William Wyler (1902–1981): El director meticuloso que definió el cine clásico de Hollywood
William Wyler (1902–1981): El director meticuloso que definió el cine clásico de Hollywood
Orígenes y Primeros Años
William Wyler nació el 1 de julio de 1902 en Mulhouse, Alsacia, en una familia de origen suizo. Hijo de un tendero suizo, su infancia transcurrió entre la cultura francesa y la alemana, debido a la ubicación de Alsacia, una región que en ese momento estaba bajo control alemán. Su hermano menor, Richard Wyler, también seguiría una carrera en el mundo del cine, aunque como guionista y director. Desde joven, William mostró un interés profundo por la música, y decidió estudiar violín en París, lo que le permitió formarse en una disciplina que le daría un enfoque detallado y meticuloso para sus futuros proyectos cinematográficos.
El destino de Wyler se alteró de manera inesperada en 1922, cuando conoció a un primo lejano de su madre, Carl Laemmle, un ejecutivo influyente de Universal Pictures. Laemmle, quien tenía un ojo para el talento, invitó a Wyler a viajar a América y unirse a Universal, lo que marcaría el comienzo de su carrera en Hollywood. Al principio, Wyler trabajó en el departamento de publicidad del estudio, pero su curiosidad y ambición lo llevaron rápidamente a desempeñar roles más importantes, como asistente de dirección y montaje. Fue en estos primeros años en Universal donde se empapó del ritmo y los procesos del cine de Hollywood, y donde sentó las bases de su estilo característico: un perfeccionismo que lo convertiría en uno de los directores más respetados del cine clásico.
Inicios en el cine
La carrera de Wyler despegó en 1925 con la dirección de su primer largometraje, Crook Buster, un western modesto que representó sus primeros pasos en la industria. Durante los siguientes dos años, Wyler dirigió más de 20 películas, la mayoría de ellas del género western, que en ese momento era un pilar fundamental en el cine estadounidense. A pesar de que estos títulos eran producciones rápidas y con presupuestos modestos, Wyler comenzó a desarrollar una reputación por su atención al detalle y su capacidad para dirigir con precisión. Sin embargo, fue en 1928 con la película A la caza del hombre cuando Wyler comenzó a hacer un cambio importante en su enfoque.
El estilo de trabajo en Universal se caracterizaba por la rapidez de producción, con películas que, en muchos casos, no superaban los 70 minutos de metraje. Sin embargo, Wyler hizo una promesa a sí mismo: si alguna vez podía trabajar en proyectos de mayor envergadura, se tomaría el tiempo necesario para que sus películas fueran lo más pulidas posibles. Esta filosofía lo llevaría a convertirse en uno de los directores más meticulosos y lentos en la historia de Hollywood, un sello distintivo que lo separó de muchos de sus contemporáneos.
Años de formación y el género western
Los primeros años de Wyler en Universal lo ubicaron en el género que definió la era temprana del cine estadounidense: el western. A lo largo de 1926 y 1927, dirigió más de 20 títulos dentro de este género, a menudo con guiones sencillos y tramas fáciles de seguir, pero con una fuerte carga de acción. Algunas de sus películas de esos años incluyen Straight Shooting, Desert Dust y A la caza del hombre. A pesar de las limitaciones de estos filmes, Wyler ya demostraba su capacidad para dirigir escenas de acción con una intensidad particular que más tarde se traduciría en sus películas más ambiciosas.
Aunque los westerns de Wyler eran producciones sencillas en cuanto a recursos y trama, su enfoque meticuloso en el rodaje comenzaba a ser evidente. Mientras que otros directores de la época buscaban la rapidez en la producción, Wyler prefería tomarse su tiempo en el set, ensayando las escenas repetidamente hasta lograr el resultado deseado. Esta inclinación por la perfección se convertiría en una de las características que definieron su carrera y que lo catapultaron como uno de los grandes nombres del cine de Hollywood.
Colaboraciones clave con Sam Goldwyn y Bette Davis
Una de las asociaciones más fructíferas de la carrera de William Wyler fue con el productor Sam Goldwyn, con quien comenzó a trabajar en 1936. La relación entre ambos fue clave para el desarrollo de la carrera de Wyler, ya que Goldwyn confiaba plenamente en su visión artística y le dio la libertad de crear películas con mayor ambición y profundidad. La primera película de esta colaboración fue Esos tres, basada en la obra de Lillian Hellman The Children’s Hour. Este proyecto marcó el inicio de una relación que produjo algunos de los trabajos más destacados de Wyler.
Una de las actrices más importantes en la carrera de Wyler fue Bette Davis, con quien trabajó en varias ocasiones. Juntos, crearon algunas de las películas más emblemáticas de la época dorada de Hollywood. Uno de sus primeros éxitos conjuntos fue Jezabel (1938), un drama romántico en el que Davis interpretó a una mujer atrapada entre el amor y la traición. La película fue aclamada por la crítica y le valió a Davis un Oscar por su interpretación.
En 1940, Wyler y Davis repitieron su colaboración en La carta, una adaptación de una obra de W. Somerset Maugham. La película fue un éxito tanto comercial como crítico, y recibió siete nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actriz para Davis. En 1941, Wyler volvió a trabajar con Davis en La loba, un drama que también recibió varias nominaciones, consolidando aún más la relación profesional entre ambos.
El período de la Segunda Guerra Mundial y la postguerra
La Segunda Guerra Mundial tuvo un impacto significativo en la carrera de Wyler, quien, tras unirse al Ejército del Aire, comenzó a realizar documentales sobre la guerra. Uno de sus proyectos más destacados de este período fue The Memphis Belle: A Story of a Flying Fortress (1943), un documental que narra las aventuras de una tripulación de bombarderos estadounidenses en Europa. Wyler también realizó Thunderbolt (1944), un documental sobre los aviones de combate de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Ambos filmes fueron aclamados por su realismo y la forma en que capturaban la experiencia de los soldados en combate.
El trabajo de Wyler durante la guerra le valió varios reconocimientos, incluyendo una medalla al valor y un ascenso a teniente coronel. Además de su labor en el cine, Wyler se involucró en cuestiones políticas y sociales, especialmente en la lucha contra los excesos del Comité de Actividades Antiamericanas y la persecución de los «comunistas» de Hollywood, lo que lo llevó a formar parte del Comité del Primer Mandamiento, un grupo de liberales de Hollywood que luchaban contra la caza de brujas.
Obras clave después de la guerra: Los mejores años de nuestra vida y La heredera
La postguerra fue un período particularmente fructífero para William Wyler, quien dirigió dos de sus obras más emblemáticas: Los mejores años de nuestra vida (1946) y La heredera (1949). La primera, basada en la novela de MacKinlay Kantor, es un retrato conmovedor de tres veteranos de la Segunda Guerra Mundial que regresan a casa y enfrentan las dificultades de la reintegración a la sociedad. La película fue un éxito rotundo y ganó siete premios Oscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor para Fredric March.
Por otro lado, La heredera fue una adaptación de la obra de Henry James Washington Square, que retrata la vida de una joven atrapada entre el amor y la manipulación de su padre. La película fue un éxito crítico y recibió tres premios Oscar, consolidando a Wyler como uno de los directores más talentosos de su generación.
Cine de autor y colaboraciones con estrellas de Hollywood
Después de la exitosa etapa de la postguerra, William Wyler continuó consolidándose como uno de los cineastas más influyentes de Hollywood, pero también comenzó a tomar riesgos artísticos que lo acercaron al cine de autor. En 1953, dirigió Vacaciones en Roma, un filme que no solo fue un éxito comercial, sino que también consolidó a Audrey Hepburn como una estrella internacional. La película, que narraba la historia de una princesa que huye de sus deberes reales y se enamora de un periodista, fue un gran éxito y se convirtió en una de las comedias románticas más queridas de todos los tiempos. Hepburn recibió el Oscar a la Mejor Actriz por su interpretación, en gran parte gracias a una famosa escena improvisada con Gregory Peck en la que ambos interactúan con la «boca de la verdad» en Roma, una reacción genuina de Hepburn que pasó a la historia del cine.
Wyler, como siempre, fue un director meticuloso, y se asegura de que cada escena fuera lo más perfecta posible. Además de la carrera de Hepburn, el guionista Dalton Trumbo y la diseñadora de vestuario Edith Head también recibieron premios Oscar, lo que demuestra la calidad y el detalle con el que Wyler abordó la producción.
En 1955, Wyler dirigió Horas desesperadas, que presentó a Humphrey Bogart en su último papel de tipo duro. La película, basada en la novela de Joseph Hayes, narraba la historia de una familia secuestrada por tres criminales. Aunque originalmente se pensó que Spencer Tracy interpretaría uno de los papeles principales, la lucha salarial entre Tracy y Bogart dio como resultado que finalmente fuera Fredric March quien lo reemplazara. Este thriller psicológico destacó la habilidad de Wyler para crear tensión y trabajar con actores de gran calibre.
Ben-Hur: El epicentro de la gloria
Si bien Wyler había trabajado en una variedad de géneros a lo largo de su carrera, en 1959 asumió uno de los desafíos más grandes de su vida: dirigir Ben-Hur, una de las películas más ambiciosas jamás realizadas en la historia del cine. Esta superproducción épica, basada en la novela de Lew Wallace, contó con un elenco impresionante y una escala de producción sin precedentes. La película sigue la historia de Judah Ben-Hur, un joven noble judío que busca venganza tras ser traicionado y esclavizado por los romanos.
La película fue un éxito rotundo tanto en taquilla como en la crítica, y consiguió un récord histórico al ganar 11 premios Oscar, un logro que no sería superado hasta 1997 con Titanic. Ben-Hur no solo se destacó por sus impresionantes escenas de acción, como la famosa carrera de cuadrigas, sino también por la profundización en la lucha del protagonista por la redención y la fe. Wyler, con su habitual atención al detalle y su enfoque meticuloso, logró crear una película que no solo capturó la esencia de la antigua Roma, sino también la humanidad y los dilemas internos de sus personajes.
Regreso a historias más intimistas y cine de autor
Tras el monumental éxito de Ben-Hur, Wyler decidió tomar un enfoque diferente hacia el final de su carrera, optando por películas más intimistas y cercanas a su propio estilo autoral. En 1961, volvió a dirigir La calumnia, una adaptación de la obra de Lillian Hellman que había realizado anteriormente en 1936 bajo el título Esos tres. La película, que trata sobre la falsedad y la manipulación, fue un recordatorio de las preocupaciones morales que Wyler siempre había integrado en sus películas, aunque esta vez con una estética más moderna.
Otro ejemplo de su vuelta a una narrativa más personal y psicológica fue su adaptación de la novela El coleccionista (1965), de John Fowles. En esta historia, un hombre obsesionado con una joven secuestra a la mujer de sus sueños, una trama que lleva a Wyler a explorar los temas del poder, el control y la obsesión en una sociedad moderna. Aunque la película recibió buenas críticas y Wyler fue nominado al Oscar como Mejor Director, el filme no tuvo el mismo impacto masivo que algunas de sus obras anteriores.
En 1966, Wyler completó uno de sus últimos proyectos notables, Cómo robar un millón y…, una comedia sofisticada que lo reunió nuevamente con Audrey Hepburn. Junto a Peter O’Toole, Hepburn protagonizó esta ingeniosa película sobre un robo de arte en París, mostrando una faceta más ligera y humorística de Wyler, que era menos común en su filmografía pero igualmente eficaz. El filme fue un éxito tanto crítico como comercial, lo que evidenció su capacidad para adaptarse a diversos géneros con la misma maestría.
Últimos años: Funny Girl y su legado
En 1969, Wyler dirigió una de sus últimas grandes películas, Funny Girl, una biografía musical sobre la comediante Fanny Brice, protagonizada por Barbra Streisand. Streisand, que ganó el Oscar a la Mejor Actriz por su interpretación, brindó una actuación que se convertiría en uno de los puntos más destacados de su carrera. Funny Girl fue un homenaje a los escenarios y a la lucha de una mujer por hacerse un nombre en el mundo del entretenimiento. La película fue un gran éxito y continuó la tradición de Wyler de trabajar con grandes talentos y crear historias emocionalmente resonantes.
Finalmente, en 1970, Wyler dirigió su última película, No se compra el silencio, una obra centrada en el tema del racismo en el sur de Estados Unidos. Aunque el filme no recibió el mismo nivel de aclamación que algunas de sus películas anteriores, destacó por su tratamiento serio de un tema muy relevante en la época. La interpretación de Lola Falana fue ampliamente elogiada, y la película contribuyó a la reflexión sobre las tensiones raciales en la sociedad estadounidense.
El legado de William Wyler
William Wyler se retiró del cine poco después de su último proyecto. A lo largo de su carrera, dejó una marca indeleble en la industria del cine, gracias a su habilidad para abordar diversos géneros, desde el cine épico hasta las comedias ligeras, siempre con una atención al detalle y una precisión inquebrantable. Su legado perdura en los cientos de películas que dirigió, las estrellas que ayudó a brillar, y la influencia que sigue teniendo en el cine contemporáneo.
Wyler falleció el 27 de julio de 1981 en Los Ángeles, California, a los 79 años. Su impacto en la historia del cine sigue siendo recordado, y su nombre sigue asociado con algunas de las mejores y más memorables películas de la Edad de Oro de Hollywood.
MCN Biografías, 2025. "William Wyler (1902–1981): El director meticuloso que definió el cine clásico de Hollywood". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/wyler-william [consulta: 18 de octubre de 2025].