Alonso Berruguete (ca. 1488–1561): El Genio del Renacimiento Escultórico Español
Orígenes familiares y formación temprana
La influencia paterna: Pedro de Berruguete y la tradición renacentista
Alonso Berruguete, nacido hacia 1488 en Paredes de Nava (Palencia), fue el hijo del célebre pintor Pedro de Berruguete, considerado uno de los pioneros en introducir las formas renacentistas en la pintura española. Esta filiación marcaría de forma indeleble su vida y obra. Desde temprana edad, Alonso fue educado en el taller paterno, donde se familiarizó no solo con las técnicas del arte pictórico, sino también con una visión estética abierta a las influencias italianas que su padre ya había absorbido.
Pedro de Berruguete, activo en la corte de Urbino en Italia, no solo proporcionó a su hijo las herramientas técnicas básicas, sino también un entorno cultural permeado de humanismo renacentista. A través de esta herencia, Alonso accedió desde muy joven a una doble vertiente artística: la tradición gótica castellana y el naciente espíritu renacentista.
Primeras noticias documentales y entorno castellano
Los primeros años de Alonso Berruguete permanecen en gran medida en la penumbra documental, aunque se sabe que en 1504, tras la muerte de su padre, su madre Elvira González fue designada como curadora de sus bienes. En este contexto, Berruguete creció en un ambiente de transición entre dos grandes corrientes artísticas y culturales.
La Castilla de comienzos del siglo XVI, profundamente religiosa y todavía impregnada de estética medieval, ofrecía un escenario desafiante para un joven artista que comenzaba a forjar un lenguaje propio, alternando entre la pintura y una incipiente vocación escultórica que cobraría forma tras su paso por Italia.
Viaje formativo a Italia y contactos artísticos
Roma y Florencia: encuentros con el Renacimiento
En 1507, Berruguete emprendió un viaje crucial hacia Italia. Este desplazamiento no solo lo conectó con el corazón del arte renacentista, sino que redefinió radicalmente su estilo. En Roma, tuvo la oportunidad de estudiar las obras de Donatello, Leonardo da Vinci, Filippino Lippi, Baccio Bandinelli, y especialmente de Miguel Ángel, cuyo poder escultórico y expresivo lo marcaría profundamente.
Durante su estancia italiana, Berruguete completó una copia del Laocoonte, lo que evidencia tanto su habilidad como su fascinación por el dramatismo clásico y el movimiento corporal. La copia no fue un simple ejercicio técnico, sino un manifiesto estético de su propia inclinación hacia lo expresivo, lo atormentado y lo sublime, que más tarde traduciría con fuerza en madera y piedra.
Influencias estilísticas: Miguel Ángel, Leonardo y la herencia florentina
Según testimonios como los de Giorgio Vasari, Berruguete residió tanto en Roma como en Florencia. En esta última ciudad, el joven artista estudió con intensidad la Capilla Brancacci de Masaccio y la representación inacabada de la Batalla de Cascina en el Palazzo Vecchio. Ambos conjuntos artísticos dejaron una profunda huella en su concepción del volumen y el movimiento.
El contacto con el círculo de Leonardo da Vinci también fue decisivo. De los seguidores del genio florentino, Berruguete adoptó una sensibilidad por las composiciones complejas y el claroscuro, especialmente en sus obras pictóricas posteriores. Esta absorción de múltiples influencias dio como resultado un estilo singular y apasionado, que conjugaba la anatomía vigorosa de Miguel Ángel con el dinamismo narrativo de Leonardo.
El joven español en las cartas de Miguel Ángel
Una de las teorías más sugerentes sobre esta etapa italiana proviene del análisis de la correspondencia de Miguel Ángel, en la que se menciona a un “joven español” con dotes notables, al que algunos historiadores identifican con Berruguete. Aunque la prueba definitiva no ha sido hallada, esta identificación plausible subraya el prestigio que Alonso alcanzó en los círculos artísticos más exigentes de Italia.
Además, se ha sugerido que gozó del mecenazgo de Bramante, gracias a los vínculos de su padre con la corte de Urbino. Este respaldo no solo le abrió puertas en el competitivo mundo artístico italiano, sino que también le permitió perfeccionar su estilo personal en un entorno vibrante y cosmopolita.
Regreso a Castilla y primeros encargos reales
Integración en la corte de Carlos V
La fecha exacta del regreso de Berruguete a España es incierta, aunque se estima que ocurrió entre 1517 y 1518. Para entonces, ya no era solo el hijo de un pintor ilustre, sino un artista con una visión estética madura y una experiencia internacional inusual para un escultor castellano. En 1519, Berruguete aparece documentado en Valladolid, al servicio del joven emperador Carlos V, como pintor del rey.
Ese mismo año se le encargó la ejecución de la pintura de quince historias para la Capilla Real de Granada, así como el diseño y realización del sepulcro del cardenal Selvagio en Zaragoza, una obra de clara influencia italiana que acometió con la colaboración de Felipe Bigarny. La combinación de influencias góticas, renacentistas y manieristas comenzó a caracterizar su estilo maduro, que se alejaba deliberadamente de los convencionalismos españoles.
Primeros proyectos en Valladolid y Zaragoza
En su faceta de servidor del rey, Berruguete no solo recibió encargos artísticos, sino que participó en la decoración de la nao real que trasladó a Carlos V desde La Coruña a Flandes. Esta participación, más protocolaria que artística, indica el grado de cercanía y confianza que el monarca depositaba en él. No obstante, en 1520, cuando Carlos embarcó hacia el norte de Europa, Berruguete permaneció en La Coruña aquejado de una enfermedad, un episodio que temporalmente interrumpió su ascendente carrera.
Al recuperarse, consolidó su presencia en Valladolid, ciudad que pronto se convertiría en su base de operaciones. Allí comenzó a recibir encargos de creciente envergadura, como el Retablo de La Mejorada en Olmedo, una obra ya plenamente personal, ejecutada con un estilo dramático y profundamente emocional que definía su evolución definitiva hacia la escultura.
Salud, prestigio y asentamiento definitivo en Valladolid
En 1523, Berruguete fue nombrado escribano de la Audiencia de Valladolid, cargo que desempeñó con cierta irregularidad y que abandonaría en 1542. En 1526 contrajo matrimonio con Juana de Pereda, vecina de Medina de Rioseco, con quien tuvo cuatro hijos. Este matrimonio coincidió con una etapa de consolidación económica y social: poseía ya un taller propio, una clientela prestigiosa y una red de discípulos que comenzaban a difundir su estilo.
Su obra, marcada por un espiritualismo visceral y una estética de lo desgarrado, empezó a distinguirse nítidamente de la de sus contemporáneos. El uso expresivo del madero y el alabastro, así como su rechazo ocasional a la policromía, revelaban una audacia plástica sin precedentes en el arte español.
Consagración artística: los grandes retablos
Retablo de La Mejorada y el estilo plateresco
En 1523, Alonso Berruguete recibió su primer gran encargo escultórico tras su regreso a Castilla: el Retablo de La Mejorada en la localidad de Olmedo. Esta obra, hoy custodiada en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, representa una transición definitiva hacia su estilo maduro. Combinando un diseño arquitectónico de inspiración plateresca con una imaginería profundamente expresiva, Berruguete articuló aquí su lenguaje plástico más característico.
La anatomía distorsionada, los rostros intensamente emocionales y las composiciones dinámicas revelan su adscripción al manierismo y su ruptura con el clasicismo ideal. No obstante, también se perciben en esta obra ecos de la tradición castellana, especialmente en el uso del espacio y la carga devocional de las figuras. Esta síntesis entre innovación formal y fidelidad espiritual definió su legado más duradero.
Retablo de San Benito: dramática expresividad en la imaginería
Uno de los puntos culminantes de su carrera llegó con el encargo del Retablo de San Benito en Valladolid, cuya ejecución comenzó en 1526 y culminó en 1532. Esta obra monumental, también conservada hoy en el Museo Nacional de Escultura, fue diseñada íntegramente por Berruguete, quien se encargó de la talla, los relieves y las pinturas.
Entre las muchas escenas de este retablo destaca especialmente el Cristo en el Calvario, una representación profundamente dramática en la que se manifiesta su dominio del gesto, el dolor y la intensidad emocional. El retablo supuso su consagración definitiva como el escultor más importante de la escuela castellana del siglo XVI y consolidó su fama en los círculos eclesiásticos y cortesanos.
Retablo del Colegio de los Irlandeses y la Epifanía de Valladolid
A partir de la década de 1530, Berruguete se convirtió en el referente ineludible de la escultura religiosa en Castilla. En 1529, diseñó el Retablo mayor del Colegio de los Irlandeses de Salamanca, una obra de la que se conservan algunos fragmentos y cuya estructura reflejaba su dominio de la narración sacra.
Más imponente aún fue su Adoración de los Reyes (1537) para la iglesia de Santiago en Valladolid, una composición centrada en la escena de la Epifanía. Aquí, Berruguete exploró el tema de la revelación divina con un dramatismo contenido pero profundamente emotivo. Su capacidad para integrar la escultura en el espacio arquitectónico y convertir el retablo en una experiencia espiritual envolvente marcó un hito en el arte religioso español.
Estas obras fueron fundamentales para el surgimiento de la escuela vallisoletana de escultura, una tradición que florecería especialmente durante el Barroco con artistas como Gregorio Fernández, quienes reconocieron en Berruguete a su maestro espiritual y formal.
La culminación en Toledo
Relación con el cardenal Tavera y los encargos catedralicios
En 1535, el influyente cardenal Juan Pardo de Tavera fue nombrado arzobispo de Toledo. Consciente del prestigio de Berruguete, lo llamó a trabajar en proyectos de gran envergadura en la ciudad. Esta nueva etapa culminó en uno de los encargos más ambiciosos de la escultura renacentista española: la sillería del coro de la catedral de Toledo, iniciada en 1539.
Este encargo se dividió entre dos grandes artistas: Berruguete se encargó de las sillas del lado de la Epístola, mientras que Felipe Bigarny ejecutó las del lado del Evangelio. A lo largo de casi una década, Berruguete trabajó con un equipo de discípulos y colaboradores en esta obra que, según muchos especialistas, representa el culmen de su carrera artística.
La sillería del coro: el gran testamento escultórico
La sillería de la catedral de Toledo, terminada en 1548, constituye una muestra sin igual del talento escultórico de Berruguete. Realizada en madera de nogal y alabastro, en ocasiones sin policromar, esta obra destaca por su intensidad narrativa, el detallismo minucioso y la creatividad iconográfica. Las escenas bíblicas, talladas con gran expresividad, muestran una gama de emociones que van desde la exaltación espiritual hasta el patetismo más desgarrador.
Esta sillería no solo es una proeza técnica, sino también un manifiesto artístico, en el que Berruguete fusionó el drama manierista con la mística castellana. Es aquí donde su arte alcanza una madurez absoluta, con una claridad formal que se impone al espectador desde cualquier ángulo del coro.
La muerte del cardenal Tavera en 1545 impidió que continuara trabajando en otros proyectos previstos en Toledo, pero la sillería quedó como su obra más emblemática, una síntesis insuperable de su estilo y de su visión del arte como vehículo de lo espiritual.
El sepulcro del cardenal Tavera y sus últimas obras toledanas
Aunque interrumpido por la muerte de su mecenas, Berruguete aún realizaría otras obras importantes en Toledo. Entre ellas destaca el Sepulcro del cardenal Tavera (1554), ubicado en el Hospital de Tavera. Esta tumba monumental, realizada en alabastro, representa una transición entre la serenidad clásica y la inquietud manierista, un testimonio final de la complejidad de su estilo.
También dejó su huella en el Retablo de la Visitación en la iglesia de Santa Úrsula de Toledo (1546), y en el Retablo de la iglesia de Santiago de Cáceres (1557), donde repite algunos de los esquemas visuales que había desarrollado previamente en Valladolid. Todas estas obras confirman la continuidad de su vigor creativo incluso en la madurez, cuando su salud comenzaba a deteriorarse.
Últimos años y legado artístico
Talleres, señoríos y descendencia
En los últimos años de su vida, Berruguete consolidó no solo su prestigio artístico, sino también su posición social. En 1557, adquirió el señorío de Villatoquite, cerca de su natal Paredes de Nava, donde estableció su residencia y un pequeño taller. Sin embargo, poco después renunció a esta propiedad para adquirir el señorío de Ventosa de la Cuesta, en Valladolid, donde murió en 1561 y fue enterrado en la iglesia local.
Tuvo cuatro hijos con su esposa Juana de Pereda: Alonso, Luisa, Petronila y Pedro, quienes heredaron parte de su patrimonio y, en algunos casos, colaboraron con el taller paterno. Aunque ninguno alcanzó su estatura artística, contribuyeron a mantener vivo el legado del maestro en la generación siguiente.
Aportaciones al manierismo y al renacimiento hispano
Alonso Berruguete fue, sin lugar a dudas, el gran escultor del Renacimiento español. Su obra constituye un puente entre la tradición gótica hispánica y las nuevas formas renacentistas, con un estilo propio que anticipa los rasgos del manierismo. La angustia expresiva, la desproporción intencionada, la tensión narrativa y el uso simbólico de la anatomía fueron marcas registradas de su lenguaje artístico.
Si bien comenzó como pintor, fue en la escultura donde encontró su medio ideal. El carácter espiritual de sus obras, su tratamiento de la figura humana como vehículo de emociones intensas y su dominio de los materiales nobles como el alabastro y la madera de nogal lo sitúan entre los artistas más innovadores de su tiempo.
Proyección de su estilo en la escuela castellana y el Barroco
El legado de Berruguete no terminó con su muerte. Su influencia fue determinante para la escuela escultórica de Valladolid, una corriente que marcaría el desarrollo del Barroco español. Artistas como Gregorio Fernández, Juan de Juni o Andrés de Nájera reinterpretaron sus enseñanzas, prolongando su impacto durante siglos.
Sus discípulos, formados en su taller, difundieron una estética que combinaba la devoción con el dramatismo, el rigor técnico con la libertad expresiva. Así, Alonso Berruguete no solo dejó un cuerpo de obra sobresaliente, sino que fundó una tradición artística, un modo de concebir la escultura religiosa como un acto de revelación.
Desde las iglesias de Castilla hasta la catedral de Toledo, su arte sigue vivo, invitando a los espectadores a una experiencia estética que es, al mismo tiempo, un viaje espiritual por las pasiones, los misterios y las glorias de la fe cristiana.
MCN Biografías, 2025. "Alonso Berruguete (ca. 1488–1561): El Genio del Renacimiento Escultórico Español". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/berruguete-alonso1 [consulta: 28 de septiembre de 2025].