilidad que tanto había buscado.

La conquista de las Islas Canarias (1402–1415)

La expedición de Jean IV de Béthencourt a las Islas Canarias constituye el capítulo más conocido y significativo de su vida. A pesar de los obstáculos que enfrentó, su aventura hacia este archipiélago en el siglo XV marcó el comienzo de una nueva era para la historia de Canarias y de la expansión europea en el Atlántico. Sin embargo, la conquista fue un proceso más complejo de lo que Béthencourt había anticipado. Además de las dificultades militares y logísticas, enfrentó problemas personales, legales y económicos que a menudo hicieron que su dominio sobre las islas fuera incierto y efímero.

El inicio de la expedición: la venta de bienes y la preparación

En 1401, Jean IV de Béthencourt tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre: vender todos sus bienes y tierras en Francia para financiar una expedición hacia las Islas Canarias. A pesar de los problemas legales y económicos que ya había enfrentado, la magnitud de esta acción demuestra la determinación de Béthencourt de lograr algo grande. Con los fondos necesarios para emprender la aventura, comenzó a planificar la expedición.

El proceso no fue fácil. En diciembre de 1401, Béthencourt vendió sus propiedades a Hugues de Donquerre, quien recibiría parte de sus tierras, y a su primo Robin de Braquemont, quien adquirió los feudos que tenía en su poder. A través de esta venta, el conquistador dejó de lado sus patrimonios familiares en Normandía, incluyendo el castillo de Grainville, un legado histórico para los Béthencourt, y partió hacia las islas en busca de un futuro incierto. La venta fue irregular, ya que dejó a su esposa, Jeanne de Fayel, sin recursos, lo que provocó nuevas tensiones y pleitos entre ellos. De hecho, Jeanne viajó a la Península Ibérica en 1403 para exigir sus derechos sobre los bienes de su esposo. A pesar de las dificultades familiares, la expedición seguía adelante.

Jean IV de Béthencourt no estaba solo en esta travesía. Contaba con la colaboración de Gadifer de la Salle, un capitán experimentado que le ayudaría a organizar la expedición y asegurar la conquista. Además, a medida que la expedición tomaba forma, se unieron a la empresa varios nobles y aventureros en busca de riquezas y tierras. A pesar de las críticas de algunos sectores de la nobleza y la Iglesia, quienes consideraban que la conquista era una empresa demasiado arriesgada, Béthencourt persiguió con firmeza su objetivo.

La motivación detrás de la expedición era clara: conseguir poder, tierras y riquezas. En un momento en que la Corona de Castilla se encontraba en una expansión territorial en el Atlántico, Béthencourt vio en las Islas Canarias una oportunidad para consolidar su influencia. De acuerdo con los informes de los marineros genoveses que había conocido durante la expedición fallida a África, las Islas Canarias estaban habitadas por pueblos indígenas cuya organización política y militar era mucho menos avanzada que la de las potencias cristianas de la época. Esto le hizo pensar que la conquista sería relativamente sencilla.

El 1 de mayo de 1402, Béthencourt zarpó hacia las Islas Canarias, dejando atrás las tierras que había vendido en Francia y emprendiendo una aventura incierta. Las islas en ese momento eran conocidas, pero poco exploradas, y el interés europeo en ellas se limitaba principalmente a los comerciantes que habían establecido contactos con los pueblos guanches, los habitantes originarios de las islas.

La llegada a las Islas Canarias: confrontaciones iniciales

La expedición de Béthencourt alcanzó la isla de Lanzarote en 1402. La llegada de los conquistadores fue recibida por los guanches con desconfianza. Aunque los pueblos indígenas no estaban completamente organizados ni armados de la misma manera que los europeos, poseían conocimientos sobre su territorio que les daban una ventaja estratégica en un terreno tan escarpado y difícil como el de las Islas Canarias. Los primeros encuentros fueron violentos, y los guanches ofrecieron una feroz resistencia a los invasores.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los habitantes nativos, Béthencourt y sus hombres lograron establecer una base en Lanzarote. La isla, aunque deshabitada en gran parte, no estaba exenta de su propio sistema de organización social. La resistencia inicial de los guanches se debió a una serie de factores, entre ellos la desconfianza hacia los forasteros y la amenaza de la conquista que representaban los europeos.

A lo largo de los siguientes meses, Béthencourt tuvo que enfrentarse no solo a las dificultades impuestas por los guanches, sino también a los problemas logísticos de una expedición tan distante de su tierra natal. La falta de recursos y la escasez de suministros hicieron que las condiciones de vida de los conquistadores fueran difíciles. Además, Béthencourt se dio cuenta de que su objetivo de conquista no sería tan sencillo como había anticipado.

La consolidación del poder: alianzas y conflictos

Una vez establecida la base en Lanzarote, Jean IV de Béthencourt buscó consolidar su poder mediante la diplomacia y el establecimiento de alianzas con algunas facciones guanches. Esto le permitió obtener ciertos acuerdos de paz y acceso a recursos que facilitarían el establecimiento de su dominio sobre las islas. A pesar de la resistencia inicial, Béthencourt comprendió que para asegurar su control sobre las islas necesitaba más que solo la fuerza militar: necesitaba ganar la confianza de algunos de los líderes indígenas.

Este proceso de establecimiento de alianzas y el uso de la diplomacia resultó crucial para la expansión de su dominio, aunque no estuvo exento de conflictos. La situación en las islas era aún volátil, y las facciones guanches no estaban unificadas, lo que llevó a algunos enfrentamientos entre ellas, con Béthencourt aprovechando estas divisiones para extender su influencia.

En este sentido, la figura de Gadifer de la Salle desempeñó un papel fundamental. Como capitán de la expedición, Gadifer supervisó la organización de las fuerzas militares y colaboró con Béthencourt en la negociación con los guanches. A pesar de los problemas internos que surgieron durante la expedición, la relación entre ambos parecía estar basada en una mutua confianza y respeto, lo que permitió que la misión avanzara a pesar de las dificultades.

El abandono de la expedición y los problemas legales

Sin embargo, la conquista de las Islas Canarias no fue un proceso lineal. En 1404, Gadifer de la Salle abandonó la expedición debido a desacuerdos con Béthencourt sobre la dirección de la conquista. Este fue un punto crucial, ya que Gadifer había sido un pilar fundamental en el proceso inicial de la conquista. La salida de su capitán y la falta de apoyo completo de la Corona de Castilla para respaldar la empresa pusieron en peligro la estabilidad de la misión.

En este contexto, Béthencourt se encontró atrapado entre los problemas legales derivados de la venta de sus propiedades en Francia y las dificultades de gobernar un territorio tan lejano. Mientras tanto, el conflicto con Jeanne de Fayel se intensificó, ya que ella no dejaba de exigir su parte de las propiedades y rentas de Béthencourt, lo que se convirtió en un problema legal sin solución aparente.

A pesar de estos problemas, Béthencourt continuó gobernando las islas. En 1405, al regresar a Gran Canaria, los conquistadores lograron algunas victorias importantes sobre los guanches, pero el control de las islas aún era frágil. De hecho, en las islas restantes, como Tenerife, las resistencias fueron mucho más intensas y prolongadas, lo que significaba que la conquista no estaba completa.

La cesión del Señorío y el cambio de alianzas

A pesar de los esfuerzos por consolidar su dominio sobre las islas, en 1418 Jean IV de Béthencourt se vio obligado a entregar el control de las Islas Canarias a Enrique de Guzmán, conde de Niebla, quien representaba los intereses de la Corona de Castilla en la región. Este acto de cesión fue probablemente motivado por la creciente presión política de Castilla, que no quería que Béthencourt, como noble normando, prestara vasallaje a la Corona de Inglaterra tras la ocupación de Normandía por los ingleses.

A partir de 1418, las Islas Canarias pasaron bajo el control de los Guzmán, pero Béthencourt siguió influyendo en los asuntos locales hasta su muerte. La entrega de las islas a Enrique de Guzmán representó el fin de una etapa en la que Béthencourt fue el principal protagonista de la expansión europea en el Atlántico.

El abandono del Señorío de Canarias y los últimos años (1415–1425)

Los últimos años de Jean IV de Béthencourt estuvieron marcados por la incertidumbre, las dificultades políticas y los problemas económicos que lo acompañaron durante toda su vida. Después de haber sido el primer conquistador europeo de las Islas Canarias, Béthencourt se vio atrapado en una compleja red de obligaciones y desafíos, tanto personales como políticos. La cesión del señorío de Canarias y su relación con las Coroas de Castilla y Inglaterra fueron solo algunas de las facetas que determinaron los últimos capítulos de su vida.

La entrega del Señorío de Canarias

A pesar de los esfuerzos que Béthencourt había invertido en la conquista y el gobierno de las Islas Canarias, su dominio sobre ellas fue efímero. La cesión del señorío de las islas a Enrique de Guzmán, conde de Niebla, en 1418, marcó un cambio significativo en el curso de los acontecimientos. El motivo detrás de esta cesión fue complejo, y las razones no fueron enteramente personales, sino que estuvieron influenciadas por las circunstancias internacionales y las presiones de la Corona de Castilla.

El 16 de mayo de 1419, Jean IV de Béthencourt se vio obligado a rendir homenaje al rey Enrique V de Inglaterra, lo que significaba que sus tierras en Normandía pasaban a estar bajo la soberanía inglesa. Este acto, de hecho, no fue voluntario, sino el resultado de la derrota de los franceses en la batalla de Azincourt (1415) y la posterior ocupación de gran parte del territorio francés por las tropas inglesas. Para Béthencourt, este acto de vasallaje implicaba un riesgo para las islas que había conquistado en el Atlántico. Las autoridades castellanas no estaban dispuestas a permitir que un noble normando que se sometía al rey de Inglaterra controlara las Canarias, un territorio clave para sus intereses en el continente africano y en las rutas comerciales hacia América.

Así, el conde de Niebla fue elegido para tomar el control de las islas y Béthencourt cedió el señorío a Enrique de Guzmán. Sin embargo, el hecho de que Béthencourt se viera forzado a esta cesión no restó valor a su hazaña. Aunque ya no controlaba directamente las islas, su figura seguía siendo relevante en la memoria histórica de las Islas Canarias. La cesión representó, en muchos sentidos, un cambio en la dirección de la expansión europea en el archipiélago, pero no eliminó por completo la presencia de Béthencourt en la región.

Las tensiones personales con Jeanne de Fayel

Mientras Béthencourt luchaba por consolidar su poder en Canarias y resolver los problemas que le causaba la Corona de Castilla, su vida personal continuaba siendo una fuente constante de conflictos. La relación con su esposa, Jeanne de Fayel, fue difícil desde el principio. Como se mencionó anteriormente, la venta del señorío de Saclas en 1395 y el despojo de los bienes de Jeanne fue uno de los primeros puntos de fricción en su matrimonio. Sin embargo, los problemas fueron mucho más allá de los bienes materiales.

Cuando Béthencourt partió hacia las Islas Canarias, dejó a su esposa en Francia, lo que generó una serie de disputas legales. Jeanne, incapaz de mantenerse por sí misma, viajó en 1403 a la Península Ibérica en busca de su esposo. A pesar de sus intentos de llegar a un acuerdo, las tensiones entre ambos aumentaron, ya que Béthencourt no mostró interés en restaurar sus derechos o propiedades. La relación se deterioró rápidamente y finalmente, tras la cesión de las islas, el matrimonio entre Jean y Jeanne llegó a su fin.

A lo largo de los años posteriores, Jeanne continuó reclamando sus derechos sobre los bienes de su esposo y se vio obligada a recurrir a la justicia para recuperar lo que consideraba suyo. Mientras tanto, Béthencourt, en un intento de manejar los conflictos con su esposa y las demandas de la Corte de Castilla, se vio obligado a hacer frente a nuevas dificultades financieras. Al igual que en su juventud, las tensiones económicas se sumaron a las tensiones políticas, lo que dificultó aún más su estabilidad personal.

El regreso a Normandía

El regreso de Béthencourt a Normandía fue un proceso lento y complicado. Tras haber dejado atrás las Islas Canarias, su vida en Francia también comenzó a desmoronarse debido a los efectos de la ocupación inglesa en el norte del país. En 1415, con la invasión de Normandía por las tropas de Enrique V de Inglaterra y la derrota francesa en Azincourt, las posesiones de Béthencourt en Francia perdieron gran parte de su valor. Aunque Béthencourt prestó vasallaje a Enrique V, la situación era insostenible, y las relaciones con la Corona francesa también comenzaron a verse afectadas. Los problemas legales continuaron acechando a Béthencourt, quien se encontró en una posición vulnerable. En un intento por recuperar algo de estabilidad, Béthencourt cedió varias de sus posesiones a su hermano Morelet en 1421, aunque esta cesión estaba condicionada a que su hermano lo mantuviera mientras viviera. Este gesto evidenció que, a pesar de su reputación como conquistador, la situación financiera y política de Béthencourt era insostenible.

La vida en su castillo de Grainville

Después de varios años de luchas, y con la salud deteriorándose, Béthencourt pasó los últimos años de su vida en su castillo de Grainville, un lugar que había perdido buena parte de su importancia tras la destrucción de la fortaleza en 1365. A pesar de la decadencia de su patrimonio y de los constantes problemas que enfrentó, Béthencourt continuó siendo una figura respetada, especialmente en Normandía. La retirada al castillo representó la culminación de una carrera llena de altibajos. A partir de 1415, cuando Francia y Inglaterra volvieron a estar en guerra abierta, Béthencourt, aunque inicialmente respondió al llamado del rey Carlos VI, no participó activamente en las campañas, lo que pone de manifiesto su creciente marginación de los asuntos militares de la época.

Jean IV de Béthencourt se vio obligado a lidiar con una serie de circunstancias adversas. A pesar de su destreza como aventurero y líder militar en las Islas Canarias, sus últimos años se caracterizaron por la decadencia de su fortuna. Para cuando llegó a la vejez, la situación política de Europa, junto con sus problemas económicos personales, le impidieron alcanzar un retiro tranquilo. Mientras su hermano, Morelet, tomaba las riendas de la familia, Béthencourt permaneció apartado, sin la influencia que una vez tuvo.

La muerte de Jean IV de Béthencourt

Jean IV de Béthencourt falleció en 1425, aproximadamente a la edad de 63 años. A lo largo de su vida, vivió bajo una constante presión política y financiera, y a pesar de los logros históricos que obtuvo, su vida culminó en relativa oscuridad. A su muerte, las tierras que había conquistado en las Islas Canarias pasaron a manos de los Guzmán, con el conde de Niebla tomando el control del archipiélago en nombre de la Corona de Castilla.

El legado de Béthencourt fue complejo. Si bien es recordado como el primer europeo en conquistar las Islas Canarias y establecer una presencia cristiana en el Atlántico, su dominio sobre las islas fue breve y estuvo marcado por constantes dificultades internas y externas. Su figura sigue siendo recordada en la historia de Canarias, aunque con matices que reflejan los desafíos que enfrentó en su intento de consolidar una colonia en el Nuevo Mundo.

El final de una era

A pesar de las dificultades y los conflictos que marcaron los últimos años de su vida, Jean IV de Béthencourt dejó una marca indeleble en la historia de las Islas Canarias y en el proceso de expansión europea hacia el Atlántico. El fin de su vida y la cesión de las islas representaron el cierre de una etapa en la que su ambición y su determinación por conquistar territorios le permitieron entrar en los anales de la historia.

El lugar de su entierro es incierto, aunque se cree que fue en Grainville, en la iglesia del pueblo, donde se conserva una lápida atribuida a él, aunque sin inscripción alguna. La figura de Béthencourt, como uno de los primeros conquistadores europeos en el mundo atlántico, sigue siendo objeto de estudio y debate.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Jean IV de Béthencourt (1362–1425): Conquistador y explorador de las Islas Canarias". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/bethencourt-jean-de [consulta: 17 de octubre de 2025].