Leonardo da Vinci (1452-1519).


Pintor, escultor, arquitecto, ingeniero, escritor y científico italiano nacido en Vinci, cerca de Florencia, el 15 de abril de 1452, y muerto en el castillo de Cloux, en Amboise, el 2 de mayo de 1519.

Vida

Hijo del notario italiano Piero da Vinci, fue educado en la casa de su abuelo paterno hasta 1469, fecha en que viajó a Florencia junto con su padre y comenzó a frecuentar el taller de Andrea del Verrocchio. En 1472 aparece inscrito en la Compagnia di San Luca, de pintores florentinos. Con su maestro, Verrocchio, adquiere el conocimiento de las diferentes técnicas artísticas; junto a él se sabe que trabajó en la ejecución del Bautismo de Cristo, actualmente conservado en la Galería de los Uffizi de Florencia. A este primer decenio corresponden obras que se enmarcan dentro del ámbito figurativo en el que se mueve Leonardo, con influencias de Verrocchio, Lorenzo di Credi, Pollaiolo, o el joven Botticelli. De este momento, además de numerosos dibujos, se conserva La Anunciación, en la Galería de los Uffizi; el Retrato de Ginebra Benci, en la National Gallery de Washington; la Virgen de Benois, en el Ermitage de Leningrado; La Virgen del clavel, de Munich; el San Jerónimo, en la Pinacoteca Vaticana de Roma; y la Adoración de los Magos, en la Galería de los Uffizi de Florencia, encargada en 1481 por los monjes de San Donato en Scopeto y que quedó sin terminar debido a su viaje a Milán.

Ginebra de Benci. Leonardo da Vinci.

Probablemente en el verano de 1482, Leonardo llega a Milán, donde permanece al servicio de Ludovico el Moro por espacio de casi veinte años, realizando todo tipo de obras, desde pintura a trabajos de ingeniero, obras hidráulicas de saneamiento y desagües, proyectos arquitectónicos y urbanos, complicados mecanismos para fiestas, torneos y espectáculos de corte, y la decoración de varias salas del Castello Sforzesco.

Como pintor, a su llegada a Milán realiza la primera versión de La Virgen de las Rocas, conservada en el Louvre de París, pintada por encargo de la Cofradía della Concezione de Milán, donde destaca la extremada delicadeza de los efectos atmosféricos. Para un monumento dedicado a Federico Sforza realizará un gran modelo de caballo, que fue destruido en 1499. En la misma ciudad, para el convento de Santa María delle Grazie, entre 1495 y 1498, pinta la conocida Última Cena, una de las obras capitales de todo el Renacimiento.

El ambiente cultural milanés, profundamente distinto al florentino, con la propuesta de nuevos problemas, favoreció el incesante e inquieto experimentalismo del espíritu de Leonardo, y consiguió la germinación de ideas e investigaciones en los campos más diversos del arte y de la ciencia. Entre sus investigaciones, destacan los estudios de arquitectura realizados para el tiburio del Duomo y para edificios de culto con planta central, coincidentes con las investigaciones de Bramante, que igualmente se encontraba en Milán al servicio de los Sforza, y que determinan el modelo arquitectónico del Alto Renacimiento. De este momento son innumerables dibujos y apuntes de anatomía y botánica, de mecánica y geometría, así como innumerables inventos de máquinas, que se unen a su producción de obras pictóricas, como la Dama con armiño, conservada en Cracovia, el Retrato de Músico, de la Pinacoteca Ambrosiana de Milán, y el cartón de Santa Ana con la Virgen, el Niño y San Juan, de la National Gallery de Londres. Un segundo cartón con este tema, que suscitó la admiración de los ambientes artísticos de la ciudad, y hoy perdido, fue expuesto en 1501 en Florencia.

Apuntes de anatomía. Leonardo da Vinci. Royal Collections. Windsor.

En 1499 se produce la caída de los Sforza en Milán. Leonardo se traslada a Vaprio, Mantua y, más tarde, a Venecia. Al servicio de César Borgia, como ingeniero militar, realiza en Romaña y Umbría una serie de estudios sobre fortificaciones, y dibujos sobre topografía, de inapreciable valor.

En 1503 vuelve a Florencia, donde inicia su obra más conocida, La Gioconda, conservada en el Louvre de París, y también recibe el encargo de pintar La batalla de Anghiari, en una pared del salón dei Cinquecento, en el palacio de la Señoría. Antes de que la obra fuera concluida, debido a las experimentaciones llevadas a cabo por el maestro sobre el secado de la pintura al fresco, ésta se perdió, al igual que se ha perdido el cartón realizado para esta obra que, junto con La batalla de Cascina, obra de Miguel Ángel para el mismo salón, fueron admirados y considerados, según palabras de Benvenuto Cellini, como la escuela del mundo. Del proyecto de Leonardo se conoce la parte central de la obra, a través de copias y grabados.

La Virgen, el Niño y Santa Ana. Leonardo da Vinci. Italia.

En 1503 Leonardo vuelve a Milán, donde permanece hasta 1513; de esta época son obras como Santa Ana con la Virgen, el Niño y el cordero, conservada en el Louvre, y la segunda versión de La Virgen de las Rocas, de la National Gallery de Londres. Realiza un proyecto de monumento ecuestre, para Gian Giacomo Trivulzio, así como diversos proyectos para el gobernador francés Charles d’Amboise, gran admirador del artista. Sin embargo, serán sus estudios de botánica, geofísica, anatomía y matemáticas, los que ocuparán la mayor parte de su tiempo en el último decenio de su vida.

En 1513 abandona Milán y se traslada a Roma, atraído por el importante mecenazgo ejercido por el papa León X de Médicis. Pero durante su estancia en esta ciudad vive en la villa del Belvedere, protegido por el cardenal Giuliano de Medicis, y apartado del fausto ambiente de la corte pontificia, dominada por la actividad artística de Rafael y su escuela. Al final de sus días se traslada a Francia, aceptando la invitación del rey Francisco I, que lo colmó de honores, asignándole una estancia en el castillo de Cloux, y dándole la libertad necesaria para poder dedicarse a sus investigaciones. En esta época realiza los maravillosos dibujos del Diluvio, en los que cobran vida las últimas meditaciones del artista sobre las vicisitudes de la naturaleza y el cosmos. Finalmente morirá, desilusionado y amargado, en el castillo de Cloux, en Amboise, en 1519. Sólo su actividad como artista alcanzó renombre, pues ninguno de sus inventos fue llevado a la práctica en el curso de su vida.

Virgen con Niño, Santa Ana y San Juan Bautista. Leonardo.

Leonardo científico

Pese a haber ejercido una notabilísima influencia sobre el arte del Cinquecento europeo, y frente al escaso número de pinturas realizadas por el artista, estudiadas y admiradas por los mayores pintores del momento (Giorgione, Durero, Holbein el Joven, Andrea del Sarto, Miguel Ángel, Rafael o Correggio), es impresionante el conjunto de dibujos y apuntes que Leonardo ha legado. A pesar de su dispersión y de haberse perdido numerosos manuscritos, todavía se conservan en torno a 7.000 páginas de sus diarios, llenas de esquemas, dibujos y anotaciones. El conjunto de todas ellas da testimonio de la vastedad de los intereses del artista, de la agudeza de sus investigaciones y del ingenio de sus inventos. La mayor parte de ellos están ligados a sus estudios e investigaciones científicas, presentándose como el verdadero compendio del pensamiento del autor.

De esta ingente producción, en particular deben recordarse: la gran colección miscelánea del Códice Atlántico, conservado en la Pinacoteca Ambrosiana de Milán; los estudios anatómicos de los manuscritos de la Royal Library del castillo de Windsor; los estudios de arquitectura del Códice B y los desarrollados sobre la luz y la perspectiva de color del Códice G; las investigaciones sobre el agua del Códice Arundel, en el British Museum de Londres, o sobre los vuelos de los pájaros, en la Biblioteca Real de Turín y en el Albert Museum de Londres y, finalmente, los dibujos y apuntes sobre máquinas y la función del caballo, en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Con ellos plasma la idea del artista, elaborada por la tradición florentina del Quattrocento, que había introducido el problema de la representación artística como conocimiento. El artista debe lograr la experiencia más vasta y profunda, posible de la realidad que lo circunda; la investigación científica se entiende como una actividad armónica con la actuación artística, necesaria y complementaria de la misma en el continuo descubrimiento de las leyes de la naturaleza y de todo el universo. Estos planteamientos se materializan en su propia persona y en su riquísima producción.

La universal personalidad de Leonardo hace que sus investigaciones no se queden en una mera elaboración de principios teóricos. Al igual que sus investigaciones sobre la luz tienen un claro reflejo en sus obras pictóricas, su indagación en los diversos campos del mundo de la ciencia quedará reflejada en sus numerosísimos inventos. En ellos refleja, además de un agudo ingenio y una penetración investigadora basada en la experimentación y en el conocimiento, una visión de futuro que le lleva a desarrollar artefactos concretos que sólo en centurias posteriores han sido valorados y utilizados como grandes progresos técnicos de la humanidad. Además de sus precisos estudios anatómicos, entre su producción se encuentran: proyectos de máquinas de guerra, estudios para la construcción de helicópteros, ruedas de palas, dragas flotantes, aparatos voladores, un traje de buzo, embarcaciones sumergibles, una máquina para pulir espejos, fusiles de repetición y grúas móviles. En sus investigaciones urbanísticas realiza un plano del sistema de desagües de una ciudad, y la construcción de ésta en dos niveles: uno para peatones y otro para vehículos. Sus innumerables notas contienen, asimismo, apuntes sobre paisajes fantásticos, misteriosas series de números, acertijos matemáticos, una serie de ideas básicas para la construcción de bombas químicas de humo y máscaras de gas para protegerse de sus efectos. Sin embargo, ninguno de estos inventos pasó del estadio del diseño, ni fue utilizado en su dimensión de invento técnico y de progreso en el dominio del hombre sobre la naturaleza.

Sus investigaciones en el campo de la mecánica se caracterizan no sólo por la propuesta teórica de la construcción de nuevos artefactos que puedan facilitar la vida del hombre, sino que en las máquinas proyectadas resuelve todos y cada uno de los problemas relacionados con la construcción de las mismas, inventando el artefacto en su conjunto y muchos de los elementos necesarios para su realización, como por ejemplo, tornillos sin fin, engranajes helicoidales, rodamientos axiales, una cadena articulada, o cojinetes de rodillos y bolas. Entre las máquinas inventadas, destaca la creación de una grúa móvil, que facilitaría las labores de la construcción, consiguiendo elevar pesadas cargas. Dicha grúa se instala sobre un vehículo que, gobernado desde arriba mediante un cable tensado, se acciona con una manivela dotada de transmisión, mediante un engranaje de ruedas dentadas, con lo que se consigue que la carga pueda ser elevada. Ésta está sujeta mediante un gancho con dispositivo automático, que la deja caer cuando es accionado.

El mismo ingenio y agudeza muestra en su invención de la excavadora flotante, con la que se pretendía conseguir que los ríos fueran navegables. La máquina está formada por ruedas de cangilones; se coloca sobre dos barcazas, y va descargando en carros el lodo extraído.

Igual de interesantes son sus estudios sobre aerodinámica: consigue en 1510, inventar un molino de aire caliente, basado en el principio de la rueda de palas y en el aprovechamiento del calor residual. El molino se hace funcionar mediante un motor de palas que, instalado en una chimenea, gira a consecuencia de la ascensión de gases de combustión caliente. El mismo sistema será utilizado en otra de sus máquinas, pero haciendo que el motor sea movido por agua. Es un precedente de los medidores de caudal inventados más tarde.

Durante su estancia en Milán al servicio de los Sforza, Leonardo realiza una serie de inventos de máquinas de guerra, a los que hay que sumar los que posteriormente realiza en Venecia, que, en el momento en que él la visita, se encuentra en guerra contra Turquía. El más espectacular de estos inventos es el carro blindado, vehículo accionado mediante unas manivelas que utilizan la fuerza muscular, y dotado de una coraza en forma de cono. No menos novedosos serán sus inventos de embarcaciones de guerra, el submarino o los trajes para buzos de combate.

Sus continuas investigaciones sobre el vuelo de las aves le llevarán al diseño de ornitópteros, aparatos voladores para un sólo ocupante, accionados, sobre todo, con las piernas, en los que se incluye el timón de profundidad, y perfectamente adaptados a la fuerza muscular desarrollada por un ser humano. Del mismo modo, inventa un modelo dotado con alas giratorias, precedente del helicóptero, equipado con amortiguadores para conseguir un suave aterrizaje.

En sus indagaciones sobre el diseño de la ciudad, mostrará igualmente su ingenio como inventor, y su capacidad de adelantarse a su época. Proyecta una ciudad ordenada en dos niveles distintos de circulación, él mismo escribe: «Por la calle superior no debería pasar ningún vehículo. Para los carros y las cargas (…) está reservada la calle inferior.» En esta ciudad realiza investigaciones puntuales sobre edificios, como iglesias, ayuntamientos, etc., e incluye estudios concretos sobre el sistema de escaleras o instalaciones de calefacción central, así como una planificación del sistema de desagües.

Otra de sus grandes áreas de investigación será la anatomía. Superando el tabú que había dominado la Edad Media sobre la disección del cuerpo humano, él realiza 30 disecciones de cadáveres, que le permiten dejar una detallada documentación sobre anatomía. El conocimiento de los músculos le lleva a realizar cálculos, que luego aplicará a sus inventos, sobre la fuerza que puede desarrollar la musculatura, tanto humana como animal.

Leonardo pintor

Cuando se considera a Leonardo con relación a la variedad y complejidad de sus actividades artísticas y científicas, los rasgos que lo definen son su categórico rechazo al principio de autoridad y la afirmación de la experiencia como valor exclusivo. En su actividad como pintor éste será igualmente su rasgo definitorio. Aprendidos los dos principios básicos de la pintura florentina del Quattrocento, el sistema de representación tridimensional y la valoración de la Antigüedad clásica como maestra, se opondrá a ellos, superándolos y planteando un nuevo sistema de representación; a la construcción geométrica del espacio y la perspectiva lineal conseguida por los quattrocentistas, opone la perspectiva aérea, cuya base se encuentra en sus continuas investigaciones sobre el fenómeno de la luz. Ante la lección de la Antigüedad clásica, reacciona mediante un conocimiento racional, vasto y experimentado, de los fenómenos de la naturaleza.

En Leonardo se funden, como en ninguna otra personalidad histórica, la actividad artística y la actividad científica, y es en él donde, de un modo cierto, ambas actividades entran en contradicción, unas veces alimentándose y otras contraponiéndose. Del mismo modo, esta dicotomía se manifiesta en el plano social. Sus fecundas investigaciones científicas fueron, en gran medida, olvidadas y minusvaloradas por sus contemporáneos, mientras que en su obra de pintor vieron en él un maestro y un sabio, que consigue elaborar y plasmar el ideal de belleza que preside la actividad artística del Alto Renacimiento. Pero la belleza leonardesca no se aparta de su concepción científica de la naturaleza, ya que, como ella, tiene que ser visible y experimentable. Leonardo, formado en contacto con el núcleo florentino neoplatónico, no abandona la idea de que la belleza es algo inmaterial, aunque ésta no se va a manifestar, como lo hacía en Botticelli, a través de metáforas y apologías, sino mediante una imagen visual directa, búsqueda que ocupa toda la actividad pictórica del artista. El sfumato, recurso técnico inventado por él, que consiste en la difuminación de los contornos, se basa en su teoría científica sobre el espesor transparente del aire, que le lleva a la representación atmosférica. Leonardo intuye que la atmósfera no es transparente, sino que tiene color y densidad propias, que cambian por los efectos de luz; estas propiedades atmosféricas varían el volumen y el color de los objetos, que se encuentran integrados y unidos al medio en que se ubican. El Quattrocento representaba los objetos, partiendo de una visión preconcebida de ellos; Leonardo los representa tal y como los observa en el momento en que van a ser representados, olvidándose de cualquier idea establecida a priori.

La técnica del sfumato permite la fusión del objeto con la naturaleza que lo circunda, la unión de la naturaleza humana con la naturaleza cósmica, la consecución de la belleza ideal.

La Adoración de los Magos

La Adoración de los Magos (1481-1482). Galería de los Uffizi (Florencia, Italia).

Obra conservada en el Museo de los Uffizi de Florencia. Fue encargada a Leonardo en 1481, por los monjes de San Donato en Scopet, o cuando éste estaba todavía en Florencia, y quedó sin terminar debido a su viaje a Milán. Es su última obra del período florentino; se muestra ya con toda la complejidad y originalidad que va a caracterizar la obra leonardesca, y con absoluta independencia de los modelos iconográficos y estilísticos de la propia tradición quattrocentista. La multitud de los adoradores, en semicírculo alrededor del grupo central, se dispone mediante la estricta ordenación que la perspectiva monofocal impone; la amalgama y confusión de personajes agitados no altera la unidad de conjunto.

Las figuras intensamente caracterizadas en los rostros y en las actitudes, como saliendo de las penumbras, no están definidas con la precisión y el modelado enérgico, tan apreciado por los artistas florentinos del Quattrocento, sino que se mueven en un entorno de claroscuro infinitamente sutil en los paisajes y en las gradaciones, anulando toda delimitación neta y el aislamiento de cada imagen, y estableciendo una unidad entre ellas y el espacio que las circunda.

Con esta obra, Leonardo cambia la visión tradicional de este tema. Abandona la visión ingenua del cortejo tradicional de los Magos de Oriente, convirtiendo el tema en lo que se ha llamado la epifanía de la humanidad entera, y así representa un acontecimiento grave, enigmático, con multitud de figuras arrebatadas, que participan de un suceso sublime.

La Virgen de las Rocas

La Virgen de las Rocas. Leonardo da Vinci. Italia.

La primera versión de este cuadro, conservada en el Louvre de París, fue pintada en el momento en el que Leonardo llega a Milán, a partir del verano de 1482, por encargo de la Cofradía della Conzecione de Milán; esta tabla era la central de un tríptico completado por Ambrosio de Predis. Durante algún tiempo se ha mantenido una discusión en torno a esta versión y la segunda del mismo tema. La primitiva capilla de la Inmaculada Concepción de San Francisco el Grande de Milán, lugar donde se conservaba esta tabla, fue destruida en 1576, lo que supuso un traslado del cuadro, que en 1625 se encontraba en poder de los reyes de Francia. Este hecho, y la existencia de una segunda versión, trajo dudas sobre la obra. Actualmente se admite que el cuadro conservado en el Louvre es la primera versión realizada por Leonardo. Los expertos coinciden en que es una obra debida íntegramente a su mano. La segunda versión, algo modificada, y conservada en la National Gallery de Londres, fue realizada bajo la dirección de Leonardo, que pinta partes concretas de la misma; pero, en general, puede atribuirse a De Pedicis.

Sin duda, es una de las obras más enigmáticas de Leonardo. La visión es muy cercana a la ya plasmada en la Adoración de los Magos, realizada poco antes en Florencia. La obra representa a la Virgen, al Niño y a San Juan, donde se incluye además la figura de un ángel. Leonardo plantea una composición piramidal y centrada, ordenada mediante la disposición de las figuras y por las actitudes de las mismas, que confluyen en la visión del Niño como punto central. La pirámide se determina por la Virgen que, arrodillada, protege dulcemente a San Juan niño con su mano derecha, mientras que con la izquierda ampara y muestra respeto a su hijo; San Juan, también arrodillado, se muestra en actitud de adoración, extendiendo sus manos hacia el niño Jesús, tras el que se sitúa un bellísimo ángel, que mira de frente hacia el exterior de la composición, y señala a San Juan. El Niño, en medio de la pirámide compositiva, se ve realzado por su actitud bendiciente y por su iluminación. La posición de las manos de los personajes y sus actitudes marcan un ritmo apacible y van definiendo un círculo, establecido por las propias cabezas de los personajes, que complementa la centralidad establecida mediante la pirámide compositiva. La escena se enmarca en un refugio rocoso, absolutamente irreal y sobrecogedor.

Mediante la técnica del sfumato y la misteriosa utilización de la luz, que se centra en dos focos (uno que ilumina la visión sagrada, en primer término, y otro de luz natural que se filtra desde el fondo, a través de la rocas), se consigue una comunión entre la naturaleza y el misterio de la Inmaculada Concepción que se representa, y produce desconcierto, incluso desde el punto de vista religioso y católico. La escena es familiar, los personajes hablan entre sí y se dirigen unos a otros con sus manos. Al mismo tiempo, es cortesana (las ricas ropas de la Virgen y el ángel los presentan como personajes nobles), por tanto responde a la tendencia de idealizar la composición religiosa, pero la mano de Leonardo la hace, ante todo, misterio.

La composición racional y equilibrada, los focos lumínicos y sus penumbras, así como el propio empleo del color, con tonos bajos ocupando superficies extensas, y tonos altos empleados en espacios más reducidos e intensos, modelan el espacio, y establecen planos que se van alejando, desde un primer plano muy próximo al espectador hasta un fondo que se desvanece en la lejanía, intensificado por la utilización de colores fríos, frente a la gama de los primeros planos.

En la actualidad, no duda la crítica que la obra conservada en París precede a la conservada en Londres; esta última, pese a las colaboraciones en la ejecución, fue concebida por Leonardo, no como una copia de la primera, sino como una variante de la misma, expresamente querida y meditada por el autor. Las figuras levemente mayores, simplificadas en los paños, dan una impresión de mayor monumentalidad, mientras que el fondo se orquesta con una menor minuciosidad en los detalles. De la misma manera, se establecen diferencias en la actitud y tratamiento de las figuras, enigmáticas y magistrales, con una mayor riqueza de matices, en la de París; más simplificadas, más recortadas y sólidas, en la versión de Londres.

Pero todo ello fue querido por Leonardo que dio a una composición idéntica, una orquestación diferente. Las sombras más oscuras, el tratamiento del color y los detalles no son siempre el resultado de una mano inexperta, como en muchos casos se ha explicado, sino el complemento de un ambiente, más luminoso en la obra de París que en la de Londres. Las continuas comparaciones y exámenes de las dos obras han servido excelentemente para la historia de ambas, y para establecer criterios en las restauraciones que se han realizado, pero hoy no es posible establecer dudas sobre la autoría innegable de Leonardo en las dos, pese a que la tabla de Londres presente además distintas manos.

La Última Cena

La Última Cena (Fresco, 1498). Convento de Santa María de la Gracia (Milán, Italia).

Es un fresco pintado en el refectorio del Convento de Santa María delle Grazie, entre los años de 1495 y 1498, sin duda, una de las obras capitales de todo el Renacimiento.

Dos documentos fijan la fecha de realización y acabado de esta obra. Uno de ellos es una carta de Ludovico el Moro a Marchesino Stampa, el 29 de junio de 1497, en la que se encarga «solicitar a Leonardo florentino que termine la obra del refectorio y se cumpla con él los contratos firmados por su mano, que le obligue a acabarlo en el tiempo que con él se convenga«; en ese momento el fresco se encontraba suficientemente avanzado. Al mismo tiempo ya se había demolido el ábside de la antigua iglesia, y se había empezado a construir la nueva tribuna y la cúpula, proyectada por Bramante. El encargo del fresco del refectorio formaba parte del proyecto de renovación de todo el conjunto conventual.

El otro documento, de 1498, es la dedicatoria que el matemático Luca Pacioli escribe a Ludovico el Moro, en la que dice respecto a esta obra: «no es posible imaginar con mayor atención a los apóstoles vivos, al oír la voz de la inefable verdad cuando dijo: «Unus vestrum me traditurus est», donde con actos y gestos, el uno al otro y éste a aquél, con viva y afligida admiración parecen hablar. Tan dignamente con su mágica mano lo dispuso nuestro Leonardo.» En este momento la obra tenía que estar acabada. Luca Pacioli, presente en la corte de Milán, la conocía bien y se encontraba ligado por una gran amistad a su autor, Leonardo.

Pero las indagaciones sobre las técnicas del secado de la pintura de Leonardo hacen que esta obra se encuentre deteriorada desde muy temprano. Leonardo utiliza la técnica de pintura al óleo, en una preparación sobre muro. En 1517, Antonio de Beatis indicaba que la obra había empezado a estropearse debido a la humedad de la pared o alguna otra causa desconocida. Vasari, que la conoció en 1556, la describe así: «tan mal conservada que no queda nada visible, sino una masa de manchas»; en 1587 Armenini dice que la obra «está medio estropeada, pero bellísima». Como los expuestos, son innumerables los testimonios de viajeros que ven una obra en mal estado.

Se trata de una pintura monumental, situada sobre el muro que preside el refectorio de los monjes; esta ubicación condiciona el propósito del autor; su subordinación al marco arquitectónico dado, es aprovechada por el artista para romper la pared y crear una sensación de profundidad en la sala. Leonardo plantea una escena inserta en una estancia fingida, que se desarrolla como una continuidad de la estancia real que la contiene. Situada a la altura del ojo del espectador, el espacio se representa mediante la utilización de la geometría y los puntos de fuga, experimentando con ellos la representación del espacio no sólo como es, sino como lo ve el espectador. El techo desciende, las paredes son convergentes, y el suelo asciende, mientras que el muro del fondo se abre, marcando un punto de fuga en la lejanía.

Las figuras se disponen, todas apiñadas, en grupos de tres, a un lado y otro de la mesa, conversando y gesticulando en torno a una figura central, Jesucristo, que con los brazos abiertos, da la sensación de que calla. Se capta un momento, el anuncio de la traición y la institucionalización del sacrificio de la Nueva Alianza. Las acciones concretas de cada una de las figuras quedan reflejadas en uno de los manuscritos de Leonardo: «Uno que bebía deja la jarra en su puesto y vuelve la cabeza hacia el que habla. Otro tiende los dedos juntos de su mano y con una rígida mirada se vuelve al compañero; el otro con las manos abiertas, muestra las palmas y alza los hombros hacia las orejas, y en su boca hace un gesto de asombro. Otro habla a su compañero y el que lo escucha se vuelve a él y lo atiende, teniendo en una mano el cuchillo y en la otra el pan, medio partido por aquél. El otro al volverse, con un cuchillo en la mano, derrama una jarra sobre la mesa. Otro pone las manos sobre la mesa y mira; el otro sopla en el bocado, el otro se vuelve para ver al que habla entre el muro, y al que está inclinado

La solemne monumentalidad de la composición, la extraordinaria inmediatez expresiva de las motivaciones, del ánimo a través de los gestos y las expresiones, la íntima e ilusionista compenetración de espacio real y espacio figurado, y la capacidad de renovación de la iconografía tradicional sobre el tema de la Última Cena son los valores sustanciales de esta obra.

La Gioconda